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¿Cuándo los ángeles se quitan sus coronas?

1-Cuando la caída del hombre

Primeros Escritos, página 168: Las nuevas de la caída del hombre se difundieron por el cielo. Toda arpa calló. Los ángeles, entristecidos, se sacaron las coronas de la cabeza. Todo el cielo estaba en agitación. Se celebró una consulta para decidir qué debía hacerse con la pareja culpable. Los ángeles temían que extendieran la mano y comieran del árbol de la vida, y llegasen a ser pecadores inmortales; pero Dios dijo que expulsaría del huerto a los transgresores. Fueron enviados inmediatamente ángeles para impedir el acceso al árbol de la vida. Satanás había estudiado y trazado su plan para que Adán y Eva desobedeciesen a Dios, fueran objeto de su desaprobación, y luego participasen del árbol de la vida, a fin de que pudiesen vivir para siempre en el pecado y la desobediencia, y así el pecado se inmortalizaría. Pero fueron enviados santos ángeles para que los expulsasen del huerto, y les impidiesen acercarse al árbol de la vida. Cada uno de estos poderosos ángeles tenía en su mano derecha algo que tenía apariencia de una espada deslumbrante.

2-Cuando Jesús sufrió en el Getsemaní

Historia de la Redención, página 217: Vi a Jesús en el jardín con sus discípulos. Con profundo pesar les suplicó que velaran y oraran, para que no cayera en tentación. Sabía que su fe sería probada y que sus esperanzas resultarían fallidas, y que necesitarían toda la fortaleza que pudieran lograr como resultado de una estricta vigilia y la ferviente oración. Con fuertes clamores y llantos Jesús oraba: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42. El Hijo de Dios oraba con agonía. Grandes gotas de sangre se agolpaban sobre su rostro y caían en tierra. Los ángeles se reunían en ese lugar, testigos de la escena, pero sólo a uno se comisionó para que fuera y fortaleciera al Hijo de Dios en su angustia. No había gozo en el cielo. Los ángeles depusieron sus coronas y dejaron sus arpas, y contemplaron con profundo interés y en silencio a Jesús. Querían rodear al Hijo de Dios, pero el comandante de los ángeles no lo permitió, para que al contemplar la traición de que sería objeto Cristo no se decidieran a librarlo; porque el plan había sido trazado, y se tenía que cumplir.

3-Durante el juicio a Cristo

Primeros Escritos, página 169: Al salir del cielo los ángeles se despojaron tristemente de sus resplandecientes coronas. No podían ceñírselas mientras su Caudillo estuviese sufriendo y hubiese de llevar una de espinas. Satanás y sus ángeles andaban muy atareados por el patio del tribunal, para sofocar todo sentimiento humanitario y de simpatía respecto de Jesús. El ambiente era pesado, y estaba contaminado por la influencia satánica. Los sacerdotes y ancianos eran incitados por los ángeles malignos a insultar y maltratar a Jesús de un modo dificilísimo de soportar por la naturaleza humana. Esperaba Satanás que semejantes escarnios y violencia arrancarían del Hijo de Dios alguna queja o murmuración, o que manifestaría su divino poder desasiéndose de las garras de la multitud, con lo que fracasaría el plan de salvación.

4-Cuando llegó al cielo

Primeros Escritos, página 190: El cielo entero aguardaba la hora triunfal en que Jesús ascendería a su Padre. Vinieron ángeles a recibir al Rey de gloria y escoltarlo triunfalmente hasta el cielo. Después de bendecir Jesús a sus discípulos, separóse de ellos y ascendió a los cielos seguido de numerosos cautivos libertados cuando él resucitó. Acompañábale una numerosísima hueste celestial, mientras una innumerable cohorte de ángeles esperaba su llegada en el cielo. Según iban ascendiendo hacia la santa ciudad, los ángeles que escoltaban a Jesús exclamaban: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.” Los ángeles de la ciudad exclamaban arrobados: “¿Quién es este Rey de gloria?” Los ángeles de la escolta respondían con voz de triunfo: “Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla. Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria.” Nuevamente los ángeles del cielo preguntaban: “¿Quién es este Rey de gloria?” Y los de la escolta respondían en melodiosos acentos: “Jehová de los ejércitos, él es el Rey de la gloria.” Y la celeste comitiva entró en la ciudad de Dios. Entonces toda la hueste celestial rodeó a su majestuoso Caudillo, e inclinóse ante él con profundísima adoración, arrojando las brillantes coronas a sus pies. Después pulsaron las áureas arpas, y con dulces y melodiosos acordes hinchieron todo el cielo de embelesadora música y cánticos en loor del Cordero que había sido inmolado, y sin embargo vive en majestad y gloria.

5-Cuando se cierre el tiempo de gracia.

Primeros Escritos, páginas 279,280: Vi ángeles que iban y venían de uno a otro lado del cielo. Un ángel con tintero de escribano en la cintura regresó de la tierra y comunicó a Jesús que había cumplido su encargo, quedando sellados y numerados los santos. Vi entonces que Jesús, quien había estado oficiando ante el arca de los diez mandamientos, dejó caer el incensario, y alzando las manos exclamó en alta voz: “Consumado es.” Y toda la hueste angélica se quitó sus coronas cuando Jesús hizo esta solemne declaración: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.

Primeros Escritos, página 286: Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que venía sentado el Hijo del hombre. Al vislumbrarse a la distancia, parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la señal del Hijo del hombre. Cuando se acercó a la tierra, pudimos contemplar la excelsa gloria y majestad de Jesús al avanzar como vencedor. Una comitiva de santos ángeles ceñidos de brillantes coronas le escoltaban en su camino. No hay lenguaje capaz de describir la magnificencia esplendorosa del espectáculo. Se iba acercando la viviente nube de insuperable gloria y majestad, y pudimos contemplar claramente la hermosa persona de Jesús. No llevaba corona de espinas, sino que ceñía su frente santa una corona de gloria. Sobre sus vestidos y muslo aparecía escrito el título de Rey de reyes y Señor de señores. Su aspecto era tan brillante como el sol de mediodía; sus ojos como llama de fuego; y sus pies parecían de fino bronce. Resonaba su voz como un concierto armónico de instrumentos músicos. La tierra temblaba delante de él; los cielos se apartaron como arrollado pergamino, y las montañas e islas se descuajaron de su asiento. “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” Los que poco antes hubieran exterminado de la tierra a los fieles hijos de Dios, presenciaban ahora la gloria de Dios que sobre éstos reposaba. Y en medio de su terror, los impíos oían las voces de los santos que en gozosas estrofas decían: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará.”

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