Los mensajes de los tres ángeles

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Los mensajes de los tres ángeles: Apocalipsis 14:1-12

Apocalipsis 13 termina con una nota triste. Apoyado por sus principales agentes, los poderes representados por las bestias que surgen del mar y de la tierra y todos los habitantes del mundo que han prometido aliarse con él, Satanás parece tener controlado el destino del remanente. Su plan mundial parece tener éxito. Él cree que muy pronto habrá borrado al remanente del planeta, y que él será el único gobernante de la raza humana. Lo que parece haber pasado por alto es que Dios también tiene un plan mundial, y que el pueblo remanente es indispensable para su cumplimiento. Por lo tanto, nadie será capaz de destruirlo.

El Cordero y el remanente sobre el monte de Sión 

El remanente es indestructible porque se halla junto al Cordero de Dios sobre el monte Sión, escondido bajo las alas del Omnipotente de los ataques del dragón. Esta visión no se centra en el remanente sino en el Cordero que está en pie sobre el monte de Sión.

Dios redimió a su pueblo a través del Cordero, y él lo hará victorioso gracias a la sangre del Cordero en la última batalla apocalíptica. Aunque amenazado de muerte por el dragón, al pueblo remanente se lo describe más allá del alcance de las fuerzas del mal. Aun cuando están todavía sobre la tierra, se hallan espiritualmente en el lugar más seguro del universo: en compañía del Cordero.

El monte de Sión era en el Antiguo Testamento el lugar donde se encontraba el templo y donde Dios reinaba y habitaba entre su pueblo. El Salmo 2 describe una situación en la cual las naciones de la tierra han conspirado juntas contra el ungido de Dios, el Mesías. El Señor se burla de ellos y proclama la derrota de las naciones, «porque, dice él, yo he puesto mi rey sobre Sión, mi santo monte» (Sal. 2:6).

Sión es el lugar de refugio del remanente: «Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sión los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto» (2 Rey. 19:31). El remanente lo conforman los sobrevivientes dejados en Sión (Isa. 4:2-3), preservados por Dios de los ataques del enemigo. La misma asociación de ideas aparece en Apocalipsis 14: 1, donde el Mesías y el remanente son el blanco del dragón y sus asociados; pero el remanente halla refugio en el Mesías.

El sello de Dios. El símbolo de los 144 mil que tienen el nombre del Cordero y de Dios escrito sobre sus frentes también representa al remanente. Dicho símbolo parece describir de manera especial a quienes estarán vivos sobre la tierra cuando Cristo regrese: una interpretación apoyada por el hecho de que Apocalipsis 6:14-16 describe la segunda venida de Cristo seguida por la pregunta: «porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?» (Apoc. 6:17). La respuesta a esa pregunta se da en el capítulo 7: los 144 mil.

Elena G. de White dice de ellos en El conflicto de los siglos, pág. 707: «habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por ‘primicias para Dios y para el Cordero’”.[1]

Es una tentación especular respecto a este tema, pero debemos resistirla, porque la información que tenemos es extremadamente limitada.

Los 144 mil tienen el nombre del Cordero y de su Padre escrito sobre sus frentes. Si, de acuerdo con Apocalipsis 7:3, Dios puso su sello sobre las frentes de sus siervos, entonces el sello y el nombre de Dios deben referirse a la misma cosa. El nombre de Dios y el del Cordero representan sus caracteres, lo que ellos son. Por lo tanto tener su nombre sobre nuestra frente es reflejar el carácter de Dios en nuestra vida. Él nos lo reveló a través de su ley y en la vida de Jesús, quien la ejemplificó para nosotros.

Ya indicamos que en el libro de Apocalipsis quienes pertenecen a Dios obedecen sus mandamientos. Sus vidas de sumisión obediente a la voluntad de Dios revelan que en realidad le pertenecen y están bajo su cuidado protector. Este firme compromiso con Dios y con la verdad los distingue de quienes siguen a la bestia y tienen su marca.

Aceptar a Cristo como nuestro Salvador no es algo que pueda hacerse sin una vida de obediencia amorosa a todos sus mandamientos. Su ley contiene el sello de Dios en el cuarto mandamiento, una señal de creación (Éxo. 31:17), redención (Deut. 5: 15) y santificación (Éxo. 31:13). La obediencia del remanente a ese mandamiento durante las escenas finales del conflicto cósmico lo distinguirá de quienes adoran al dragón y a la bestia. A través del poder del Espíritu esa obediencia resulta en un carácter santo. 

Un coro y cántico nuevos 
Juan escucha un cántico maravilloso y sonoro que para él es como el sonido refrescante de muchas aguas, como el sonido poderoso de un trueno y como el sonido inspirador y armonioso de un arpa. Las imágenes que él usa indican que la música es extraordinaria, que él nunca ha estado en un programa musical como éste, y busca las palabras para expresar su experiencia. El coro parece consistir de un número simbólico de 144 mil seres que conforman el remanente que canta ante el trono de Dios. Nadie más puede aprender este canto, porque nadie ha pasado por esta experiencia.

Juan da varias características claves de los 144 mil:

En primer lugar, Dios los ha redimido de entre los de la tierra. Apocalipsis 14:3 y 4 nos dice dos veces que éstos fueron «redimidos de entre los de la tierra/de entre los hombres». El mismo verbo aparece en Apocalipsis 5:9 donde unos seres celestiales cantan: «Porque tú [el Cordero] fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación». El Nuevo Testamento testifica claramente que Cristo nos compró o redimió, y que el precio que pagó fue su propia sangre/vida (2 Ped. 2: 1; 1 Ped. 1: 18, 19). Cristo ganó el derecho del pueblo de Dios para que pueda estar en pie ante su trono y para que lo alabe por su muerte expiatoria. No es la recompensa por nuestra Fidelidad a él. Así que ya no nos pertenecemos más a nosotros mismos, porque Cristo, nuestro nuevo propietario, pagó el precio de nuestra redención (1 Cor. 6:20). Le somos leales porque él cubrió el costo de nuestra salvación.

En segundo lugar, son vírgenes. La frase «no se contaminaron con mujeres» clarifica la metáfora. La imagen que se usa es la de una mujer desposada que se mantiene sexualmente pura para su futuro esposo. En 2 Corintios 11:2 Pablo aplica la misma metáfora a los cristianos: «Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura para Cristo». Los 144 mil se han mantenido fieles a Cristo al no contaminarse con la prostituta descrita en Apocalipsis 17.

En tercer lugar, siguen al Cordero. El remanente no adora a la bestia ni al dragón. La estrecha relación entre los 144 mil y el Señor comenzó cuando ellos todavía estaban sobre la tierra y continuará por la eternidad.

En cuarto lugar, Israel dedicaba los primeros frutos a Dios como una expresión de gratitud por la cosecha. Ellos pertenecían a Dios.

Los 144 mil son de Cristo en forma especial debido a su experiencia singular al cierre de la batalla cósmica, cuando tienen que enfrentar el engaño y la persecución por parte de las fuerzas del mal en una manera nunca vista antes en la historia humana. Ellos siguen al Cordero donde quiera que él va. La imagen de las primicias también señala hacia el hecho de que muchos más experimentarán la salvación. Los 144 mil son el anticipo de la inmensa cosecha de Dios. Los redimidos de todas las edades se unirán a Cristo y al remanente escatológico para disfrutar de su presencia por siempre.

En quinto lugar, no fue hallada mentira en sus bocas. Una de las características básicas de los redimidos es que han proclamado la verdad. No hay nada en sus palabras o acciones que refleje algún tipo de engaño. Mentir es identificarse con las fuerzas del mal y con el falso profeta (Apoc. 16:13; 19:20). Quienes aman la falsedad serán excluidos de la nueva Jerusalén (Apoc. 22:15).

Finalmente, el remanente es sin mancha, es decir, sin defectos morales. Ellos se identifican con Cristo, quien se ofreció sin mancha (Heb. 9:14). A través de su muerte expiatoria él hizo posible que todos puedan presentarse sin mancha ante Dios (Efe. 5:27).

La última generación tendrá una relación íntima con el Salvador y crecerá constantemente en santificación al confiar únicamente en el poder de Cristo para salvarlos de sus enemigos.

Los mensajes de los tres ángeles 
Podemos explicar fácilmente la conexión entre Apocalipsis 14:6-12 la sección previa (Apoc. 14:1-5) como una descripción y del proceso y los medios por los cuales Dios reúne al remanente escatológico. El capítulo comienza mostrándonos a ese grupo reunido ante el trono de Dios. Luego nos informa cómo los llamó Dios de entre los habitantes de la tierra.

 Apocalipsis 13 discute el plan mundial y la estrategia que usa el dragón para unir al mundo contra Cristo y su remanente. Ahora tenemos un vistazo del plan mundial de Dios y su propósito. Dos fuerzas actúan a escala mundial para lograr la lealtad de la raza humana, y es importante que nosotros estemos del lado correcto del conflicto.

Aunque hay algunas similitudes entre los dos planes, las diferencias son fundamentales. Ambos usan tres medios de comunicación. Dios emplea tres seres angélicos (Apoc. 14:6-9) y el dragón recurre a tres demonios (Apoc. 16:13), quienes son mensajeros de vida y muerte respectivamente. El método que Dios usa consiste en proclamar el evangelio de salvación y el juicio a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apoc. 14:6). El dragón se basa en la realización de milagros y en la obtención del apoyo de los reyes de la tierra (Apoc. 13:13; 16:14). Dios apela a la razón humana y a las necesidades espirituales reales de los individuos y se asegura que toda persona escuche el mensaje y tome una decisión. El dragón apela a las emociones e impone su voluntad por la fuerza a través de la autoridad y el poder político.

Los dos planes tienen fundamentalmente diferentes. Dios desea preparar a su pueblo contra el engaño, reunir a su pueblo remanente de todas las naciones en el monte de Sión y desenmascarar los verdaderos planes del dragón (Apoc. 14:1, 6-9). El dragón intenta engañar a todo el mundo (Apoc. 13:13; 16:14), reunir a los reyes de la tierra en Armagedón (Apoc. 16:14) y derrotar al remanente (Apoc. 13:15).

El resultado final de los dos planes es diametralmente opuesto. El plan de Dios triunfará y su pueblo saldrá victorioso (Apoc. 14:4), mientras que el dragón y sus confederados terminarán siendo vencidos y destruidos (Apoc.16:19). Uno no puede sobre enfatizar la importancia, la necesidad y la urgencia de la proclamación de los mensajes de los tres ángeles al mundo. Dios le ha confiado este gran privilegio y responsabilidad a la Iglesia Adventista y nada debiera distraernos de cumplir nuestra misión.

El mensaje del primer ángel (Apoc. 14:6, 7) 
Contenido del mensaje. En la proclamación del último mensaje de Dios para la raza humana participan agencias tanto humanas como celestiales. La Escritura define el contenido del mensaje presentado por el primer ángel como el «evangelio eterno». Las «buenas nuevas» de salvación a través de la fe en la muerte expiatoria de Cristo se hallan en el corazón de la proclamación de este ángel. Evangelio significa «buenas nuevas» y el uso que Juan le da presupone su sentido apostólico; por lo tanto, nosotros debiéramos interpretarlo a la luz del resto del Nuevo Testamento. «El evangelio no requiere que los hombres logren su propia salvación mediante un acto de arrepentimiento. El evangelio es la declaración de que ‘Cristo, Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores’ (1 Tim. 1: 15); que ‘de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito’ (Juan 3:16); que ‘siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros’ (Rom. 5:8); y el evangelio de Juan es el mismo: ‘Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre… a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos’ ([Apoc] l:5-6).»[2] (Véase también Apocalipsis 5:9.) Este evangelio es válido eterna y permanentemente para todas las épocas y personas.

Blanco, del mensaje. El blanco o audiencia del evangelio es de naturaleza universal, porque el problema que el evangelio busca solucionar es universal y afecta a cada individuo del planeta. El ángel dirige el mensaje a los «moradores [lit. «que se sientan»] de la tierra», más específicamente a «toda nación, tribu, lengua y pueblo». El pasaje presupone que la polarización final de la raza humana todavía no ha ocurrido y que para entonces muchos, después de escuchar el evangelio, elegirán seguir al Cordero. Ellos serán parte del remanente escatológico de Dios. De hecho, Cristo compró al remanente a través de su sangre «de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (Apoc. 5:9; cf. 14:3). Dios usa la expresión histórica del remanente, los que quedaron después del ataque del dragón contra la mujer durante 1260 años, para reunir al resto del remanente escatológico: los que estarán vivos cuando Cristo regrese.

Respuesta al mensaje. El ángel extiende a todos una invitación, un «temed a Dios», «dadle gloria» y «adorad». Esta sucinta invitación resume la respuesta que Dios espera de la raza humana al enfrentar las fuerzas del maligno en la última batalla del conflicto entre el bien y el mal. El temor de Dios deriva del hecho de que él es grande, majestuoso y único. Su presencia inspira temor porque él está más allá de nuestra total comprensión (Deut. 7:2 1; 10: 17; Mar. 9:2-6). Pero él nos dice «no temáis», porque su presencia no pone en peligro nuestra existencia; más bien puede enriquecerla superando nuestras expectativas. Así que la frase «temed a Dios» expresa la idea de una sumisión confiada a Dios. Siendo que su presencia también trae salvación a su pueblo, el «temor» que produce resulta en alabanza y adoración a Dios. Quienes temen a Dios son aquellos que le alaban, confían en él y guardan sus mandamientos (Deut. 8:6). El llamamiento a temer a Dios nos invita a estar listos para encontrarnos con nuestro majestuoso y único Dios en un estado de sumisión y compromiso con él a través de la obediencia a su buena voluntad.

Con frecuencia en la Biblia el temor a Dios guía al individuo a glorificarle (Apoc. 15:4; Mat. 9:8). En el Antiguo Testamento la palabra hebrea traducida como «gloria» (kabod) significa «peso». La gente creía comúnmente que la función de una persona en la sociedad estaba determinada por su «peso», es decir, por la importancia e influencia del individuo. Las personas sabias o ricas tenían una gran influencia; sus palabras y acciones tenían «peso social e inspiraban respeto y honor. La sociedad admitía públicamente su «gloria/peso» al reconocer lo que habían hecho por otros. En consecuencia, el verbo llegó a significar «ser honrado» o reconocer la importancia de alguien. Por lo tanto, dar gloria a Dios significa reconocerlo como la persona más importante del universo. Nadie tiene mayor «peso» o influencia que él en nuestra vida. Dar gloria a Dios es asignarle a él el primer lugar en nuestra vida y oponerse al plan mundial del dragón que desea robarle a Dios su gloria.

La urgencia de la proclamación a temer a Dios y darle gloria resulta del hecho de que la hora de su juicio ha llegado. El pregón de los mensajes de los tres ángeles tiene lugar mientras el juicio anunciado por Daniel está todavía en progreso. El Juicio es buenas nuevas porque nos informa que Cristo todavía está intercediendo en nuestro favor en el santuario celestial y que aún queda tiempo para que nos unamos a él en la batalla contra el dragón. Es la última oportunidad que tiene la raza humana de unirse al Cordero en oposición a las fuerzas del mal.

El ángel convoca a la humanidad a «adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas». La adoración es un elemento clave en el conflicto cósmico porque hace surgir el importante tema del objeto verdadero y correcto para adorar. El dragón intenta colocarse, tanto él como la bestia que surge del mar, en el mismo centro de la existencia humana al convertirse en el foco de su adoración (Apoc. 13:4; 14:9). El remanente se compone de aquellos que han decidido adorar sola y exclusivamente al Creador. El mandamiento del sábado describe a Dios como digno de adoración porque él es nuestro Creador (Éxo. 20:11) y Redentor (Deut. 5:15); v Juan usa parte de su lenguaje a fin de establecer la razón de adorar a Dios.

El mensaje del segundo ángel (Apoc. 14:8) 
El mensaje del primer ángel proclama esencialmente el triunfo del plan de Dios para el mundo, mientras que el mensaje del segundo ángel anuncia el fracaso del plan del dragón. La Escritura utiliza el símbolo de una ciudad -Babilonia- para representar los logros del dragón, de la bestia que surge del mar y de la bestia que surge de la tierra. La caída de la ciudad describe la victoria de Dios sobre esos poderes malignos. La Biblia también describe a Babilonia como una mujer a fin de ilustrar que no es sólo un poder político: una ciudad; sino también un poder religioso: una mujer. Ya hemos visto que la Escritura emplea a la mujer como símbolo del pueblo de Dios, ya sea como una comunidad fiel (Apoc. 12: 1) o como una comunidad infiel: una prostituta (Apoc. 17:5). La ciudad será destruida y la prostituta quemada con fuego (vers. 16).

En el Antiguo Testamento Babilonia representa la arrogancia humana y la rebelión contra Dios. La construcción de la torre de Babel (Gén. 11: 1-9) representó tanto un rechazo de la dirección divina como un intento de auto preservación mediante el esfuerzo humano.

Los babilonios llamaron a la ciudad Babilu, «puerta de los dioses», sugiriendo que a través de la ciudad tenían acceso a los dioses. La Biblia prefirió interpretar ese nombre sobre la base de la palabra hebrea balal, confundir (vers. 9). La ciudad, lejos de ser un lugar de acceso a Dios, era un centro de confusión. Babilonia llegó a ser un símbolo apropiado para el archienemigo de Dios y de su pueblo (Jer. 50:24, 28, 29).

El libro de Apocalipsis usa el término Babilonia para describir al archienemigo de Dios y el remanente en el tiempo del fin. Juan aplica la imagen de una prostituta a Babilonia para recordarnos su verdadera naturaleza. Tal como se indicó anteriormente, el símbolo de una prostituta representa a una comunidad infiel a Dios. Dicha infidelidad se manifiesta en dos formas.

 En primer lugar, la comunidad rechaza la verdad de Dios y practica un sistema sincretista de adoración que es fundamentalmente un acto de idolatría (Jer. 2:23-25; Ose. 1-3). Pablo anunció que este proceso de apostasía entraría en la iglesia (2 Tes. 2:3; Hech. 20:28, 29) y llevaría a la pérdida o distorsión de importantes verdades bíblicas.

En segundo lugar, la infidelidad espiritual se manifiesta en un intento por depender del poder civil en lugar del poder divino para lograr las metas de la comunidad (Eze. 16:26-29; Lam. 1:21 9), desplazando a Dios y colocando su autoridad en manos del estado. El libro de Apocalipsis describe a los poderes malignos buscando el apoyo de los reyes de la tierra para impulsar sus planes contra Dios y el remanente (Apoc. 17:12, 13).

El proceso de la apostasía que Pablo predijo comenzó inmediatamente, se desarrolló durante la Edad Media, y alcanzará dimensiones universales en el tiempo del fin con el apoyo del protestantismo apóstata y el espiritismo. Luego la Babilonia escatológica amenazará la misma existencia del remanente (Apoc. 13:15). Pero el mensaje del segundo ángel proclama la caída de esa infame ciudad y el colapso de la coalición contra el pueblo de Dios. Esta caída es, en primer lugar, de tipo espiritual al unir sus fuerzas la bestia del mar y el falso profeta con el dragón y los reyes de la tierra en contra del remanente y su mensaje. Esto resultará en la polarización de la raza humana. En segundo lugar, la caída es también la separación de la coalición y el fracaso del dragón (Apoc. 17:15, 16). Nos estamos acercando rápidamente hacia ambos eventos.

El mensaje del tercer ángel (Apoc. 14:9-11) 
El mensaje del tercer ángel es una amonestación hecha a la raza humana para que despierte: una advertencia acerca de los peligros que se hallan ante nosotros. Describe vívidamente la experiencia de quienes se unirán a la coalición del dragón para pelear contra el Cordero. Quienes adoren al enemigo y acepten voluntariamente la marca de la bestia beberán del vino de la ira de Dios. El simbolismo de una copa de vino conteniendo la ira judicial de Dios contra el mal aparece con frecuencia en los escritos de los profetas Osa. 5:17; Jer. 25:15; Hab. 2:16), y señala hacia la destrucción final y definitiva de los pecadores. «Como una bebida embriagante, ésta priva de sus sentidos a quien deba tomarla, y lo hace tambalearse y caer, al punto de que no puede ponerse en pie nuevamente. La imagen transmite la idea de un juicio progresivo que lleva a la inconsciencia total.[3] El grado del castigo depende de los actos de la persona (cf. Apoc. 22:12). El árbitro moral del universo acabará con el conflicto cósmico. Los malos perecerán en presencia del Cordero y de los ángeles; en otras palabras, serán testigos del dominio del Cordero antes que mueran.

El libro de Apocalipsis toma prestado el lenguaje del anuncio profético de la destrucción de Edom para describir la erradicación total del mal y de los pecadores que no se arrepintieron en el universo. Isaías escribió: «Sus arroyos [de Edom] se convertirán en brea, y su polvo en azufre, y su tierra en brea ardiente. No se apagará de noche ni (le día, perpetuamente subirá su humo; de generación en generación será asolada, nunca jamás pasará nadie por ella» (Isa. 34:9, 10). Es un lenguaje de destrucción permanente y no de un tormento eterno. Juan emplea la misma imagen para anunciar la exterminación total y final de los malos. No hay descanso para ellos porque rechazaron el descanso que Cristo les ofreció (Mat. 11:28-30). Sin embargo, nadie necesita pasar por tal experiencia dolorosa porque Cristo ya bebió la copa de la ira de Dios por todos nosotros (Mar. 14:36).

Características del remanente 
Después de describir el destino final de quienes siguen a la bestia y al falso profeta, el libro de Apocalipsis exhorta al remanente a permanecer leal a Dios. Una vez más encontramos el término «paciencia/resistencia» (véase Apoc. 13: 10) y la necesidad de guardar los mandamientos (véase Apoc. 12:17). Pero también surge un nuevo elemento: ellos tienen la fe de Jesús. Podemos entender esa frase como que deben permanecer leales al mensaje de Jesús (véase 2 Tim. 4:7). Pero también podría indicar que ellos mantienen su fe en Jesús, es decir, ponen su fe en la obra que Cristo logró en su favor en la cruz. La ambigüedad de la frase sugiere la presencia de ambas ideas: que el remanente permanece leal al mensaje de Jesús, incluyendo el reconocimiento de que la salvación viene sólo por medio de la fe en él. Ellos creen que la ley y el evangelio no deben separarse uno de otro. Aquellos que han aceptado la salvación sólo a través de Cristo también guardan los mandamientos.

¡El plan de Dios triunfará, y nosotros somos parte de él!

Bibliografía

[1] El conflicto de los siglos, pág. 707.

[2] G.B. Caird, A Comentary on the Revelation of St. ¨John the Divine (Nueva York: Harper and Row, 1966), págs. 182, 183.

[3] Goppelt, “Poterion”, en Theological Dictionary of the NT, tomo 6, pág.149.

Cuál es el significado de “la paciencia” o “la perserverancia” (NVI) mencionada en Apocalipsis 14:12?

Me gusta esta pregunta porque se refiere a la manera de vivir la vida cristiana. No es apenas un detalle interesante sin mayores consecuencias en nuestra relación con Dios. Los que disfrutamos estudiando la Biblia deberíamos tratar de entender su contenido y mensaje tanto como sea posible. Si ese estudio no nos hace mejores cristianos, estamos perdiendo el tiempo. ¿Qué significa, entonces, “la paciencia” o “la perseverancia” de los santos?
  
 1. Significado del término: Lo que se ha traducido como “paciencia” o “perseverancia” es hupomonē, que expresa la idea de soportar o seguir adelante bajo circunstancias difíciles. Podría traducirse también como “expectativa”. En la literatura griega, se refería a una actitud de perseverancia agresiva y desafiante al enfrentar las dificultades o las desgracias. Revelaba el valor, la resistencia y la disposición de sufrir, de una determinada persona. Esas ideas expresaban bien el significado básico del término hupo (“debajo”) y menō (“permanecer”), es decir, “permanecer bajo” presión sin rendirse. 
En la Biblia se añade una nueva dimensión. La traducción griega del Antiguo Testamento utilizó ese término para expresar algunas de las palabras hebreas para “esperanza”. Por consiguiente, le incorporó al término griego la idea de expectativa, de espera (por ej., en Jer. 14:8; Sal. 71:5). Se consideraba que esta esperanza provenía de Dios, y que era la esperanza que sentía su pueblo. El término griego expresaba no solo resistencia y perseverancia bajo presión sino también la base de tal perseverancia, a saber, confianza y esperanza en Dios, que puede librar a su pueblo de situaciones amenazantes que angustian el alma. 
2. El uso de hupomonē en el Apocalipsis: Este sustantivo es utilizado siete veces en el Apocalipsis (siete es un número que se repite muchas veces en el libro). El término designa la respuesta correcta del pueblo de Dios cuando su fe se ve amenazada. En Apocalipsis 1:9 designa la experiencia de Juan y de las iglesias a las que dirigía sus mensajes. Ellos eran copartícipes en la tribulación, el reino y la “perseverancia”. En unión con Cristo, soportaron con valor los sufrimientos y la aflicción mientras aguardaban el reino de Dios. 
A la iglesia de Éfeso, Jesús le dijo: “Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia” (Apoc. 2:2). Se define sus obras como arduo trabajo y perseverancia. El contexto indica que en este caso, “perseverancia” se refiere a la opresión causada por los ataques doctrinales internos. En Apocalipsis 2:3, se utiliza hupomonē para describir la respuesta de los creyentes a los ataques de los falsos maestros. Aunque experimentaban la opresión, perseveraron en la fe a cualquier precio. El mismo uso se halla en Apocalipsis 2:19, donde el contexto parece indicar que las falsas enseñanzas de Jezabel amenazaban la fe de la comunidad, aunque muchos de ellos se le opusieron con valentía. La iglesia de Filadelfia parecía haber enfrentado conflictos internos pero los verdaderos creyentes fueron llamados por el Señor a soportar, sabiendo que él los libraría (Apoc. 3:10); se menciona la persecución, pero se les recuerda que la resistencia se basa en la convicción de que el Señor regresará para cambiar las cosas. 
3. La perseverancia y el pueblo de Dios del tiempo del fin: El último pasaje que emplea el término hupomonē designa al pueblo de Dios en el tiempo del fin como los que tienen “paciencia” o “perseverancia”, guardan los mandamientos de Dios y tiene la fe de Jesús (Apoc. 14:12). El contexto inmediato (capítulos 12-14) deja en claro que se necesita capacidad para resistir –soportar– porque los poderes malignos proclaman un falso mensaje, es decir, invitan a las personas a que adoren la imagen de la bestia. Debido a que sus vidas están siendo amenazadas, se encuentran bajo una inmensa presión (Apoc. 13:15). No obstante, perseveran porque saben que pueden confiar en que el Señor los librará. Esta perseverancia se basa en un compromiso personal con el Cordero y en la profunda convicción de que él los librará. 
En Apocalipsis, hupomonē es una característica clave del remanente que enfrenta persecución, sufrimientos y engaños. Puede ser que algún lector esté pasando por opresión y aun persecución, o luchando contra falsas enseñanzas. El mensaje para todos es: Sigamos adelante y perseveremos en la fe –aunque estemos bajo presión– con la plena convicción de que podemos esperar en el Señor.

Citas de Elena White:

Versículos 6-12. (1 Juan 2: 18). Pronto se entenderá.-
El capítulo catorce del Apocalipsis es del más profundo interés. Pronto será comprendido en todos sus alcances, y los mensajes dados a Juan el revelador serán repetidos con claridad (RH 13-10-1904).

Identificación de los tres ángeles.-
Cristo viene por segunda vez con poder para salvación. Ha enviado los mensajes de los ángeles primero, segundo y tercero para preparar a los seres humanos para dicho acontecimiento. Estos ángeles representan a los que reciben la verdad y presentan el Evangelio al mundo con poder (Carta 79, 1900).

(Cap. 18: 1-5.) Un grupo leal.-
Las iglesias se han convertido en lo que se describe en el capítulo dieciocho del Apocalipsis. ¿Por qué se dan los mensajes de Apocalipsis catorce? Porque se han corrompido los principios de las iglesias… [Se cita Apoc. 14: 6-10.]

Aparentemente todo el mundo es culpable de recibir la marca de la bestia. Pero el profeta ve un grupo de los que no adoran a la bestia, y que no han recibido su marca en sus frentes ni en sus manos. «Aquí está la paciencia de los santos -declara-, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (MS 92, 1904).

Aceptan la verdad en grandes cantidades.-
El tiempo de los castigos destructores de Dios es [será] el tiempo de misericordia para los que no tienen oportunidad de saber qué es la verdad. El Señor los contemplará con ternura. Su corazón se conmueve de misericordia. Su mano aún se extiende para salvar, entretanto que se cierra la puerta para los que no querían entrar. En estos últimos días serán admitidos [en la iglesia] grandes cantidades de personas, quienes oyen la verdad por primera vez (RH 5-7-1906).

Versículo 7. Dando gloria a Dios.-
Dar gloria a Dios es revelar su carácter en el nuestro, y de esta manera hacerlo conocer. Y glorificamos a Dios en cualquier forma en que hagamos conocer al Padre o al Hijo (MS 16, 1890).

Versículo 8. (Dan. 7: 25; 2 Tes. 2: 3-4). El mundo ebrio con el vino de Babilonia.-
Dios acusa a Babilonia «porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación». Esto significa que ha menospreciado el único mandamiento que señala al verdadero Dios, y ha derribado el sábado, recordativo de la creación de Dios. 
Dios hizo el mundo en seis días y descansó en el séptimo. Así santificó ese día y lo puso aparte de todos los otros como santo para él, para ser observado por su pueblo a través de todas sus generaciones.

Pero el hombre de pecado, ensalzándose por encima de Dios sentándose en el templo de Dios y haciéndose pasar por Dios, pensó en cambiar tiempos y leyes. Este poder, pensando demostrar que no sólo era igual a Dios, sino superior a Dios, cambió el día de reposo colocando el primer día de la semana donde debiera estar el séptimo. El mundo protestante ha tomado a este hijo del papado para que se lo considere como sagrado. En la Palabra de Dios esto es llamado la fornicación de la mujer.

Dios tiene un conflicto con las iglesias actuales. Ellas están cumpliendo la profecía de Juan: «Todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación». Se han divorciado de Dios al negarse a recibir el sello divino. No tienen el espíritu del pueblo leal que guarda los mandamientos de Dios. Y las gentes del mundo, al dar su sanción a un falso día de reposo y hollar bajo sus pies el día de reposo del Señor, han bebido del vino del furor de su fornicación (Carta 98, 1900).

Versículos 9-12. (cap. 13: 11-17; Isa. 58: 12-14). El verdadero tema de discusión en el conflicto final.-
[Se cita Apoc. 14: 9- 10.] Es importante que todos comprendan qué es la marca de la bestia y cómo pueden escapar de las temibles amenazas de Dios. ¿Por qué no se interesan los hombres en conocer qué constituye la marca de la bestia y su imagen? Contrasta directamente con la señal de Dios. [Se cita Exo. 31: 12-17.]

La cuestión del día de reposo será el tema de disputa en el gran conflicto en que todo el mundo tendrá una parte. [Se cita Apoc. 13:4-8, 10.] Todo el capítulo es una revelación de lo que con seguridad habrá de suceder [se cita Apoc. 13: 11, 15-17] (MS 88, 1897).
¿Qué es la marca de la bestia?-
Juan fue llamado para que contemplara a un pueblo distinto de los que adoran a la bestia y a su imagen observando el primer día de la semana. La observancia de ese día es la marca de la bestia (Carta 31, 1898).

(Cap. 13: 16-17.) Amonestación contra la marca de la bestia.-
El mensaje del tercer ángel se ha enviado al mundo para advertir a los hombres contra la recepción de la marca de la bestia o de su imagen en sus frentes o en sus manos. Recibir esta marca significa adoptar la misma decisión de la bestia y apoyar sus mismas ideas, en oposición directa a la Palabra de Dios. De todos los que reciban esta marca, Dios dice: «El también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero»…

Si la luz de la verdad ha sido presentada a vosotros, revelando el día de reposo del cuarto mandamiento y mostrando que en la Palabra de Dios no hay ningún fundamento para la observancia del domingo, y sin embargo os aferráis al falso día de reposo negándoos a santificar el día de reposo que Dios llama «mi día santo», recibís la marca de la bestia. ¿Cuándo ocurre, esto? Cuando obedecéis el decreto que os ordena dejar de trabajar en domingo y adorar a Dios, sabiendo que no hay en la Biblia una sola palabra que muestre que el domingo sea algo más que un día común de trabajo, consentís en recibir la marca de la bestia y rechazáis el sello de Dios.

Si recibimos esta marca en nuestra frente o en nuestra mano, los juicios pronunciados contra los desobedientes caerán sobre nosotros. El sello del Dios viviente se coloca sobre aquellos que con plena conciencia guardan el día de reposo de Jehová (R3-7-1897).

Un asunto de vida o muerte.
Este mensaje abarca los dos mensajes precedentes, se lo presenta como si fuera pronunciado a gran voz, es decir, con el poder del Espíritu Santo. Ahora están en juego todas las cosas. Debe darse la mayor importancia al mensaje del tercer ángel. Es un asunto de vida o muerte. La impresión que produzca este mensaje será proporcional con el fervor y la solemnidad con los cuales sea proclamado (MS 165, 1900).

(Vers. 1- 4.) No es una marca visible.-
En la disputa del gran conflicto se forman dos bandos: los que «adoran a la bestia y a su imagen», y reciben su marca; y los que reciben fiel sello del Dios vivo», que tienen «el nombre… de su Padre escrito en la frente». Esta no es una marca visible (ST- 1-11- 1899).

(Cap. 18: 1-8; 2 Tes. 2: 7-12.) Protección contra el misterio de iniquidad.-
El mensaje del tercer ángel aumenta en importancia a medida que nos acercamos a la terminación de la historia de esta tierra…

Dios me ha presentado los peligros que están amenazando a los que han recibido la sagrada tarea de proclamar el mensaje del tercer ángel. Ellos deben recordar que este mensaje tiene el mayor significado para todo el mundo. Necesitan escudriñar diligentemente las Escrituras para que aprendan a estar en guardia contra el misterio de iniquidad, que desempeñará una parte tan destacada en las escenas finales de la historia de esta tierra.

Los poderes del mundo harán cada vez más ostentaciones superficiales. Dios presentó a Juan bajo diferentes símbolos el carácter impío y la influencia seductora de aquellos que se han distinguido como perseguidores del pueblo del Señor. El capítulo dieciocho del Apocalipsis habla de la Babilonia simbólica, que ha caído de su elevada condición para convertirse en un poder perseguidor. Los que guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús son el objeto de la ira de este poder [se cita Apoc. 18: 1-8] (MS 135, 1902).

El tiempo de prueba aclara el tema en disputa. 
La obra del Espíritu Santo es convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. El mundo sólo puede ser amonestado cuando vea que aquellos que creen la verdad son santificados por la verdad, cuando vea que practican principios santos y elevados, que demuestran con altura la línea de demarcación entre los que guardan los mandamientos de Dios y los que los pisotean. La santificación del Espíritu destaca la diferencia entre aquellos que tienen el sello de Dios y los que guardan un día falso de reposo.

Cuando llegue la prueba se manifestará claramente qué es la marca de la bestia: es la observancia del domingo. Aquellos que después de haber oído la verdad siguen considerando como santo ese día, llevan la rúbrica del hombre de pecado que piensa cambiar los tiempos y la ley (Carta 12, 1900).

El último acto del drama.-
El reemplazo de lo verdadero por lo falso es el último acto del drama. Dios se manifestará cuando esta sustitución llegue a ser universal. Cuando las leyes de los hombres sean exaltadas por sobre las leyes de Dios, cuando las potencias de esta tierra traten de obligar a los hombres a guardar el primer día de la semana, sabed que ha llegado el tiempo para que Dios actúe. Se levantará en su majestad y sacudirá terriblemente la tierra. Saldrá de su morada para castigar a los habitantes del mundo por su iniquidad (RH 23-4-1901).

(Vers. 1-4; cap. 7: 2-3; 13: 13, 16; Exo. 31: 13-17; 2 Tes. 2: 3-4.) La marca de distinción.-
Nos estamos acercando a la terminación de la historia de esta tierra. Satanás está haciendo esfuerzos desesperados para hacerse a sí mismo dios, para hablar y actuar como Dios, para aparecer como quien tiene derecho a dominar las conciencias de los hombres. Se esfuerza con todo su poder para colocar una institución humana en el lugar del santo día de reposo de Dios. Los hombres, bajo la jurisdicción del hombre de pecado, han ensalzado una norma falsa en completa oposición con el decreto de Dios.

Cada día de reposo que ha sido instituido lleva el nombre de su autor, una marca indeleble que muestra la autoridad de cada uno. El primer día de la semana no tiene ni un ápice de santidad; es producto del hombre de pecado, quien se esfuerza en esta forma para contrarrestar los propósitos de Dios.

Dios ha establecido el séptimo día como su día de reposo. [Se cita Exo. 31:13, 17, 16.]
De ese modo se traza la distinción entre los leales y los desleales. Los que desean tener el sello de Dios en su frente deben guardar el día de reposo del cuarto mandamiento. Así se distinguen de los desleales que han aceptado una institución establecida por el hombre en lugar del verdadero día de reposo. La observancia del verdadero día de reposo de Dios es una marca de distinción entre el que sirve a Dios y el que no le sirve (RH 23-4-190l).

Versículo 10. Mat. 27:21- 22, 29.

Versículo 12. El pueblo que tiene el nombre de Dios.-
¿Quiénes son éstos? El pueblo que tiene el nombre de Dios; los que en esta tierra han dado testimonio de su lealtad. ¿Quiénes son? Los que han guardado los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo; los que han tenido al Crucificado como su Salvador (MS 132, 1903).

(Exo. 31:13-17.) ¿Cuál es la señal de Dios?-
La señal de obediencia es la observancia del día de reposo del cuarto mandamiento. Si los hombres guardan el cuarto mandamiento, guardarán todo el resto (Carta 31, 1898).
(Cap. 7:2-3; Eze. 9:4.) La marca del santo día de reposo.-
Habrá una marca colocada sobre el pueblo de Dios, y esa marca es la observancia de su santo día de reposo (HS 217).

¿Leales a quién?-
Dios ha declarado que significa mucho descartar la Palabra del Dios vivo y aceptar las afirmaciones de aquellos que procuran cambiar tiempos y leyes. [Se cita Exo. 31:12-17]
Los que a pesar de estas especificaciones se nieguen a arrepentirse de sus transgresiones, se darán cuenta de los resultados de su desobediencia. Al observar el día de reposo necesitamos preguntarnos individualmente: ¿he hecho derivar mi fe de las Escrituras, o de un falso representante de la verdad? Cada alma que se liga con el pacto divino y eterno, hecho y presentado a nosotros como una señal y marca del gobierno de Dios, se liga a la cadena áurea de la obediencia, cada uno de cuyos eslabones es una promesa. Demuestra que considera la Palabra de Dios por encima de la palabra de un hombre. El amor de Dios es preferible al amor del hombre. Y los que se arrepienten de su transgresión y retornan a su lealtad aceptando la marca de Dios, demuestran ser súbditos leales, dispuestos a cumplir la voluntad divina, a obedecer los mandamientos de Dios. La verdadera observancia del día de reposo es la señal de lealtad a Dios (MS 63, 1899).

La fidelidad crece con la emergencia.-
Juan contempla otra escena en Apocalipsis 14. Ve a un pueblo cuya fidelidad y lealtad a las leyes del reino de Dios crece con la emergencia. La forma en que se desprecia la ley de Dios sólo hace que revelen más decididamente amor por esa ley, amor que aumenta con el desprecio que se le manifiesta [a ella] (MS 163, 1897).

(Sal. 119:126-127; Mal. 3:18.) ¡Es tiempo de luchar!-
Que nadie se rinda a la tentación ni sea menos ferviente en su adhesión a la ley de Dios debido al desprecio en que se la tiene, pues eso precisamente debe hacernos orar de todo corazón y con toda el alma y voz: «Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley». Por lo tanto, debido al menosprecio universal no me convertiré en traidor, pues Dios será sumamente honrado y glorificado debido a mi lealtad.

¡De ningún modo! ¿Disminuirán su consagración los adventistas del séptimo día cuando toda su capacidad y todas sus facultades debieran colocarse al lado del Señor; cuando un firme testimonio, noble y elevador, debiera proceder de sus labios? «Por eso, he amado tus mandamiento más que el oro, y más que oro muy puro».

Cuando la ley de Dios sea más ridiculizada y menospreciada, entonces es tiempo de que cada verdadero seguidor de Cristo, aquellos que han entregado su corazón a Dios y que están determinados a obedecer a Dios, se mantengan con firmeza de parte de la fe que una vez fue dada a los santos. «Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve». Es tiempo de luchar cuando se necesita más que nunca de los paladines (RH 8-6-1897).

Versículo 13 (2 Tim 4: 7:8).Dios honra a los ancianos fieles.- 
Viven en nuestra tierra quienes han pasado de los noventa años de edad. En su debilidad se ve el resultado natural de la vejez; pero creen en Dios, y Dios los ama. El sello de Dios está sobre ellos, y estarán en el número de quienes ha dicho el Señor: «Bienaventurados… los muertos que mueren en el Señor». Con Pablo pueden decir: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida». Hay muchos cuyas cabezas encanecidas Dios honra, porque han peleado la buena batalla y guardado la fe (Carta 207, 1899).


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