LA VENERACIÓN DE MARÍA

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Una indicación importante final del intento de la Iglesia Católica para elevar a María al mismo lugar de Cristo es la veneración popular de María.

Esta práctica representa el resultado natural de los dogmas marianos y de las enseñanzas proclamadas a lo largo de los siglos por la Iglesia Católica.

Al proclamar la perpetua virginidad de María, su inmaculada concepción, su asunción corporal al cielo, su papel celestial como mediadora y corredentora, la Iglesia Católica ha fomentado la veneración popular de María, que con frecuencia supera por lejos la adoración de Cristo. Este es evidente en una de las oraciones católicas más populares, conocida como el “Ave María”, que termina: “Santa María, Madre de Dios, ora por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.

María, un ejemplo digno de pureza, amor y piedad

Como madre del salvador del mundo, María incuestionablemente se reserva para siempre un lugar especial entre todas las mujeres y en la historia de la redención. Ella crió a Jesús en el temor de Dios, en lo que tal vez haya sido una familia disfuncional, donde el salvador no fue aceptado inicialmente por sus hermanos y hermanas. Es perfectamente natural admirar a María como el mejor modelo de pureza, amor y piedad femeninos. Ella se levanta como un ejemplo brillante de dedicación, humildad y pureza maternal.

Verdaderamente fue “Bendita… entre las mujeres” (Luc. 1:42).

La exaltación de María que no es bíblica

El problema es que las iglesias Católica y Ortodoxa Griega no se detienen aquí. Comenzando desde mediados del siglo V (el Concilio de Éfeso en 431 cuando María fue proclamada Theotokos-Madre de Dios), han sobrepasado los límites bíblicos, transformando a “la madre de mi Señor” (Luc. 1:43) en la Madre de Dios, a la humilde “sierva del Señor” (Luc. 1:38) en la dadora de las gracias, a la “bendita… entre las mujeres” (Luc. 1:42) en la corredentora, mediadora y abogada celestial. Podríamos decir que, de ser la hija redimida del Adán caído, fue transformada en la impecable corredentora de la humanidad.

Al comienzo, María fue eximida de las tendencias pecaminosas heredadas,

posteriormente incluso del pecado original. Después de siglos de debates, en 1854 se proclamó que fue concebida inmaculadamente; es decir, sin ninguna mancha de pecado. Con el paso de los siglos, la veneración de María se ha degenerado gradualmente en la adoración popular de María. El resultado es que actualmente los católicos devotos casi no pronuncian un Padre nuestro sin un Ave María. Recurren con más frecuencia a la madre compasiva y bondadosa en busca de intercesiones, que al divino Hijo de Dios, porque piensan que, a través de María, cualquier petición será respondida con toda seguridad.

La distinción entre la adoración y la veneración

La Iglesia Católica enseña que existe una distinción básica entre la adoración a Dios, conocida como latría, la veneración general a los santos, llamada dulía, y la veneración especial a María, llamada hiperdulía. En su libro Introduction of Mary: The Heart of Marian Doctrine and Devotion [Introducción de María: El corazón de la doctrina y la devoción marianas], el profesor Mark Miravalle explica los diferentes significados de los tres términos.

“Adoración, que se conoce como latría en la teología clásica, es la adoración y el homenaje que con toda razón son ofrecidos solo a Dios.

Es el reconocimiento de la excelencia y de la perfección de una persona no creada y divina… La veneración, conocida como dulía en la teología clásica, es el honor debido a la excelencia de una persona creada… Bajo la categoría de veneración vemos el honor y la excelencia que reciben los santos con justa razón…

“Dentro de la categoría general de la veneración podemos hablar de un nivel único de veneración… clásicamente llamado hiperdulía, [que es] la devoción apropiada atribuida a la Bienaventurada Virgen María. La hiperdulía o la veneración especial de María sigue siendo completamente diferente e inferior a la adoración que le debemos solo a Dios. La devoción a María nunca ha de rivalizar en naturaleza o en grado con la adoración propia solo de Dios. Mientras que la veneración de la Bienaventurada Virgen siempre será inferior a la adoración dada únicamente a Dios, siempre será superior y más elevada que la devoción dada a todos los demás santos y ángeles”.87

Esta distinción teórica entre la adoración a Dios, la veneración general a los santos y la veneración especial a María existe principalmente en la mente de los teólogos católicos, pero en gran parte es desconocida o ignorada en la vida devocional de la mayoría de los católicos. Esto se evidencia cuando consideramos las oraciones ofrecidas a María, que citaremos en breve.

Argumentos de la Escritura para la veneración a María

Textos bíblicos usados para sustentar la veneración a María

La defensa católica para la veneración a María en gran parte se origina en su exaltación, expresada en los dogmas marianos y en las enseñanzas promulgadas gradualmente a lo largo de los siglos. Se basa en los papeles que le atribuye la Iglesia Católica como madre de Dios, mediadora, corredentora, abogada, intercesora y dadora de gracia.

El sustento bíblico para la veneración de María es inexistente. Los pocos textos que generalmente se usan no hacen ninguna alusión a alguna forma de adoración debida a María. El apologista católico Ludwig Ott resume los textos usados para venerar a María por encima de todas las demás criaturas, pero por debajo de Dios. Escribe: “La fuente bíblica de la veneración especial debida a la Madre de Dios se halla en Lucas 1:28: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’, en la alabanza de Elisabet, llena del Espíritu Santo, Lucas 1:42: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno’, en las palabras proféticas de la Madre de Dios, Lucas 1:48: ‘Por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada’, en las palabras de la mujer en la multitud, Lucas 11:27: ‘¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!’”88

La conclusión extraída de estos textos es que “en vista de su dignidad como Madre de Dios y de su plenitud de gracia, se le debe una veneración especial a María”.89 No se puede sacar esta conclusión en absoluto de una lectura literal de los textos citados.

Una respuesta bíblica a la veneración de María

Los textos citados no dicen nada acerca de la veneración a María por sobre todas las criaturas, pero por debajo de Dios. La alabanza de Elisabet “Bendita tú entre las mujeres” (Luc. 1:42), sugiere que María verdaderamente era “bendita” por el favor que Dios le concedió de dar a luz a su Hijo. María reconoce este privilegio único, diciendo: “Desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” (Luc. 1:48). Pero notemos que no se le atribuye nada a María que no se le atribuya a otras personas “benditas” de la Biblia. Rebeca fue bendecida antes de dejar su hogar para casarse con Isaac: “Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos” (Gén. 24:60). Abimelec bendijo a Isaac, diciendo: “Tú eres ahora bendito de Jehová” (Gén. 26:29). Moisés pronunció una bendición sobre toda la nación de Israel: “Bendito serás más que todos los pueblos; no habrá en ti varón ni

hembra estéril, ni en tus ganados” (Deut. 7:14).

La Biblia pronuncia como “benditas” a todas las personas que siguen a Dios: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos… sino que en la ley de Jehová está su delicia” (Sal. 1:1-2). “Bienaventurados todos los que en él confían” (Sal. 2:12). Muchos personajes de la historia bíblica fueron hallados en el “favor” de Dios (Prov. 12:2) o “acepto[s] delante de Dios” (1 Sam. 2:26). En ningún lugar la Biblia insinúa la veneración de las personas “benditas”.

Al contrario de las enseñanzas católicas, María no fue bendecida por sobre todas las mujeres, sino que fue la más bendecida entre todas las mujeres.

Incluso la Biblia de Jerusalén dice: “Bendita tú entre las mujeres” (Luc. 1:42). Existe una diferencia significativa entre las dos, porque ser bendita entre las mujeres no hace que María sea digna de veneración por sobre todas las demás mujeres.

No existe ninguna veneración a María en el Nuevo Testamento

No existe ni un solo caso en el Nuevo Testamento donde se le haya dado veneración a María. Cuando los reyes magos llegaron al pesebre a visitar a Cristo niño, Mateo 2:11 declara que “postrándose, lo adoraron” a él, no a María.90 Además, la Escritura prohíbe claramente inclinarse en veneración delante de cualquier criatura, incluyendo a los ángeles. Cuando Juan el revelador se inclinó a los pies de un ángel, se le dijo: “Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios” (Apoc. 22:9).

La Biblia enseña claramente que no hemos de hacernos “ídolos” de ninguna criatura o siquiera inclinarnos ante ellos en un acto de devoción religiosa (Éx. 20:4-5). En la Iglesia Católica, las pinturas y las estatuas de María son fabricadas en cantidad como íconos con propósitos de adoración.

Se las considera como ayudas para adorar, en el sentido de que el creyente se arrodilla y ora delante de ellas a fin de formarse una imagen mental de la María verdadera que están adorando. La Escritura condena como idolatría el uso de imágenes visuales como ayuda para adorar. Pablo explica que la idolatría implica intercambiar la gloria del Dios inmortal por imágenes de seres mortales: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Rom. 1:22-23). Venerar a María como la reina del cielo al inclinarse y orar delante de su ícono o estatua que la representa con 12 estrellas alrededor de su cabeza nos recuerda al antiguo culto idólatra pagano de la reina del cielo condenada en la Biblia (ver Jer. 7:18). Además, fomenta la adoración a María, conocida como mariolatría, y mariolatría es idolatría.

No existe una verdadera diferencia entre veneración y adoración

A pesar de los intentos de los teólogos católicos de diferenciar entre la adoración reservada para Dios, conocida como latría, la veneración a los santos, llamada dulía y la veneración especial a María, llamada hiperdulía; no hay distinciones en la vida devocional de los católicos practicantes. No hacen el cambio mental cuando pasan del Padre nuestro al Ave María. La oración es oración, ya sea que esté dirigida al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo o a María y a los santos. Las mismas oraciones que los devotos católicos le ofrecen a María no hacen distinción entre adoración y veneración. Tomemos, por ejemplo, el libro popular Novena a nuestra madre del perpetuo socorro, publicado con el imprimatur oficial católico. Una oración dice:

“No tenemos mayor ayuda,

ni mayor esperanza que tú,

Oh purísima Virgen; ayúdanos, entonces,

porque esperamos en ti, nos gloriamos en ti,

somos tus siervos.

No nos decepciones”.91

En el mismo libro devocional, hay oraciones similares donde el poder de María es descripto como mayor que el de Jesús. Esta es una de ellas: “Ven en mi ayuda, amantísima Madre, porque me encomiendo a ti. En tus manos pongo mi salvación eterna, yen ti te confío mi alma. Considérame entre tus siervos más devotos; tómame bajo tu protección, y es suficiente para mí.

Porque, si tú me proteges, querida Madre, no tengo ningún temor: ni de mis pecados, porque tú obtendrás el perdón de ellos; ni del diablo, porque tú eres más poderosa que todo el infierno junto; ni siquiera de Jesús, mi juez, porque por una oración tuya, él será apaciguado”.92

La noción de que una oración de María tiene el poder mágico de apaciguar a Jesús hace de María una maravillosa mujer que obra, y denigra a Jesús como juez punitivo que necesita ser ablandado por su madre compasiva.

Esas enseñanzas son blasfemas, por no decir otra cosa.

Podemos encontrar sorprendentes ejemplos similares de la adoración de María en el famoso libro de Alfonso de Liguori (1696-1787), Las glorias de María (1750 d.C.), un libro que ha sido publicado en más de 800 ediciones con la aprobación católica oficial (imprimatur). Liguori fue canonizado como santo en 1831 por el papa Gregorio XVI. La circulación masiva de su libro en 72 idiomas ha desempeñado un papel fundamental en la promoción de afirmaciones absurdas sobre María. Bastarán algunos ejemplos para mostrar las extravagantes afirmaciones del libro:

“¿Y vamos a tener escrúpulo en pedirle que nos salve, siendo así que, como dice un autor, a nadie sino por ella se le abren las puertas de la salvación?

“Muchas cosas se piden a Dios y no se obtienen, y muchas se piden a María y se consiguen porque Dios ha dispuesto honrarla de esta manera”.93

Estas declaraciones acerca de las puertas de la salvación, que se abren solo a través de María, que tiene la capacidad de manipular a Dios para hacer su voluntad, son repugnantes, si no blasfemas, para cualquier cristiano familiarizado con la visión bíblica de la salvación y el carácter de Dios. Las puertas de la salvación están abiertas, no a través de María, sino solo a través de Cristo: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech. 4:12). Es absurdo suponer que el Dios Creador esté obligado a aceptar órdenes de una criatura humana, María.

La muestra de declaraciones anteriores basta para demostrar que la distinción teórica entre la adoración a Dios y la veneración a María es totalmente inexistente en el ámbito de la experiencia de los católicos devotos.

Parte de la razón es que algunas de las oraciones a María la exaltan por sobre Dios mismo. El resultado final es que millones de católicos sinceros, actualmente, adoran a una diosa fabricada por su Iglesia, en vez de adorar al Dios de la revelación bíblica.

La adoración de María es promovida a lo largo de todo el año, especialmente

a través de lo que se conoce como Fiestas de la Virgen María.

El calendario litúrgico católico muestra que todos los hechos y ficciones importantes de la vida de María se celebran con no menos de 25 fiestas marianas.

Algunas de las fiestas anuales como la anunciación, la inmaculada concepción, la purificación y la asunción al cielo son la contraparte de las fiestas del nacimiento, la resurrección y la ascensión de Cristo. El objetivo es establecer un paralelismo inconfundible entre María y Cristo, que finalmente lleva a los católicos devotos a adorar a María como a un ser semidivino.

CONCLUSIÓN

Nuestro estudio de las enseñanzas y los dogmas marianos proclamados a lo largo de los siglos por la Iglesia Católica ha mostrado que ha habido una elevación gradual y creciente de María al mismo lugar de Jesucristo. Las estrategias subyacentes para la promulgación de los dogmas marianos han intentado probar que María comparte cualidades y funciones del Señor mismo.

Al proclamar la perpetua virginidad de María, su inmaculada concepción, su asunción corporal al cielo, su papel celestial como mediadora, corredentora y dadora de la gracia, la Iglesia Católica ha fomentado una veneración popular de María que supera por lejos la adoración de Cristo. Esto es evidente, como hemos visto, en algunas de las oraciones a María, que sugieren la extraordinaria influencia que ejerce dentro de la Trinidad.

La implicación más seria de la veneración a María que experimentan los católicos devotos como verdadera adoración es que le quita méritos a la majestad de Cristo y al honor que se le debe solo a él. Cada magnificación de María, en última instancia, resulta en la denigración de Cristo. Al exaltar a la madre humana de Jesús a un canal celestial de intercesión y de redención, la Iglesia Católica está obstruyendo el acceso inmediato de los creyentes al ministerio redentor de Cristo en el santuario celestial y hace que este resulte innecesario.

El mandamiento y la promesa del Señor a los que fueron llevados por mal camino por las enseñanzas y prácticas marianas engañosas es claro: “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Cor. 6:17-18).

Dr. samuele Bacchiocchi

Bibliografía

86. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.

org/catequesis/cat1.htm (nota 11), # 501.

87. Mark Miravalle, Introduction to Mary: The Heart of the Marian

Doctrine and Devotion, 1993, p. 12.

88. Ludwig Ott (nota 12), p. 215.

89. Ibíd.

90. Norman Geisler y Ralph E. MacKenzie (nota 44), p. 322.

91. Novena Prayers in Honor of Our Mother of Perpetual Help, 1968,

p. 16.

92. Ibíd., p. 19. El énfasis es nuestro.

93. Alfonso de Liguori, Las glorias de María, cap. 5, 4; http://www.

santorosario.net/espanol/glorias.htm

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