LA ASUNCIÓN CORPORAL DE MARÍA

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Otro indicio significativo del intento de la Iglesia Católica para elevar a María al mismo lugar de Cristo es el dogma de la asunción corporal de María al cielo. El paralelismo entre Cristo y María es manifiesto. La enseñanza bíblica de que Jesús ascendió al cielo como Rey de Reyes corresponde a la afirmación católica de que María fue recibida en el cielo para servir como “Reina sobre todas las cosas”.

Los dogmas católicorromanos con respecto a María revelan una glorificación progresiva de su estatus. Notamos que María ha sido progresivamente elevada de ser inmaculada a ser inmaculadamente concebida, a ser recibida corporalmente en el cielo, a ser venerada como corredentora y mediadora de la gracia (mediadora) y reina del cielo.

La creciente exaltación y adoración de María está presionando al Papa a promulgar un dogma final que elevaría oficialmente a María al estado de corredentora. Esta enseñanza será analizada más cabalmente en la siguiente sección de este capítulo. Más de seis millones de católicos de casi 150 países ya han firmado una petición instando al Papa a elaborar una definición formal del dogma mariano final de “que la Virgen María es corredentora con Jesús y coopera plenamente con su Hijo en la redención de la humanidad”.49

Siempre y cuando el Papa promulgue este dogma declarando a María como corredendora y mediadora de todas las gracias y abogada del pueblo de Dios, la glorificación de María habrá alcanzado la última etapa de su deificación.

La promulgación del dogma de la asunción corporal de María

Este dogma de la asunción corporal de María fue promulgado oficialmente por el papa Pío XII el 1° de noviembre de 1950, un día observado por los católicos como “La fiesta de todos los santos”. Pío XII declaró solemnemente:

“Por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y por nuestra propia autoridad, pronunciamos, declaramos y

definimos que es un dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, habiendo completado el curso de su vida terrenal, fue recibida en cuerpo y alma en la gloria celestial”.50

Para garantizar que este dogma sea aceptado sin cuestionamientos, Pío XII añadió esta advertencia aterradora: “Si alguien, que Dios no lo permita, se atreviera deliberadamente a renegar en contra de lo que hemos definido o a ponerlo en duda, sepa él que ha abandonado completamente la fe divina y católica… Está prohibido que cualquier hombre cambie esto, Nuestra declaración,

pronunciamiento y definición o, en un intento temerario, que se oponga y lo refute. Si cualquier hombre se atreve a hacer un intento así, que sepa que provocará la ira del Dios Todopoderoso y de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo”.51

El Catecismo expande el significado de este dogma, diciendo: “La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos: En tu parto has conservado la virginidad, en tu dormición no has abandonado el mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con la fuente de la Vida, tú que concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones, librarás nuestras almas de la muerte”.52

Al promulgar el dogma de la asunción corporal de María, Pío XII consiguió elevar a María a la posición máxima como reina del cielo. “María finalmente alcanzó la suprema corona de sus privilegios, de que sería inmune a la corrupción de la tumba, y del mismo modo que su Hijo, vencería la muerte y sería recibida en cuerpo y alma en la gloria sobrenatural del cielo, donde como Reina brillaría a la derecha del mismo Hijo suyo, el Rey Inmortal de los Siglos”.53

María, ¿es descripta como la Reina del Cielo en el Apocalipsis?

La creencia en la entronización de María como reina del cielo es claramente invalidada por la visión del trono de Dios hallada en Apocalipsis, capítulos cuatro y cinco. En la visión, Juan vio a Dios sentado en el trono, rodeado de 24 ancianos y cuatro criaturas vivientes. Cristo, el Cordero, está en el trono. Miles de ángeles rodean el trono. No hay ninguna reina del cielo junto al trono de Cristo, porque eso sería una abominación para el Señor.

Jeremías le advierte al pueblo de Judá contra la adoración de la reina del cielo, diciendo: “Así ha hablado Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Vosotros y vuestras mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos lo ejecutasteis, diciendo: Cumpliremos efectivamente nuestros votos que hicimos, de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramarle libaciones; confirmáis a la verdad vuestros votos, y ponéis vuestros votos por obra. Por tanto, oíd palabra de Jehová… He aquí que yo velo sobre ellos para mal, y no para bien; y todos los hombres de Judá… serán consumidos a espada y de hambre, hasta que perezcan del todo” (Jer. 44:25-27).

La razón de la condenación de los que promueven esa adoración de la reina del cielo es que solo Él ha de ser adorado y glorificado. “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isa. 45:22). A los que promueven el culto de los dioses falsos como el de la reina del cielo se les advierte en Apocalipsis que “también beberá[n] del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira” (Apoc. 14:10).

El contragolpe del Concilio Vaticano II

La glorificación de María como reina del cielo a la derecha de su Hijo por parte de Pío XII experimentó un contragolpe tardío en el Concilio Vaticano II (1962-1965). En un artículo de la revista Time, titulado “Historias de primera página: ¿Criada o Feminista?”, Richard Osling escribe: “Antes del Vaticano II, los papas habían proclamado a María como corredentora con Jesús. Durante el Concilio, los obispos fueron presionados por parte de los fieles a ratificar la doctrina de corredentora; en vez de eso, no emitieron absolutamente ningún decreto sobre María, sino que fue incorporada a la Constitución de la Iglesia, una medida que colocó a la Virgen entre la comunidad de creyentes en Cristo, en lugar de colocarla en alguna posición de igualdad con Cristo”.54

Osling explica que una razón para restarle importancia al papel de María en el Vaticano II fue “una preocupación por no convertir a María en una divinidad competitiva, una tradición común para muchas de las religiones paganas que el cristianismo sustituyó. Comenta Warner: ‘El terror más grande es que ella sea adorada por encima de su hijo’ ”.55

La preocupación del Vaticano II era justificada; la piedad popular ha ignorado por mucho tiempo la advertencia del Concilio, eligiendo en cambio venerarla y a menudo adorarla por sobre Cristo mismo. En mi tierra natal, Italia, por ejemplo, hay muchos más católicos que exhiben en sus casas el ícono del Sagrado Corazón de María que el de Cristo. La oración popular, luego del Rosario, dice: “¡Ave, Santa Reina, Madre de Misericordia, ave, vida nuestra, nuestra delicia, y nuestra esperanza! ” Esta es la forma en que los creyentes piadosos ofrecen sus vidas y esperanzas a la reina del cielo.

En la letanía oficial de la liturgia católica, María es llamada “Reina de los Ángeles, Reina de los Patriarcas, Reina de los Profetas, Reina de los Apóstoles, Reina de los Mártires, Reina de los Confesores, Reina de las Vírgenes, Reina de todos los Santos, Reina concebida sin pecado original, Reina elevada al cielo, Reina del Santísimo Rosario, Reina de la Familia, Reina de la Paz”.56 La elevación de María al papel de reina del cielo y de todos los creyentes que vivieron alguna vez, es una fabricación puramente católica, condenada en la Escritura como una abominación al Señor.

La adoración pagana de la reina del cielo

La adoración de la reina del cielo se remonta a tiempos antiguos.

Señalamos anteriormente que los israelitas infieles adoraban a la reina del cielo. “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira” (Jer. 7:18). Esto nos recuerda a los antiguos fenicios, que llamaban Astarot o Astarté a la luna, la reina del cielo.

En su artículo “Mary and the Pope: Remarks on the Dogma of the Assumption of Mary” [María y el Papa: Comentarios sobre el dogma de la asunción de María] el profesor Hermann Sasses reconoce claramente que “el culto mariano fue un reemplazo cristiano de los cultos de las grandes deidades femeninas, que desempeñaron un papel muy importante en la vida de la humanidad pagana precristiana, las vírgenes santas y las madres divinas, la Istar babilónica, cuyo culto se había forzado su propio camino en Israel, la reina del cielo siria, la gran madre de Asia Menor, la Isis egipcia, cuyo favor en el Occidente es atestiguado por el prolongado uso del hombre ‘Isidoro’ entre los judíos y los cristianos. Pero, desafortunadamente, no fue solo un reemplazo cristiano para una religión pagana, fue asimismo una religión pagana disfrazada de cristiana. El culto mariano es el último de los grandes cultos de una divinidad femenina, que se difundió desde el Oriente en el mundo romano, puesto que en la segunda Guerra Púnica Roma había adoptado el culto de la Gran Madre de Asia Menor”.57

El profesor Sasses prosigue, y nota que la razón del triunfo de la veneración de María en el cristianismo ha de hallarse en el hecho de que el hombre pecador “pervierte el orden de Dios, porque no reconoce a Dios como el Señor, y preferiría hacer que Dios esté sujeto a él, de modo que la necesidad de una deidad femenina es de suprema importancia para el hombre natural y caído”.58 Una deidad femenina creada para satisfacer las necesidades humanas puede ser manipulada más fácilmente porque, después de todo, es la tierna Madre Diosa, no el inflexible Padre Dios de la Biblia.

Argumentos de la Escritura para la asunción de María

El dogma de la asunción corporal de María al cielo es un dogma increíble que la Iglesia Católica defiende apelando a la Escritura y a la tradición.

Pero en realidad, este dogma no tiene sustento bíblico ni histórico. Notorios defensores de este dogma católico reconocen este hecho. Por ejemplo, el apologista católico Ludwig Ott admite que “las pruebas bíblicas directas y expresas son muy escasas”.59 De modo similar, el escritor católicorromano Eamon Duffy reconoce que “está claro que no existe ninguna evidencia bíblica o histórica para esto”.60 Sin embargo, algunos eruditos católicos todavía intentan encontrar respaldo directo en algunos textos bíblicos que examinaremos brevemente.

¿Sustenta Mateo 27:52 al 53 la asunción de María?

La abertura de las tumbas después de la resurrección de Jesús que hizo que algunos santos se levantaran, para algunos católicos sugiere la “probabilidad” de la asunción corporal de María. Ott alega que “si los justificados del Antiguo Pacto fueron llamados a la perfección de la salvación inmediatamente después de la conclusión de la obra redentora de Cristo, entonces es posible y probable que la Madre del Señor fuese llamada también”.61

Esta interpretación es desacreditada por dos consideraciones importantes.

Primero, el texto solo menciona que “muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron” (Mat. 27:52). No se nos dice si estos santos fueron resucitados como Lázaro o resucitados en sus cuerpos inmortales para ser trasladados al cielo después de completar su misión de testificación.

Si fueron resucitados inmortales, representarían las “primicias de los que  durmieron” (1 Cor. 15:20). Pero Pablo aplica esta frase exclusivamente a la resurrección de Cristo, aunque enumera las diferentes apariciones de Cristo.

Es sorprendente que la resurrección de algunos santos en el momento de la resurrección de Cristo sea mencionada solo por Mateo. Si estos santos fueron

finalmente trasladados al cielo, un evento tan importante no se les habría pasado por alto a los escritores neotestamentarios.

Un segundo punto importante es que María no es mencionada en el grupo que resucitó, y la Biblia nunca sugiere que ella fuese resucitada en un tiempo posterior. De modo que este texto no ofrece ningún sustento para la creencia de que María fue recibida corporalmente en el cielo.

Apocalipsis 12:1 al 6, ¿sustenta la asunción de María?

Apocalipsis habla de una mujer que “dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Apoc. 12:5). Algunos autores católicos sostienen que esta mujer representa a la madre de Cristo que fue recibida en el cielo.62

Esta interpretación no puede ser respaldada por este pasaje por dos razones fundamentales. Primero, la mujer representada no es María, sino la Iglesia que fue protegida por Dios durante un período profético de 1.260 días. El dragón trató “que fuese arrastrada por el río” (Apoc. 12:15) de persecuciones, pero no tuvo éxito porque Dios la protegió.

Segundo, no fue la mujer, sino Cristo, quien “fue arrebatado para Dios y para su trono” (Apoc. 12:5). Una lectura objetiva del texto no puede sustentar la creencia en la asunción corporal al cielo de María. Asimismo, la imaginería celestial de “una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Apoc. 12:1), no puede para nada describir a María, la reina del cielo, como se la representa en la Bandera de la Unión Europea. La razón es sencilla. En el Apocalipsis, la mujer no es “arrebatad[a] para Dios y para su trono” en el cielo, sino que “huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (Apoc. 12:6).

Es evidente que los teólogos católicos están intentando aferrarse de textos prueba para defender la asunción corporal de María al cielo. Esos textos no existen, porque la Biblia enseña claramente que solo Cristo ascendió al cielo y fue “exaltado por la diestra de Dios” (Hech. 2:33). Aducir que María se levantó de los muertos y fue llevada al cielo para que se le confiera una posición similar a la de Cristo, finalmente denigra el papel redentor único de Cristo.

Argumentos de la tradición para la asunción de María

El dogma de la Asunción de María carece no solo de sustento bíblico, sino además de evidencias del cristianismo primitivo. Ningún escritor cristiano primitivo asevera haber visto una reliquia corporal de María y ninguna ciudad afirmó alguna vez tener los restos de María. En comparación, parece que todos saben que las tumbas de Pedro y Pablo estaban en Roma y las de Juan y Timoteo en Éfeso.

Por siglos la iglesia primitiva guardó completo silencio con respecto al fin de María. La primera mención que se hace es por parte de Epifanio, un nativo de Palestina que se mudó a Chipre en 390 donde fue electo obispo de Salamina. Específicamente, afirma que nadie sabe lo que ocurrió exactamente con María. Escribió: “Pero si alguien cree que nos equivocamos, que registre las Escrituras. No encontrarán la muerte de María; no encontrarán si ella murió o si no murió; no encontrarán si fue enterrada o si no fue enterrada…

La Escritura guarda absoluto silencio en cuanto al fin de María… Por mi parte, no me atrevo a hablar, sino que tengo mi propia opinión y practico el silencio… porque su fin nadie lo conoce”.63

¿Cómo es, entonces, que la enseñanza de la asunción corporal de María llegó a ser tan prominente, que finalmente fue declarada como dogma en 1950? La respuesta ha de hallarse en la circulación de un evangelio apócrifo hacia fines del siglo V, conocido como el Transitus Beatea Mariae (El viaje de la Bienaventurada María). Este evangelio apócrifo dio surgimiento a una veintena de versiones de Transitus en copto, griego, latín, siríaco, árabe, etíope y armenio.

El primer padre de la iglesia en declarar explícitamente la asunción de María es Gregorio de Tours en 590 d.C. Basó su enseñanza en el apócrifo Transitus Beatae Mariae. El problema es que la literatura Transitus es considerada por todos los historiadores serios como una completa invención. El mariólogo católico Juniper Carol dice explícitamente: “Hay que admitir que la literatura Transitus no tiene valor histórico, como un informe histórico de la muerte y la asunción corporal de María; en ese aspecto, se justifica que el historiador lo descarte con un desagrado crítico”.64 En la misma línea, el renombrado teólogo católico Karl Rahner reconoce que “no hay nada de algún valor histórico en esas obras apócrifas”.65

La literatura apócrifa Transitus condenada por los papas

Contrariamente a la afirmación del papa Pío XII de que la asunción de María es “un verdadero dogma revelado divinamente”, la realidad histórica es que la Iglesia Católica ha elaborado esta doctrina sobre la base de escritos heréticos que fueron oficialmente condenados por la iglesia primitiva.

En algún momento entre 494 y 496 d.C. el papa Gelasio emitió un decreto titulado Decretum de Libris Canonicis Ecclesiasticis et Apocryphis, en el que oficialmente presentó la distinción entre los escritos canónicos que debían ser aceptados y los escritos apócrifos que debían ser rechazados. Entre los escritos apócrifos que debían ser rechazados, Gelasio incluye Liber qui apellatur Transitus, id est Assumptio Sanctae Mariae, Apocryphus (El libro apócrifo que se llama Transitus, que es la asunción de Santa María).66

El papa Gelasio condena explícitamente la literatura Transitus y la enseñanza que ella promueve, diciendo: “Estos escritos y otros similares… no solo han sido rechazados, sino que además han sido prohibidos en toda la Iglesia Apostólica Romana y sus autores y seguidores han sido condenados para siempre bajo las cadenas indisolubles de anatema”.67

Es de notar que todo este decreto y su condenación fue reafirmado por el papa Hormisdas en el siglo VI, alrededor de 520 d.C.68 Estos hechos históricos demuestran que la iglesia primitiva consideraba que las enseñanzas de la asunción de la literatura Transitus era una herejía digna de condenación, y no una expresión legítima de la creencia religiosa de los fieles.

La condenación de la literatura Transitus tal vez explique por qué antes de los siglos VII y VIII hay un completo silencio patrístico sobre la doctrina de la asunción de María. El renombrado litúrgico católico, Gregory Dix, señala que “en Roma ninguna de las cinco fiestas mayores de nuestra Querida Mujer son anteriores a 700 d.C. En ese entonces, las fiestas de la Purificación, la Anunciación, la Asunción y el Nacimiento de María fueron adoptadas por el papa Sergio I, un sirio de Bizancio. La Inmaculada Concepción se desarrolló primero como fiesta y como doctrina en occidente en la Inglaterra anglosajona, a comienzos del siglo XI, sobre la base de una forma más antigua y diferente del origen bizantino”.69

Conclusión

En 1950 Pío XII declaró que el dogma de la asunción corporal de María fue revelado por Dios. Pero nuestro estudio ha mostrado que ese dogma carece de sustento bíblico e histórico. El único fundamento que tienen los católicos para creer que este dogma es “infalible” es porque la Iglesia lo declara. Los hechos anteriores han demostrado que la afirmación de la infalibilidad es completamente infundada.

¿Cómo un Papa puede promulgar que un dogma es supuestamente infalible, cuando los papas anteriores condenaron su enseñanza como herética? ¿Cómo puede un decreto papal anterior excomulgar a los que creían en la asunción de María según lo enseñaba un evangelio apócrifo, cuando ahora los decretos papales condenan a los que no creen en él? La conclusión es que las enseñanzas como la asunción corporal de María al cielo tienen su origen en las tradiciones legendarias de los hombres, y no en la revelación bíblica.

Bibliografía:

49. http://zenit.org/article-17236?l=english

50. Munificentissimus Deus, Selected Documenst of Pope Pius XII,

1950, p. 45.

51. Ibíd., p. 47.

52. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.

org/catequesis/cat1.htm (nota 11), # 966.

53. Henry Denzinger (nota 31), p. 647, N° 2331.

54. Richard N. Osling, “Cover Stories: Handmaid or Feminist?”,

Time (lunes 30 de diciembre de 1991).

55. Ibíd.

56. http://www.fcpeace.com/spanish/devociones/devo_

novena25aniversario.htm

57. www.clai.org.au/articles/sasse/marypope.htm

58. Ibíd.

59. Ludwig Ott (nota 12), p. 208.

60. Eamon Duffy, What Catholics Believe About Mary, 1989, p.

17.

61. Ludwig Ott (nota 12), p. 209.

62. Ibíd.

63. Epifanio, Panarion Haereses 78.10-11, 23. Citado por Juniper

Carol, O.F.M. ed., Mariology, 1957, t. 2, pp. 139-140.

64. Juniper Carol (nota 63), t. 1, p. 150.

65. Karl Rahner, The Mother of Our Lord, 1963, p. 16.

66. Papa Gelasio I, Epistle 42, Migne Series, M. P. L. t. 59, col.

162.

67. Henry Denzinger (nota 31), p. 70.

68. Migne Series, t. 62. cols. 537-542.

69. Gregory Dix, The Shape of the Liturgy, 1947, p. 376.

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