¿Son Infalibles los Papas?

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Junto a las muchas contradicciones con las cuales el sistema romano estaba plagado, los papas, como el antiguo dios Janos, empezaron a declararse infalibles. Pero en vista del siguiente esquema histórico, la idea de la infalibilidad papal, es completamente absurda. Aun así, la mayoría de los papas han declarado ser infalibles, al menos en su doctrina, aunque no en integridad y moral. Pero esta clase de razonamiento presentaba varios problemas. El pueblo, naturalmente, preguntaba: ¿ Cómo pueden ser los papas infalibles al dictar la doctrina y tan inmorales en la práctica? A pesar de lo contradictorio de esta situación, la infalibilidad papal fue declarada dogma en 1870.

El autor de esta doctrina de la infalibilidad fue Pío IX (1846-78). Pero él, ciertamente, no era un ejemplo que acreditara su pretensión -al menos no en su práctica- pues éste tenía varias mozas (tres de ellas monjas) de las cuales tuvo hijos. Tampoco su antecesor, el papa Gregario XVI (1831-1846), fue mejor pues es conocido como uno de los más grandes borrachos de Italia y también tenía numerosas mujeres; una de ellas, la esposa de su barbero.

Conociendo la historia de los papas, varios obispos católicos se opusieron a declarar la doctrina de la infalibilidad papal como dogma en el Concilio de 1870. En sus discursos, un gran número de ellos mencionó la aparente contradicción entre semejante doctrina y la conocida inmoralidad de algunos papas. Uno de estos discursos fue pronunciado por el obispo José Strossmayer. En su argumento contra el edicto de la «infalibilidad» como dogma, mencionó cómo algunos de los papas se habían puesto en contra de otros papas, cómo se contradijeron unos a otros e hizo una mención especial de cómo el papa Esteban llevó al papa Formoso a juicio.

La famosa historia de un papa llevado a juicio ante otro papa es algo horrendo ¡puesto que el papa Formoso había muerto hacía ocho meses! Sin embargo, su cadáver fue desenterrado de su tumba y llevado a juicio por el papa Esteban. El cadáver, putrefacto, fue desenterrado y situado sobre un trono. Allí, ante un grupo de obispos y cardenales lo ataviaron con ricas vestimentas del papado, se puso una corona sobre su calavera y el cetro del Santo Oficio colocado en los cadavéricos dedos de su mano. Mientras se celebró el juicio, el hedor del muerto llenaba la sala. El papa Esteban, adelantándose hacia el cadáver, lo interrogó. Claro está, no obtuvo respuesta a los cargos y el papa difunto fue sentenciado como culpable de todas las acusaciones. Entonces le fueron quitadas las vestimentas papales, le arrebataron la corona y le mutilaron los tres dedos que había usado para dar la bendición papal. Después arrastraron el cadáver putrefacto, atado a una carroza, por las calles de la ciudad. El cuerpo fue más tarde lanzado al río Tíber.

Acciones contradictorias como ésta, por luchas entre papas, ciertamente no apoyan la infalibilidad; sin embargo, no se detiene ahí la historia, pues después de la muerte del papa Esteban, el siguiente papa romano rehabilitó la memoria de Formoso y lo mismo hizo más tarde el papa Juan X, lo que desacredita y ridiculiza aún más el dogma de la infalibilidad papal.

El hecho es que ni en doctrina, ni en práctica, han sido los papas infalibles. Notemos unas cuantas de las cientos de contradicciones que desmienten esta doctrina:

Después de su muerte, el papa Honorio I fue acusado como hereje por el Sexto Concilio, en el año 680. El papa León confirmó su condenación. Si los papas fueran infalibles, ¿cómo puede uno condenar al otro?

El papa Virgilio, después de condenar varios libros, retiró su condena; luego los volvió a condenar y una vez más volvió a retirar la condena, para más tarde volverlos a condenar. ¿Hay infalibilidad en esta actitud?

El duelo fue autorizado por el papa Eugenio III (1145-1153). Pero más tarde, el papa Julio II (1509) Y Pío IV (1506) lo prohibieron.

En el siglo XI, había tres papas rivales al mismo tiempo. Todos éstos fueron depuestos por el concilio convocado por el emperador Enrique III. Más tarde, durante el mismo siglo, Clemente III se opuso a Víctor III e incluso a Urbano II ¿ Cómo podían ser los papas infalibles cuando se oponían el uno al otro?

Vino luego el gran caos, en 1378, que duró 50 años, cuando los italianos eligieron a Urbano IV y los cardenales frandeses escogieron a Clemente VII. Estos papas se maldijeron año tras año hasta que un concilio depuso a ambos y escogieron a otro.

El papa Sixto V hizo preparar una versión de la Biblia, la cual declaró como auténtica y muy fiel; pero dos años más tarde, Clemente VIII declaró que estaba llena de errores y ordenó hacer otra.

Gregorio I rechazó el título de «obispo universal» por considerarlo pagano, «profano, supersticioso, orgulloso e inventado por el primer apóstata» Aún así, a través de los siglos, otros papas han reclamado este título. ¿ Cómo podemos decir que los papas son «infalibles» al definir la doctrina, si se contradicen directamente entre sí?

El papa Adriano 11 (867-872) declaró el matrimonio civil como válido, pero el papa Pío VII (1800- 1823) lo condenó como no válido.

El papa Eugenio IV (1431-1447) condenó a Juana de Arco a ser quemada por bruja. Más tarde, en 1919, Benedicto IV la declaró santa. ¿Puede esto ser infalibilidad papal?

¿ Cómo pueden ser los papas infalibles cuando un gran número de ellos han negado tal doctrina? Virgilio Inocencio III, Clemente IV, Gregorio XI, Adriano VI y Paulo IV, todos rechazaron la doctrina de la infabilidad papal ¿Podría ser un papa infalible y no saberlo? ¡Qué inconsistencia!

Considerando la gran inmoralidad, bandidaje y contradicción que ha existido en las vidas de muchos de los papas, podemos ver claramente cuán blasfemas son sus declaraciones acerca de sí mismos. Los papas han tomado títulos tales como «Santísimo Señor», «Jefe de la Iglesia Mundial», «Pontífice Soberano de Obispos», «Sacerdote Supremo», «La boca de Jesucristo», «Vicario de Cristo» y otros más. El papa León XIII, el 20 de junio de 1894, declaró: «Ocupamos en la tierra el lugar de Dios Todopoderoso». Durante el Concilio Vaticano de 1870, el 9 de enero, fue proclamado: «El Papa es Cristo en oficio, Cristo en jurisdicción y poder… nos postramos ante tu voz, oh, Pío, como la voz de Cristo, el Dios de la verdad. Al afianzamos en ti, nos afianzamos en Cristo».

Pero el esquema histórico que hemos visto claramente denota que el Papa no es «Cristo en oficio» o en ninguna otra forma. Debemos comparar a ambos -a Cristo y al Papa- y tenemos clara evidencia de que no hay similitud alguna; al contrario, ¡son opuestos!

El Papa porta una costosa corona, cubierta de joyas. La corona de tres plantas se dice que tiene un valor de 1.300.000 dólares. ¡Qué contraste con nuestro Señor Jesucristo quien durante su vida terrenal no tuvo corona, excepto una de espinas.

El Papa es constantemente atendido por sirvientes. ¡Qué contraste con el Nazareno quien no vino a que le sirvieran sino a servir!

El Papa tiene un palacio de lujo y riquezas extremas que hacen un marcado contraste con el Señor Jesús, quien no tuvo sitio dónde poner su cabeza.

Los papas vestidos en trajes elaborados y costosos, diseñados al estilo de los emperadores romanos de los días paganos, representan un orgullo y vanidad que contrasta con nuestro Salvador, quien vistió el traje de un campesino.

La inmoralidad de muchos de los papas se levanta en contraste con Cristo, que es perfecto en santidad y pureza.

En vista de estas cosas podemos entender que la pretensión de que el Papa es el vicario de Cristo no tiene fundamento alguno, y, por el contrario, es interesante notar que el título vicario del Hijo de Dios, Vicarius Filii Dei, parece condenar al Papa colocándole en una posición de absoluta contradicción. En el capítulo 13 del misterioso pero no incomprensible libro del Apocalipsis, el Santo Espíritu de Dios dio al apóstol Juan una revelación acerca de cierto personaje al que llama Bestia horrible el cual representa sin duda a más de una persona del pasado y del futuro, según lo han entendido diversos expositores de tan difícil libro. Pero lo curioso es que el papado cae de lleno y del modo más claro en la línea de identificación del macabro y misterioso personaje. La clave es: «Aquí se requiere sabiduría. El que tiene entendimiento, calcule el número de la bestia, pues es número de hombre, y su número es 666» (Apoc. 13: 18).

Ahora bien, todos sabemos que algunas letras del alfabeto romano tienen significado numérico. Aun hoy día las usamos para titulares de capítulos o documentos, a saber: I, significa uno; V, 5; X, 10; L, 5O; C, 100; D, 500. La suma total de este alfabeto numérico es exactamente 666.

Pero para que no pensemos que esto era tan sólo una clave del pasado atribuyendo el misterio tan solamente al Imperio romano, perseguidor de los cristianos, tenemos que el título favorito del Papa, Vicarius Filii Dei, nos da el mismo resultado. Teniendo en cuenta que en este título la letra I aparece seis veces, la V, dos, la L una sola vez, la C ídem y la D ídem, la suma total es 666. Las letras que quedan sin significado numérico de dicho título son F-A-R-S-E, cuyo triste pero atinado significado es de obvia comprensión.

Hay otras claves de este curioso misterio: el nombre secreto de Nimrod, que era revelado solamente a los iniciados era deletreado en caldeo con cuatro letras: Stur. En este lenguaje, S es igual a 60; T es igual a 400; U es igual a 6, y R es igual a 200; de nuevo un total de 666.

El césar Nerón, el primero de los grandes perseguidores de los cristianos y emperador de Roma, en su época de más poder tiene un nombre que escrito en hebreo es: Neron Caesar, que también iguala a 666.

Las letras griegas de Lateinos (Latín), el lenguaje de Roma en todos sus actos oficiales, suma 666. En el griego, L es 30; A es 1; T es 300; E es 5; I es 10; N es 50; O es 70, y S es 200. Estas cifras suman un total de 666. Hay otras palabras también significativas para lo que venimos demostrando. Romulus, del que proviene el presente nombre de Roma, es, en hebreo, Romiitz, y también suma 666.

En el Nuevo Testamento, las letras de la palabra griega euporia, la cual proviene de la palabra fortuna, totaliza 666. Es curioso saber que de los dos mil nombres griegos en el Nuevo Testamento, solamente hay otra palabra que tenga este valor numérico y es la palabra: paradosis, que significa «tradición» (Véase Hechos 19: 25 y Mateo 15: 2). Fortuna tradición -extrañamente- fueron los dos elementos que corrompieron a la Iglesia Romana. Las riquezas corrompían la honestidad y con la tradición se corrompió la doctrina.

No insistimos dogmáticamente en este argumento en cuanto al número 666, pero creemos que estas cosas denotan un significado interesante en conexión con las palabras tradición, riqueza (fortuna), latín, Roma, números romanos y papas.

Bibliografía:

Enciclopedia Británica, tomo 17, pág 224

El sacerdote, la mujer y el confesionario, Rev. Charles Chiniquy, pág 139

La ascención y caída de la Iglesia católica romana, pág 179

Italia Medieval, H.B. Cotterill, pág 395

Catolicismo Romano, F. Lacueva, tomo 8, pág 36-40

A las fuentes del Cristianismo, S. Vila, 173,180

Categorías: Religiones

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