Lección 2 de Deuteronomio : Moisés enseña historia

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El Dios de Israel guió a su pueblo con poder y misericordia durante cuarenta años.
Entonces, cuando el pueblo se detiene a punto de entrar en la Tierra Prometida,
Moisés predica su primer sermón, exhortándolos a reflexionar en el cuidado de
Dios, a seguir su dirección y a confiar en sus promesas (Deut. 1-4). En su discurso
describe con claridad a un Dios extraordinario, destacando los acontecimientos
más significativos que evidencian su dirección. El Dios de Moisés es un Dios de
relaciones, un Dios que entra en estrecha comunión con su pueblo. Es un Dios de
amor, misericordia y perdón, un Dios personal. Moisés lo describe repetidamente
como «Jehová, nuestro Dios» y «Jehová, tu/vuestro Dios». La descripción de la
deidad se centra en estas frases, que aparecen con más frecuencia en
Deuteronomio que en cualquier otro libro de las Sagradas Escrituras.
DOS FRASES CLAVE
El nombre de la deidad, Jehová (Yahweh), y el término Dios (Elohim) aparecen por
primera vez al inicio del primer discurso: «Jehová, nuestro Dios, nos habló así en
Horeb» (Deut. 1:6). Dios habló a Israel en Horeb, que es el monte Sinaí (en
Deuteronomio se suele llamar Horeb al monte Sinaí [1:2,6, 19; 4:10,15; 5:2; 9:8;
18:16; 29:1], con una excepción en Deuteronomio 33:2). Es significativo cómo este
extraordinario y majestuoso evento influyó en todo el libro de Deuteronomio.
Moisés presenta la Ley de Dios como la revelación que Dios hace de sí mismo al
declarar los Diez Mandamientos con su potente voz (Deut. 4:10-15).
La expresión «Jehová, nuestro Dios» se encuentra 23 veces en Deuteronomio
(1:6,19,20,25,41; 2:29,33,36,37; 3:3; 4:7; 5:2, 24, 25, 27 [2 veces]; 6:4, 20, 24, 25;
29:15,18, 29). Pero todo el libro está impregnado de otra afirmación: la frase
«Jehová, tu/vuestro Dios» se emplea 276 veces en diferentes formas, singular y
plural, con y sin preposiciones (Deut. 1:10, 21.26,30,31,32; 2:7 [dos veces], 30;
3:18,20,21,22; 4:2,3,4, 10, 19,21,23 [dos veces], 24,25,29,30,31,34,40;
5:6,9,11,12,14,15 [dos veces], 16 [dos veces], 32,33; etc.). Estas dos expresiones
describen al Dios que encontramos en Deuteronomio. Su frecuencia subraya el
hecho de que el libro es el discurso apasionado de Moisés en el que describe el
pacto entre Dios y su pueblo. Estas dos fórmulas confesionales aparecen en
diferentes formas mis de trescientas veces. Ningún otro libro de la Biblia contiene
una frecuencia tan marcada de estas frases, ni Se acerca a ella.
Este análisis estadístico destaca todavía más en comparación con sus apariciones
en otros libros de la Biblia. Mientras que en la RV95 la expresión «Jehová,
tu/vuestro Dios» aparece 276 veces en el libro del Deuteronomio, la misma frase se
distribuye en el resto del Pentateuco de la siguiente manera: Génesis (1 vez), Éxodo
(16 veces), Levítico (23 veces) y Números (4 veces). Los libros más cercanos en
cuanto a la frecuencia de uso de esta importante expresión relacional fuera del
Pentateuco son los siguientes: Josué (33 veces), 1 y 2 Crónicas (12 veces), Jeremías
(12 veces), 1 y 2 Samuel (13 veces), 1 y 2 Reyes (11 veces), Isaías (9 veces), Joel (7
veces),

  1. La promesa de Dios y el nombramiento de líderes en Horeb (Deut. i:6bi8). En primer lugar, Moisés recuerda a los israelitas que Dios había prometido dar
    esa tierra a Abraham y a sus descendientes. Dios había dado su palabra, por lo que
    ellos tuvieron una firme esperanza futura. Sin embargo, los israelitas tuvieron que
    esperar más de cuatro siglos para que esto sucediera (Gén. 15:13-16) y, debido a su
    incredulidad y rebeldía, se retrasaron otros treinta y ocho años (Deut. 2:14). Pero
    Dios cumplió su palabra, como se lo había anunciado a Abraham (Gén. 12:1, 7;
    15:18-21), a Isaac (Gén. 26:2-4) y a Jacob (Gén. 35:11, 12), lo que llevó a este
    momento en que entrarían en la Tierra Prometida. Esta promesa de poseer la tierra
    era parte integral de la bendición de Dios a Abraham y a su posteridad. Los
    israelitas podían ahora avanzar con valentía porque Dios estaba con ellos.
    Al igual que Israel, es fácil para los creyentes modernos sentir que se ha retrasado
    el cumplimiento de la promesa de Dios. Pero él siempre cumple su palabra, incluso
    cuando no se ciñe a nuestra agenda y nuestros deseos. Él cumple lo que promete.
    Seguirlo significa esperar pacientemente el cumplimiento de sus promesas de
    acuerdo con su tiempo y sus planes. Y tarde o temprano, paso a paso, el plan se
    vuelve claro. Como dijo un sabio: «Un viaje de mil millas comienza con un solo
    paso».
    En Israel, se designaron líderes para que fueran responsables de asegurarse que se
    siguieran todas las directrices de la voluntad de Dios. Estos líderes eran personas
    sabias, capaces y respetadas que debían juzgar al pueblo con imparcialidad y sin
    temor, sabiendo que «el juicio es de Dios» (Deut. 1:17). Esto fue una gran ayuda
    para las cargas administrativas de Moisés.
  2. El viaje del monte Horeb a Cades, el envío de los espías y la rebelión contra
    el Señor en Cades (Deut. 1:19-46). Después de más de un año de acampar junto
    al monte Sinaí (Éxo. 19:1; Núm. 10:11), Dios exhortó a Moisés y al pueblo de Israel a
    avanzar y entrar en la tierra de Canaán. Por desgracia, a punto de entrar en Cades,
    el pueblo se rebeló contra Dios (Núm. 14). Esta grave desobediencia tuvo un
    carácter tan profundo que se rompió la relación de confianza entre el pueblo y
    Dios. Todo sucedió luego de que doce espías informaran sobre sus experiencias en
    el reconocimiento del nuevo territorio (Núm. 13). Diez de ellos dieron un mensaje
    desalentador que condujo a la desobediencia de Israel (vers. 27-33). Esta terrible
    rebelión contra Dios y Moisés cambió el destino de Israel. Debido a la falta de
    confianza en Dios, la generación del éxodo perdió su oportunidad de entrar en la
    Tierra Prometida.
  3. En el desierto, alrededor de la región montañosa de Seir y Transjordania,
    Israel recibió la orden de no luchar contra Edom, MoabyAmón (Deut. 2:1-
    23). Dios, como su líder, continuó guiando a su pueblo por medio de su
    peregrinaje por el desierto. A pesar de su rebeldía e infidelidad, el Señor fue
    compasivo con Israel y se ocupó de sus necesidades diarias, por lo que no les faltó
    nada (vers. 7). El Señor ordenó a Moisés que evitara pasar por Edom, Moab y Amón
    debido a su estrecha relación familiar con Israel. Dios no permitió que Israel luchara
    contra esos países porque les dio sus territorios, y estaban protegidos por él.
  4. La victoria sobre Sehón, rey de Hesbón: la conquista de Transjordania (Deut.
    2:24-37). El Señor demostró de manera tangible que estaba con su pueblo al darle
    la victoria sobre el poderoso rey Sehón de Hesbón, en Transjordania. Esta victoria
    fue una señal que aseguraba al pueblo que él les daría la Tierra Prometida, y que
    debían confiar en que Dios les abriría el camino para entrar en Canaán.
  5. La Victoria sobre Og, rey de Basán: la conquista de Transjordania (Deut.
    3:1-11). Dios, en su misericordia, concedió a Israel una segunda victoria, esta vez
    sobre Og, rey de Basán, confirmando así que la victoria sobre Sehón no se produjo
    por casualidad. Así como Og y Sehón fueron derrotados, otros reyes también lo
    serían, e Israel poseería la tierra. Este fue el comienzo de su conquista triunfal
    porque Dios, como Poderoso Guerrero, luchó por ellos y les dio esta victoria (vers.
    3). Esta era la garantía de que Israel continuaría conquistando sistemáticamente la
    Tierra Prometida. De este modo, Dios seguiría librando a su pueblo de sus
    enemigos, como lo había prometido.
  6. La repartición de la tierra a las dos tribus y media en Transjordania y la
    orden para ellas (Deut. 3:12-20). Israel entregó a dos tribus y media (los
    rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés) el territorio que había
    conquistado en Transjordania. Era su lugar para vivir y prosperar. Para las otras
    tribus, esta repartición de la tierra era un anticipo visible de que también recibirían
    sus porciones de tierra en un futuro cercano. Sin embargo, las dos tribus y media
    de Transjordania, tuvieron que enviar a sus hombres de guerra para ayudar a las
    otras tribus a conquistar la tierra de Canaán. Pero los israelitas debían reconocer
    que Dios es el Dueño de todo (Sal. 24:1,2), y la tierra que Israel iba a poseer era su
    precioso regalo y bendición para que florecieran.
  7. Moisés motiva a Josué a conquistar ¡a tierra y suplica al Señor para que le
    permitiera entrar en la Tierra Prometida (Deut. 3:21-29). Dios instruyó a
    Moisés para que Josué, y no él, guiara a Israel hacia la Tierra Prometida.
    Desafortunadamente, Moisés no había confiado completamente en Dios y no lo
    honró ni exaltó su santidad ante Israel (Núm. 20:2-12). Como resultado, á Moisés
    no se le permitió entrar en la Canaán terrenal. Sus tres «reclamos» en su primer
    discurso testifican que Moisés está agobiado por su fracaso (Deut. i:37; 3:26; 4:21).
    Sabía que pronto moriría (Deut. 3:27), pero su profundo deseo era ir con el pueblo
    de Dios y experimentar el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham.
    A pesar de su profunda insatisfacción y decepción, Moisés no se amarga. Anima a
    Josué, su siervo, y lo nombra como el nuevo líder del pueblo, preparado y
    dispuesto a conquistar valientemente Canaán. Josué asume este papel de líder, y el
    libro de Josué atestigua que él cumple fielmente la enorme tarea de conducir a los
    israelitas a su nuevo hogar.
    Tras estos siete recordativos históricos, Moisés, en la conclusión de su primer
    sermón, concluye con un llamamiento a Israel para que siga a Dios, exhortando al
    pueblo a obedecer y confiar en el Señor, ya que esto redundará en abundantes
    bendiciones para ellos (Deut. 4:1-40).
    APLICACIÓN PERSONAL
    Mientras revisas y evalúas tu vida personal, tómate un momento para reconocer los
    siguientes eventos cruciales: cuando Dios te llamó, te mostró su amor, intervino a
    tu favor, te protegió, envió a personas en tu ayuda o evitó que cometieras graves
    errores. Al hacer este ejercicio, estoy seguro de que reconocerás varios momentos
    cruciales en tu vida en los que Dios actuó en tu favor.
    El tiempo que dedicamos a considerar el pasado es importante por dos razones. En
    primer lugar, en tiempos de dificultad e incertidumbre resulta imperativo recordar
    que Dios siempre ha guiado a su pueblo. Tú y tu familia pueden estar seguros de
    que Dios no los abandonará. Esta comprensión fomenta la confianza en el futuro.
    En segundo lugar, es importante recordar la dirección de Dios en los momentos
    difíciles, cuando estamos en una encrucijada, preguntándonos qué hacer o
    angustiados por una decisión difícil que debemos tomar. En esta coyuntura,
    tomarse un momento para reconocer la conducción de Dios en el pasado
    traerá calma y confianza al presente y esto nos permitirá avanzar por el laberinto
    de la vida, siguiendo el camino que nuestro Dios nos ha trazado.

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