La Vida Cotidiana en el Período Patriarcal

Publicado por - en

I. Fuentes de información

LA RECONSTRUCCIÓN de las formas de vida cotidiana en el mundo antiguo requiere una recopilación de evidencias de muchas fuentes diversas. En Egipto, cuadros pintados o relieves en las tumbas representan vívidamente los hábitos de personas de todas las esferas sociales, sus vestidos, herramientas, mobiliarios, casas y también distintos oficios. En Mesopotamia, las fuentes son más limitadas. Cuadros en sellos en forma de cilindros, estatuas y relieves proporcionan algo de la información necesaria para una descripción de los hábitos y costumbres de ese país. Otros indicios provienen de documentos legales, religiosos y comerciales. Son también de gran valor los objetos conservados en las ruinas del Cercano Oriente, tales como vasijas domésticas, herramientas, armas, artículos de tocador, joyas y otros objetos de uso diario.

La descripción que sigue se basa en este material de origen diverso. Sin embargo, debe recordarse que los indicios para ciertos períodos y regiones son más ricos que para otros, y aún quedan algunos vacíos en nuestro conocimiento. Cuando hablamos de los hábitos y las costumbres de la gente de la era patriarcal, nos referimos al tiempo que va desde alrededor de 2000 hasta 1500 AC. Los hábitos no fueron siempre los mismos durante estos quinientos años, ni fueron iguales en cada región. Sin embargo, el mundo antiguo no experimentó cambios tan drásticos como los que ha visto el mundo moderno como resultado de los notables inventos y descubrimientos de los últimos dos siglos.

Aunque se notan pequeños cambios en las culturas de los diferentes períodos de la antigüedad, la vida fue esencialmente la misma durante muchos períodos. Si un hombre del siglo XV DC se levantase de su tumba hoy, apenas reconocería el mundo en el cual vivió una vez. Notaría cambios radicales en todo detalle de la vida, en los sistemas de transporte, comunicaciones la manera de escribir, imprenta, artefactos domésticos, condiciones de vida, vestido, atención médica y condiciones sociales. En el antiguo oriente no era así. Un hombre del siglo XX AC colocado repentinamente en el mundo del siglo XV AC seguramente vería algunas cosas extrañas que no había conocido, tales como el caballo y el carro de guerra y unas pocas armas y herramientas, pero en pocas horas podría adaptarse a la nueva situación. En verdad, no se sentiría demasiado fuera de lugar en algunas partes del oriente antiguo aun en nuestros días. Por esta razón, la descripción de la vida cotidiana de la gente que vivía en la era patriarcal, según la presenta este artículo, se aplica más bien uniformemente a todo el período de que nos ocupamos. Sin embargo, siendo que las dos culturas principales de la antigüedad, la egipcia y la mesopotámica, difieren en forma notable entre sí, deben ser consideradas en forma separada.

Palestina y Siria no han proporcionado muchos elementos documentales para el tema que tratamos, a causa de la ausencia completa de documentos pictóricos. Por lo tanto, la descripción de la vida diaria en estos países durante la era patriarcal depende mayormente de la evidencia arqueológica y de analogías de Egipto y Mesopotamia, que afortunadamente proporcionan figuras y descripciones de los palestinos.

II. En Egipto

La siguiente descripción de la vida diaria del campesino, el artesano y el noble egipcios, refleja condiciones del tiempo de Moisés en el período del imperio que no diferían mucho de las condiciones, costumbres y hábitos de tiempos de Abrahán en el reino medio.

El campesino.-

La gran mayoría de los egipcios eran campesinos. Poseían una parcelita de tierra de cuya producción debían pagar elevados impuestos, generalmente el veinte por ciento, o servían a un terrateniente rico, a un templo o al rey, cultivando el suelo y siendo alimentados por aquel a quien servían. Tenemos escasa documentación de esta gran masa de egipcios antiguos. Eran un grupo sin expresión propia. No tenían escribas que consignaran su relato de alegrías y tristezas para las generaciones posteriores por medio de escritos literarios, ni medios para construir tumbas cuyas figuras murales relatasen la narración de su vida. Lo que sabemos acerca de la gran mayoría de los egipcios proviene de comentarios y dibujos de personas de las clases superiores que mencionan a sus compatriotas menos privilegiados o describen su vida sólo en lo que tuviera alguna relación con los encumbrados.

La vida del hombre común del Egipto antiguo era muy sencilla. Vivía en una chocita construida de adobes, con un techo plano formado por capas de arcilla extendidas sobre algunos tirantes de madera de acacia y esteras. Una abertura servía de puerta, otras más pequeñas de ventanas. Esteras enrollables de juncos garantizaban cierto grado de aislamiento en la casa. No tenían muchos muebles. Sin embargo, la mayoría de las personas tenía una cama, que consistía en un marco de madera sobre cuatro patas. Lonjas de cuero estiradas a través del marco servían de colchón, y una cabecera de madera o arcilla cocida como almohada. En algunas casas había sillas bajas y mesitas, tal vez una caja de madera en la cual podían guardarse los artículos de valor y algún pedazo de tela adicional como vestidura.

La mayor parte del resto del inventario del hogar de un campesino común consistía en alfarería, ollas para cocinar, vasijas para agua, cereales, legumbres u otros alimentos. La familia poseía también un peine de madera con dientes largos, dos piedras de molino para hacer harina y herramientas sencillas para trabajar en el campo, tales como un arado de madera, unas hoces de bronce para cosechar el grano y un cuchillo del mismo metal. Luego había redes para cazar aves en los pantanos y un telar sencillo en el cual tejían las mujeres.

Un taparrabo blanco para el varón -el traje común de todos los egipcios desde el rey hasta el campesino – y vestidos largos blancos para su esposa o hijas era todo lo que el egipcio pobre necesitaba como ropa.

La vida del campesino era una lucha continua para poder sobrevivir. Cuando comenzaban las inundaciones del Nilo a fines de julio, debían repararse continuamente los diques que rodeaban cada campo. Se necesitaba una vigilancia constante a fin de asegurarse de que cada campo recibiera suficiente de la preciosa agua barrosa saturada de tierra fértil de los altiplanos de Abisinia. Entonces se sembraban los campos; y tan pronto como bajaba el nivel del Nilo, se bombeaba agua por medio de cigoñales para irrigar los campos con el riego mínimo necesario para la producción. Este trabajo debía hacerse hasta la estación de la cosecha que terminaba por el mes de marzo.

Tan pronto como se recogía la cosecha, generalmente el campesino debía dejar su familia y servir a su rey durante varios meses hasta que la nueva época de siembra requiriese su regreso. Se convertía en soldado en el ejército y tomaba parte en campañas, o era empleado en obras públicas, tal vez en las canteras para extraer los bloques de piedra necesarios para templos, palacios o edificios de gobierno, o era ocupado en transportar los materiales de construcción hasta el sitio donde se los usaba. Desde fines de marzo hasta agosto, prácticamente toda la población masculina de Egipto estaba al servicio del rey. Si el pobre campesino era enviado en una campaña al exterior y no podía volver a tiempo para cuidar de sus campos, su esposa e hijos tenían que trabajar el doble para reemplazar al esposo y padre que faltaba.

Sin embargo, el egipcio común parece haber estado satisfecho con su suerte, lo que puede deducirse porque casi no hubo revueltas contra el orden social existente. Estaba contento mientras podía llenar el estómago con pan hecho de emmer (trigo), consumir sus platos predilectos de cebada, lentejas, cebollas y ajo, ocasionalmente algo de carne y una cerveza floja.

La rutina diaria se interrumpía frecuentemente con festividades religiosas de los egipcios. En tales ocasiones, podían verse procesiones de sacerdotes con sus relicarios y dioses y también burdas diversiones, tales como luchas -un deporte muy favorito entre los egipcios- o acrobacias, generalmente realizadas por muchachas.

El profesional.-

La vida del artesano profesional era diferente, ya fuera carpintero, albañil, dibujante, pintor, escultor o escriba. Vivía en la ciudad, trabajaba ya fuera para el rey, ricos funcionarios del gobierno, o un templo, tenía mejor casa que el campesino, mejores muebles y mayor variedad de alimentos pues su sueldo le permitía darse algunos gustos. Sin embargo, aun esta gente no nos ha dejado muchos registros de su vida pues trabajaban para otros, y con pocas excepciones no tenían medios para construir tumbas en las cuales se describiese la historia de su vida y se perpetuase su memoria. Estaban felices si podían costear la erección de una estela en la cual se narraba brevemente la historia de su vida.

La aristocracia.-

Aparte de la familia real, las personas más privilegiadas en el antiguo Egipto eran los funcionarios del gobierno y los sacerdotes. La mayoría de ellos eran ricos y poseían hermosas propiedades con casas suntuosas. La casa de un aristócrata, generalmente rodeada por un alto muro, contaba con dormitorios, una sala, un baño y una cocina exterior separada de la casa, con habitaciones para los sirvientes y un depósito. Dentro de los muros había un jardín bien cuidado en el cual había un estanque, rodeado de árboles plantados en forma simétrica y canteros de flores. Los nobles egipcios eran amantes de la hermosura, la simetría y la naturaleza.

La cama del noble era un poco diferente de la del pobre, pero estaba hecha de mejor madera, tenía patas esculpidas en forma de patas de león, y tal vez incrustaciones de hueso o marfil. Generalmente era de sólo 1,20 m de largo pues los egipcios dormían con las piernas encogidas, y por eso no sentían la necesidad de camas de mayor tamaño. Sus almohadas eran de madera o piedra. Los egipcios no conocían almohadas blandas, y tal vez tampoco las conocían los pueblos de la antigua Palestina. De ahí que probablemente no fuera penoso para Jacob usar una piedra como cabecera durante la noche que pasó cerca de Bet-el, en camino a Harán. Las camas estaban colocadas dentro de algo semejante a la armazón de una carpa, sobre el cual se tendían cortinas delgadas como protección contra los mosquitos. Una silla baja, algunos cajones que contenían las telas de lino de la familia y una cómoda con los cosméticos de la señora, pintura para los ojos, colorete, una navaja de bronce, un espejo de metal y un cofre para joyas, constituían el resto de los muebles del dormitorio.

El baño y excusado tenía una pared o mampara detrás de la cual se colocaba un sirviente para echar agua sobre la persona que estaba parada en el baño sobre una losa perforada, desembocando el agua en un recipiente puesto en un nivel inferior, generalmente fuera de la casa.

La sala no tenía muchos muebles. Unas pocas sillas de madera talladas, de respaldos bajos y una o dos mesas eran probablemente todo lo que había en la sala. La gente se sentaba a la mesa para comer. También jugaban juegos parecidos al ajedrez mientras estaban en torno de la mesa.

La ropa del noble egipcio también era muy sencilla. Generalmente llevaba sólo un taparrabo, hecho de fino lino egipcio, famoso por su calidad en todo el mundo antiguo. Estaba inmaculadamente limpio, y la parte delantera estaba almidonada. Era lavado, almidonado y alisado cada día por un sirviente encargado de esa tarea. El egipcio rico también usaba una vestidura larga semejante a una túnica con mangas cortas y varios vestidos blancos para las funciones oficiales. Usaba sandalias y generalmente un bastón como señal de su autoridad. En las ceremonias oficiales llevaba una peluca. La mayoría de las damas nobles usaban vestidos hechos de una pieza de tela muy delgada que apenas ocultaba los contornos de su cuerpo, del cual parecían estar muy orgullosas las mujeres egipcias. La tela era tan delgada que el vestido de una mujer podía pasar por el interior de un anillo.

Los días del noble egipcio transcurrían en el desempeño de sus deberes oficiales, ya fuese en el templo, si era sacerdote de elevada jerarquía, o en su oficina, si era juez, alcalde de una ciudad, o jefe de un distrito (nomarca). Sin embargo, estos deberes le dejaban suficiente tiempo para inspeccionar sus granjas, los diferentes talleres donde sus siervos trabajaban elaborando cerveza, vino y pan, y matando bueyes y realizando otras tareas humildes. Ya que la construcción de la tumba de un rico llevaba muchos años, éste frecuentemente inspeccionaba la labor de los obreros que realizaban las excavaciones, el tallado de los relieves, el dibujo y la pintura de inscripciones y muchos otros detalles de la construcción de una tumba.

Durante el imperio antiguo, en el tercer milenio AC, la mayoría de los nobles egipcios construían sus tumbas cerca de las pirámides de sus reyes. Tales tumbas consistían en una cámara cavada en el suelo y una estructura complicada sobre, la superficie que servía como capilla de la tumba. Algunas tenían un recinto, otras muchos recintos. Los relieves que cubrían las paredes cuentan la vida cotidiana del dueño que, según esperaba, sería perpetuada en forma mágica después de su muerte por la eficacia de esas figuras murales. Las figuras son de suma importancia para nosotros pues ilustran la vida del propietario desde la cuna hasta la tumba, y constituyen la principal fuente de nuestro conocimiento de la cultura egipcia.

A partir del reino medio (2000 AC en adelante) la mayoría de las tumbas eran excavadas en los acantilados rocosos del desierto occidental. Generalmente consistían en túneles y cámaras de muchas formas y diseños. La entrada era un pórtico excavado en la roca viva con columnas que sostenían el techo. Un corredor angosto llevaba a una o más capillas y de allí hasta el lugar detrás del cual se hallaba la cámara de la tumba propiamente dicha, donde yacía el cuerpo embalsamado del dueño de la tumba. Estaba en su ataúd de gruesas tablas de madera, copiosamente pintadas. Todas las paredes de la cámara de la tumba, las capillas y corredores ostentaban pinturas o relieves esculpidos, que también eran pintados.

Cada dueño de una tumba tal hacía provisión durante su vida para la debida continuación del culto mortuorio después de su fallecimiento. Su tumba recibía la herencia de campos y siervos que debían traer los productos a los sacerdotes oficiantes. Esos sacerdotes debían realizar los ritos diarios prescritos y traer las ofrendas necesarias de alimentos, bebidas e incienso a fin de que el difunto pudiese disfrutar de la vida en el más allá según había deseado hacerlo mientras vivía. En tiempos de orden y prosperidad, el culto mortuorio de algunas tumbas continuaba sin interrupción durante siglos, pero en otros períodos se descuidaba la atención de las tumbas y la realización de los deberes mortuorios poco después del deceso del dueño de la tumba.

El egipcio acaudalado también tenía una flotilla de barcos en el Nilo que necesitaba para los viajes. Egipto no tenía caminos. El Nilo era la arteria de comunicaciones. Cuando un funcionario debía hacer un viaje para visitar la corte o visitar la región sobre la cual gobernaba, tenía un barco con camarotes con muchas de las comodidades de su casa. Otros barcos lo seguían con provisiones y siervos. En uno había una cocina, donde se preparaban sus comidas, y en otro una panadería para la preparación de sus manjares diarios.

El egipcio noble se recreaba con la pesca y la caza, según lo indican muchas figuras de las tumbas. La pesca se realizaba por medio de lanzas, desde una balsa, y la caza de aves por medio de dardos o redes en los pantanos.

Se realizaban no pocas reuniones sociales en las mansiones de los ricos. Se invitaba a amigos para contemplar demostraciones de lucha entre hombres y las acrobacias de mujeres. Una orquesta formada por arpas de 22 cuerdas, liras de seis cuerdas, laúdes de tres cuerdas, flautas de doble caña, y panderos, proporcionaba música alegre a cuyo son danzaban niñas de ropas muy tenues. Todos los invitados, sirvientes y artistas llevaban en la cabeza un cono de perfume, que se derretía y saturaba las vestiduras de todos los presentes, como también el aire, con un aroma denso. Ramos de flores frescas se veían por doquier, y una hueste de sirvientes servían a los huéspedes no sólo con todos los manjares que producía Egipto sino también con grandes cantidades de cerveza y vino. Al final de estas fiestas, los huéspedes debían ser ayudados para llegar a sus casas, y aun llevados a ellas.

Esclavos.-

La esclavitud no desempeñó un papel tan importante en el Egipto antiguo como en algunos otros países. Sin embargo, había esclavos en todas las casas de los egipcios ricos y nobles. Las guerras llevaban a Egipto muchos prisioneros que se convertían en esclavos. Por lo general, muchos de ellos lo pasaban bien en Egipto y como siervos de una casa tenían una vida más fácil que la que habían conocido como ciudadanos libres en sus países de origen. En verdad, muchos de ellos llevaban una vida mejor que la del campesino egipcio, alcanzando algunos riquezas y honores. Por ejemplo, los reyes de la dinastía vigesimosegunda del siglo X eran descendientes de esclavos libios que, habiendo alcanzado la categoría de ciudadanos, llegaron a ser gobernantes locales y comandantes del ejército, y finalmente ocuparon el trono.

Religión.-

Sólo es posible tratar someramente las creencias religiosas de los egipcios. Eran politeístas y creían en una hueste de dioses que se suponía tenían diversas funciones. El dios sol, Ra, más tarde Amón-Ra, estaba a la cabeza de los dioses. Su secretario Thoth, registraba las acciones humanas. Los otros dioses compartían sus funciones: uno era el patrono del Nilo, otro de la tierra, otro el dios de los muertos, otro el patrono de las mujeres grávidas. Sin embargo el dios que gobernaba Egipto era un ser humano, el faraón, llamado «el buen dios, Horus». Era considerado como el hijo corporal de Ra, y reinaba sobre Egipto como representante visible de la familia de los dioses invisibles. Se atribuía a todos los dioses rasgos muy humanos y eran capaces de odiar y amar, herir y matar, y a su vez ser heridos y muertos. Muchos de los dioses eran representados con rasgos de animales, y los animales a los cuales se asemejaban los dioses eran tenidos por sagrados en los lugares donde estaban los templos de esos dioses. El gato, por ejemplo, representaba a la diosa Bastet, Amón era representado por un carnero, Hathor por una vaca y Heket por una rana.

Los deberes religiosos de los egipcios consistían en ayudar a construir y conservar templos, sostener su numeroso personal, y compartir los gastos de las ofrendas o sacrificios diarios, las fiestas sagradas y las procesiones. Todas las actividades de la vida estaban reguladas por esperanzas y temores relacionados con la vida «en occidente»: el más allá. Se creía que cualquier obra buena hecha para el bienestar de un difunto no sólo beneficiaría al que recibía la dádiva, sino también más tarde al que había realizado el piadoso deber para el difunto.

Es evidente que el egipcio antiguo era consciente de sus obligaciones morales para con sus semejantes y sus dioses. La evidencian las confesiones negativas contenidas en el libro de los muertos, documento mágico que se colocaba en el ataúd de los difuntos y que se lo consideraba como pasaporte para el otro mundo. El egipcio creía que después de la muerte debía comparecer delante de 42 jueces, que investigarían si estaba preparado para entrar en el mundo de los muertos bienaventurados. Esa condición era determinada por la manera como había vivido en la tierra. Debía estar preparado para dar respuestas correctas a los 42 investigadores, porque llevaba consigo las respuestas escritas en papiro. Al primer juez diría: «No he cometido ningún pecado»; al segundo, «No he robado»; al tercero, «No he engañado», etc. En el transcurso de esa investigación cabal negaría haber matado, robado, usado balanzas o pesas falsas, haber sido pendenciero, cometido actos inmorales, o hecho alguna cosa contra un templo o un dios; en otras palabras, declaraba que había sido intachable.

Se sabe que la vida de los egipcios no estaba en armonía con sus conocimientos éticos y morales, por las quejas de los pobres y por algunos documentos que se refieren a toda clase de injusticias cometidas en todas partes. Sin embargo, el egipcio creía que el libro de los muertos, con sus fórmulas mágicas, era un remedio para sus pecados y le garantizaba la entrada en el mundo mejor. También se creía que el culto mortuorio, con sus ofrendas y su cuidado del cuerpo, tenía un efecto mágico sobre el bienestar de los difuntos.

El egipcio no creía en la resurrección del cuerpo. Creía, sin embargo, que el cuidado del cuerpo en este mundo, la dádiva de ofrendas y la realización de ciertos ritos serían beneficiosos para el difunto en el otro mundo. Se procuraba garantizar el bienestar del difunto en caso de que los vivos descuidaran sus deberes en ese sentido. En las paredes de las tumbas eran esculpidas imitaciones de ofrendas, y todos los deseos del difunto se registraban en inscripciones. Se creía que estos relieves, figuras o inscripciones serían sustitutos suficientemente adecuados en lugar de los ritos mortuorios que faltaran, en caso de necesidad.

Se creía que la vida en el otro mundo era una continuación de la vida sobre la tierra, con la diferencia de que todas las vicisitudes desagradables de la vida anterior, tales como enfermedades, chascos o desgracias, no se repetirían. Por eso las fases agradables de la vida diaria del dueño de la tumba y su familia eran descritas detalladamente en pinturas o relieves, pero nunca las enfermedades u otras circunstancias desfavorables que pudieran haber surgido en el camino de su vida. Sabemos, por ejemplo, por papiros quirúrgicos y por las momias, que los antiguos cirujanos egipcios realizaron con éxito toda suerte de operaciones, pero nunca se describe ninguna de ellas en una tumba o un templo, con excepción de la circuncisión, que indudablemente era considerada un rito religioso, como entre los israelitas.

III. En Mesopotamia

La descripción anterior de la vida cotidiana egipcia refleja principalmente las condiciones, hábitos y costumbres de los siglos XV y XVI AC, pues de dicho período existe abundante material ilustrativo y documental. Para hacer una descripción de la vida diaria del ciudadano mesopotámico se escoge el siglo XVIII, la época de Hammurabi. El código de Hammurabi nos presenta un cuadro más claro de las condiciones sociales que existían en esa época que de cualquier otro período de la era patriarcal. También hay para este período más material original, en forma de cartas e inscripciones comerciales, que para el tiempo de Moisés, cuando Mesopotamia fue regida por gobernantes babilonios, asirios y mitanios comparativamente débiles.

Tres clases.-

La población de Mesopotamia durante el período patriarcal constaba de tres clases: (1) la nobleza semítica occidental o amorrea, a la cual pertenecía también la casa real, (2) los ciudadanos libres de las poblaciones semíticas y súmeras que habían vivido en el país desde el tiempo anterior a la conquista amorrea, y (3) los esclavos, mayormente extranjeros. La primera clase era la más fuerte política y financieramente, y la segunda, lo era numéricamente. Sin embargo, quizá el número de esclavos en ningún tiempo haya sido mucho menor que el de ciudadanos libres del país, pues Mesopotamia siempre tuvo gran número de esclavos. En Egipto los únicos que poseían esclavos eran los ricos y algunos ex soldados, a quienes se daban prisioneros de guerra como recompensa por su valor, pero en Mesopotamia, donde el precio de un esclavo era sólo de unos 40 siclos (alrededor de 25 dólares), casi cada ciudadano tenía uno o más esclavos para labrarle los campos, y realizar tareas domésticas y labores especializadas o no especializadas.

La conservación de los códigos antiguos de la ley mesopotámica nos permite comprender bastante bien la posición social de las distintas clases sociales. El hecho de que dependiese de su nivel social la severidad del castigo por herir o lastimar a ciertos ciudadanos, demuestra claramente la diferencia de valor que se atribuía a distintos miembros de la sociedad.

Los esclavos tenían naturalmente menos derechos que las dos clases de ciudadanos, aunque la ley les otorgaba ciertos derechos. Se les permitía, por ejemplo, acumular algunas posesiones, que con el tiempo podrían ser suficientes como para pagar su libertad. Tenía derecho de casarse con un ciudadano libre, y los niños nacidos de tal unión eran ciudadanos libres. Las continuas guerras de conquista de los reyes babilonios proporcionaban un flujo constante de esclavos extranjeros, que generalmente llegaban al país como prisioneros de guerra. Toda la economía del país estaba basada en el trabajo barato de los esclavos. Por consiguiente la población libre del país gozaba de un nivel comparativamente alto de vida.

Agricultura.-

La mayor parte de la tierra pertenecía a la corona, a los templos, o a comerciantes ricos. Estos dueños la alquilaban a arrendatarios, que debían pagar de la tercera parte a la mitad de la cosecha como alquiler por los campos, aunque el dueño debía proporcionar la semilla. Cada arrendatario estaba obligado por la ley a cultivar el terreno bajo su cuidado, o a compensar al dueño por la pérdida de su parte de la cosecha. Casi todo el trabajo agrícola era realizado por esclavos, aunque los arrendatarios eran ciudadanos libres.

Los principales productos agrícolas de Mesopotamia eran cebada, trigo y dátiles. Los campos que producían trigo y cebada eran trabajados con arados primitivos. Estos arados de madera, similares a los que aún se usan hoy en algunas partes del Cercano Oriente, son representados en antiguos relieves y sellos. Eran tirados por bueyes y llevaban un embudo por el cual se vertía la semilla en los surcos al mismo tiempo que el campo era arado.

La palmera datilera que crecía profusamente en el suelo sedimentarlo de la baja Mesopotamia era una de las fuentes principales de riqueza del país. Sus frutos eran uno de los artículos principales de la alimentación de los babilonios: su savia proporcionaba azúcar de palmera, su corteza fibrosa servía para tejer sogas, su tronco daba material de construcción liviano pero resistente, y por último, pero no menos importante, su savia también podía convertirse en una bebida muy apreciada. Por lo tanto, el estado fomentaba la plantación de huertos de datileras. Se requerían terrenos baldíos para este propósito, y el ciudadano podía obtener un campo tal sin pagar alquiler anual. Lo plantaba y cuidaba durante cuatro años, pero al quinto año de su arriendo el dueño original del terreno recibía la mitad del huerto como pago.

Las lluvias de Mesopotamia son deficientes para las necesidades agrícolas. Por eso se abrían canales de regadío que atravesaban el país en todas direcciones. Eran alimentados automáticamente por las aguas del Eufrates y el Tigris durante el período de creciente de primavera. Sin embargo, tan pronto como bajaba el nivel de los ríos, comenzaba la trabajosa tarea de llevar el agua desde el nivel más bajo del río hasta el más elevado de los canales. Esto se hacía por medio de cigoñales, trabajados a mano, mediante primitivas máquinas de irrigación operadas por bueyes, o por ruedas hidráulicas livianas. Estos tres métodos para llevar la preciosa agua de riego a los campos se emplean en Iraq aún hoy. Puesto que el agua del río contenía mucho sedimento, que se depositaba en el fondo de los canales, con lo que levantaba el lecho de éstos, los canales debían ser dragados continuamente. Este légamo era arrojado a ambos lados de los canales, cuyas orillas con el tiempo llegaban a ser tan altas que era difícil echar más sedimento encima. Entonces debían cavarse nuevos canales. Por eso hoy se ven restos de orillas de canales antiguos que corren paralelamente a otros de tiempos posteriores. Era deber de los gobernadores locales cuidar que los canales fuesen mantenidos en buen estado.

Esos funcionarios tenían el derecho de reclutar personas de las aldeas o campos próximos a las porciones del canal que necesitasen reparar o limpiar. En pago de ese trabajo los aldeanos podían pescar en las secciones de los canales que estaban a su cargo. Se prohibía la pesca en aguas ajenas. La pesca con caña y con red era toda una industria; de ahí que se defendiesen celosamente los derechos sobre las aguas locales.

Aunque el tránsito fluvial no era el medio exclusivo de transporte, a diferencia de Egipto, sin embargo era un factor muy importante de la economía del país. Para viajes cortos se usaba un barco redondo, llamado hoy gufa. Se hacía de mimbre recubierto de betún. Los barcos más grandes eran balsas hechas de cueros inflados de animales. También se los continúa usando, y una balsa tal es llamada kelek. Los registros antiguos atestiguan también el uso de balsas de troncos y de verdaderas barcazas. El salario de los constructores de barcos como también el de los barqueros era regulado por la ley.

Comercio.-

La población semítica de Mesopotamia siempre estaba ocupada en empresas comerciales con sus países vecinos, Elam al oriente, Asia Menor y Siria al occidente, Palestina y Egipto al sudoeste. Ese comercio internacional llevó a un crecimiento considerable del tamaño de las ciudades. Las caravanas unían las diferentes partes del mundo conocido, y llevaban a Mesopotamia los productos de otros países. La bestia de carga era casi exclusivamente el burro pues había pocos caballos y sólo pocos camellos domesticados antes de que promediara el segundo milenio AC.

Los comerciantes de las ciudades tenían representantes establecidos en países extranjeros, y agentes que viajaban con las caravanas entre Mesopotamia y otros países. Las ganancias se distribuían por partes iguales entre los comerciantes y sus agentes. Todos los convenios se hacían en forma escrita y eran debidamente refrendados y sellados. Mesopotamia exportaba telas, dátiles, sellos cilíndricos y lapislázuli; pero importaba cobre de Asia Menor, plata de Chipre, cerámica fina de Siria, como también aceite de oliva y madera de cedro.

La vida de la ciudad y del hogar.-

Durante el período patriarcal, los pueblos y las ciudades eran planeados en forma científica. Las calles no eran enteramente rectas, pero no se interrumpían, y las manzanas de la ciudad eran de buen tamaño. Todas las casas particulares eran sólidamente construidas, pero descansaban sobre fundamentos de ladrillos cocidos. La ley requería que todas las casas fueran mantenidas en buen estado de conservación. Los constructores eran responsables de la calidad de la construcción. Si una casa se desmoronaba y hería o mataba a alguna persona, el constructor era castigado. En algunas partes del país las casas eran de un solo piso; en otras partes la mayoría de las casas eran de dos pisos. Las casas mesopotámicas, en general, tenían un patio abierto en el medio rodeado por las diversas habitaciones. Los edificios de dos pisos tenían los dormitorios en la planta alta, a la cual se subía por medio de una escalera. Esa escalera llevaba también al techo, que era usado para dormir durante la estación calurosa. Algunas de las ciudades más grandes, como Ur y Babilonia, tenían sistemas regulares de cloacas, con cañerías de arcilla conectadas con las casas particulares.

Los muebles de los habitantes de la antigua Mesopotamia no son tan bien conocidos como los de Egipto, pues el clima húmedo no ha conservado verdaderas reliquias. En los relieves sólo se representa el mobiliario del palacio real, generalmente sólo un trono o un sofá. Son demasiado esquemáticos los dibujos de los sellos cilíndricos que ocasionalmente representan algún moblaje, de manera que no pueden reconocerse los detalles. Por lo tanto, es imposible la reconstrucción del interior de una casa mesopotámica común. Sin embargo, puede decirse que los habitantes del valle del Eufrates y el Tigris no se reclinaban junto a las mesas como era costumbre entre los griegos y romanos, sino que se sentaban en sillas, como era también costumbre en Egipto.

Los vestidos de Mesopotamia cubrían mucho más el cuerpo que las ropas de los egipcios. La mayoría de los vestidos eran de lana, pero en la región asiria también se fabricaban lienzos. La mayoría usaba vestidos largos que se ajustaban al cuerpo, y una vestidura suelta exterior. Esta última generalmente tenía flecos bordados en los cuales predominaban los colores rojo y azul. Las sandalias eran de paja o cuero, y se usaba en la cabeza una gorra de lana.

La vida familiar, como todo lo demás, estaba regida por la ley. Esto se aplicaba al casamiento, el divorcio, la adopción de hijos, la herencia y los derechos de las viudas. 166 Es notable que la antigua ley babilónico otorgara a las mujeres considerables derechos y cierto grado de independencia.

En Babilonia y Asiria la mayoría de los funcionarios del gobierno provenía de la nobleza semítica. Los gobernadores de las provincias y distritos, alcaldes de las ciudades, jueces, cobradores de impuestos, adivinos y médicos pertenecían a esta clase favorecida. Aunque la ley otorgaba ciertos privilegios a esa gente, debían actuar, gobernar y trabajar dentro de los límites de la ley. Cada ciudadano debía servir a su rey como soldado en ciertas épocas, y estaba obligado a proveer para las necesidades de su familia en tales circunstancias.

La religión y las creencias de la vida de ultratumba.-

La religión de los pueblos babilonios era politeísta. Marduk, como dios creador, encabezaba oficialmente a todos los dioses, y recibía los mayores honores en el culto estatal. Sin embargo, muchos otros dioses, tales como Sin, el dios-luna, e Ishtar, la diosa del amor y la fertilidad, tenían muchos templos y lugares de culto. Cada hombre tenía su dios favorito y oraba mayormente a ese dios, aunque podía incluir a algunos otros en forma general para no ofender a ninguno por descuido. La siguiente oración babilónico puede servir como ejemplo:

«Oh, mi Dios, que estás airado, acepta mi oración. Oh, mi diosa, que estás airada, recibe mi súplica. Recibe mi súplica y repose tu espíritu. Oh, mi diosa, mírame con piedad y acepta mi súplica. Que sean perdonados mis pecados, que sean borradas mis transgresiones. Que el anatema sea descartado, que las ligaduras sean desatadas. Que los siete vientos se lleven mis suspiros. Desecharé mi maldad, que el ave la lleve hasta el cielo. Que los peces se lleven mi miseria, que el río la barra. Que la bestia del campo me la quite. Que las aguas que fluyen en el río me laven».

Entre los antiguos babilonios había verdadera conciencia del pecado. Tenían una percepción mucho mayor de las consecuencias del pecado y de su culpa que los egipcios, que pretendían ser inocentes. Esto puede verse por las oraciones escritas, tales como la citada anteriormente, en la que se pide misericordia y perdón a la deidad y también por las preguntas que se hacían respecto de las causas de las desgracias que veían caer sobre los hombres. Se hacían preguntas como las siguientes:

«¿Ha malquistado él al padre con su hijo o al hijo con su padre? ¿Ha malquistado a la madre con su hija o a la hija con su madre?… ¿Ha rehusado poner en libertad al cautivo? ¿Ha privado al prisionero de la luz? ¿Ha cometido un pecado contra un dios o una diosa? ¿Ha hecho violencia contra alguno mayor que él? ¿Ha dicho sí por no o no por sí? ¿ Ha usado balanza falsa? ¿ Ha aceptado una cuenta falsa? ¿ Ha levantado un hito falso? ¿ Ha violado la casa de su vecino? ¿ Se ha acercado a la esposa de su vecino? ¿Ha vertido la sangre de su vecino?»

Estos ejemplos revelan claramente que la naturaleza del pecado y sus malas consecuencias no eran desconocidas para los antiguos, y que Pablo tenía razón en afirmar que los gentiles mostraban » «la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos» » (Rom. 2: 15).

Al igual que la mayoría de las naciones antiguas, las gentes del valle de Mesopotamia creían en una forma de vida después de la muerte. Afirmaban que el poder de la muerte se extendía sobre la humanidad, la vida vegetal y animal y los dioses. Sin embargo, creían que la muerte era el resultado de la constitución natural del hombre, ley divinamente ordenada en el momento de la creación del hombre, así como también pensaban que el pecado era una parte de la naturaleza original del hombre. Creían que el hombre fue creado de una mezcla de arcilla de la tierra, hecha de Tiamat, y de la sangre de Kingu. Por cuanto Tiamat y Kingu habían sido dioses malos antes de ser muertos, no era sino natural que el hombre fuese malo desde el principio pues fue hecho de dos sustancias provenientes de dioses malignos. De esta manera el hombre proyectaba indirectamente sobre los dioses la culpa de su naturaleza pecaminosa.

También se creía que en la muerte el espíritu pasaba de una forma de vida o existencia a otra, pero el bienestar del espíritu de los muertos dependía del cuidado que el cuerpo recibía en la tierra. Así como la muerte podía ser acelerada y la vida acortada por los pecados, la muerte podía ser postergada y la vida alargada por actos piadosos, y el cumplimiento exacto de los deberes hacia los dioses. Sin embargo, ninguno podía escapar de la muerte por ningún medio. La morada de los difuntos era considerada como el interior de la tierra. Pero había creencias vagas y confusas acerca de las condiciones de la vida en el más allá. Aunque las historias babilónicas incluyen referencias a la resurrección de algunos héroes antiguos, que murieron nuevamente después de poco tiempo, los antiguos babilonios no tenían creencia alguna en una resurrección futura del cuerpo.

IV. En Palestina

Es difícil describir la vida cotidiana de los cananeos durante el período patriarcal pues sabemos muy poco acerca de ellos. Casi ninguno de los registros escritos de Palestina pertenece a ese período, y los pocos que se han hallado son muy cortos. Por lo tanto, podemos describir con algún grado de exactitud sólo unas pocas fases de la vida palestina antes del siglo XV.

La población.-

La población de Palestina en la primera mitad del segundo milenio estaba formada por gente que vivía en pueblecitos y aldeítas, y por nómades que vivían en los límites de la tierra fértil y que se trasladaban de lugar en lugar en busca de pastos. La mayoría de los pueblos estaban protegidos por muros bien construidos, los que pocas veces tenían más de una puerta. Con excepción de algunos de los puertos, como Biblos y Ugarit en Siria, y Gaza en Palestina, pocas veces las ciudades cubrían más de quince acres [unas siete hectáreas].

Durante la era patriarcal, la clase gobernante en Palestina estaba formada por los amorreos, cuyo modo de vida probablemente no difería del de los moradores de Mesopotamia. Naturalmente vivían en las ciudades, regían el país, y pueden haber sido los dueños de la mayor parte de las tierras agrícolas. Sus casas no diferían mucho de las de Mesopotamia, que ya han sido descritas. Sin embargo, las excavaciones han demostrado que la mayoría de las casas de Palestina eran más pequeñas que las del valle del Eufrates y del Tigris. Los profesionales y campesinos de Palestina pertenecían a las diversas tribus de los cananeos.

Para tener una comprensión de la apariencia, implementos de guerra y vestiduras de este pueblo, es instructivo un grabado en colores que hay en la pared de una tumba de un noble egipcio en Beni Hasán. Describe la llegada de 37 palestinos, de los cuales 15 están realmente retratados. Estos hombres y estas mujeres de tez clara, en marcado contraste con los oscuros egipcios que aparecen en la misma figura, son dirigidos por su jefe. Este tiene el típico nombre amorreo ‘Abi-shar, que significa «mi padre es rey» y el título de «gobernante de un país extranjero». El y dos de los otros hombres que lo acompañan están representados con vestidos de colores que les cubren el cuerpo desde los hombros hasta las rodillas, pero dejan en libertad los brazos y un hombro. Los colores rojo y azul dominan en los vestidos de lana de todos

los hombres y las mujeres del cuadro, pero el vestido del jefe tiene el dibujo más complicado de todos. Tres de los otros hombres sólo llevan taparrabos con un diseño rojo sencillo sobre fondo blanco. Dos de los hombres tienen vestidos blancos largos. Las cuatro mujeres del cuadro llevan vestidos de colores con un diseño semejante al del atavío de los hombres. Sin embargo, sus vestidos son más largos y llegan hasta más abajo de la rodilla. Los vestidos de las mujeres también ostentan dibujos intrincados de figuras azules y rojas entretejidas en la tela. Un niñito lleva sólo un taparrabo rojo.

Los hombres llevan sandalias, con la excepción del jefe y de uno de los otros hombres. Estas eran probablemente de cuero, aunque esto no se puede comprobar por el cuadro. Las mujeres y el niñito llevan un tipo de zapato cerrado o mocasín. No resulta claro por qué el jefe está descalzo mientras que sus acompañantes, con una sola excepción, llevan zapatos o sandalias. Todos los hombres tienen cabello oscuro, cortado a la altura del cuello. También se los muestra con barbas puntiagudas, pero parecen estar afeitados sus labios superiores. Las mujeres aparecen con cabellos largos y sueltos, aunque un anillo o banda en la parte alta de la cabeza evita que el cabello les caiga en la cara.

Algunos de los hombres, como también el niño, llevan lanzas largas; dos hombres tienen arcos grandes y en la espalda llevan aljabas con flechas. Varios hombres tienen pesadas jabalinas, y uno lleva un hacha grande. Dos hombres llevan en la espalda botellones de cuero para agua; uno toca una lira de ocho cuerdas de diseño rectangular. Los burros usados para el transporte llevan a algunos de los niños de la familia y también unos objetos que parecen fuelles de herrero. Si en verdad se tratara de fuelles, esto sugeriría que estos palestinos eran tal vez obreros profesionales que trabajaban metales, aunque la inscripción que acompaña declara que traían a Egipto stibium, cosmético muy apreciado.

Por esta descripción puede verse que el cuadro de la tumba de Beni Hasán nos da una excelente idea de la gente de Palestina, y no nos equivocaremos mucho en imaginarnos a Abrahán, que vivió en la época cuando se pintó este cuadro, como alguien parecido al «gobernante de un país extranjero, ‘ Abi-shar «, y a la familia y séquito de Abrahán como semejantes a las de ‘ Abi-shar .

Agricultura y ganadería.

La mayor parte de la población de Palestina estaba compuesta por campesinos. No se sabe si eran dueños de sus tierras o solamente arrendatarios. Los productos principales del país eran cebada, trigo, uvas, higos y aceitunas.

La agricultura de Palestina no dependía del agua de inundaciones o del riego como en Egipto y Mesopotamia, sino de la lluvia. Por lo tanto, era de importancia decisiva la lluvia que caía desde octubre hasta abril. La lluvia «temprana» viene en octubre y noviembre y ablanda el suelo lo suficiente para permitir la arada y la siembra. Las fuertes lluvias de diciembre y enero penetran profundamente en el suelo y hacen que crezca la semilla. Las suaves precipitaciones de la «lluvia tardía» en la primavera son necesarias para que madure el grano. El volumen de las lluvias, y por lo tanto también la fertilidad, dependían de la geografía y la topografía. Las laderas occidentales de las montañas eran fértiles, pero las orientales, áridas.

El vino se elaboraba en lagares excavados en la roca, donde las uvas eran pisadas por los pies de los lagareros. (Ver Amós 9: 13.) Un canal comunicaba el lagar con una artesa donde se juntaba el jugo de uva, tirosh . Este fermentaba por la adición de levadura, shemer . El vino fermentado resultante, jemer , era almacenado en grandes jarrones o ánforas.

El aceite de oliva también se elaboraba en lagares abiertos tallados en la roca. En estos lagares, de forma semejante a una taza, las aceitunas eran aplastadas con piedras, y el aceite era llevado por un canal a una artesa que servía de depósito. El aceite se usaba en la preparación de alimentos (cf. Lev. 2), como medicina (cf. Isa. 1:6), para ungir el cuerpo (Miq. 6:15) y como combustible para lámparas (Exo. 27:20). El aceite de oliva era uno de los principales productos de exportación de Palestina y Siria, porque el olivo no existía en los grandes países civilizados de Egipto y Mesopotamia, donde se necesitaban grandes cantidades de aceite.

La riqueza de Canaán no sólo consistía en productos agrícolas, sino también en animales, especialmente cabras y ovejas, que proporcionaban la lana para tejer ropas, cueros para cantimploras, sandalias y carpas, leche para fabricar manteca [mantequilla] y queso, y carne para alimento y para los sacrificios. El ganado era también evidentemente exportado pues aparecen referencias al ganado de Palestina en inscripciones egipcias. Sin embargo, es posible que el ganado hubiese llegado a Egipto como botín de guerra o como tributo.

Realizaciones técnicas.

Palestina fue tributario de Egipto durante la mayor parte del período patriarcal. El tributo anual agotaba las riquezas del país, y no permitía que surgiese un nivel superior de vida. La cultura palestina estuvo por lo tanto en un nivel inferior a la de Mesopotamia o Egipto. Esto se ve en la calidad inferior de sus productos técnicos. He aquí dos ejemplos: las excavaciones han demostrado que las joyas eran de mano de obra inferior y los edificios públicos nunca tenían una construcción tan sólida como en Egipto y Mesopotamia. Aun para la construcción de templos, palacios o murallas de ciudades, los bloques de piedra eran tallados en forma tosca, y sus espacios intermedios eran rellenados con argamasa y ripio. Lo que se dice de las joyas y piedras de construcción también es cierto de otros objetos de uso diario. Sin embargo, nuestro conocimiento es muy fragmentario pues pocos objetos han sobrevivido, con excepción de muchas piezas de alfarería.

Religión.

Lo que sabemos de la religión cananea procede mayormente de la era de la conquista y será descrito en el segundo tomo de este comentario. Probablemente la religión más antigua no difería mucho de la posterior. Sin embargo, puede haber sido algo menos inmoral, como puede concluirse por la declaración de Jehová a Abrahán: «Porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí».

Se han excavado las ruinas de algunos templos sencillos, de dos recintos, de la era patriarcal en ciudades cananeas, y también ciertos «lugares altos», que eran sitios al aire libre dedicados al culto de los dioses. Altares, cubetas para libaciones y columnas erigidas que eran monumentos al sol o phalli erecti , para promover la fertilidad, caracterizaban estos santuarios cananeos. Los cananeos tenían un panteón de muchos dioses. «El» era el padre de los dioses, Ashera su esposa; de sus hijos, Baal, el dios de las tormentas y la fertilidad alcanzó mayor fama, y también era popular su feroz hermana Anath como diosa de la guerra. Además de los mencionados, se adoraba una hueste de otros dioses. Los deberes religiosos consistían en la oblación de sangrientos sacrificios de animales sobre altares de piedra y el derramamiento de vino delante de los emblemas sagrados.

Idolos domésticos, los así llamados terafim , parecen haber gozado de gran popularidad porque muchísimos de estos ídolos de forma tosca se han hallado en cada excavación. Indudablemente cada hogar debía haber tenido los suyos y se creía en su utilidad. Esto incluía generalmente una diosa desnuda, cuyos rasgos sexuales estaban acentuados pues probablemente se creía que promovía la fertilidad natural y evitaba la esterilidad.

No se sabe nada de los conceptos morales de los cananeos de la era patriarcal, ni de sus prácticas judiciales, pero es razonable creer que conocían las leyes de Mesopotamia y tal vez las siguieron. Esto puede inferirse porque la escritura y el idioma babilónicos se usaban en la correspondencia internacional en Palestina, y también porque era amorrea la clase dominante en Mesopotamia, como también en Palestina.

Esta era la gente entre la cual peregrinaba Abrahán y edificaba altares al Dios verdadero.
Breasted, James H. A History of Egypt (2ª ed.). Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1912. 634 págs. Una historia de Egipto que se extiende desde los orígenes hasta la conquista persa. Contiene una descripción de la evolución del pensamiento religioso y el desarrollo político del imperio. La segunda edición, que tiene escasas diferencias con la de 1906, ha sido reimpresa muchas veces y necesita una revisión. Sin embargo, no existe otra obra de su envergadura.

The Cambridge Ancient History , tercera edición. Editado por I. E. Edwards y otros. Tomo 1, Parte 1: «Prolegomena and Prehistory»; Parte 2: «Early History of the Middle East». Tomo II, Parte 1: «History of the Middle East and the Aegean Region, c. 1800-1300 AC. Cambridge: University Press, 1970-1973, la obra completa en doce volúmenes, con cada capítulo escrito por un especialista en la materia, es la historia antigua más detallada que se pueda conseguir.

Gardiner, Alan H. The Egypt of the Pharaohs. Oxford: University Press, 1961. Obra de divulgación que abarca el período comprendido entre el Reino Antiguo y la época de Alejandro Magno.

Gurney, O. R. The Hittites . Londres: Penguin Books, 1952. 240 págs. Un estudio reciente de la historia, el arte, los logros y la organización social de los hititas.

Hall, H. R. The Ancient History of the Near East From the Earliest Times to the Battle of Salamis (8ª ed.). Nueva York: The Macmillan Company, 1935. 620 págs. Vale la pena consultarlo, aunque el autor defiende algunas ideas particulares en cuanto a las migraciones étnicas.

Steindorff, George y Seele, Keith C. When Egypt Ruled the East . Chicago, The University of Chicago Press, 1942. 284 págs. Una autorizada historia del período imperial egipcio.

Wilson, John A. The Burden of Egypt. Chicago, The University of Chicago Press, 1951. 332 págs. Una buena historia de Egipto, bien escrita, que abarca hasta el final del imperio.

Winlock, H. E. The Rise and Fall of the Middle Kingdom in Thebes . Nueva York, The Macmillan Company, 1947. 174 págs. La historia de Egipto desde mediados del primer período intermedio hasta los tiempos de los hicsos, escrita por un experto en arqueología egipcia del período en cuestión.

Categorías: Historia

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *