Israel y los Palestinos

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Vamos a comenzar nuestro estudio de hoy, repasando algunas cosas que estudiamos en nuestro último tema. Ustedes recuerdan que nuestro tema central fue Génesis 22. Y nos dimos cuenta que la historia del sacrificio de Isaac, era un símbolo o una representación, una ilustración de lo que iba a hacer Jesús cuando Jesús viniera a este mundo.
 Mucho tiempo después, aproximadamente entre 1800 o 1900 años mas tarde fue que vino Jesús y cumplió esa maravillosa profecía. Ahora yo quisiera repasar brevemente lo que estudiamos en nuestro tema anterior.
 Hay varios versículos a los cuales solamente me voy a referir porque tenemos un tema extenso y necesitamos aprovechar el tiempo para estudiar cosas nuevas. Lo que quiero mencionar primero es que según hemos estudiado, Adán perdió las cuatro cosas que Dios tenía planeadas para la raza humana.

  • ·        Número uno, perdió el reinado o el dominio.
  • ·        En segundo lugar, perdió el planeta como su territorio.
  • ·        En tercer lugar, en lugar de la bendición, el hombre trajo la maldición.
  • ·        Y en cuarto lugar, en lugar de llenar la tierra con una raza santa, con una raza pura, encontramos que como consecuencia del pecado la tierra empezó a llenarse de una raza inicua que finalmente iba a traer el diluvio.

 Pero como vimos en nuestro último estudio, Dios le prometió a Abraham de que él iba a restaurar lo que Adán perdió. A través de Abraham y primordialmente su simiente, Dios iba a recuperar en primer lugar el reinado o el dominio.
 En segundo lugar, iba a recuperar el territorio que perdió Adán.
 En tercer lugar, Dios iba a traer a través de la simiente nuevamente la bendición, eliminando la maldición.
 Y Dios también iba a garantizar una muchedumbre de redimidos que nadie puede contar de toda nación, tribu, lengua y pueblo.
 Es decir, las cuatro promesas que Dios le hizo originalmente a Adán y Eva en el Huerto del Edén que perdieron por consecuencia del pecado, ese mismo plan prometió Dios restaurarlo a través de Abraham. Ahora, quisiera mencionar los versículos, especialmente que nos indican que Dios prometió esto a Abraham.
 Encontramos en el Evangelio según San Lucas, el capítulo 1 y los versículos 73 y 74, no los vamos a leer, solo los vamos a mencionar, Dios prometió que a través de Jesús, quien nació simiente de Abraham, se iba a someter todos los enemigos del pueblo de Dios. Es decir, se iba a restaurar el dominio. Encontramos en Romanos 4 y el versículo 13 que a través de la fe, Abraham y sus descendientes iban a ser herederos del mundo. Es decir, iban a recuperar el territorio perdido. No solo el dominio sino el territorio. En Gálatas 3, versículos 13 y 14 nos dice que el Señor Jesucristo quitó la maldición haciéndose el maldición para que la bendición de Abraham pudiese venir sobre todos aquellos que creen en Jesús.
 Es decir, Jesús quitó la maldición. Y en Apocalipsis 7, versículos 9 y 14, encontramos una muchedumbre que nadie puede contar. Redimidos en el mar de vidrio, de toda nación tribu, lengua y pueblo. Y dice que han sido redimidos porque han lavado sus ropas en la sangre del Cordero. Es decir, las cuatro promesas que Dios le hizo a Abraham, de restaurar lo que le había dado a Adán, se cumplieron en Jesús.

  • ·        Jesús por lo que hizo cuando vino a este mundo, recuperó el derecho a reinar sobre la tierra.
  • ·        En segundo lugar, recuperó el mundo como la herencia del hombre.
  • ·        En tercer lugar, quitó la maldición y trajo la bendición de Abraham.
  • ·        Y en cuarto lugar, garantizó un grupo innumerable de redimidos.

 Y como estudiamos en nuestro último tema, Abraham entendió muy bien que no era él que iba a restaurar estas cosas. Él entendió muy bien que era su simiente el que iba a restaurar aquello que se había perdido. Vamos a leer nuevamente algunos versículos claves que indican que Abraham entendía muy bien que no era él, ni siquiera Israel, sino el Mesías prometido, el que iba a restaurar todo.
 Noten lo que dice Génesis 22:18. Esto es inmediatamente que Abraham lleva a su hijo para sacrificarlo y quiero que noten lo que le dice Dios. «En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz».
 ¿Quién iba a traer la bendición a todas las naciones? Dice, «en tu simiente». En algunos versículos dice «en ti». Dios le dice «en ti» a Abraham.
 En otros versículos dice «en tu simiente». La forma de entenderlo es que Dios iba a recuperar estas cosas por medio de la simiente que iba a nacer de Abraham. Abraham tenía importancia únicamente porque él iba a traer a la simiente al mundo.
 El centro no es Abraham. El centro no es el pueblo judío. El centro es Jesús quien iba a ser simiente de los judíos y simiente de Abraham quien comenzó el proceso.
 Noten también lo que encontramos en el libro de Gálatas el capítulo 3 y el versículo 16. Tenemos nuevamente la misma idea de que Abraham comprendió que la simiente era la clave para restaurar lo que se perdió.
Dice allí: «Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas», recuerden cuáles son las cuatro promesas, ¿y a su qué? ¡Ah! «y a Abraham y a su simiente”.No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente,” la cual es Cristo”
¿Cuál era la simiente de Abraham? Cristo. ¿Quién iba a cumplir todas las promesas? Cristo, la simiente de Abraham, era el que iba a restaurar todo lo que se perdió originalmente. Un versículo mas sobre el hecho de que Abraham comprendió muy bien que no era él el centro, ni era Israel el centro, sino que la simiente era el centro. San Juan 8 y el versículo 56.
 Mas adelante vamos a volver a este capítulo porque tiene un mensaje muy importante. El Señor Jesucristo hablándole a los judíos les dijo esto:»Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó». Y primordialmente la experiencia que permitió que Abraham viera lo que iba a hacer Jesús fue la experiencia que estudiamos en nuestro último tema. Una experiencia maravillosa a donde Dios le estaba diciendo a Abraham, «mira, la salvación de la raza humana va a venir, porque se va a ofrecer un holocausto en lugar de los pecadores.
 Es decir, un sustituto que va a tomar el castigo de los pecadores. Una simiente que yo voy a mandar, mi propio Hijo, que yo voy a mandar. Como tú sacrificaste tu hijo, así me voy a sentir yo cuando yo envíe a mi Hijo. Y él va a ser sacrificado como holocausto». Y como resultado Jehová va a producir la salvación para la raza humana en él. La raza humana no va a tener que morir porque él murió en lugar de ellos. Es decir, Dios le dijo a Abraham cómo era que se iba a restaurar lo que perdió el primer Adán.
 Ahora, para entender lo que vamos a estudiar en nuestro tema de hoy, necesito repasar una historia. No voy a leer todos los versículos. Voy a dar una tarea para que lean esto cuando regresen a sus hogares. Voy a contarles la historia que encontramos en Génesis 16 y 17. Y muchos de ustedes indudablemente conocen esta historia. Ustedes pueden leer estos dos capítulos en pocos minutos para cerciorarse de lo que yo les voy a relatar ahora. No tenemos tiempo para leer todos los versículos pero ustedes van a encontrar que la descripción que yo estoy dando es precisamente lo que se da en estos dos capítulos.
 Es la historia de los dos hijos de Abraham. Recuerdan que había uno que era el unigénito. Es decir, el único en su género, el hijo especial. Pero había otro hijo que también tuvo Abraham. Y vamos a encontrar que estos dos hijos conllevan una importancia muy grande en entender el plan de la salvación. Dios le había prometido a Abraham y a Sara que iban a tener un hijo. Pero transcurrieron unos años y ya Sara y Abraham estaban viejos y aunque Dios les había dicho que iba a mandar una simiente nacida de ellos de donde finalmente iba a venir el Mesías, Abraham y Sara ya estando viejitos dijeron: «Este plan le va a fallar a Dios. Dios no va a poder salvarnos como él dice, trayendo a Isaac para que luego venga la simiente. Nosotros tenemos que tomar medidas para empezar el proceso de la salvación».
 Así que Sara le sugirió a Abraham de que tuviera relaciones sexuales con su esclava que se llamaba Agar. Ahora, yo quiero que ustedes noten que Ismael representa el intento de Abraham de traer la salvación por sus propios esfuerzos. No por la promesa de Dios, no por un milagro de Dios, sino por sus propios esfuerzos, trayendo la simiente al mundo para procurar salvarse a sí mismo. Es decir, el primer hijo que nace es el hijo de las obras humanas.
 Es el intento que hace Abraham de ayudar a Dios a salvar al hombre. Es decir, el hombre tratando de salvarse por sus propios esfuerzos en vez de Dios intervenir para salvar al hombre a su manera. Si ustedes leen en Gálatas el capítulo 4 y lo conectan con Génesis 16 y 17 se van a dar cuenta que nos dice que Ismael nació según la carne.
 Es decir, podríamos decir que es el hijo carnal. Y la razón por la cual se le llama el hijo según la carne es porque fue el fruto de la obra de Abraham para tratar de traer la salvación por sus propios esfuerzos. Es decir, el hijo del primer nacimiento nació según la carne. No nació por un milagro de Dios. No era el que iba a salvar a la raza humana. Era el producto de la obra de Abraham. Ahora, lo interesante es que la mujer que tuvo este hijo, se llamaba Agar, era una esclava egipcia. Y como Ismael era hijo de la esclava, obviamente Ismael también ¿era qué? El hijo según la carne era esclavo o era siervo. No era en realidad hijo de Abraham.
 Nació en el primer nacimiento esclavo y fue el producto del intento humano de traer la salvación. Siendo esclavo este muchacho, no podía heredar nada de lo que pertenecía a Abraham. El no podía heredar las promesas porque no era hijo sino que era ¿un qué? Era un esclavo. Y los esclavos no son los que heredan. Los que heredan ¿son quiénes? Los hijos. Así que tenemos a este hijo, producto de las obras humanas que no nació por un milagro de Dios, Abraham tratando de traer la salvación por sí mismo. El hijo que nació según la carne, nació esclavo y por lo tanto no podía heredar absolutamente nada de lo que pertenecía a su padre.
 Y luego con el transcurso del tiempo nace un segundo hijo en la familia de Abraham. Este es el hijo del segundo nacimiento. Quiero que recuerden eso porque vamos a volver a ello. Es el hijo que nace de segundo. Este hijo es traído al mundo por un milagro de Dios. No es por obras humanas sino es por un acto sobrenatural de Dios. Dios obrando para salvar a la raza humana. Y este hijo, como no era hijo de una esclava sino que era hijo de Sara, tenía derecho de heredar todo lo que pertenecía a Abraham incluyendo las promesas que Dios le había hecho a Abraham. Siendo hijo, no era esclavo, y como era hijo tenía derecho a heredar las promesas que le fueron hechas a Abraham.
 Ahora, resulta que en ese hogar habitaban los dos hijos. Habitaban bajo el mismo techo, Ismael e Isaac. Y según nos dice en Gálatas 4 al igual que en Génesis 16 y 17, había en la casa una batalla constante mientras que el hijo según la carne, y el hijo según el Espíritu habitaban bajo el mismo techo, no había sino discordia y peleas y dificultades. Es mas, dice en Gálatas 4 que el hijo que nació según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu. Es decir, hay una batalla entre el hijo que nació según la carne y el hijo que nació según el Espíritu.
 Así que Dios le dio un consejo drástico a Abraham. Un consejo bien difícil de seguir. Y el consejo se lo dio a través de Sara su esposa. Dios le dijo: «Mira, ese hijo que nació según la carne que es el producto de las obras humanas, que es un esclavo, que no tiene derecho de heredar nada, mucho menos las promesas que yo te hice, échalo y destiérralo de la casa. Porque no puede habitar en la misma casa que el hijo que nació del Espíritu.
 Así que destierra al hijo que nació según la carne. Échalo de la casa, y no lo dejes regresar, porque mientras habite bajo el mismo techo va a haber una riña y una guerra constante. Y el hijo que nació según el Espíritu, su existencia va a peligrar. Ahora, esta es la historia de Génesis 16 y 17. ¿Saben ustedes que esta historia es una historia profética, como todas las demás historias del libro de Génesis? Si ustedes van a Gálatas 4, y vamos a ir allá ahora. Si van a Gálatas 4, van a encontrar que el apóstol San Pablo dice, que estas dos mujeres y sus hijos, representan algo. Es decir, Agar y Sara. Ismael e Isaac representan dos nacimientos que tiene todo ser humano que entra al mundo que recibe a Jesús como Salvador personal.
 Es decir, los dos hijos representan la experiencia de toda la raza humana. Los que procuran salvarse por sus propias obras, y aquellos que son salvos por un milagro de Dios. Eso es lo que dice Gálatas el capítulo 4. Vayan conmigo allá. Gálatas 4:24-26. Van a encontrar que estas dos mujeres representan dos pactos. Dice allí en el versículo 24 el apóstol San Pablo: «Lo cual es una alegoría», es decir, lo que pasó allá es una alegoría, una parábola, podríamos decir, «pues estas mujeres son los dos pactos»; las dos mujeres representan los dos pactos, ahora escuchen bien, «el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.
 Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre». Ahora, eso suena un poquito complicado, así que permítanme explicarles lo que está diciendo. Se mencionan dos pactos. Un pacto es el pacto que se hizo ¿dónde? En el monte Sinaí y representa a la Jerusalén que existía en los días del apóstol San Pablo. El otro pacto representado por Sara, representa los ciudadanos que son ciudadanos ¿de qué ciudad? De la Jerusalén celestial. Es decir, hay dos Jerusalenes. Hay, en primer lugar, el pacto representado por el monte Sinaí y representado por la Jerusalén que existía en los días del apóstol Pablo y hay otro pacto cuyos ciudadanos pertenecen a la Jerusalén celestial.
 Ahora, entonces nosotros para entender esos pactos necesitamos comprender en primer lugar lo que pasó en el monte Sinaí y también la condición de Jerusalén en los días del apóstol San Pablo. Vamos a analizar ese primer pacto primero, porque la actitud de los judíos en los días del apóstol San Pablo era la misma actitud en el monte Sinaí, y era la misma experiencia por la cual pasó Agar e Ismael su hijo.
 Noten lo que dice Éxodo 19 y los versículos 7 y 8. Vamos a la experiencia del monte Sinaí. Dios llama a Moisés a subir a la montaña y Dios dice a Moisés, «yo voy a hacer un pacto con el pueblo de Israel. Yo quiero que ellos me obedezcan mi pacto. Mi pacto va a ser Diez Mandamientos. Y yo lo que quiero Moisés que tú hagas es que tú bajes al pueblo y les preguntes si ellos están dispuestos en vivir en armonía con mi pacto, con los Diez Mandamientos. Es decir, yo te voy a dar el pacto. Tú les vas a preguntar al pueblo si ellos están dispuestos a vivir en armonía con mi pacto que son los Diez Mandamientos.
 Y fíjense lo que dijo el pueblo. Versículo 7: «Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos, todas estas palabras que Jehová le había mandado. Y todo el pueblo respondió a una y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo».
 ¿Qué prometió hacer el pueblo de Israel? Prometieron obedecer el pacto de Dios. Ahora yo pregunto, ¿cuánto tiempo les duró la promesa? ¿Dentro de poco tiempo, qué estaban haciendo? Adorando un becerro de oro. Durante toda su experiencia en el desierto, fue una rebelión tras otra. Inmediatamente nos preguntamos, ¿por qué habrá sucedido eso? Cuando Dios les dijo, «les voy a dar mis Mandamientos. Quiero que obedezcan ese pacto». Israel dice, «cómo no, lo vamos a obedecer». Pero a la hora de la verdad lo que hicieron fue constantemente desobedecer el pacto que Dios hizo. ¿Por qué razón? Les voy a explicar.
 Es porque el pueblo de Israel quería obedecer el pacto por sus propios esfuerzos. Así como en el caso de Abraham, procuró traer la simiente por sus propios esfuerzos, el pueblo de Israel pensaba que podía obedecer la ley de Dios por sus propios esfuerzos. Dijeron: «Todo lo que Jehová dijere, eso haremos». Pensaban que podían obedecer la ley sin nacer de nuevo. Sin tener un cambio de su corazón. Y claro, con la ley en tablas de piedra, esto era una imposibilidad. Ahora yo pregunto, en los días del apóstol San Pablo, la Jerusalén que existía en esa época…, ya leímos en Gálatas 4:25, que no solamente Agar representaba al pueblo judío en el monte Sinaí donde tenían la Ley en tablas de piedra, dijeron «todo lo que Jehová ha dicho, eso haremos», pero lo querían hacer por sus propios esfuerzos, como Abraham cuando tuvo a Ismael, y no pudieron hacerlo, yo pregunto, ¿era esa la misma situación en la cual se encontraba Jerusalén en los días del apóstol San Pablo? El pueblo judío también decía, «Ah sí, nosotros tenemos la ley, nosotros tenemos los pactos, nosotros somos obedientes a Jehová».
 Buscaban salvarse por sus propios esfuerzos, y rechazar a Jesús. Así como Abraham procuró traer la salvación por sus propios esfuerzos, trayendo al mundo a Ismael, el pueblo judío en el monte Sinaí, procuró obedecer a Dios por sus propios esfuerzos. Y en los días del apóstol San Pablo, procuraba salvarse por sus propios esfuerzos, sin Jesús, sin tener el Hijo de la promesa.
 Noten lo que dice Romanos 10 y el versículo 3, sobre la experiencia del pueblo de Israel. Romanos 10:3, describe la experiencia de Agar, por así decirlo, la experiencia de Ismael. Dice allí: «Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios». ¿Qué estaba haciendo el pueblo judío en los días del apóstol San Pablo? ¿Estaba tratando de establecer su propia qué? Su propia justicia, por sus propias obras. Estaba, en otras palabras, por sus propias obras tratando de ganar la salvación.
 Así como Abraham estaba procurando traer la salvación por sus propios esfuerzos, que produjo el hijo según la carne, Ismael. ¿Me están entendiendo lo que estoy diciendo? La experiencia del pueblo judío en el Sinaí, y su experiencia en Jerusalén en los días del apóstol Pablo, era que ellos estaban intentando traer la salvación, traer la justicia por sus propios esfuerzos, como había hecho Abraham cuando decidió traer la salvación a través de sus propios esfuerzos, trayendo a Ismael al mundo, el hijo según la carne. Ahora, yo pregunto, ¿en el nuevo pacto hay ley?
 Porque son dos pactos. Tenemos el pacto de las obras, de la salvación propia por las obras, y tenemos al otro lado, el pacto que es representado por la Jerusalén de arriba. Representado por los que reciben a Jesús. Yo quiero que ustedes sepan algo. No es que en el antiguo pacto hay ley, y en el nuevo pacto no hay ley. Así no es. La diferencia radica en que en el viejo pacto, la ley está escrita en tablas de piedra. Y el pueblo mira las tablas de piedra y dice, «todo lo que Jehová ha dicho, eso haremos».
 En el nuevo pacto, existe la misma ley, pero en vez de estar la ley escrita en tablas de piedra, la ley está escrita ¿dónde? Está escrita en las tablas del corazón por un milagro de Dios. Y entonces en vez de tratar de obedecer la ley para establecer nuestra propia justicia, Dios escribiendo su ley en el corazón, la justicia sale del corazón que es obra milagrosa de Dios. ¿Están entendiendo lo que estoy diciendo?
 En los dos pactos hay ley, porque algunos dicen, algunos ministros dicen, «oh, en el Antiguo Testamento la salvación era por ley, ahora es por gracia. En el antiguo pacto la salvación era por obras, ahora es por la fe». No señor, en los dos pactos existe la misma ley. La única diferencia es que en el primer pacto, la gente trata de salvarse por sus obras. Mientras que en el nuevo pacto, la ley está en el corazón. Dios salva al individuo por un milagro, y como consecuencia hacemos las obras por complacer a Dios. Pero es la misma ley en ambos casos.
 Ahora, quiero que notemos Juan 1:12, 13. Estos dos hijos en realidad representan dos nacimientos. Recuerdan que hemos estudiado en el tema sobre el bautismo los dos nacimientos que la gente tiene en este mundo. Noten lo que dice San Juan 1:12, 13. El primer hijo nació ¿según la qué? La carne. Porque fue el producto de las obras humanas. El segundo hijo nació ¿según el qué? Lo dice en Gálatas 4. Según el Espíritu porque ¿fue obra de quién? De Dios. Fíjense Juan 1:12, 13. Dice aquí, y vamos a leer el 11 para el contexto: «A los suyos vino y los suyos no le recibieron». «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios».
 ¿Quién fue el que trajo el nacimiento de Isaac? Fue Dios por un milagro. ¿Quién trajo el nacimiento de Ismael? Abraham por una relación natural que él tuvo con la esclava. Es decir, nuestro primer nacimiento es representado por el nacimiento de Ismael, porque nacemos según la carne y no podemos hacer el bien naciendo en nuestro primer nacimiento. El segundo hijo que nace por la promesa y por el Espíritu Santo, representa a Dios quien hace la obra a través de su Espíritu Santo. ¿Me están entendiendo lo que estoy diciendo?
 Dos nacimientos. Los que nacen según la carne y los que nacen según la voluntad de Dios. Noten también lo que dice San Juan, el capítulo 3 y vamos a leer los versículos 3, 5 y 6. «Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios». ¿Es un problema que hayamos nacido solamente de la carne? ¿Podemos salvarnos naciendo de la carne? No señor. Solamente podemos nacer del Espíritu y salvarnos.
 Noten el versículo 5. «Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne», ahí está Ismael, «carne es; y lo que es nacido del Espíritu», ¿quién es ese? Isaac, «espíritu es». Es decir, estos dos hijos representan dos diferentes conceptos que tiene la gente de la salvación. Un concepto es que yo me salvo por mis propios esfuerzos y que mi primer nacimiento es suficiente. El otro representa aquellas personas que reconocen que solo pueden nacer de nuevo por un milagro de Dios y solo pueden vivir conforme al Espíritu, porque la salvación la trae Dios, no la traigo yo. Gálatas 4:4-7 contiene la misma idea, Fíjense que interesante este pasaje. Dice: «Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley», ahora escuchen bien, «para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos».
 Yo pregunto, si recibimos la adopción de hijos, ¿éramos hijos antes? Si Dios tiene que adoptarnos como hijos, ¿éramos hijos antes? ¡No! Versículo 6. «Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama, ¡Abba, Padre!» Y ahora noten el versículo 7. «Así que ya no eres esclavo», ¿quién era el esclavo en la historia de Ismael e Isaac? Ismael, «sino hijo, y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo».
 Es decir, nuestro primer nacimiento produce un esclavo y un esclavo no hereda las promesas de Dios. Tenemos que nacer de nuevo en Jesús y cuando nacemos de nuevo somos hijos y siendo hijos, ahora tenemos derecho a ser herederos de Dios. Ahora noten lo que dice Romanos 8 y los versículos 7 al 9 sobre este mismo asunto. El apóstol Pablo está cada rato en sus escritos, recordando esta historia de Agar y de Sara, Isaac e Ismael. Dice en el versículo 7: «Por cuanto los designios de la carne», ¿recuerdan al hijo que nació según la carne? «Los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden». Porque nacemos esclavos. Cuando tratamos de salvarnos a nosotros mismos no podemos hacerlo porque somos esclavos.
 No podemos comportarnos como hijos siendo eslavos. Versículo 8: «Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él». ¿Se dan cuenta como el apóstol Pablo está contrastando los que viven conforme a la carne y los que viven conforme al Espíritu? Los que son como Ismael, producto de las obras humanas, versus como Isaac, los que son producto de un milagro de Dios y que heredan las promesas de Dios. Ahora, ¿saben lo interesante? Así como cuando Ismael e Isaac estaban bajo el mismo techo, había riña y había guerra, lo mismo sucede en nuestra vida cuando entra el Espíritu a nuestra vida, la carne todavía está allí para darnos problemas.
 Noten lo que dice Gálatas 5:17. Dice aquí el apóstol San Pablo, lo siguiente: «Porque el deseo de la carne», ese es Ismael, «es contra el Espíritu», ese es Isaac, «y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis». Yo pregunto, cuando Isaac e Ismael vivían bajo el mismo techo, ¿había esa experiencia? El que nació según la carne, el que quería salvarse por sí mismo, y el que nació según el Espíritu, ¿había guerra constante? Claro que sí. Y por lo tanto ¿qué consejo se le dio a Abraham, Dios a través de su esposa Sara? Dijo: «Destiérralo, sácalo para que el Espíritu viva, y la carne quede desterrada de la casa».
 Noten lo que dice Gálatas 5:24, la aplicación a nuestros días. Escuchen esto: «Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos». ¿Qué dice Dios que debemos hacer nosotros? Debemos expulsar la carne y dejar que gobierne en nuestra vida el Espíritu. Saben que para Abraham fue difícil desterrar a Ismael. Le fue difícil. «¿Cómo me pides que haga eso?» Dios dijo, «mientras no hagas eso, mientras no destierres al hijo que nació según la carne, el hijo según el Espíritu va a peligrar. Expúlsalo».
 De la misma manera Dios dice, «mientras la carne y el Espíritu están allí juntos, el Espíritu va a ser destruido por la carne». Crucifica la carne, destierra la carne, en otras palabras, para que pueda reinar y gobernar el Espíritu en nuestra vida. Ahora, noten Gálatas 3:26 al 29. Escuchen lo que les voy a decir. El apóstol San Pablo está diciendo que los judíos de la época del apóstol San Pablo, no eran judíos sino que eran árabes. ¿Saben ustedes que los árabes vienen de Ismael? Sí. Ahí fue que se originó toda esta pelea entre árabes y judíos.
 Cuando nació Ismael, vienen los árabes. De Isaac, vienen los judíos. ¿Pero saben lo que está diciendo el apóstol San Pablo en Gálatas 4? Está diciendo que los judíos como hacen como Ismael, son producto de la carne y no del milagro de Dios. No son hijos de Sara ni son simientes de Isaac, sino son hijos de Agar y simiente de Ismael. El apóstol Pablo está diciendo que los judíos no son judíos. Yo no sé si ustedes están entendiendo lo que estoy diciendo.
 El apóstol Pablo dice, «la Jerusalén que es ahora con sus descendientes, son de la esclava. Es decir, está diciendo, «los judíos de mis días no son descendientes de Isaac, son descendientes de Ismael, porque tratan de traer la salvación por sus propios esfuerzos como procuró hacer Abraham. ¿Me están entendiendo lo que estoy diciendo?
 Ahora, noten Gálatas 3:26: «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos».Y ahora escuchen bien, «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». Y ahora escuchen bien. «Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente simiente», dice el original, «simiente de Abraham sois, y herederos según la promesa». ¿Cómo es que nosotros heredamos las promesas que Dios le hizo a Abraham? Siendo bautizados y uniéndonos con Cristo. Si somos de Cristo somos simiente de Abraham. ¿Y si no somos de Cristo? Si somos de Cristo somos simiente de Abraham a través de Isaac.
 Si no hemos aceptado a Cristo y procuramos salvarnos por nuestros propios esfuerzos, somos esclavos descendidos del linaje Ismael, que es lo que se está diciendo, espiritualmente, no literalmente, dicho sea de paso. Ahora, quiero que noten algunos textos muy interesantes del apóstol San Pablo. Vayan conmigo a Romanos 2:28 y 29. Quiero que noten que el apóstol San Pablo dice algunas cosas bien raras aquí.
 Escuchen lo que dice: «Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne». El apóstol Pablo dice, «una persona que se circuncida no es judío». Versículo 29: «Sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios». Yo pregunto entonces, los judíos allá en el Medio Oriente, que no han aceptado a Jesús, ¿son judíos? Según Pablo, no. Porque es judío no el circunciso, físicamente, sino el que tiene el corazón circuncidado ¿y ha recibido a quién? ¡A Jesús! «Si vosotros sois de Cristo simiente de Abraham sois».
 Noten lo que dice Romanos 9:6-8, la misma idea. «No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas». «¿Cómo?» Dicen ustedes. «¿Que no todo israelita es israelita?» ¿Quiénes eran los judíos de los días del apóstol San Pablo? ¿Eran judíos o descendían de Agar y de su hijo Ismael, espiritualmente? Descendían de Ismael porque eran esclavos. Querían salvarse a sí mismos. Representados por Ismael. Mientras que los que habían aceptado a Cristo creían que eran salvos por gracia a través de la fe. Y aunque no eran judíos literales eran judíos a la vista de Dios. Porque el ser judío es unirse con Jesús. Ser simiente de Abraham es unirse con Jesús. Lo cual significa que usted puede ser judío, vivir en Jerusalén y tener el apellido Goldberg, y no ser judío, si no se ha unido con Jesús.
 Porque ser judío es unirse con Cristo. Es ser descendiente de Isaac. Sigue diciendo en el versículo 7: «Ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos»; usted puede descender de Abraham y no ser hijo de Abraham», sino: En Isaac te será llamada descendencia». Solo los que descienden de Isaac, que significa que aceptaron a Jesús, la simiente final que viene de Isaac, esos ¿son qué? Hijos. Los otros pueden haber nacido judíos pero si no han recibido a Jesús no vienen de Isaac sino que vienen espiritualmente ¿de quién? De Ismael. Versículo 8: » Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa», es decir la promesa que Dios le dio a Abraham, «son contados como descendientes». ¿Están entendiendo lo que estoy diciendo?
 Es decir, ser judío no significa tener sangre literal de Abraham en las venas. No significa vivir en el Medio Oriente. No significa tener un apellido judío. Uno puede ser un judío y no ser judío. Porque ser judío, espiritualmente hablando, significa unirse a Cristo. «Si sois de Cristo, eres simiente de Abraham».
Entonces yo pregunto, cuando las profecías dicen al final del tiempo que los impíos se van a lanzar contra Israel, ¿significa que se van a lanzar contra ese pueblo allá en el Medio Oriente? No. ¿Contra quiénes se van a lanzar? ¿Contra los que recibieron a quién? A Cristo, porque esos son los judíos.
 La mayoría de los intérpretes de las profecías dicen: «¡Oh! aquí dice que la guerra final va a ser contra los judíos. Bueno, hay que mirar al Medio Oriente». Pero según la definición del apóstol Pablo, esos no son judíos. Así que cuando la guerra es contra los judíos, contra Israel, no es contra el Israel de la carne, el Israel literal, sino es contra el Israel espiritual.
 Noten San Juan 8, empezando en el versículo 32. Hay varios puntos que quiero recalcar aquí. Aquí Jesús está llevando una conversación con los judíos de su época.
 Dice en el versículo 32 Jesús: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». ¿Qué está diciendo Jesús? ¿Ustedes son qué? Ustedes son esclavos. «Para ser libres tienen que conocer la verdad». ¿Y quién es la verdad? Jesús. «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Versículo 33: «Le respondieron: Simiente de Abraham somos». En realidad aquí dice «linaje», no sé por qué la versión del 60 a veces dice linaje, a veces descendiente, a veces simiente, es la mismita palabra «simiente». Dice: «Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?» Dicen: «somos hijos de Abraham».
 Ahora fíjense como se complica la conversación. Versículo 34: «Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado». Y el que nace según la carne no puede hacer el bien. Es un esclavo el que rechaza a Jesús. Versículo 35: «Y el esclavo no queda en casa», ¿recuerdan que Ismael fue desterrado de la casa, no quedó en casa? «El esclavo no queda en casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». «Tienen que aceptarme a mí», dice Jesús, «para ser simiente de Abraham».
 Noten el versículo 37. Dice Jesús: «Yo sé que sois descendientes de Abraham»; Jesús dice: «Yo se que ustedes literalmente tienen sangre de Abraham, cómo no. Vienen del linaje de Abraham. Yo sé eso». Pero en un momento va a decir, «pero no son». Fíjense. «Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre», dice él. «Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios».
 Fíjense la arrogancia. Versículo 42: «Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra». Y ahora escuchen esto. «Vosotros sois de vuestro padre el diablo», ¡Wow! ¿Eran hijos de Abraham? Sí y no. Linaje literal, sí. ¿Pero eran en verdad hijos espirituales de Abraham? No. ¿Eran judíos en verdad? ¿Eran israelitas en verdad? No. Porque rechazaban a Jesús. «Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.
 El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira». ¿Se dan cuenta que hay dos clases de judíos? Los judíos según la carne y los judíos según el Espíritu. Los judíos según la carne ¿descienden de quién? De Agar e Ismael. Mientras que los judíos según el Espíritu descienden de Sara y de Isaac. Y lo interesante es que ¿cuál es la ciudadanía de los que nacieron según la carne? El apóstol Pablo dice, la Jerusalén que es ahora, que todo el mundo quiere salvarse ellos mismos. Mientras que la ciudadanía de los que han recibido a Jesús ¿está dónde? En la Jerusalén celestial que es libre.
 Por eso dice la Biblia que «Abraham buscaba una ciudad cuyo artífice y fabricante es Dios». Abraham no estaba mirando una Jerusalén terrenal con arrogancia. Él sabía que la promesa se iba a cumplir con la Jerusalén celestial aceptando a Jesús y viviendo conforme al Espíritu. Noten el apóstol San Pablo en Filipenses 3:4 al 8. El apóstol Pablo fue una vez un judío literal. ¿No es así? Fue un judío literal y estaba bien orgulloso de serlo, dicho sea de paso. Así que vamos a ver la experiencia del apóstol San Pablo. Dice el apóstol San Pablo: «Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne». ¿Se dan cuenta, de confiar en la carne? Allí está el mismo término. «Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible». ¿Era buen judío? Sí. ¿Pero era en verdad judío? ¡No!
 Ahora escuchen lo que dice el apóstol Pablo en el versículo 7: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida», es decir, nada de eso interesa, «por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo». Yo pregunto, ahora Saulo de Tarso ¿era un verdadero judío cuando recibió a Jesús? ¡Sí! ¿Antes era un verdadero judío? ¡No! ¿Era descendiente de quién? De Agar e Ismael, no de Sara y de Isaac. ¿Está claro?
 Estos dos hijos representan, en otras palabras, dos nacimientos. Me hace pensar de Natanael en San Juan el capítulo 1. El Señor Jesucristo ve a Natanael debajo de la higuera y dice: «Ese sí es un judío de verdad, verdad». Entonces si hay judíos de verdad, verdad, hay judíos de mentira. ¿Y saben por qué era de verdad, verdad, según San Juan 1:47 y 49? Porque él confesó «tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Reconoció a Jesús como el Mesías, en otras palabras. ¿Y ustedes recuerdan la conversación de Jesús con la mujer samaritana? Se encuentra en San Juan el capítulo 4 adonde el Señor Jesucristo está hablando con la mujer y la mujer orgullosamente dice: «Nosotros creemos que se debe adorar aquí en este monte y los judíos dicen que hay que adorar en Jerusalén». Jesús dice: «Mira, viene el día donde ni en este monte ni en Jerusalén, sino donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, ahí va a estar Israel, ahí va a estar Jerusalén.
 Entonces yo pregunto, cuando las profecías dicen que al final de la historia las naciones van a atacar a Jerusalén, ¿se está refiriendo a esa Jerusalén allá en el Medio Oriente? ¡No! ¡Se está refiriendo a los que son ciudadanos de la Jerusalén celestial! ¿Que se encuentran esparcidos adónde? En todo el mundo.
 Cuando dice que la batalla final va a ser contra Israel, no va a ser contra Israel según la carne, sino Israel según el Espíritu. Es decir, contra cristianos. Y fíjense que si la batalla final va a ser contra los cristianos, entonces los cristianos no se van a ir en el rapto secreto, porque aquí van a estar. ¿Están entendiendo? Es decir, ¡la guerra final es contra el Israel espiritual, no es contra el Israel literal! El Señor Jesucristo supo muy bien lo que estaba diciendo cuando dijo, «ni en este monte ni en aquel, sino los que me adoren van a adorar donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, en espíritu y en verdad. Es decir, cuando la gente adora en espíritu y en verdad, ahí está Sión, ahí está Jerusalén, ahí está la Tierra Santa, ahí esta Israel, ahí está el judío. Ahora, esto es vital. Necesitamos entenderlo para los temas que vamos a estudiar en los temas subsiguientes. ¡Dios quiera que cada uno de nosotros recibamos a Jesús y pertenezcamos al verdadero Israel de Dios

Categorías: Religiones

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