Una Base para la Cronología del Nuevo Testamento

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I. Introducción

LOS acontecimientos registrados en el Nuevo Testamento transcurrieron durante el siglo I de nuestra era, período durante el cual la cronología del Imperio Romano está bien establecida; sin embargo, sus fechas no pueden determinarse con toda seguridad porque los autores bíblicos no han proporcionado suficiente información. La única mención neotestamentaria de un año preciso (el año 15 de Tiberio) ha sido interpretada de diversas maneras. Las epístolas no llevan fecha, pues los autores de los Evangelios tenían más interés en el significado de los acontecimientos que en su fecha.

Los eruditos modernos algunas veces escriben dogmáticamente acerca de la cronología de la vida de Cristo, pero sus obras se basan en la interpretación subjetiva de pruebas que no son suficientemente claras como para ser concluyentes. El lector de este Comentario encontrará que a pesar de que los autores del Nuevo Testamento proporcionan suficientes datos en cuanto a fechas, como para mostrar que ellos mismos no tenían dudas en cuanto al tiempo, apenas nos proporcionan la suficiente información para reconstruir un esquema cronológico aproximado de los sucesos del Nuevo Testamento. Aun el orden de los hechos, deducido de los cuatro Evangelios, no es siempre seguro. Debe dejarse un margen para ciertas posibles variaciones.

Los problemas cronológicos del Nuevo Testamento pueden ser internos: relacionados con la interpretación del texto mismo, o externos: referentes a la relación de los sucesos relatados en el Nuevo Testamento con los acontecimientos de la cronología secular. El propósito de este artículo es presentar los hechos que pueden conocerse y señalar las conclusiones a que puede llegarse, en forma lógica, en relación con los más importantes problemas de cronología externa dentro de los alcances de este tomo V. Ellos son: (1) la fecha del nacimiento de Cristo, (2) la fecha de su bautismo, y en consecuencia, del comienzo de su ministerio, y (3) la fecha de su crucifixión y resurrección. Pero, como prefacio, es necesario explicar varios sistemas de eras cronológicas y los métodos de computar los años.

II. Calendarios y formas de computar los años

Jesús vivió en un mundo -el Imperio Romano- gobernado por Augusto y Tiberio. En este imperio estaban unidos bajo el dominio romano muchos pueblos y muchas naciones desde el Atlántico hasta el Eufrates, desde la desembocadura del 226 Rin, hasta las cataratas del Nilo. Todos gozaban de la paz romana. Pero en la parte oriental del imperio, donde las civilizaciones eran mucho más antiguas que la romana, persistían los idiomas, las costumbres, y las religiones locales. Lo mismo ocurría con los diversos métodos de computar el tiempo. Aun en los asuntos oficiales las fechas se calculaban según el calendario local.

Diversos calendarios del siglo I d. C.-

El calendario romano había sido modificado por orden de Julio César a comienzos del año 45 a. C. Esa modificación hecha por Sosígenes, astrónomo egipcio, había convertido el calendario romano lunar en un calendario solar egipcio con un año de 365 días, al cual se añadía un día cada cuatro años, dándole al año un promedio de 365 1/4 días. Pero este calendario juliano, que finalmente se convirtió en el calendario común europeo, no se impuso uniformemente en todo el Imperio Romano (ver t.I, pp. 185-186; t. II p. 121).

Augusto introdujo en Egipto el sistema del año bisiesto, con lo cual el día de año nuevo egipcio, el lº de Thoth, dejó de retroceder a través de las estaciones como lo había hecho antes (ver t. I, pp. 185-186; t. II, pp. 107, 157-158), y quedó fijo en el 29 de agosto (o 30 en algunos años). Esa fue la única modificación del calendario egipcio, que retuvo sus 12 meses de 30 días -con sus antiguos nombres-, más los cinco días adicionales al final del año (de allí en adelante se añadían seis días cada cuatro años).

Las provincias que estaban al este de Egipto mantuvieron sus calendarios lunares de 12 ó 13 meses (ver t. II, pp. 106-107); pero durante los primeros siglos de la ocupación romana, la mayoría de ellos adoptaron el año romano de 365 (366) días, y adaptaron sus propios nombres macedonios o semíticos de los meses lunares a los meses julianos de 31, 30 ó 28 (29) días. Por ejemplo, en Siria el año del calendario semítico comenzaba con el equivalente de Tisri, que fue cambiado de mes lunar en mes de 31 días, para corresponder con el mes juliano de octubre. No se sabe hasta qué punto ocurrió este cambio en el primer siglo de la era cristiana.

El calendario judío.-

Pero los judíos conservaron su calendario lunar con sus meses de 30 y 29 días, su año de 12 ó 13 meses, y sus dos comienzos de año: el religioso de Nisán a Nisán, en primavera (marzo-abril), y el año civil de Tisri a Tisri, en el otoño (septiembre-octubre; ver t. II, pp. 105-107, 113, 119). Sin embargo, en tiempos de Cristo, el año eclesiástico, que comenzaba en primavera parece haber sido también el año de reinado (ver pp. 228-229), es decir, el año según el cual se contaban los años de reinado de los reyes locales herodianos, que eran semijudíos.

Los judíos, como otros antiguos semitas, tenían un calendario lunisolar, es decir, meses lunares con ajustes periódicos para hacer corresponder el año calendario con el año de las estaciones. Doce meses lunares suman unos 11 días menos que el verdadero año solar que coincide con las estaciones. Por lo tanto, cada dos o tres años se añadía un mes (llamado embolismal o intercalado). Adar, el 12º mes, era seguido en esos años por un 13er. mes, el segundo Adar. Esto era necesario para que Nisán, el 1er. mes, concordara con la cosecha de la cebada, (principios de abril), a fin de que pudiera ofrecerse la gavilla mecida precisamente después de la pascua, durante la fiesta de los panes sin levadura (ver t. II, pp. 103-104, 106-108). Los babilonios desarrollaron en el siglo IV a. C. un calendario cíclico, en el cual empleaban un método diferente para intercalar los meses adicionales. Duplicaban el 12º mes de Addaru seis veces en cada ciclo de 19 años; pero en un año (en el 17º) duplicaban el mes de Ululu (el mes judío de Elul), el 6º mes (ver t. II, pp, 115-117).

Hasta donde se sepa, los judíos nunca intercalaron un segundo mes de Elul después del 6º mes. Tal procedimiento habría producido un intervalo irregular en los meses 1º y 7º entre las fiestas prescritas por la ley levítica. Además, el hec ho de que 227 la necesidad de añadir un mes adicional fuera determinada por la relación del mes de Nisán con la cosecha de la cebada, indica que originalmente, cuando el calendario quizá sólo dependía de observaciones, el 13er. mes tenía que intercalarse en la primavera, precisamente antes de Nisán, y no hay necesidad de suponer un cambio para duplicar el 6º mes. Nada se sabe de la existencia en tiempos de Jesús de un ciclo judío regular de 19 años que correspondiera con el calendario babilónico. Sin embargo, parece haber alguna prueba de que los sacerdotes que regulaban el calendario tenían algún conocimiento de los métodos de cálculo teórico, aunque siempre conservaban la antigua costumbre de anunciar los meses basándose en la observación de la luna y de las estaciones. Según la tradición, fue sólo algunos siglos después de Cristo cuando los rabinos sistematizaron su calendario empleando las reglas fijas del cálculo, conocidas por todos. (Nota: números son los que asignan los eruditos modernos a los años de la serie babilónica, aunque el ciclo Judío (revisado) computado a partir del 1º de Tisri, transcurriría 7 1/2 años después de los años correspondientes del ciclo babilónico, tal como se acostumbra numerarlo. Por ejemplo el 1º de Tisri del otoño de 1978 señala el comienzo de un ciclo judío de 19 años; por lo tanto, tres ciclos antes (57 años), el primer año habría comenzado en otoño de 1921; y el primer año, cien ciclos antes de 1921, habría comenzado en el otoño del año 21 d. C., en tiempos de Jesús, suponiendo que este ciclo se hubiera empleado en ese tiempo, lo que no se puede comprobar.*)

Métodos romanos para designar los años.-

Los romanos, con su herencia republicana, no contaban los años según el reinado de sus emperadores, por la sencilla razón de que en Italia y en el Occidente el emperador no era considerado como un monarca reinante. Augusto, el organizador del Imperio Romano que reemplazó a la república, se hizo llamar princeps , literalmente el primero o principal (ciudadano), y su gobierno no era en realidad una monarquía sino un principado. Los términos equivalentes griegos, h ‘ gemon y h ‘ gemonía , se empleaban para referirse al emperador y a su gobierno. Esos nombres se usaban en las provincias orientales, donde el griego era el idioma oficial del gobierno, legado que había quedado de Alejandro y los reinos helenísticos. A Augusto se lo denomina con justa razón, primer emperador romano; y los emperadores son considerados como monarcas porque en la práctica era así. Pero el poder de los emperadores se debía a que ocupaban el puesto de imperator , comandante de las fuerzas armadas (de donde derivó la palabra «emperador»). Los emperadores gobernaban legalmente en virtud de los poderes para los diversos cargos civiles que originalmente habían sido conferidos por votación a Augusto, y que fueron concedidos formalmente para cada emperador subsiguiente. Y no fue sino hasta el reinado de Diocleciano (284-305 d. C.) cuando el gobierno romano se reorganizó legalmente como una monarquía absoluta.

La forma habitual de los romanos de escribir una fecha era: «En el consulado de ____ y ____». Se daba a cada año el nombre de los dos cónsules que ejercían conjuntamente la primera magistratura. Durante el imperio, los cónsules aún continuaban ejerciendo sus funciones cada año (como meras figuras decorativas) a partir del 1º de enero. Las listas consulares que se han encontrado nos permiten ubicar esos años consulares como años a. C. y d. C. Pero en el año 23 a. C., Augusto legalizó su dominio del Estado ejerciendo el consulado cada año (con diferentes «colegas» que en verdad no tenían poder). Al principio computó sus años según el número de veces que había sido cónsul. Cuando dejó de ser cónsul estableció lo que llegó a ser el sistema oficial para designar los años del emperador: según el número de años 228 que había ocupado el poder tribunicio, es decir, el poder (aunque no el cargo) de tribuno (con referencia a los tribunos como protectores de los derechos del pueblo durante la república, ver p. 29). Esos años se computaban como si hubieran comenzado en el aniversario de la primera concesión del poder tribunicio. (Los romanos, a diferencia de los orientales, atribuían importancia a los cumpleaños de las personas, y estaban más acostumbrados a computar los años a partir de los aniversarios. Los orientales se inclinaban más a computar años completos de calendario partiendo del día de año nuevo.)

Años de reinado en el Cercano Oriente.-

En las provincias orientales y en los reinos vasallos del Imperio Romano, la costumbre de poner fechas según los años de reinado de cada monarca había prevalecido por tanto tiempo, que los orientales continuaron aplicando a los emperadores romanos este método de acuerdo con sus calendarios locales respectivos.

Las diferencias locales se notan en el caso de Augusto, ya que su ascensión al poder imperial no se logró mediante un acontecimiento realizado en un solo día. Hoy se suele fijar el comienzo de su reinado en el año 27 a. C., pues en enero de ese año se le dio el título honorífico de Augusto y el senado acordó que se le concedieran los principales poderes constitucionales. Pero en el Oriente su reinado comenzó a contarse a partir de sus conquistas allí. En Siria y en las provincias vecinas se consideraba que había comenzado el 2 de septiembre del año 31 a. C., con la batalla de Accio, cuando obtuvo una victoria decisiva sobre Antonio y conquistó el dominio del imperio. En Egipto se computaba el comienzo de su reinado a partir del año 30 a. C., cuando murió Cleopatra, porque era considerado como sucesor de ella, como rey de Egipto por derecho de conquista. Allí su reinado se computaba según los años del calendario egipcio, a partir del 1º de Thoth del año 30 a. C.

Una forma de indicar una fecha de reinado como la que emplea Lucas, «el año quince del reinado de Tiberio» -frase que al parecer Tiberio nunca usó en Roma-, podría entenderse solamente de acuerdo con el calendario local empleado por el autor. Habría que saber si Lucas estaba contando los años a partir del 1º de Thoth egipcio (fecha que siempre cayó, después de Augusto, en el mes de agosto), o a partir del mes judío de Nisán, o Tisri, etc. Durante el período helenístico, y después, los calendarios locales sirios variaban de una ciudad a otra.

Dos métodos para computar los años de reinado.-

La fecha dependería también del método empleado para numerar los años de reinado. Según un método, el período del año calendario que transcurría después de la muerte del rey era llamado el año ascensional (o de entronización) del nuevo rey; el 1er. año del nuevo reinado era el primer año calendario completo que comenzaba con el próximo día de año nuevo local, después de la entronización. Este es el método del año ascensional (o de entronización) para computar los años de reinado. Este sistema se había empleado en siglos anteriores en Babilonia, Asiria, y el reino de Judá, y también entre los judíos después del exilio, en tiempos de Nehemías (ver t. II, pp. 123, 141-142; t. III, p. 104). Pero había sido discontinuado aun en Babilonia, debido a la conquista macedónica, cuando los años de Alejandro Magno comenzaron a contarse según otro método (conocido por largo tiempo en Egipto): el sistema de cómputo sin año ascensional . Según este cómputo, el año calendario que había comenzado como último año del reinado anterior acababa como el 1er. año del nuevo rey, y llevaba, por lo tanto, dos números. El año 1.º del nuevo rey se extendía desde la fecha de su entronización hasta el próximo día de año nuevo, cuando comenzaba el 2º año (ver t. II, pp. 141-142).

Métodos judíos para computar las fechas.-

Para entender el Nuevo Testamento es importante saber cómo funcionaba el sistema judío de computar las fechas; 229 pero los documentos del primer siglo no proporcionan nada que pueda compararse con las abundantes tablillas que tenemos de un período anterior de Mesopotamia. Se han encontrado monedas palestinas que llevan los números de los años del reinado de los emperadores romanos; pero no hay nada que tenga doble fecha ni otro tipo de sincronismos (ver t. II, p. 138; t. III, pp. 90-91) por los cuales pueda conocerse la ubicación de esas fechas en el esquema del calendario juliano. Por otra parte, las únicas indicaciones que provienen de la literatura judía insinúan que en tiempos de Cristo los años del reinado de los reyes judíos locales eran computados a partir de la primavera. Esto podría parecer extraño en vista de que en tiempos de los reyes de Judá y de Esdras y Nehemías se había empleado el año calendario que comenzaba en otoño (ver t. II, pp. 137, 143-144, 150; t. III, pp. 105-109). Sin embargo, parece haberse empleado en tiempos de los Macabeos (ver p. 27, nota 2) el año que comenzaba en primavera (de la era seléucida), probablemente para diferenciar el año judío del año macedonio durante los años de la era seléucida. Los gobernantes judíos recién independizados, los llamados Macabeos, no eran del antiguo linaje real de Judá. Eran hasmoneos de la tribu de Leví, y reyes- sacerdotes. Sería natural que destacaran el año religioso que comenzaba el 1º de Nisán, en la primavera, y no el antiguo año de reinado de Judá. En consecuencia, no es raro que Josefo, que escribió en el siglo I, computara los años de Herodes el Grande, sucesor de los hasmoneos, a partir de la primavera, y empleara el sistema de cómputo sin año ascensional. Tampoco es raro encontrar que en el Talmud se conserve el recuerdo del mismo método. Se dice allí que el 1º de Nisán era el día de año nuevo de los reyes israelitas (pero que el 1º de Tisri, en el otoño, era el comienzo del año del reinado de los reyes extranjeros, cuando este cómputo lo hacían los judíos). Así como los judíos de los tiempos de 1 Macabeos parecen haber usado su propio cómputo de primavera a primavera, en contraste con los años computados de otoño a otoño por los reyes sirios, así también podría suponerse que se conservaría la misma distinción en el cómputo de los reyes herodianos locales, que eran judíos al menos de nombre, y los de los emperadores romanos, que eran extranjeros. 230 (Nota: Según Josefo, la batalla de Accio (2 de septiembre de 31 a. C.) ocurrió en el año 7 de Herodes el Grande ( Antigüedades xv. 5. 2). Según esta información, su reinado comenzó en el año 37 a. C., a mediados del cual Herodes tomó el reino de Antígono. Pero si el 1er. año de Herodes fue el año en el cual llegó a ser rey, entonces el primer año calendario completo de su reinado, que comenzó en el siguiente día de año nuevo después de su entronización, fue el año 2º; por lo tanto, sus años de reinado se computaban sin año ascensional. Por otra parte, Josefo ubica la muerte de Herodes en el año 37 de su reinado, computando a partir de su designación por los romanos, y en el año 34 contando a partir del momento cuando realmente tomó el reino de Antígono ( Antigüedades xvii. 8.1). Si se computa como 1er. año de los 37 el año 40 / 39, y como 1º de los 34 el año 37 / 36, se llega al año 4/3 a. C. (La combinación de los 34 años y los 37 años para determinar la duración del reinado de Herodes parece exigir el uso de un calendario computado de primavera a primavera.) Por lo tanto, si Herodes murió en el año 4/3 a. C., computado de primavera a primavera, ese mismo año tendría que computarse como el 1er. año de cada uno de sus tres hijos, quienes se dividieron su territorio. Puede demostrarse por medio de informaciones existentes en cuanto a las fechas del final de los reinados de estos hijos, que se empleó el cómputo sin año ascensional (ver diagrama 4, p. 218). El Talmud describe en época posterior el mismo método de cómputo judío para los años de reinado. Con referencia a la afirmación de la Mishnah en el sentido de que «el 1º de Nisán es el año nuevo para los reyes y las fiestas… y el 1º de Tisri es el año nuevo para [el cómputo de] los años [de los reyes extranjeros]», la nota explicativa dice que a partir del 1º de Nisán se computaban «los años de reinado de reyes israelitas. De modo que si un rey ascendía al trono en el mes precedente, el de Adar, comenzaba su segundo año de reinado el siguiente 1º de Nisán» (Mishnah Rosh Hashanah 1. 1, y nota 4 en la edición de Danby). La Guemara, al comentar sobre estas afirmaciones, cita al rabí Hisda (m. 309), quien dice que la regla del 1º de Nisán «sólo debía aplicarse a los reyes de Israel, pero los años de los reyes que no eran israelitas se computan a partir de Tisri» (Talmud Rosh Hashanah 3a). El hecho de que los rabinos discutieran el asunto refiriéndose a Nehemías y al año computado de otoño a otoño, muestra que en esa fecha había confusión en cuanto al antiguo método judío de computar los años. Pero el hecho de que haya evidencias de que los antiguos reyes de Judá emplearon el cómputo a partir del otoño y que los reyes posteriores, los herodianos, emplearon el año comenzado en primavera, parece indicar que la tradición registrada en el Talmud corresponde con el período herodiano; es decir que los años de los reyes Judío 5 más cercanos al tiempo de la composición del Talmud eran computados a partir de la primavera, y que los de los reyes extranjeros eran computados a partir del otoño.* )

Eras tradicionales de griegos y romanos.-

Los historiadores del Imperio Romano asignaban fechas a los acontecimientos según dos eras tradicionales, cuyos comienzos se fijaron en fechas anteriores bastante inciertas.

Las olimpiadas griegas eran los períodos de cuatro años que transcurrían entre dos series de juegos sucesivos en la ciudad de Olimpia. Esas olimpíadas se comenzaron a contar desde el año 776 a. C., supuesto comienzo de dichos juegos. El 3er. año de la olimpíada 195 (Ol. 195. 3) sería entonces el año 3/4 d. C., de verano (mediados de junio-julio) a verano. Esta operación resulta de multiplicar 195 x 4 (780), y restar 776 de dicha cifra.

El cómputo romano de los años desde la fundación de Roma (A.U.C.: ab urbe condita ), cuando se supone que Rómulo y Remo fundaron dicha ciudad, no era calculado de la misma manera por todos los autores romanos. Varrón, autoridad generalmente aceptada, ubicó la fundación de la ciudad en el año correspondiente a 753 a. C. Aunque se suponía que la fecha exacta era el 21 de abril, algunas veces se computaban los años A.U.C. según los años del calendario romano, a partir del 1º de enero. Esta era romana, como las olimpíadas, aparece con frecuencia en documentos históricos; pero la forma romana habitual de expresar la fecha era la que se fijaba por los consulados (ver p. 227).

Eras orientales que se empleaban en el tiempo de Cristo.-

En las partes más orientales del Imperio Romano se empleaba la era seléucida, comenzada por los reyes seléucidas. Se la computaba a partir de septiembre-octubre de 312 a. C. según el calendario oficial macedonio, aunque en Babilonia se la computaba siempre a partir de la primavera (marzo-abril) de 311 ; y es posible que el autor judío de 1 Macabeos la haya computado a partir de la primavera de 312 (ver p. 27, nota 2). Hubo también varias eras de Augusto. Una fue la era de Accio, que comenzó a partir de la victoria de Augusto (llamado entonces Octavio) en Accio, el 2 de septiembre del año 31 a. C. Esta era fue continuada después de la muerte de Augusto, y por esto se han encontrado monedas acuñadas por unos pocos años en Antioquía y el vecino puerto de Seleucia, que llevan doble fecha: la de la era de Accio y la de los años de reinado de Tiberio. Los egipcios tuvieron otra era augustal, computada a partir del 1º de Thoth del año 30 a. C., en la cual se computaban los años de su reinado como rey de Egipto después de la muerte de Cleopatra. Algunos también computaban una era augustal a partir del año 27 a. C., cuando comenzó el gobierno constitucional de Augusto. (Nota: La evidencia numismática demuestra que el 1er. año de la era de Accio (acciana) fue el año 31/30 a. C., pero no comprueba si los años se computaban a partir del día de año nuevo en el otoño, del 1º de Tisri (como lo supone Mommsen, quien lo hace coincidir con el 1º de octubre romano), o a partir del 2 de septiembre, aniversario de la batalla de Accio (lo que suponen otros eruditos). A falta de una prueba, lo segundo parece ser más probable, pues Octavio instituyó una fiesta cuadrienal en honor de ese día. Dio Casio (li. 1. 1, 2) afirma que los años de su reinado debían computarse a partir de esa fecha. Una era que conmemorara una fecha específica bien podría significar que se contarían los años a partir de esa fecha para festejar los aniversarios, así como el cómputo de las olimpíadas y la fecha de la fundación de Roma (A.U.C.) se contaban en años que comenzaban a mediados del verano, cuando se realizaban los juegos olímpicos, y el 21 de abril, aniversario tradicional de la fundación de Roma.*)

La era cristiana.-

Históricamente, la era cristiana no debe aparecer en un estudio cronológico del siglo I, pues no fue inventada sino siglos más tarde. Sin embargo, como se supone que computa los años a partir del nacimiento de Cristo, y las palabras «primer siglo» se usan en relación con esta era, y ya que todos los acontecimientos registrados en el NT (salvo el nacimiento de Jesús) se computan según este sistema, corresponde explicar esta era. En el siglo VI d. C., un monje llamado Dionisio el Exiguo ideó una nueva tabla para la fecha de pascua de resurrección, en la cual introdujo un nuevo método de contar los años. Situó el nacimiento de Cristo, 231 según la mejor información de que disponía, en el año 754 A.U.C., y comenzó desde ese punto su escala de años que denominó anno domini nostri , «año de nuestro Señor», comúnmente llamado anno domini, abreviado A.D.; equivalente a «después de Jesucristo» (abreviado d. C.). Según su cómputo estaba en el año 532 de estos años de «nuestro Señor» cuando escribió. Esta era no se empleó en forma general sino hasta varios siglos más tarde, pero ahora se la emplea en todo el mundo y aun es de uso común en los países islámicos y del Lejano Oriente, donde retienen sus antiguos calendarios. Hace mucho tiempo que se sabe que Dionisio fijó mal el año del nacimiento de Cristo; pero la utilidad de su esquema no se menoscaba siempre que se entienda, por ejemplo, que 1987 no fue el año 1987 a partir del nacimiento de Jesús, sino que es el año 1987 de un cómputo no exacto llamado era cristiana, cuyo punto de partida se sitúa algunos años después de la verdadera fecha de la Natividad. Los eruditos no concuerdan en cuanto al número exacto de los años de ese error, pero es seguro que no son menos de unos cuatro años, y que el nacimiento de Jesús debe fijarse en alguna fecha «antes de Cristo». (Nota: * La aplicación de fechas d.C. a los acontecimientos ocurridos después del tiempo de Cristo hizo que se aplicara hacia atrás la escala de los años del calendario juliano (ver p. 226), antes de la era cristiana. Al año anterior al 1 d.C. se lo denomina 1 a. C.(ver diagrama 2, p. 217), y así sucesivamente. La ausencia de un año 0 (excepto para los astrónomos, para quienes el 1d.C. es el 0, el 2 a.C. es el -1, etc.), ha hecho incurrir en frecuentes errores de cálculo en el cómputo de fechas a.C. y d.C. (ver t. I,. 187, y nota) )

III. La fecha del nacimiento de Cristo

Fecha tradicional.-

La fecha que sin duda con mayor frecuencia se ha designado para el nacimiento de Cristo es el año 4 (ó 5) a. C., aunque algunos le asignan el año 6 o el 8, y aun antes. La popularidad del año 4 a. C. quizá se deba a James Ussher, arzobispo anglicano, quien consideraba que la era cristiana había comenzado cuatro años después de lo que debía haber comenzado. Ussher ubicó la creación en el año 4004 a. C. porque creía que Cristo había nacido en el año 4000 después de la creación del mundo, es decir, en el año 5/4 a. C., computado de otoño a otoño. Por eso situó la fecha de la Natividad cerca del final del año 5 a. C., y ese año apareció en el margen de muchas Biblias inglesas durante unos 250 años. Pero ahora se sabe que las fechas de Ussher, compiladas hace más de 300 años, son muy poco precisas. Muchas son aproximadamente correctas, pero muchas más son enteramente erróneas. Los descubrimientos arqueológicos modernos han permitido establecer con precisión muchas fechas antiguas que era imposible conocer en los días de Ussher. Sin embargo, puede considerarse que el año 5 a. C. es aproximadamente correcto, pero la prueba no es tan suficientemente completa como para proporcionar la fecha exacta del nacimiento de Jesús, -como se verá a continuación.

Censo en tiempos de Quirinio (Cirenio).-

Lucas dice que Jesús nació durante un empadronamiento ordenado por Augusto, y que fue el «primer censo» que «se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria» (Luc. 2: 2). Josefo nombra a Sencio Saturnino y a Quintilio Varo como gobernadores sucesivos, a partir aproximadamente del año 9 a. C. hasta después de la muerte de Herodes ( Antigüedades xvi. 9. 1; xvii. 5. 2; 9. 3). Por eso los críticos impugnan esto como un error de Lucas; sin embargo, la falta de pruebas no quita la probabilidad de que Cristo hubiera nacido durante el censo que se hizo cuando Cirenio era gobernador. Se han descifrado dos inscripciones en las cuales aparece Cirenio como si fuera gobernador asociado de Siria antes de la muerte de Herodes, y se ha concluido que el censo al cual se refiere Lucas fue el que se hizo en el año 8 ó 6 a. C., y no el que se llevó a cabo en un período posterior del gobierno de Cirenio, en el año 6 d. C. (ver la obra de Caird en la Bibliografía al final de este capítulo). Algunos explican que el censo que menciona Lucas se refiere al que había sido decretado por Augusto en el año 8 a. C., que comenzó en Palestina algún tiempo más tarde (cuando María y José fueron a Belén), que luego quedó inconcluso debido a la muerte de Herodes, y que fue completado en tiempo de Cirenio, por lo cual se lo asocia con este nombre. Josefo afirma que Cirenio realizó un censo romano de Judea en torno del año 6 ó 7 d. C. ( Antigüedades xviii. 1. 1; 2. 1; xx. 5. 2), y menciona una insurrección dirigida por Judas de Galilea para oponerse a ese censo. En Hech. 5: 37 se hace referencia a este levantamiento. Este censo se hizo poco después de que Arquelao fuera depuesto y Judea fuera formalmente anexada a la provincia romana de Siria en 6 d. C. Si se consideran juntos estos hechos, surge la posibilidad de que el antagonismo judío hubiera imposibilitado la finalización de ese censo (con su correspondiente impuesto) durante el gobierno herodiano, y que en cuanto Judea fue incorporada a la provincia de Siria, el censo y el cobro de impuestos fueron debidamente terminados. Ver p. 217, diagrama 2.

Se ha objetado que no hay registro de ningún decreto imperial relacionado con el cobro de tributos en Judea antes del que hizo Cirenio en el año 6 ó 7 d. C.; pero debe recordarse que no hay registros detallados de la administración romana de Palestina. Herodes y Arquelao eran vasallos de Roma, pero disfrutaban de bastante independencia en los asuntos locales, y es muy probable que exigieran impuestos por sí mismos, para pagar después tributo a Roma de sus propias fortunas. Es muy posible que Herodes, quizá, algo tardíamente, llevara a cabo un empadronamiento decretado antes por Augusto. Tal decreto, aunque hubiera sido dado en nombre de Herodes, bien podría haberse considerado como un edicto romano pues Herodes estaba bajo César. José y María fueron a Belén -tierra de sus antepasados- para empadronarse. El imperio permitía que se hicieran los censos utilizando métodos locales. Que tal práctica se siguiera en el Cercano Oriente queda demostrado por un papiro de un siglo más tarde, el cual muestra que en Egipto se exigía a la gente que regresara a su lugar de origen para ser censada (ver Caird, en Bibliografía).

No puede darse fecha para la aparición de la estrella.-

De nada sirven todos los intentos, por medio de los cálculos astronómicos, para asignar una fecha precisa para la estrella de Belén (Mat. 2: 2). Ningún astro podría haber dirigido a los viajeros desde el Oriente y luego haber continuado hacia el sur desde Jerusalén hasta Belén, para detenerse finalmente sobre determinada casa. Esa estrella fue evidentemente milagrosa y no fue un cuerpo celeste normal (ver DTG 42).

La muerte de Herodes en el año 4 a. C.-

Josefo ubica la muerte de Herodes en el año 37 de su reinado, contado desde su designación, o en el 34, desde cuando poseyó el reino, es decir, en el año 4/3 a. C., computado de Nisán a Nisán. Algunos han supuesto que Herodes murió en la última parte del año 4/3, y por lo tanto han situado el nacimiento de Jesús en el otoño (septiembre-octubre) del año 4 a. C. o más tarde; pero la interpretación más generalmente aceptada del relato de Josefo es la que explica que Herodes murió en los primeros días del mes de Nisán del año 4 a. C. Se ha explicado en otra parte que si Herodes murió en los primeros días de abril del año 4 a. C., los acontecimientos transcurridos entre el nacimiento de Cristo y la matanza de los niños de Belén, mientras Herodes aún vivía, colocarían el nacimiento de Cristo cuando más en la primera parte del año 4 a. C., y quizá algunos meses 233 antes, a fines del año 5 a. C. (ver com. Mat. 2: 1 y p. 217, diagrama 2). El nacimiento de Cristo no pudo haber ocurrido ni mucho antes, ni mucho después del año 4 ó 5 a. C., pues Jesús «era como de treinta años» cuando comenzó su ministerio «en el año decimoquinto del imperio de Tiberio». (Nota: La fecha de la muerte de Herodes debe basarse en las comprobaciones históricas proporcionadas por Josefo (ver p. 217, nota 2), pues no puede fijarse astronómicamente mediante un eclipse. Son varios los posibles eclipses que podrían identificarse con el que menciona Josefo, pero el año 4/3 a. C. es la última fecha posible basándose en la fecha de la designación de Herodes como rey, en la duración de su reinado y en las fechas de sus sucesores. *)

IV. Comienzo del ministerio de Cristo

La principal afirmación cronológica que da la fecha del comienzo del ministerio de Cristo se halla en Luc. 3:1-2. Antes de examinar este importante texto, se considerarán otras dos frases; una, expresada definidamente en números redondos, y la otra, al parecer, también en esa forma.

«Como de treinta años».-

El texto griego de Lucas dice: » «Jesús mismo estaba comenzando como de años treinta» » (Luc. 3: 23). Por lo general esta declaración se ha interpretado en el sentido de que la edad de Jesús al comenzar su ministerio era de unos treinta años; así lo traduce la RVR (ver en Hech. 1:22 la forma como Lucas emplea una construcción similar). Es verdad que si Jesús hubiera nacido, a más tardar, en el año 4 a. C., habría cumplido su 30º año en el 27 d.C. Pero además de la incertidumbre en cuanto al método bíblico exacto para computar las edades, la palabra griega h Ç séi , «como», «aproximadamente», indica aquí un número redondo. Sin duda Jesús tendría «como treinta» años con un margen, por lo menos, de un año o dos, ya sea de menos o de más. Si Lucas, que nos proporciona una narración más detallada que los otros autores evangélicos, hubiera sabido exactamente la edad de Jesús, difícilmente se habría conformado con las vagas palabras «como de treinta años». No es preciso saber la fecha exacta del nacimiento de Jesús, ni su edad exacta cuando fue bautizado para determinar con aproximación la fecha del comienzo de su ministerio. Se ha sugerido que Lucas quería indicar que Jesús tenía al menos treinta años, es decir, la edad cuando podía considerarse que estaba listo para comenzar una vida de liderazgo (ver com. Luc. 3: 23).

Los cuarenta y seis años del templo.-

Algunos han intentado deducir la fecha del ministerio de Cristo de la declaración donde se afirma que el templo había estado en construcción por 46 años (Juan 2: 20). Esa no fue la afirmación cronológica premeditada de un historiador, escrita luego de consultar los registros históricos. Era parte de una réplica oral. El que hablaba no tenía la intención de narrar un hecho histórico, sino burlarse de las supuestas pretensiones de Jesús de que podía reconstruir el templo en tres días. Quizá el número era exacto, o tal vez era una aproximación. Además, no se indica ningún punto de partida ni de terminación. Por lo tanto, no debe tomarse esta afirmación como un dato cronológico exacto para calcular una fecha.

Sin embargo, puede considerarse que el período de 46 años desde el momento cuando se comenzó a construir el templo de Herodes es relativamente correcto. Josefo afirma que el templo se comenzó a construir en el año 18 del reinado de Herodes ( Antigüedades xv. 11.1). En otro pasaje dice que se comenzó la construcción en el año 15 ( Guerra i. 21.1). Algunos consideran que estas dos fechas representan el mismo año computado desde dos puntos de partida (desde que fue designado como rey por los romanos en el 40 a. C., y desde el momento cuando comenzó su gobierno de Judea en 37 a. C.). Por otra parte, hay quienes consideran que en Antigüedades se corrige un dato equivocado que se había dado en Guerra . Otros sugieren que Herodes quizá comenzó los preparativos para construir el templo tres años antes de comenzar la construcción, o que los 46 años deben contarse a partir del final de la primera etapa de la construcción, cuando se celebró con una gran fiesta la terminación del edificio del templo, sin los atrios ni los edificios adyacentes ( Antigüedades xv. 11. 6). 234 Si se parte del año 15 del reinado de Herodes, el 23/22 a. C., el intervalo para llegar al año 15 de Tiberio, según el cómputo más corto, es de 49 años. Pero si se empieza a contar desde que comenzó la construcción en el año 18, el 20/19 a. C. (quizá en enero del 19 a. C., puesto que el primer año y medio de construcción acabó en pleno verano con la celebración en el día del aniversario de la entronización de Herodes), entonces los 46 años terminarían en el 28 d. C. Y fue unos meses más tarde, en la pascua de ese año, según la interpretación más anticipada que se puede dar al año 15 de Tiberio, cuando se hizo la declaración relativa a los 46 años de construcción. En vista de que no se tiene un punto de partida exacto y de que se trata de un comentario casual, evidentemente no puede afirmarse que esta declaración de los 46 años establezca una fecha definida.

La declaración cronológica de Lucas, cuyo propósito evidente era el de ubicar el comienzo del ministerio de Cristo, es mucho más específica y detallada. En los siguientes párrafos se tratará este tema.

La fecha dada por Lucas.-

El mismo capítulo que contiene la frase «como de treinta años» (Luc. 3: 23), contiene la única mención de un año de reinado específico de todo el NT. Juan el Bautista «fue por toda la región contigua al Jordán, predicando» poco antes del bautismo de Jesús en «el año decimoquinto… de Tiberio César»el año decimoquinto… de Tiberio César» (Luc. 3: 3, 1). Lucas también ubica este suceso durante el gobierno de Poncio Pilato (26-36 d. C.), de Herodes Antipas (4 a. C.- 39 d. C.), de Felipe (4 a. C. 33/34 d. C.) y Lisanias (cuyas fechas se desconocen, pero que ejerció el poder por ese tiempo), y de los sacerdocios de Anás (c. 6-14 d. C.) y de Caifás (c. 18-36 d. C.). Esta combinación de fechas ubica el bautismo relatado por Lucas entre los años 26 y 34 d. C. (ver p. 218, diagrama 3). Pero sólo el 15º año de Tiberio César puede situarlo en un determinado año. (Nota: Ver com. Luc. 3: l. Las fechas que se dan para Anás y para su yerno Caifás, no se contradicen. Anás fue destituido por un gobernador romano, pero Lucas evidentemente era uno de los que lo consideraba como legítimo sumo sacerdote mucho después de que perdió esa posición. Mientras Anás vivió, parece haber ejercido más influencia sobre los judíos que sus sucesores; se lo consideraba algo así como a un «sumo sacerdote emérito», como jefe de una familia que proporcionó cinco sumos sacerdotes después de él. *)

«El año decimoquinto del imperio de Tiberio César».-

La identificación de este año de reinado depende del método empleado por Lucas para fijar los años de reinado, pues los diversos pueblos sujetos a Roma computaban los años según sus propios calendarios y no por un calendario oficial. Tiberio, como antes Augusto, legalmente fue princeps (Gr. h ‘ gem Ç n ) e imperator , y nunca rey. El «año quince del imperio» (h’gemonía) no era una manera romana de expresar la fecha. Los romanos probablemente habrían designado ese mismo año como el 29 (ó 30) del poder tribunicio de Tiberio, o como un año consular (ver p. 227) La expresión empleada por Lucas era de origen oriental, común en las provincias que antes habían computado sus fechas según los años de reinado de sus reyes y soberanos, cada uno de acuerdo a su propio calendario (ver pp. 226-229, 235). ¿Cuál calendario empleó Lucas? ¿Computó como el 1er. año de Tiberio el año en que fue entronizado como rey, o se refirió al primer año completo de calendario que comenzó en el siguiente día de año nuevo? ¿Contó los años de reinado como si hubieran comenzado después de la muerte de Augusto, o a partir de una corregencia que había comenzado antes? Todo esto debe saberse para determinar con exactitud a qué fecha se refería Lucas cuando habló del año «decimoquinto». Desafortunadamente, no tenemos una respuesta para estas preguntas. Las comprobaciones que existen sólo pueden, en el mejor de los casos, dar una respuesta bastante aproximada pero no definitiva.

Corregencia de Tiberio con Augusto.

Algunos eruditos han procurado computar 235 el año 15 de Tiberio, tal como lo da Lucas, a partir de varias fechas antes de la muerte de Augusto. Es bien conocido el hecho de que Tiberio ocupó numerosos y elevados puestos en la administración romana, tanto civil como militar, mientras Augusto aún vivía. En el año 6 a. C. fue investido con el poder tribunicio, durante cinco años, juntamente con Augusto. En el año 4 d. C. fue adoptado como hijo y heredero de Augusto y se le dio el poder tribunicio por diez años (27 de junio del 4 d. C.), poder que fue renovado en el año 13 d. C. quizá por otros diez años. Para asegurar la sucesión, Augusto lo nombró como corregente en la administración de las provincias. Escribe un autor de la época: «Por pedido de su padre de que tuviera en todas las provincias y todos los ejércitos un poder igual al suyo, el senado y el pueblo romano así lo decretaron» (Velleio Patérculo, ii. 121. 1-2). La dificultad se halla en que no hay acuerdo en cuanto a la fecha del comienzo de esa corregencia: si comenzó en el año 11, 12 ó 13 d. C. Si como algunos argumentan, la palabra «imperio» ( h ‘ gemonía ) que usa Lucas se refiere a la corregencia de Tiberio y no a su reinado como rey único, entonces no puede encontrarse una prueba que confirme esta interpretación. Por otra parte, hay muchos indicios de que ni Tiberio ni nadie más comenzó a contar los años de su reinado antes de la muerte de Augusto. (Nota: Una moneda griega hallada en Antioquía, con fecha del reinado de Tiberio, era una de las pruebas que se citaba para indicar que los años de reinado de Tiberio se contaban desde el comienzo de una corregencia de dos años. Pero esta moneda, mencionada sólo en un catálogo numismático del siglo XVIII (el de Morel), parece haber desaparecido. Ninguna autoridad en numismática puede aceptar la descripción de dicha moneda como una prueba. Se sospecha que el año de la era acciana, el 43, que parece que data dicha moneda, se debió a una lectura equivocada; el año probablemente era el 45. Otra moneda fechada en el año 44 también fue rechazada por los numismáticos. Con referencia a estas monedas y a otras pruebas de la mencionada corregencia, ver George Ogg, The Chronology of the Public Ministry of Jesus, pp. 173-183.*)

Entronización de Tiberio.-

Augusto murió en Nola, Campania, Italia, el 19 de agosto, durante el consulado de Sexto Pompeyo y Sexto Apuleio, en el año 44 de la batalla de Accio (Dio Cassio lvi. 29. 2; 30. 5). Este es indiscutiblemente el año 14 d. C. Tiberio, que estaba de viaje, fue llamado con toda premura para que volviera al lecho de muerte de su padre. Tiberio anunció la muerte del emperador, y como ya había sido por un año o más el comandante de los ejércitos y corregente en las provincias, parece que fue aceptado sin vacilación por los provincianos. Pero en Italia su gobierno fue sólo provisional, pues en Roma no había una monarquía hereditaria, y para los romanos ni siquiera era una monarquía. Parece que Tiberio aceptó no de muy buena gana los títulos y poderes del fallecido emperador (ver Velleio Patérculo ii. 123. 1-2; 124. 2-3; Suetonio, Vidas de los Césares , «Tiberio» iii. 23. 1; 24. 1-2; Tácito, Anales , i. 5. 7; Dio Cassio lvii. 2. 1-4; 3. 1; 7. 1).

En la parte oriental del imperio, donde se acostumbraba contar las fechas según el año de reinado del monarca, todos los documentos habrían comenzado a fecharse en el reinado de Tiberio en cuanto se hubiera recibido la noticia de su entronización. El número del año cambiaba al siguiente día de año nuevo según cada calendario local: en Egipto el 1.º de Thoth, 29 ó 30 de agosto; en la isla de Chipre, en septiembre; en Antioquía de Siria, el 1.º de Tisri, la luna nueva de octubre (a menos que para ese tiempo el mes semítico de Tisri ya hubiera sido cambiado para hacerlo coincidir con el mes juliano de octubre, lo que con seguridad ocurrió posteriormente). La pregunta es: ¿el año 1 o el 2 de Tiberio fue el que comenzó en el siguiente día de año nuevo después de que ocupó el trono?

¿Cuál fue el primer año de Tiberio?-

Ya se ha explicado que al emplearse el método del año ascensional para computar los años de reinado, el resto del año calendario durante el cual comenzaba un nuevo reinado era el año ascensional, y que el año primero del reinado comenzaba sólo en el siguiente día de año nuevo 236 después de que el rey ascendía al trono. Según el sistema de cómputo sin año ascensional, el primer año del reinado era el año durante el cual el nuevo rey ocupaba el trono, y el año de reinado que se iniciaba en el siguiente día de año nuevo era el año segundo (ver p. 228). Este segundo sistema, sin año ascensional, aparece en varios documentos como método común de computar los años de reinado en el Cercano Oriente durante la primera parte de su dominación por el Imperio Romano. (Nota: Aegiptiaca, fragmento 68) y Herodoto (iii. 14); pero que se extendió hasta el quinto mes del 2o. año ( Papiro Demótico de Estrasburgo, No.2 , publicado por Wilhelm Spiegelberg en 1902; ver también Richard A.Parker , «Cronología de Persia y Egipto», American Journal of Semitic Languages 58 [1941]: 298 ). Los papiros elefantinos de doble fecha del periodo de la dominación persa, muestran que los egipcios empleaban ese método, aunque los reyes persas usaban el método babilonio del cómputo con año ascensional (como lo demuestran los papiros de doble fecha AP 25 y AP 28. *)

Esta evidencia indicaría que en el Cercano Oriente en general , el primer año de Tiberio y comenzó su segundo año en algún momento entre fines de agosto y octubre de 14 d.C., si no existieran evidencias directas de que en Egipto, Chipre, y quizá Siria, el primer año de Tiberio comenzó con el año nuevo del otoño (septiembre-octubre) de 14 d. C. (por lo cual el año 15 de su reinado sería el 28/29 d. C.). (Nota: * La prueba que puede obtenerse del sistema romano de fijar fechas, en el sentido de que año 28/29 corresponde con el año 15, no tiene importancia, pues el sistema oficial romano de numeerar los años de un emperador era el de los años cuando tuvo poder tribunicio. En el caso de Tiberio su primer año como emperador fue el 16.º como tribuno, computado a partir del 27 de junio, 14 d. C., hasta el 27 de junio del año 15 d. C. (sin año ascencional). Pero éste no era un verdad un cómputo de años de reinado. Una inscripción hallad en Chipre, según la cual noviembre del año 16 de Tiberio correspondió con el año 31 de su poder tribunicio, indica que según el calendario local, el ano 1 comenzó en septiembre del 14 d.C. También existen varios papiros egipcios fechados en vario meses del 1er. año, lo que muestra que en Egipto el 1er. año de Tiberio no fue el corto intervalo de díez días entre el 19 de agosto y el sigueinte día del año nuevo egipcio, Esto parece indicar que el primer año de Tiberio, fue el año calendario que comenzó con el 1.º de Thoth de 14 d.C. Esta aparente desviación de la práctica usual, al menos en Egipto, parece haber sido solo la aplicación del método usual en un caso excepcional. En el siguiente día del año nuevo en Egipto, solo Díez días después de la muerte de Augusto, difícilmente Podría haber llegado a Egipto la noticia de que el reinado de Tiberio había comenzado. en tal caso, el año entrante habría recibido el número siguiente del reinado de Augusto, y entonces, al, recibirse la noticia del nuevo gobierno, el resto de ese año -casi su totalidad en este caso-, siguiendo la practica común habría continuado como el 1er. año del nuevo monarca (Ver F.G. Kenyon, editor, Greek Papyri in The Bristish Museum, t.2, p. 149 y nota.) Lo mismo podría haber ocurrido en Antioquía de Siria, aunque es posible que la noticia hubiera llegado allí antes del día del año nuevo en el mes de octubre. Existen monedas con doble fecha, provenientes de Antioquía y del puerto vecino de Seleucia, acuñadas respectivamente en los años 1.º y 3.º de Tiberio y en los años 45 y 47 de la era acciana Se supone que los años de esa era comenzaban el 2 de septiembre, por lo cual una moneda fechada en el año 45 de dicha era, había sido acuñada entre el 2 de septiembre del año 14 d.C., y el 2 de septiembre del año 15 d.C. Pero los años de reinado eran por lo general años calendario, que comenzaban con el día de año nuevo, en este caso el 1.º de Tisri, en octubre. por eso, si el, año 45 de la era acciana comenzaba aproximadamente un mes antes del año de reinado, abarcaba el último mes (aproximadamente) del año de reinado más todo el año siguiente con excepción del último mes. Por lo tanto, corresponde preguntar si estas monedas fechadas con el 1er. año de Tiberio fueron acuñadas muy poco después del comienzo del año 45 de la era acciana, en el último mes del 1er. año de Tiberio, que en este caso habría terminado en octubre de 14 d.C.; o ¿fueron acaso acuñadas después del 1.º de Tisri, en el año 45? Si sucedió lo segundo, el primer año e Tiberio debe haber sido el año calendario que comenzó en octubre del año 14 d.C. y terminó en el año 15 d.C. En verdad, es lógico suponer que las primeras monedas de Tiberio fueron acuñadas en cuanto se supo de su ascención al trono, y que la fecha correspondió con el período entre el 2 de septiembre y el 1.º de del año 14 d.C. )

Estas informaciones para el reinado de Tiberio son excepcionales, pues la numeración de los años está atrasada en un año porque la ascensión ocurrió tan tarde (19 de agosto) como para que en las zonas distantes no se enteraran de ella hasta después del año nuevo. En vista de que los diversos pueblos orientales empleaban distintos calendarios, debe determinarse cuál método usó Lucas para fijar la fecha en base a lo que se hacía en su país y no en lo que se practicaba en otros.

Cómputo judío del reinado de Tiberio.-

Todo lo que se ha dicho deja aún sin contestar la pregunta clave: ¿Computaban los judíos como el año primero de Tiberio ese corto intervalo que comenzó en algún momento posterior al 19 de agosto, y terminó en el siguiente día de año nuevo judío (octubre del 14 d. C.), o consideraban que su primer año había comenzado con ese mismo día de año nuevo en 14 d. C.? Desgraciadamente no se conoce ninguna inscripción ni moneda de Palestina que pueda probar ni lo uno ni lo otro. Sin embargo, la literatura judía del siglo I habla de la costumbre judía en cuanto a esto. Josefo indica, sin lugar a duda, que los reinados de Herodes el Grande y de sus hijos fueron computados sin año ascensional (ver p. 229, nota 2; p. 218, diagrama 4). (Nota: Se conocen varias monedas judías fechadas en los años subsiguientes de Tiberio, pero no se sabe de ninguna que fuera fechada en el año 1.º de ese reinado. Esta es sólo una prueba negativa; pero si fuese verdad que no le acuñó ninguna moneda en Palestina en el 1er año de Tiberio, o si se acuñaron muy pocas, eso podría dar a entender que ese año fue muy corto, es decir, que duró dos meses escasos. Sería mucho más razonable aceptar esta alternativa que la otra, de que no se acuñaron monedas en Palestina durante el 1er año de Tiberio, sino sólo más de un año después de su entronización, lo que habría ocurrido así si su 1er año se extendió hasta Tisri del año 15 d. C. *)

Además, siendo que Josefo manifiesta que la tradición rabínica referente al cómputo de los años de reinado de los reyes judíos (ver nota 2) también se aplica en el siglo I d. C., es razonable esperar que la otra parte de la misma tradición también es válida; esto es, que los judíos computaban el reinado de los reyes extranjeros según el año que comenzaba el 1.º de Tisri. Si así fue, es de esperar que Lucas contara los años de Tiberio, gobernante romano, a partir del 1.º de Tisri, y que su 2.º año comenzara el primer día de año nuevo de su reinado, es decir el 1.º de Tisri del año 14 d. C. Puesto que la fecha de Tisri a mediados de octubre permitiría ampliamente que se hubiera conocido en Palestina la noticia de la muerte de Augusto ocurrida el 19 de agosto, antes del 1.º de Tisri, difícilmente podría suponerse que los judíos, al igual que los egipcios, comenzaran a computar el año 1.º de Tiberio sólo después de su día de año nuevo en 14 d. C.

Por lo tanto, si Lucas empleó el método normal de los judíos para computar las 238 fechas, lo que parece sumamente probable, es de esperar que el año 15 de Tiberio fuera el año civil judío, de otoño a otoño del hemisferio norte de 27/28 d. C. No hay prueba de esto por evidencias directas de la época, pero por lo que se sabe de la costumbre judía, parece que es la solución más probable. (Nota: Es posible que Lucas haya sido gentil, pero no hay razón para suponer que computó esta fecha según otro método sino según el corriente entre los judíos. Las personas de quienes dice que «desde el principio lo vieron con sus ojos» (Luc. 1: 2), a las cuales cita como fuente de información, eran las que se habían asociado íntimamente con Jesús, y eran judíos de Palestina. Se ha sugerido, por ejemplo, que los detalles de Luc. 2 quizá provinieron de María misma, y que ni ella ni los doce habrían recordado la fecha del bautismo de Jesús, sino de acuerdo con el calendario local.*)

Fecha del bautismo de Jesús.

Si Luc. 3: 1 se refiere al año 27/28 d. C. como el año cuando Juan el Bautista salió del desierto y bautizó a Jesús, hay una perfecta concordancia entre la interpretación de la cronología del ministerio de Cristo que ubica su bautismo en algún momento poco después del 1.º de Tisri, en octubre del año 27 d. C., o sea 483 años después de «la salida de la orden» en el otoño (septiembre-octubre) de 457 a. C. (ver la sección V).

V. Duración del ministerio de Cristo y la septuagésima semana

Tres años y medio de ministerio de Cristo.-

Siendo que los autores de los cuatro Evangelios no se preocupan por la uniformidad ni por el estricto orden cronológico, siempre han existido diferencias de interpretación en cuanto a la reconstrucción de la secuencia y la duración de los acontecimientos del ministerio de Cristo. Ninguna de las diversas Armonías de los Evangelios puede asegurar que su cronología sea perfectamente comprobable. Algunos dan al ministerio de Cristo una duración de un año; otros, dos años o más; otros, tres años y medio, y algunos hasta siete años. Este Comentario presenta un bosquejo cronológico sugerente de los relatos bíblicos, basado en las tres pascuas mencionadas por Juan en su Evangelio (Juan 2: 13; 6: 4; 12: 1) y otra fiesta no especificada (cap. 5: 1), pero que se interpreta también como una pascua; y por lo tanto le asigna al ministerio de Cristo una duración de 31/2 años (ver pp. 183, 219 y el diagrama 5), período que comienza en el otoño del año 27 d. C. y concluye en la primavera del año 31 d. C.

Las setenta semanas de Daniel.-

La falta de una prueba decisiva en cuanto a la fecha exacta del comienzo del ministerio de Cristo no sólo ha originado diferentes opiniones respecto a los acontecimientos implicados, sino también ha hecho que los críticos aseguren que hay contradicciones entre los Evangelios sinópticos y Juan, y que ataquen la aplicación histórica de la profecía de las 70 semanas (Dan. 9: 24-27) a la vida de Cristo. La mayoría de los teólogos han interpretado a través de los siglos que el gran período profético que había de «sellar la visión y la profecía», señalando el tiempo del «Mesías Príncipe», llegaría hasta el primer advenimiento de Cristo; y que la crucifixión ocurriría o a la mitad o al final de la 70ª semana. La interpretación historicista más aceptada desde la Reforma es que la 70ª semana sigue inmediatamente a la 69ª, sin ningún intervalo, y que los acontecimientos profetizados que sucederían durante la 70ª semana se cumplieron en relación con la vida de Cristo. Este Comentario expone cuál era la interpretación más común durante el movimiento adventista del siglo XIX, es decir, que las 70 semanas comenzaron en el 7.º año del reinado de Artajerjes (ver com. Dan. 9: 25). Este artículo demuestra que si se coloca el bautismo de Cristo al comienzo de la 70ª semana y su crucifixión a la «mitad de la semana», se puede armonizar esta interpretación con la evidencia que existe para ubicar en el tiempo el ministerio de Cristo.

No hay dificultad en saber cuándo fue «la salida de la orden» para dar comienzo a las 70 semanas en el otoño (septiembre-octubre) del año 457 a. C. Esto ya se ha tratado en tomos anteriores (ver com. Dan. 9: 25; con referencia al fijamiento de la fecha, ver t. III, pp. 103, 106-108). El lector que encuentre una posible armonía entre los acontecimientos predichos en la profecía para el fin de ese período y los datos históricos referentes a la vida de Cristo, permitirá que el valor comprobatorio del cumplimiento profético decida su preferencia en el caso de fechas que pueden interpretarse de diversas maneras, como ocurre con el comienzo del ministerio de Cristo, que puede fijarse en los años 27, 28, ó 29 d. C., o la crucifixión, en los años 30, 31 ó 33 d. C.

En resumen: no hay una prueba decisiva , ni histórica ni cronológica- como tampoco hay pruebas contrarias-, de que Jesús comenzara su ministerio a fines del año 27 d. C., o sea, al final de las 69 semanas de años, contadas a partir del año 457 a. C., o que puso fin al simbolismo de los sacrificios y las ofrendas en la cruz exactamente 31/2 años más tarde, en la primavera del año 31 d. C., quedando aún 31/2 años de la 70ª semana para completar el período de 490 años desde su punto de partida. Sin embargo, aunque uno no pueda afirmar que estas fechas están comprobadas con fuentes documentales históricas directas, se las puede aceptar como deducciones muy razonables, teniendo en cuenta las profecías. Son conclusiones que no son incompatibles con ningún hecho conocido y que armonizan con muchos hechos que se conocen debido a las investigaciones recientes.

VI. Muerte y resurrección de Cristo

En relación con la muerte de Cristo se presentan tres interrogantes: (1) ¿En qué día de la semana murió? (2) ¿Qué relación había entre ese día y la fiesta de la pascua? (3) ¿En qué año murió? En esta sección se tratará sólo la primera pregunta. La segunda se tratará en la primera Nota Adicional de Mat. 26, y la tercera se tratará en la sección VII.

Lapso entre la crucifixión y la resurrección.-

A través de los siglos los cristianos, por lo general, han estado de acuerdo en que Jesús murió en la cruz un viernes por la tarde y resucitó muy temprano por la mañana el domingo siguiente. Pero en años recientes, algunos han argumentado que cuando Cristo dijo que estaría » «en el corazón de la tierra tres días y tres noches» » (Mat. 12: 40) quiso decir que estaría en el sepulcro durante 72 horas. Sobre esta base se elaboró la teoría de la crucifixión en miércoles, la cual ubica la resurrección el sábado de tarde. Una sugerencia más reciente, y menos exacta, simplemente computa: «Jueves más tres días equivale a domingo». Por esto será necesario examinar lo que Cristo dijo al respecto.

Cuando Jesús habló anticipadamente de su muerte y resurrección, empleó varias frases para referirse a los «tres días» y una vez dijo «tres días y tres noches». Debe admitirse que según el cómputo occidental, si se habla de que han pasado tres días después de un acontecimiento, entendemos que se trata de un período de tres días completos. Tres días completos de 24 horas a partir del viernes de tarde se extenderían, para nosotros, hasta el lunes de tarde. Pero el problema no es entender lo que significan estas frases ahora para los occidentales, sino comprender lo que Jesús quería decir con ellas y lo que entendieron sus oyentes del antiguo Cercano Oriente.

Significado de «día».-

En tiempos de Cristo se empleaban diversas expresiones que no significaban para ellos lo que hoy significan para nosotros. Algunos ejemplos de esta costumbre ya se han explicado («de seiscientos años», «hijo», o «hermano»; ver t. I, pp. 183-184; t. II, pp. 139-140; ver com. 1 Crón. 2: 7). ¿Qué quiso decir Jesús con un «día»? En una ocasión dijo que el día tenía 12 horas (Juan 11: 9-10), refiriéndose evidentemente a la parte iluminada del día en contraste con la noche. Esto era literalmente cierto, pues cuando vivió Jesús se dividía el tiempo transcurrido entre la salida del sol y la puesta del sol en doce partes iguales u «horas», cuya longitud variaba según las estaciones. El que hoy usemos horas de reloj, siempre uniformes, y que la salida del sol y la puesta del sol estén separadas por más o menos 12 horas, según la época del año, no invalida la afirmación de Jesús. Del mismo modo, sus palabras «tres días» deben interpretarse conforme a lo que esas palabras significaban entonces , y no según el sentido que se les da ahora en el Occidente.

Aunque se empleaba y se sigue empleando la palabra «día» para referirse a las horas de luz del día, al hablar de una serie de días, se entiende un período que incluye la noche y el día. El idioma griego, en el cual fue escrito el NT, tenía una palabra que se traduce como «noche-día», nujth’meron (ver 2 Cor. 11: 25). En el Génesis se enumeran los días de la creación, y se dice que cada uno consistió de una «tarde» y una «mañana». Cuando Jesús dijo «tres días y tres noches» simplemente estaba diciendo «tres días» del calendario usado por su pueblo, según lo entendía la gente de su época.

Diferentes frases para señalar el mismo período.-

Jesús se refirió claramente en diferentes momentos al mismo período -el intervalo entre su muerte y su resurrección como «en tres días», «después de tres días», «al tercer día». Cuando cita a Jonás (cap. 1: 17) emplea la frase «tres días y tres noches». A menos que se quiera acusar a Jesús de contradecirse a sí mismo, debe aceptarse que las diversas frases se refieren a un mismo período. Aun los sacerdotes y fariseos que dijeron que Jesús había predicho su resurrección «después de tres días», pidieron a Pilato que se guardara la tumba «hasta el tercer día» (no hasta después del tercer día). Evidentemente entendieron que las dos frases significaban lo mismo.

Todos los textos que se refieren a este período de «tres días» son los siguientes:

Mateo MarcosLucasJuan

«En tres días» 26: 61; 27:40 14: 58 2: 19-21

«Después de tres días» 27: 63 8: 31

«Tres días y tres noches» 12: 40

«Al tercer día» 16: 21; 17: 23 9:31 ; 9:22;18:33;

20: 19 10:34 24: 7,46

«Hasta el tercer día» 27: 64

«El tercer día» 24: 21

¿Qué, pues, significan estas diversas expresiones que se refieren a «tres días»? Esto se puede saber fácilmente si se estudian otros pasajes bíblicos.

Tres días según el cómputo inclusivo.-

La pregunta en cuanto al tiempo cuando Jesús permaneció en el sepulcro surgió de una incomprensión moderna del llamado «cómputo inclusivo», método común en la antigüedad, según el cual se contaba tanto el día (o año o mes) en el cual comenzaba un período, como el día cuando terminaba, no importa cuán pequeña fuera la fracción de ese día (o año o mes) inicial o final. El ejemplo clásico de este método de computar es el período que comienza en el 4.º año de Ezequías y el 7.º año de Oseas, y que termina en el 6.º año de Ezequías y el 9.º de Oseas (ver t. II, p. 139). Hoy diríamos que se trataba de un período de dos años, pues restamos 4 de 6 en el reinado de Ezequías, o 7 de 9 en el reinado de Oseas. Pero la Biblia describe la terminación de este período diciendo «al cabo de tres años» (2 Rey 18: 9-10). Es evidente que se contaban el año 4.º, 5.º y 6.º (del reinado de Ezequías), es decir, tres años según el cómputo inclusivo.

Otro ejemplo: Se dice que un niño no tiene un año hasta que haya cumplido 241 12 meses de vida a partir de la fecha de su nacimiento. Tendrá un año cuando entre en su segundo año de vida, y cumplirá dos luego de su segundo año. Por esta razón, un niño tendrá 10 años de edad durante todo el undécimo año de su vida, y cumplirá 11 cuando haya completado los 11 años de su vida. No sucedía así en los tiempos bíblicos. Noé era, literalmente, «un hijo de 600 años… en el año 600 de» su vida (Gén. 7: 6, 11; Gén. 5: 32), aunque sus 600 años no eran computados en forma inclusiva (ver t. I, pp. 190-191 y la nota). Estos versículos muestran que en el año 600 de su vida se lo consideraba como si tuviera 600 años y no 599. Un niño hebreo era circuncidado cuando tenía «ocho días» de nacido (Gén. 17: 12), «al octavo día» (Lev. 12: 3; Luc. 1: 59), «cumplidos los ocho días» (Luc.2: 21). La Biblia da varios períodos de «tres días» que concluyeron durante el tercer día, y no después del tercer día, y que por lo tanto no eran períodos de tres días completos de 24 horas (Gén. 42: 17-19; cf. 1 Rey. 12: 5, 12 con 2 Crón. 10: 5, 12).

Se encuentran ejemplos de este cómputo inclusivo no sólo entre los judíos, sino también entre otros pueblos de la antigüedad. Este sistema era común en Egipto, Grecia y Roma (ver t. II, pp. 139-140), y aún se usa hoy en el Lejano Oriente. En muchos países se habla del intervalo de una semana como de «ocho días», y un pasaje de ida y vuelta válido por tres días, que se compra el domingo, tiene que ser usado el martes o antes. En algunos países del Lejano Oriente se computa la edad dándole a la persona un año más de lo que se le da en Occidente. Así un coreano que dice tener 25 años tiene sólo 24 según el cómputo occidental. Y también, según el cómputo chino, un niño que nace en la última parte del año tiene dos años al año siguiente, pues está viviendo el segundo año de su vida conforme al calendario; y en cuanto comience el siguiente año, cumplirá tres años de vida aunque sólo uno de esos años sea un año completo.

Puesto que la costumbre común de emplear el cómputo inclusivo está bien comprobada por su uso entre los hebreos, en otras naciones antiguas y en el Oriente hasta los tiempos modernos, parece poco razonable entender las palabras de Jesús en cuanto a un período de tres días según la usanza de nuestro método matemático moderno occidental. Los oyentes de Jesús contaron los «tres días», según su costumbre, en forma sucesiva:

1.El día de la crucifixión.

2.El día después de este acontecimiento.

3.El «tercer» día después de dicho acontecimiento (según el cómputo moderno sería apenas el segundo día).

No puede, pues, insistirse que porque Jesús dijo que resucitaría «después de tres días» (Mar .8: 31), quiso decir, tal como lo entendemos hoy, que resucitaría al final del tercer día completo, es decir, en lo que sería el equivalente del cuarto día.

Además, no tenemos únicamente una deducción obvia en cuanto a lo que Jesús quiso decir con el «tercer día», pues de sus mismos labios tenemos la solución. En cierta ocasión, mientras hablaba de Herodes, dijo: » «Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén» » (Luc. 13: 32-33). De ese modo Jesús hizo equivaler el tercer día con el día después de mañana, es decir pasado mañana, el tercer día según el cómputo inclusivo.

La crucifixión en viernes

Podemos preguntar en qué día se cumplió esta profecía de Jesús acerca de los «tres días». La respuesta es que se cumplió en «el primer día de la semana» (Mar. 16: 9; ver com. Mat. 28: 1). En las últimas horas de ese «mismo día» (Luc. 24: 1,13), dos discípulos se encontraron con Jesús en camino a Emaús, 242 y al hablar de la crucifixión de su Maestro y de su profundo chasco, afirmaron: «Hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido» (Luc. 24: 21). Cuando Jesús se apareció a los doce en el aposento alto, les dijo: » «Así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día» » (Luc. 24: 46). Asimismo lo dijo Pablo más tarde: » «Resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» » (1 Cor. 15: 4). Es evidente que el domingo corresponde con ese «tercer día».

Si el domingo es «el tercer día», el día después de mañana, ¿cuál fue entonces el día de la crucifixión? Evidentemente el viernes anterior, el día de la preparación. Esto concuerda exactamente con la afirmación de Lucas de que las mujeres dejaron sin terminar el proceso de embalsamamiento el día de la preparación porque se acercaba el sábado, «y descansaron el sábado, conforme al mandamiento», antes de regresar a la tumba «el primer día de la semana» (Luc. 23: 54 a 24: 1). No esperaron varios días, como lo suponen quienes ubican la muerte de Jesús el día miércoles y consideran que el sábado que aquí se menciona no era más que un día de fiesta o de reposo ceremonial. Además, la frase «día de reposo… de gran solemnidad» ha hecho pensar a muchos que en ese año el día de esa fiesta coincidió con el sábado semanal (ver com. Juan 19: 31).

VII. Año de la crucifixión

En la sección VI de este artículo se ha demostrado que Jesús murió en viernes y resucitó el siguiente domingo. En la primera Nota Adicional de Mat. 26 se dan las razones para afirmar que Jesús murió en el día llamado 14 de Nisán Por los dirigentes judíos, quienes lo acusaron ante Pilato. El tema que todavía queda por tratar es el que se refiere al año de la crucifixión, para el cual el Nuevo Testamento no da ninguna indicación, salvo la que podría derivarse de la declaración de Lucas en cuanto al año 15 de Tiberio y la duración del ministerio de Jesús. No hay ninguna prueba extrabíblica de algún documento de la época. Tácito es el que más se aproxima en dar la fecha de la crucifixión. Afirma que «Jristós» , fundador de los odiados cristianos, fue muerto por Poncio Pilato durante el reinado de Tiberio ( Anales xv. 44). La iglesia primitiva concordaba mayormente en que Jesús había sido crucificado el 14 de Nisán (unos pocos decían que en el 15 de Nisán); pero pronto se perdió la cuenta de esa fecha del calendario judío. Desde los más antiguos escritos hay un gran desacuerdo en cuanto al año. Según una tradición, la fecha fue el 25 de marzo durante el consulado de los Gemini (29 d.C.). Otra identificaba la oscuridad de la crucifixión con un eclipse solar mencionado por Flegón, historiador pagano, como que había ocurrido en el cuarto año de la olimpíada 202 (32/33 d. C.). Había también una tercera tradición que afirmaba que la crucifixión había acaecido el año 31 d.C. (ver Ogg, Bibliografía, p. 258).

La fecha del año 29, generalmente relacionada con la teoría de que el ministerio de Jesús sólo duró un año, no puede hacer coincidir el 14 de Nisán con un viernes, pues según dicha teoría el día 14 cayó en sábado, en domingo o después. El eclipse solar (que siempre se da en luna nueva) aludido por Flegón no podría haber ocurrido en la pascua (la cual siempre correspondía con la luna llena, o un día después de ella); además, un eclipse no puede durar tanto tiempo. La tendencia moderna ha sido la de intentar fijar la fecha de la crucifixión computando regresivamente la fecha lunar de acuerdo con las modernas tablas astronómicas, para ver cuál año comprendido entre los años 30 y 33 coincidiría con un viernes 14 de Nisán. Se limita la fecha a un momento dentro del período de gobierno de Poncio Pilato (26-36 d.C.), y algo después del año 15 de Tiberio, cuando en el año judío correspondiera el 14 de Nisán con un viernes. Por esta razón se ha tenido que recurrir a la búsqueda 243 de un viernes 14 del mes judío de Nisán, mes lunar que comienza con la luna nueva de marzo o de abril (ver t. II, pp. 117-119). Como se ha pretendido identificar astronómicamente diversas fechas para la crucifixión, es necesario examinar la validez de esta pretensión. Pero la variedad de métodos y de resultados indica que este sistema debe usarse con extrema cautela si las conclusiones se basan solamente en cálculos astronómicos o de calendario. Este tipo de cómputo puede fijar fechas basándose en registros específicos de eclipses o en otros datos precisos; pero el cómputo del tiempo basado en la luna nueva sólo puede excluir una fecha por completo si ubica un mes en una relación que evidentemente no coincide con las fases de la luna. Una fecha lunar computada como posible no necesariamente es la fecha real, pues quedan demasiados puntos inseguros (ver el Apéndice de este artículo, pp. 246-258).

Años cuando la crucifixión pudo haber ocurrido en viernes.-

Empleando los modernos métodos de calcular la luna nueva astronómico y de computar el intervalo entre ese momento y el primer día del mes lunar, puede concluirse que pudo haber ocurrido un viernes 14 en época de pascua en tres meses lunares entre los años 28 y 33 d. C.

a . En el mes que comenzó un día y unas 22 horas después de la luna nueva de marzo del año 30 d. C. (aproximadamente el 25 de marzo), si se computa el tiempo desde que la luna creciente pudo verse (el 14 sería el 7 de abril).

b . En el mes que comenzó tres días y unas cuatro horas después de la luna nueva de abril del año 31 d. C. (aproximadamente el 14 de abril), si se computa un período un tanto más largo, pero todavía posible después de la luna nueva astronómico (el 14 correspondería con viernes, 27 de abril).

c . En el mes que comenzó un día y unas cinco horas después de la luna nueva de marzo del año 33 d. C. (aproximadamente el 21 de marzo, correspondiendo el día 14 con el 3 de abril), si acaso esta fecha tan temprana pudo dar cabida a Nisán y no a un segundo mes de Adar.

No hay en este período ninguna otra fecha en la cual pudiera caer un día de pascua en viernes.

El año 33 d.C. es insostenible.-

La fecha aceptada en el pasado para la crucifixión era el año 33 (presentada ya en el siglo XIII por Roger Bacon). Esta fecha apareció durante largos años como anotación marginal en las Biblias inglesas de la traducción del Rey Santiago (KJV); pero hoy casi no se acepta. El cómputo para la misma se basaba en la suposición de que el calendario judío del siglo I d. C. se computaba exactamente como la forma revisada de ese calendario, que fue introducida varios siglos después de Cristo y que ha llegado, a través de la Edad Media, hasta los tiempos modernos. Este calendario judío posterior permite que la pascua ocurra en una fecha mucho más temprana (algunas veces en el 15 de marzo). El posible viernes 14 de Nisán del año 33 exigiría que el mes de Nisán comenzara el 21 de marzo, cuatro días antes del comienzo más temprano del mes de Nisán en el ciclo babilónico de ese período (ver p. 226), y más temprano de lo que los papiros de Elefantina (siglo V a. C.) indicaban como el uso judío antiguo. Por lo tanto, es de esperarse que el mes que comenzó el 21 de marzo del año 33 d. C. fuera un Adar II.

Si ese mes fue Nisán, debe aceptarse una de estas dos alternativas: o por esa época todo el ciclo judío estaba adelantado en relación con el babilónico, o ese mes de Nisán estaba excepcionalmente adelantado, fuera de tono con el ciclo general. Un ciclo tan extraordinario haría que el mes de Nisán comenzara en marzo casi siempre, y en algunos años no sólo cuatro días antes del límite esperado, sino mucho antes. Por lo tanto, un ciclo tal no armonizaría con la presentación de la gavilla mecida (ver p. 226), que era parte de las fiestas del mes de Nisán mientras aún estaba 244 el templo, Si el mes de Nisán del año 33 d.C. fue un mes irregular, anterior a lo normal en el ciclo fijo, entonces la ubicación de la crucifixión en esta fecha no es más que -a falta de una comprobación documental positiva- una simple conjetura. Puesto que no hay evidencia para apoyar ninguna de las dos premisas, no debería considerarse como posible el año 33 d. C. a menos que tuviera el único viernes 14 de todo el período; y no es así. El mes lunar que comenzó en marzo del año 33 d. C. debería, por todas las evidencias de que se dispone, considerarse como Adar II. En ese caso, el mes de Nisán ocurrió un mes más tarde, y el día 14 no cayó en viernes. Por lo tanto, la evidencia contraria a la ubicación de la crucifixión en el año 33 d. C. es tan poderosa que no puede considerarse seriamente esa posibilidad. Queda, pues, reducida la elección a los 30 y 31 d. C.

Elección entre el año 30 y el 31 d. C.-

En las últimas décadas se ha dado preferencia al año 30 d.C. Aunque algunos que consideran que el ministerio de Jesús duró dos o tres años han afirmado que ésta fue la fecha de la crucifixión, es imposible hacer terminar un ministerio de 31/2 años en el 30 d. C. sin suponer que el año 15 de Tiberio se computó a partir de una corregencia. Por eso quienes han abogado por el año 30 han tendido a afirmar que el ministerio de Jesús fue más corto- de hasta dos años y medio. Esta fecha para la crucifixión se basa en el cómputo lunar del viernes 7 de abril como 14 de Nisán. Además, el hecho de que esta fecha armoniza con el ciclo babilónico de 19 años (en uso desde el siglo IV a. C.), mientras que el año 33 no concuerda, ha sido tomado como una evidencia decisiva en favor del año 30.

Un moderno erudito del Nuevo Testamento destaca esta incertidumbre citando al exponente que con más confianza ha presentado el año 30 como la fecha de la crucifixión: «A. T. Olmstead identificó el día de la crucifixión de Jesús como el 7 de abril del año 30 d. C., probablemente correcta, siempre que los judíos de Jerusalén estuvieran siguiendo el calendario babilónico para computar la pascua» (Sherman E. Johnson, The Interpreters Bible, com. sobre Mat. 26: 17, la cursiva es nuestra). Sin embargo, la fecha de la crucifixión en el año 30 depende de dos suposiciones: (1) que Nisán en ese año fue el mes lunar que comenzó en marzo, no en abril; y (2) que el mes comenzó con la presencia de la luna nueva la noche del 24 de marzo. Ninguna de estas cosas puede probarse.

No todos los eruditos aceptan las dos suposiciones básicas en las que se apoya la fecha del año 30 d. C. Algunos de ellos, empleando otras razones tan válidas como las primeras y presentando pruebas que parecen tan razonables -y aún más- como las que apoyan el 30 d. C. como año de la crucifixión, concluyen que la crucifixión ocurrió en el 31 d. C. A falta de pruebas documentales en cuanto al método judío de computar el calendario en la primera parte del siglo I, parece que es arriesgado afirmar que el mes judío de Nisán en el año 30 d. C. fue necesariamente el mes lunar que comenzó en marzo. Se hace notar (ver Apéndice, p. 250) que en el año 30 d. C. el calendario judío difícilmente estaba siguiendo el ciclo babilónico que hacía comenzar el mes de Nisán con la luna nueva de marzo, sino que hay una probabilidad igualmente razonable, y tal vez mayor, de que los judíos hicieron comenzar ese mes de Nisán en abril. Este Nisán comenzado en abril no habría tenido una pascua en viernes. Además, se señala que es astronómicamente posible ubicar la crucifixión en el año 31, siempre que en ese año el mes de Nisán hubiera comenzado algo después del intervalo habitual entre la luna nueva astronómico y la observación terrestre de la luna nueva, intervalo que suele ser de uno o dos días. Además, se hace notar que puede haber una demora intencional de un día debido al sectarismo, lo que se nota en la celebración de la pascua el jueves por la noche por parte de Jesús y sus discípulos, y el viernes por la noche por los dirigentes judíos que llevaron a Jesús ante Pilato. Los críticos creen ver en esta diferencia una discrepancia entre los relatos de los Evangelios sinópticos y el de Juan (ver la Nota Adicional de Mat. 26; la presentación de los argumentos astronómicos y de calendario para establecer como fecha de la crucifixión el año 30 o el 31 se trata en el Apéndice, pp. 246-250).

Quienes presentan pruebas en favor del año 31 admiten con franqueza que, hasta donde pueda determinarse ahora, no es posible fijar este año como la fecha de la crucifixión por medio de pruebas astronómicas o de calendario. Pero consideran que es justo llamar la atención a ciertos hechos que indican que también falta esa certeza en relación con el año 30 d. C., y advierten que es aconsejable abstenerse de aseveraciones categóricas en favor de cualquiera de los dos años. Puede llegarse a la conclusión de que es posible considerar astronómicamente aceptable que la crucifixión hubiera acaecido en el año 31 o en algún otro año, siempre que pueda suponerse la existencia de ciertas condiciones. Pero a falta de pruebas que determinen si se cumplieron o no esas condiciones, debe subordinarse el cómputo del calendario a otros factores para arribar a una decisión en cuanto al año más probable. Los que prefieren el año 31 por lo general han computado un ministerio de 31/2 años a partir de la última parte del año 27 d. C. y también han tomado en cuenta el cumplimiento de la profecía de Daniel en cuanto a «la mitad de la semana» (Dan. 9:27).

Es imposible llegar a una conclusión basada sólo en el calendario.-

El hecho es que, por el momento, no podemos tener seguridad en cuanto al sistema del calendario lunar de los judíos en el siglo I. Por eso no puede decirse con certeza que, de acuerdo con la astronomía lunar, cierto año fue el año de la crucifixión. Por lo que se sabe de los principios generales derivados de los registros babilónicos, de papiros judíos anteriores y de la tradición judía posterior, puede decirse que durante el período posible de la crucifixión sólo tres veces puede computarse un viernes 14 de Nisán basado en el calendario lunar. Puesto que uno de ellos, el de 33 d. C. es insostenible, las alternativas son los años 30 y 31 d. C. En favor de la fecha del año 31, debe añadirse la explicación concerniente a la «mitad» exacta de la 70.ª semana (ver p. 238), 31/2 años después del bautismo de Jesús. Pero en lo que concierne a la prueba del calendario lunar , podrían tener razón tanto quienes llegan al año 31 mediante el cálculo matemático de la mitad de la semana, o los que usando algún otro método llegan al año 30 (que algunos aceptan como la mitad aproximada de la semana). La elección de la fecha depende de otros elementos que no se basan en el cálculo lunar.

Fecha adoptada por este Comentario.-

Toda la cuestión de la fecha de la pascua en relación con la muerte de Cristo es tan compleja que, como ya se ha dicho, no se ha expuesto ninguna posición que pueda comprobarse con datos inequívocos, ya sean de estudios astronómicos o de calendario. Sin embargo, se tiene el derecho de buscar, en la evidencia ofrecida, lo que parezca ser la base más razonable para elegir. Este artículo ha presentado razones bíblicas y no bíblicas que pueden aceptarse como que señalan el año 31 d. C., pero la incertidumbre de la comprobación lunar exige que se apoye esto en la interpretación del texto bíblico y de los factores históricos. Este Comentario ha propuesto el año 31 d. C. como fecha de la crucifixión debido a las pruebas que rodean en conjunto el ministerio de Cristo.

Se ha demostrado que la primera fecha posible para el bautismo de Jesús a la edad de unos 30 años, en el año 15 de Tiberio, ocurrió en el otoño del año 27 d. C. (ver p. 238). Puesto que este Comentario emplea una Armonía de los Evangelios que asigna 31/2 años al ministerio de Jesús a partir de su bautismo, es natural que también escoja el año 31 como año de la crucifixión, 31/2 años después del bautismo de Jesús en el otoño del año 27 d. C. Esa es la primera fecha compatible tanto con el año 15 de Tiberio como con la duración del ministerio de Cristo, y es el último año compatible tanto con la mitad de la 70.ª semana como con los factores lunares. En vista de la ausencia de pruebas adecuadas, ya sea para el año 30 o el año 31, nadie puede criticar la selección del año 31, aunque por el momento no sea la fecha comúnmente aceptada por la mayoría de los eruditos.

VIII. Conclusión

Lo que puede deducirse de los datos presentados en este artículo es que de ninguna manera las comprobaciones contradicen los relatos evangélicos. Además, las comprobaciones pueden hacerse armonizar con los Evangelios dentro de una dimensión razonable y posible. El hecho de que falten suficientes datos precisos de ninguna manera hace dudar de los Evangelios, en los cuales hay muchas evidencias de precisión histórica que nos hacen confiar en su veracidad. Se sabe que el nacimiento de Cristo ocurrió quizá unos pocos meses antes del comienzo del año 4 a. C. Su bautismo, según el método más lógico de computar la fecha, ocurrió en el año 27/28; la crucifixión, que según los cálculos astronómicos pudo haber ocurrido en el año 30 o en el año 31 d. C., puede ubicarse, mediante la interpretación precisa de la 70.ª semana (ver p. 239), en el año 31 d. C.

APÉNDICE

Muchos han pensado que puede determinarse con facilidad la fecha de la crucifixión computando la fecha de la luna nueva o de la luna llena por medio de tablas astronómicas. Se añade este Apéndice a fin de demostrar la complejidad y la inseguridad de tales cómputos. A fin de mostrar esto, es necesario tratar dos puntos:

1.Los métodos y factores implicados en los intentos hechos por probar la posibilidad o probabilidad de que hubiera un viernes 14 de Nisán en el año 30 o en el 31 d. C.

2.Las limitaciones de estos métodos, es decir, la imposibilidad de depender de la moderna computación lunar para establecer cualquier fecha precisa en tiempos de Jesús, sin que haya fuentes documentales que proyecten luz sobre el calendario judío de ese tiempo.

La aplicación de los datos lunares al problema de hallar cualquier fecha de pascua en tiempos del NT implica dos factores variables. Debe elegirse entre la luna nueva de marzo o la luna nueva de abril en cualquier año como base para identificara el mes de Nisán. Luego debe calcularse la conjunción astronómico de la luna nueva, usándose tablas lunares modernas que tienen un margen de error pequeño, pero algunas veces importante. Finalmente, debe calcularse -según la teoría astronómico o de calendario- el intervalo entre la luna nueva astronómico y el momento cuando la creciente se hace visible, a fin de llegar a la puesta del sol más probable para hacer comenzar el primer día del mes. Debe recordarse que nuestra falta de un conocimiento exacto en cuanto a las costumbres reales de esos tiempos podría hacernos escoger un día o un mes equivocado. Por lo tanto, cualquier resultado no será más que una probabilidad. Esta incertidumbre es evidente en las cartas de los astrónomos que se reproducen al final de este Apéndice.

Las bases para las fechas 30 y 31 d.C.-

El mes lunar que comenzó en abril en el año 31 d. C. debe haber sido, evidentemente, el mes de Nisán, porque la luna nueva de marzo había ocurrido demasiado pronto ese año como para permitir que se celebrara la pascua a mitad de ese mes, con la ofrenda de la gavilla de cebada nueva al comienzo de la cosecha de la cebada. Pero el mes lunar que se supone que comenzó el 25 de marzo en el año 30 d. C., quizá hubiera sido bastante tardío para que se lo considerara como Nisán. Por otra parte, también es posible que hubiera sido suficientemente temprano para que se lo designase como segundo Adar, el 13er mes (ver p. 226). Puede considerarse que el 25 de marzo estuvo tan cerca de la fecha límite que no permite una decisión clara acerca de esto a menos que haya una evidencia específica.

Quienes piensan que el calendario judío de ese tiempo coincidía con el babilónico, están seguros de que el año 30 d. C. fue el año de la crucifixión, porque están convencidos de que en ese año el mes babilónico de Nisanu , el 1er. mes del año (equivalente al mes judío de Nisán) fue el mes lunar que comenzó en marzo, uno de los tres posibles meses lunares en que el día 14 podía caer en día viernes (ver p. 243). El mes de Nisanu no habría entonces comenzado en abril ese año. El año 30/31 fue un año de 13 meses en el calendario babilónico, según el ciclo fijo que se comenzó a emplear en el siglo IV a. C., y se seguía usando en textos astronómicos en tiempos de Jesús; el año de 13 meses siempre comenzaba en marzo. Si los judíos también comenzaban el mes de Nisán con la luna nueva de marzo, entonces el 7 de abril del año 30 d. C. podría haber sido 14 de Nisán, día de la pascua. Por otra parte, si los judíos repitieron el mes de Adar en el año 30 d. C., entonces el viernes 7 de abril habría sido el 14 del segundo Adar y no de Nisán. Si así fue, la pascua habría ocurrido un mes más tarde, y no habría sido en viernes. En tal caso, el año 30 d. C. no podría haber sido el año de la crucifixión y quedaría el año 31 como la mejor posibilidad. (Nota: Ululu , y no addaru, el 12.º , como se hacía en los otros tres años de 13 meses (embolismales) de cada ciclo. Según esa forma de ciclo, el año 30/31 d.C., año 17.º, Tenía un segundo Ululu . Es posible que los judios también hubieran hecho comenzar el mes de Nisán en marzo del año 30 d.C. y añadido el segundo mes de Adar después del 12.º mes, en marzo de 31 d.C. seis meses después del segundo mes de Ululu en Babilonia. Por otra parte, es posible, que en cambio, lo hubieran añadido seis meses antes, en marzo del año 30 d.C., en el mes que ese año los Babilonios llamaban Nisanu .*)

Según lo que ya se ha visto, podría afirmarse que las condiciones para determinar el año de la muerte de Jesús, empleando el calendario lunar, son las siguientes:

Si los judíos tuvieron en el año 30 d. C. un segundo mes de Adar , la crucifixión no pudo haber ocurrido en ese año.

Si los judíos tuvieron en el año 31 d. C. un segundo mes de Adar , la crucifixión podría haber sucedido en el año 30 o en el 31, según una de las dos interpretaciones diferentes del cómputo del mes a partir de la luna nueva.

Los eruditos generalmente aceptan que la crucifixión tuvo lugar en el año 30 d. C. Es ésta la fecha que aparece con mayor frecuencia en los libros de referencia (ver BJ, p. 1804, cd. 1975). Esta fecha se fundamenta en la suposición de que el calendario judío de tiempos de Cristo se basaba, como el babilónico, en la observación de la luna nueva de cada mes, y que ambos calendarios añadían el 13er. mes en los mismos años de acuerdo con el ciclo babilónico de 19 años, fijado en el siglo IV a. C. ¿Cuán válida es esta suposición?

En los siguientes párrafos se tratarán las comprobaciones astronómicas y del calendario que apoyan la creencia de que la crucifixión ocurrió en el año 30 d. C., la cual se basa en una serie de suposiciones; y la otra fecha, la del año 31, que también se basa en otra serie de suposiciones; pero se indicará la insuficiencia de pruebas decisivas para ambos casos. En los dos últimos párrafos de la sección VII se presentan las razones por las cuales este Comentario ha adoptado como fecha de la crucifixión el año 31 d. C.

Las pruebas para la crucifixión en 30 d. C.-

La teoría aceptada ahora de que el año 30 d.C. fue el año de la crucifixión depende de dos presuposiciones (ver p. 244) que son: (1) que se puede estar seguro de que Nisán comenzó en marzo, y no en abril del año 30 d. C., porque los judíos del siglo I usaban el mismo ciclo fijo de 19 años que habían desarrollado los babilonios en el siglo IV a. C.; (2) que se puede saber que el l.’ de Nisán correspondió con el 24 de marzo, ya que las antiguas fechas lunares judías pueden computarse con precisión a partir de modernas tablas lunares y del cálculo teórico del intervalo entre la conjunción y la visibilidad de la luna. Pero ninguna de estas presuposiciones puede comprobarse. En las más modernas tablas del calendario babilónico (ver Parker y Dubberstein, Bibliografía, p. 259), la misma declaración de los autores muestra la considerable incertidumbre que hay cuando se trata de fijar una fecha babilónico o judía con precisión de un día.

Estas tablas muestran la evolución gradual del calendario babilónico. En los antiguos documentos escritos en tablillas de arcilla, las fechas donde aparece el segundo mes de Addaru o el segundo mes de Ululu en años específicos de reinado, indican la ubicación de muchos años babilónicos de 13 meses. La secuencia de la intercalación de estos meses parece haberse fijado alrededor del año 367 a. C. en un ciclo regular de 19 años en el cual se añadía un segundo mes de Addaru en los años 3, 6, 8, 11, 14 y 19 de cada ciclo, y un segundo mes de Ululu en el año 17. Con tales informaciones, Parker y Dubberstein han rastreado este ciclo hasta el año 75 d. C., y han tabulado las fechas julianas (ver p. 226) del primer día de cada mes babilónico, reconstruyendo así durante varios siglos y con bastante aproximación el calendario babilónico. Admiten que haya un posible error de un día en algunos de los meses, y también la posibilidad de que ocasionalmente haya error de un mes, cuando por no existir ningún documento fechado en el 13er mes se computó el mes adicional en un año equivocado. Al aplicar estas tablas del calendario lunar babilónico a las fechas bíblicas, los autores admiten que es posible que haya una proporción aún mayor de errores por causa de la diferencia de longitud entre Babilonia y Jerusalén, y, por supuesto, habría una discrepancia de un mes en toda ocasión en que los judíos intercalarais el mes adicional en una oportunidad diferente a la del calendario babilónico.

Las tablas de Parker y Dubberstein son un instrumento valioso para determinar con razonable precisión el verdadero calendario babilónico antiguo, especialmente durante el período que siguió al establecimiento del ciclo de meses en el siglo IV a. C. Para fines históricos, el margen de error de un día es pequeñísimo, y la diferencia de un mes aun sería de muy poca importancia. Puede justificarse el proceder de los eruditos bíblicos que aplican también estas tablas, con debido cuidado, a las fechas judías para tener una idea aproximada. Pero otra cosa es basar completamente una fecha precisa o un día específico de la semana, en una reconstrucción moderna que se sabe que no es más que una aproximación variable del calendario judío. Sólo podría decirse que el viernes 7 de abril del año 30 d. C., como fecha exacta de la crucifixión, es muy probable; pero nunca puede decirse que es un hecho seguro.

Las tablas astronómicas de Schram ubican la conjunción el 22 de marzo del año 30 d. C. La conjunción (la «luna nueva» astronómico) ocurre cuando la luna pasa directamente entre la tierra y el sol, con su parte oscura frente a la tierra (ver t. II, p. 118). Es un fenómeno invisible, pero puede computarse su momento específico aun en el caso del siglo I, dentro de sin margen de dos o tres horas. Sin embargo, el día designado como l.º de Nisán en el calendario babilónico era determinado por factores variables como el tamaño y la brillantez de la luna nueva cuando se veía por primera vez, por su distancia por encima del horizonte local y por las condiciones atmosféricas (ver t. II, pp. 11 8-119). la fecha del 25 de marzo que se le asigna al 1.º de Nisán del año 30 d. C., según la tabla babilónico reconstruida, es una estimación moderna, sujeta a diferencias de opinión e imposible de verificar.

¿Pudo verse la luna nueva después de la puesta de sol del 24 de marzo, o estuvo oscuro el cielo y no permitió que se viera la luna hasta la noche siguiente, dando como resultado que el mes no comenzara hasta un día después, siempre que siguiera a un mes de 29 días? Aunque el l.º de Nisanu del calendario babilónico correspondiera con el 25 de marzo, por lo cual el día 14 del mes correspondería con el viernes 7 de abril, ¿prueba esto en forma concluyente que el día 14 de ese mes lunar también cayó en viernes 7 de abril en el calendario judío ? Si por alguna razón no se hubiera visto la luna en Jerusalén el mismo día que se la vio en Babilonia, o si posiblemente los encargados del calendario judío empleaban algún sistema de computar el mes diferente del que se empleaba en Babilonia, ¿que habría ocurrido? Además, si según ambos calendarios se comenzaba un mes el 25 de marzo, no existe la certeza de que los judíos llamaran Nisán a ese mes. Si tenían un cielo diferente, o si se consideró esa primavera que la cosecha de cebada estaba muy atrasada, fácilmente podría haberse decidido que ese 25 de marzo fuera el primer día del segundo mes de Adar, y en tal caso el 14 de Nisán, un mes más tarde, no habría caído en viernes.

La evidencia técnica es insuficiente para probar la fecha.-

La aceptación actual del año 30 d.C. como fecha de la crucifixión se basa en la premisa aceptada por algunos de que después del cautiverio babilónico los judíos adoptaron el calendario babilónico con todos sus detalles. Por lo menos esto se basa en ciertas suposiciones, ninguna de las cuales puede ser probada, y en contra de varias de las cuales hay ciertas evidencias: (1) que tanto judíos como babilonios computaban el primer día del mes exclusivamente teniendo en cuenta la aparición de la luna nueva; (2) que el 25 de marzo del año 30 d. C., fecha estimada mediante factores variables por cálculos modernos, fue en realidad el l.º de Nisan tanto en Babilonia como en Jerusalén; (3) que ni el tiempo nublado ni ningún otro elemento de cálculo demoró el fin del 249 mes anterior y el comienzo del mes judío de Nisán, ni siquiera por un día; (4) que los judíos, aunque atados a ceremonias locales con las cuales festejaban el primer día de cada mes, seguían un ciclo babilónico fijo en la intercalación de su 13er mes, sin tomar en cuenta la cosecha de la cebada en Palestina ni otros factores locales.

La alternativa: el año 31 d. C.-

Hay más de un método para fijar la fecha de la crucifixión en el año 31 d. C., pero muy poco es lo que se ha publicado en cuanto a los aspectos técnicos del problema. Hay quienes presentan la hipótesis de que los judíos en tiempos de Cristo usaban un calendario que era en parte calculado y no totalmente basado en la observación directa, y que quizá hacían coincidir el 14 de Nisán (cuando se sacrificaba el cordero pascual) con el día después de la luna llena, permitiendo intencionalmente, algunas veces, que pasara un día más que de costumbre entre la conjunción y el 1.º de Nisán. Otros proponen que la misma fecha resultaría de un posible reajuste que explique la discrepancia entre los Evangelios sinópticos y el de Juan en cuanto al día de la cena pascual: es posible que el 14 de Nisán hubiera caído en viernes en el año de la crucifixión debido a una demora intencional por parte de los sacerdotes que estaban a cargo del calendario. Esta demora podría haber sido planeada para que el día de ofrecer la gavilla mecida, el 16 de Nisán, cayera en el día después del sábado del Decálogo. Entre los saduceos, cuyos dirigentes eran los principales sacerdotes, algunos creían que «el día que sigue al día de reposo»el día que sigue al día de reposo» (Lev. 23:15-16) era el día después del sábado semanal, y no del día de reposo ceremonial. En tal caso, el jueves podría haber sido el día 14 según la luna, pero viernes 14 según el calendario oficial, o al menos para los sacerdotes que llevaron a Jesús ante Pilato pero que se negaron a entrar en el edificio romano porque iban a observar la pascua el día viernes por la tarde. No existe en la literatura judía ningún registro de tal diferencia de observancia, pero sí hay referencia a intentos de arreglar de este modo el calendario, hechos por tales grupos político-religiosos (ver Talmud Rosh Hashanah 22b y nota 7 en la ed. inglesa de Soncino, p. 95). No hay duda de que ciertos saduceos y fariseos disputaban intensamente en cuanto a si el día de la gavilla mecida debía seguir al primer día de reposo de la pascua o al sábado semanal , y no del día reposo ceremonial. En tal caso, el jueves podría haber sido el día 14 según la luna, pero viernes 14 según el calendario oficial, o al menos para los sacerdotes que llevaron a Jesús ante Pilato pero que se negaron a entrar en el edificio romano porque iban a observar la pascua en el día viernes por la tarde. No existe en la literatura judía ningún registro de tal diferencia de observancia, pero si hay diferencia a intentos de arreglar de este modo el calendario, hechos por tales grupos políticos -religiosos (ver Talmud Rosh Hashanah 22b y nota 7en la ed. inglesa de sonsino, p. 95). No hay duda de que ciertos saduceos y fariseos disputaban intensamente en cuanto a si el día de la gavilla mecida debía seguir al primer día de reposo de la pascua o el sábado semanal, y que dos escuelas filosóficas entre los fariseos discutían si la ley del sábado era más importante que la ley de las fiestas. (Nota: Ver Amadon, en la Bibliografía al final de este artículo.*Con referencia a la primera de estas controversias, ver Talamud Menahoth 65a. Con referencia a la segunda, ver Talamud Pesahim 661,70b. Hay otra razón posible que podría haber sido considerada adecuada, como ocurrió en tiempos posteriores, para justificar la demora de un día en un mes de fiesta. En la forma posterior y revisada del calendario, se exigía normalmente que el mes de Nisán debía atrasarse para evitar que el día 15 cayera en viernes (o en lunes o miércoles, por lo cual el siguiente 1.º ó 15 de Tisri caería en sábado o domingo). Por dos razones se impedía que eso días de reposo ceremoniales – estrictamente observados- cayeran en yuxtaposición con el sábado semanal: (1) si el día de fiesta ceremonial caía en domingo, los preparativos para ese día, que implicaba trabajo, hubiera correspondido con un sábado. (2) La combinación de dos días de reposo, viernes-sábado o sábado-domingo habrían creado dificultades, pues se habrían producido observancia estricta de dos días de reposo consecutivos. No se sabe si estas «postergaciones» se observaban antes de que el calendario fuera reformado varios siglos después de Cristo. Sin duda la prohibición de que el día 15 de Nisán cayera en lunes y miércoles por causa de la fiesta de tisri, no tendría sentido mientras la longitud de los meses no fuera fija para que hubiera un número fijo de días entre Nisán y Tisri. Sin embargo, el deseo de evitar que cayera un 15 de Nisán en viernes sería una razón tan valida en el siglo I como en cualquier otro tiempo posterior. Se ha sugerido que los encargados del calendario, quienes para ese tiempo conocían bien la teoría del calendario, habrían comenzado ya entonces a emplear algunos de los métodos por los cuales podían regular, hasta cierto punto, el calendario sin interferir indebidamente con la antigua costumbre de anunciar la aparición de la luna nueva. Sin embargo, no parece haber ninguna evidencia en cuanto al asunto de postergar un día de reposo ceremonial en el siglo I.*)

Ya se ha mencionado que no hay modo de saber si el calendario judío tuvo 13 meses en el año 30/31, que era el año 17.º del ciclo normal babilónico. En cuanto a esto, la única prueba documental proviene de tres papiros del año 17.º de un período anterior. Esos papiros elefantinos (ver t. III pp. 81-85; 106-111) muestra que la práctica judía no era consecuente, que era posible añadir un segundo mes de Adar en el año 16.º así como en el año 17.º También se ha destacado que si los judíos tenían en tiempos de Cristo un ciclo fijo, 250 no sería difícil que su equivalente del segundo mes de Ululu de los babilonios fuera un segundo mes de Adar al final del año anterior. Se ha explicado que si el año judío 30/31 fue un año común de 12 meses, debe descartarse por completo la posibilidad de que la crucifixión hubiera sido en Nisán de 30 d. C. (ver p. 246). Sin embargo, el año 31 sigue siendo posible, no importa si el segundo mes de Adar se intercaló en el año 30 o en el 31, siempre que el l.º de Nisán del año 31 ocurriera después de un largo intervalo a partir de la conjunción, o si se lo hizo demorar a propósito. (Nota: Un papiro (de 465/564 a.C.) señala ya sea un segundo mes de Elul .que es sumamente improbable- en el año 17.º, o un segundo mes de Adar en el año 16.º (ver las tablas en t. III, pp. 112-113). El segundo (446/445) prueba que hubo un segundo mes de Adar, no un segundo mes de Elul, en el año 17.º. El tercero (427/426) no define si hubo un segundo mes de Elul o un segundo mes de Adar en ese año. Por lo tanto hay dos posibilidades: (1) que los judíos de Elefanatina añadían regularmente el mes adicional en el año 17.º, un segundo mes de Adar en una ocasión y un segundo mes de Elul en otra; o (2) que su mes 13.º (embolismal) siempre fuera el segundo Adar, añadido a veces en el año 16.º y otras en el 17.º. La segunda posibilidad es mucho más probable, pues la presencia de un segundo mes de Elul entre los judíos es completamente desconocida y sumamente improbable (ver p. 226), y además el mismo ciclo babilónico no era fijo en tiempos de los papiros elefantinos. El simple hecho de que los judíos adoptaran (con diferente grafía) después del cautiverio la forma babilónico de los nombres de los meses, no prueba nada respecto a la supuesta adopción del ciclo babilónico. En realidad, los babilonios no habían llegado a fijar la secuencia un siglo después del retorno de los judíos de Babilonia. Se han citado ciertos datos de Tolomeo para mostrar que el calendario lunar macedonio adoptó, cuando fue introducido en el imperio seléucida, el segundo mes de Elul del año 17.º del sistema babilónico. Esto parecería favorecer la hipótesis de que en el tiempo de Cristo ya se había adoptado en forma general el ciclo babilónico en el Cercano Oriente. Sin embargo, esta prueba es en realidad ambigua.*)

Cómputo según el calendario judío

Para precisar la fecha de la crucifixión son importantes el cálculo del mes judío y la posibilidad del uso de un ciclo fijo de años, por lo tanto sería bueno examinar las pruebas en cuanto a estos dos factores. El cómputo del calendario judío se hacía siempre según el Talmud, en forma empírica, observando la luna nueva y las estaciones, y era fijado por una comisión del sanedrín. Sin embargo, el Talmud contiene indicaciones de que los encargados del calendario tenían cierta libertad para actuar de acuerdo con su criterio. El Talmud comenzó a redactarse varios siglos después de Cristo -si bien se cree que refleja costumbres de tiempos anteriores- y a veces se contradice, por esto es necesario repasar algo de lo que contiene en cuanto al calendario.

El Talmud menciona tres condiciones para la intercalación de un 13er mes para demorar el mes de Nisán hasta la próxima luna, y eran las siguientes: (1) si el equinoccio estaba atrasado en relación con el fin del mes de Adar, es decir, si el 12.º mes terminaba en la primera parte de marzo; (2) si la cosecha de cebada no estaba lista para la ceremonia de la gavilla mecida; (3) si los frutos aún no maduros mostraban que era demasiado pronto. Otra condición mencionada era si los corderitos necesarios para el sacrificio pascual todavía eran demasiado pequeños. Aun en el caso de que la intercalación del mes adicional fuera determinada sólo por condiciones propias de la estación, era necesario que ocurrieran dos de esas condiciones para poder determinar la necesidad de intercalar un mes adicional. Esto daba lugar para que las respectivas autoridades decidieran (ver Talmud Sanhedrin 11b). En cuanto a la cosecha de cebada, ésta se recogía en diferentes épocas en las tres principales regiones de Palestina. Para decidir que era necesario intercalar un segundo mes de Adar, la cosecha de cebada no debía haber madurado en dos de las tres regiones. La regla que prohibía anunciar el mes extra o intercalar antes del l.º de Tisri (seis meses antes de tiempo), prueba que los expertos tenían métodos para computarlo por adelantado mediante métodos teóricos. Con referencia a las reglas del Talmud para intercalar el mes adicional, ver Sanhedrin 11a-13b. Se dice que el rabí Akiba (c. 50-132 d. C.), al ser puesto en cautiverio, calculó por adelantado tres años de 13 meses. Difícilmente podría haber hecho esto sin conocer algún tipo de ciclo.

En resumen: El cuadro completo da la impresión de que los que eran responsables del ajuste del calendario disponían de una computación teórica considerable basada en métodos indudablemente empíricos -la observación de la luna y de las estaciones-, y que esos antiguos métodos, aunque ya no eran necesarios, continuaban como tradiciones (ver el Apéndice del tratado Rosh Hashanah , ed. inglesa de Soncino, p. 178).

Parece que los encargados, que recibían fielmente a los testigos que anunciaban la nueva luna cada mes (ver t. II, pp. 116, 125), bien podrían haber empleado ciertas reglas para demorar en algunos casos el comienzo del mes; y en las múltiples condiciones necesarias para determinar la intercalación del 13er mes, deben haber tenido amplia oportunidad para emplear su propio juicio (ver Talmud Rosh Hashanah 22a-25b y Apéndice, ed. Soncino, p. 181). El Talmud indica que los encargados daban a conocer a unos pocos elegidos los cálculos que 251 habían hecho en cuanto al calendario. Podían calcular aproximadamente el equinoccio, y difícilmente podrían haber desconocido por completo la teoría del calendario lunar y el ciclo de los 19 años que se había conocido desde hacía mucho tiempo en Babilonia y entre los griegos. Cuando finalmente se publicaron las reglas que sistematizaban el calendario, judío, a fin de liberar a los judíos que vivían en regiones lejanas de la dependencia de Jerusalén, no se pretendió que esas reglas fueran un nuevo invento, sino la promulgación de métodos conservados por largo tiempo entre los sacerdotes. Es muy posible -aunque no puede probarse- que ya en el siglo I los sacerdotes pudieron haber regulado la fecha del comienzo de Nisán, para ubicar el día de la pascua en relación con la luna llena o para colocarlo en determinado día de la semana (cf. Talmud Rosh Haihanah 20a, 22b), o que determinaran la intercalación del 13er mes mediante un ciclo fijo que se repetía, mientras seguían aún los formalismos de las antiguas prácticas empíricas nada más que por tradicionalismo.

La posibilidad de un ciclo fijo.-

Los cristianos conocían el ciclo judío de 19 años por lo menos desde el siglo III (ver Eusebio, Historia eclesiástica vii. 32, extracto de Anatolio). Si existía tal ciclo judío en el siglo III, ¿cuál habría sido su esquema? ¿Sería posible que el año embolismal, con sus 13 meses, apareciera de nuevo en el ciclo en forma regular en consonancia con los años de 13 meses del calendario babilónico que había sido uniformado en la primera parte del siglo IV a. C.? En el siglo V a. C. ciertos papiros elefantinos hacen notar un paralelismo bastante estrecho entre los meses judíos y los babilónicos (ver las tablas, t. III, pp. 112-113). Este parecido pudo haber resultado del empleo de métodos empíricos similares; pero hasta el tiempo de Cristo puede haber sido el resultado de que los judíos emplearan un ciclo de 19 años similar al de los babilonios, ciclo que difícilmente podían haber desconocido los magistrados judíos del siglo I d. C.

Si ya existía un ciclo regular judío similar al babilónico en el siglo I, es de esperar que los judíos intercalaran un segundo mes de Adar, ya fuera seis meses antes o seis meses después del mes babilónico de Elul en el año 17.º (ver p. 226). ¿Cuál habrá sido? No puede saberse con exactitud. Sin embargo, es interesante notar que si se proyecta hacia atrás, hasta el siglo I, el ciclo judío posterior, éste se aproximaría al ciclo babilónico, y el segundo mes de Adar del 8.º año judío habría caído seis meses antes que el segundo mes de Elul en el año 17.º del ciclo babilónico. En tal caso, se habría producido un segundo mes de Adar tanto en el año 30 como en el 33 d. C., por lo cual no habría sido posible que la crucifixión hubiera ocurrido en esos años. Entonces quedaría el año 31 como la fecha más probable. Pero por ahora esto no es más que una observación interesante, puesto que no tenemos ninguna evidencia directa en cuanto a la práctica judía en el siglo I. Si empleaban algún tipo de ciclo, no se lo conoce, y es posible que hubieran empleado métodos puramente empíricos para ubicar el segundo mes de Adar en los diferentes años, sin que hubiera un sistema fijo, de modo que pudiera haber caído en el año 30 o en el 31, por ejemplo. La evidencia histórica de que disponemos no proporciona ninguna base para estar seguros de que el 13er mes (embolismal) ocurrió en cualquiera de esos años. 252 (Nota: * No hay razón para suponer que un ciclo Judío del siglo I , con una secuencia fija de años de 13 meses (embolismales), hubiera sido abandonado para adoptar un ciclo totalmente diferente. El ciclo Judío, conocido en su forma posterior, y vigente aun, ubica el 13er. mes de los años 3,6,11,14,17 y 19 (estos son los mismos números, aunque no los mismos años del ciclo babilónico). La declaración ya mencionada del autor cristiano Anatolio, quien habla del ciclo de 19 años, puede entenderse de que una indicación de que un año que ahora lleva el número 1 con el ciclo Judío corresponde con el año que llevaba ese día en los días de Anatolio (alrededor del año 270). Es decir, que cada año del ciclo comenzaba entonces en primavera (marzo-abril), seis meses mas tarde del ano que empezaba el Tisri, que era llamado primero en el ciclo judío que ha llegado hasta nuestros días, Sin embargo, después de la terminación de los servicios del templo -ya fuera antes o después de Anatolio- el ciclo judío tiene que haberse atrasado en un mes, puesto que el año comienza algunas veces demasiado prematuramente para que pueda estar madura la cosecha de la cebada. De hecho, el año comienza un mes antes que el babilónico en la mayoría de los casos, y ni un solo año judío de 13 meses (embolismal) coincide con el año babilónico de 13 meses. Este atraso del ciclo podría haber resultado del cambio de hacer comenzar el año religioso en primavera ( según el cual los judíos computaban los reinados en los diferentes Herodes; ver p. 230) al año civil que comenzaba el otoño con el 1.º de Tisri. Es decir, si los judíos del siglo I contaban los años de su ciclo como lo hacen ahora, pero los hacían comenzar seis meses después del principio real de loa años (en el mes de Tisri), y si al ajustar el ciclo al cómputo de los años comenzados en otoño, hubiera eliminado un 13er. mes (embolismal), el resultado de ese leve cambio habría siso la modificación de ese sistema que se ha convertido en la forma del ciclo que ha llegado hasta nosotros, el cual suele estar un mes adelantado respecto al ciclo babilónico y también al judío del siglo V a.C. Además, en tal caso, la única forma posible en el ciclo del siglo I hubiera hecho que los mese decimoterceros ocurrieran en los mismos años en el ciclo judío y babilónico, con la excepción de que el segundo mes de Adar, al final del 8-º año judío (correspondiente con el 16.º año babilónico) habría acontecido seis meses antes que el segundo mes de Elul en medio del 17.º año del ciclo babilónico. (Al decir «única forma posible» se habla de una que haga coincidir el mes de Nisán con la cosecha de cebada, requisito que debe cumplir cualquier ciclo que funcionara mientras existiera el templo). )

Un asunto de probabilidad.-

En lo que a pruebas reales astronómicas o basadas en el calendario se refiere, sólo se puede decidir entre el año 30 y el 31 en términos de una mera probabilidad. En el siglo I, o los judíos empleaban un ciclo fijo de 19 años con una secuencia fija de años de 13 meses, o no lo usaban. Si no tenían ningún ciclo regular, como muchos piensan, es una mera conjetura una fecha tal como la del viernes 14 de Nisán en el año 30, que depende de que un año judío de 13 meses hubiera correspondido con el 17.º del ciclo babilónico (ver p. 246 y la nota). Si tenían una secuencia fija, no hay prueba de que fuera idéntica con la babilónico, y podría haber sido diferente del ciclo judío posterior, el cual da una fecha muy temprana para que coincidiera con la cosecha de la cebada. Si la secuencia fija más antigua que tuvieron con años de 13 meses era igual a la que usaron más tarde, cuando uniformaron su calendario, el año judío 30/31 d. C., correspondiente con el año 17.º del ciclo babilónico no fue un año embolismal de 13 meses, en el cual el 14 de Nisán cayó en viernes. Se ha mostrado que si los factores calculados afectaron el día 1.º de Nisán en el año 31, hay varias razones posibles para considerar no sólo que ese año pudo ser el año de la crucifixión, sino que es más probable que el año 30 d. C.

Ya se han explicado las razones por las cuales este Comentario ha escogido tomar como fecha de la crucifixión el año 31 d. C. (ver p. 246). Por causa de las inexactitudes inherentes a los cálculos modernos para computar una fecha antigua acerca de la cual no hay fuentes documentales, se ha prestado especial atención a los factores que no son astronómicos. Al evaluar las pruebas ofrecidas por los cálculos lunares, los editores de este Comentario creyeron necesario obtener información de personas expertas en cuanto al grado de confiabilidad de tales pruebas. Por esta razón, el redactor escribió a varios astrónomos de renombre para preguntarles su opinión (1) en cuanto al grado de precisión posible en los cómputos retrospectivos para saber la fecha del calendario juliano de cualquier luna nueva o llena en tiempos de Cristo sobre la base de las modernas tablas lunares, y (2) en cuanto a los elementos de incertidumbre que pudieran existir para convertir esa antigua fecha en términos astronómicos a un día específico en el calendario judío, lo que sería necesario a fin de asignar a la crucifixión una fecha dentro del calendario juliano.

En sus respuestas a la primera pregunta, los cuatro astrónomos que respondieron difirieron en cuanto al margen de error que puede tener el cálculo de una antigua fase lunar. Este margen de error se atribuye mayormente a la variación de la rotación de la tierra sobre su eje. (Esta variación en la rotación, que no puede predecirse, no se debe a la inseguridad en el cálculo de los movimientos relativos de los cuerpos celestes. Sólo afecta el momento del día cuando, por ejemplo, ha ocurrido la conjunción astronómico [o «luna nueva»]. Este error sólo puede eliminarse en los casos cuando los antiguos documentos, tales como registros de eclipses, den la hora en la cual ocurrieron.) En algunos casos, este pequeño margen de error daría como resultado una incertidumbre en cuanto a si la luna llegó al ángulo de visibilidad posible en determinado lugar antes o después de ponerse. En tales casos, unos pocos minutos de 253 diferencia podrían dar como resultado un día entero en el calendario judío, puesto que si la luna nueva no está suficientemente distante del sol como para verse una noche, no puede verse sino hasta la noche siguiente.

Sin embargo, al responder a la segunda pregunta, los astrónomos, en forma unánime, señalaron una importante e inevitable inseguridad en toda fecha de un calendario lunar antiguo. Aunque pudiera computarse la luna nueva con la precisión de una fracción de segundo, aún quedarían los elementos variables e imposibles de verificar que afectaban el intervalo entre la conjunción y la primera visibilidad después de la puesta del sol (ver p. 246). En cuanto a esta pregunta, las respuestas concuerdan en señalar la incertidumbre implicada en cualquier método de cómputo que intentara convertir los datos astronómicos para un día específico de un mes judío cuando faltan los documentos antiguos. Por eso afirman que es imposible identificar con total certeza el equivalente de cualquier pascua judía en el calendario juliano.

Se reproducen en forma completa tanto la carta del redactor de este Comentario como las respuestas recibidas de los astrónomos:

REVIEW and HERALD

GENERAL CHURCH PAPER OF SEVENTH-DAY ADVENTISTS TAKOMA PARK-WASHINGTON 12. D.C..U.S.A.

[Esta es la carta dirigida a varios astrónomos]

Apreciado señor: 15 de enero de 1956

Me dirijo a usted como redactor de un Comentario bíblico de siete tomos, de los cuales ya se han publicado los que comentan el Antiguo Testamento. Es natural que al tratar el asunto de la correlación de la cronología bíblica con los hechos conocidos de la historia antigua en términos del calendario juliano, nuestro cuerpo de redactores desee no hacer declaraciones incorrectas. Hemos actuado con el entendimiento de que ciertas fechas del período paleotestamentario pueden establecerse con mucha precisión, interpretando por medio de cálculos astronómicos modernos los antiguos documentos, como registros específicos de eclipses, tablillas astronómicas babilónicas o papiros que dan la fecha solar con su equivalente lunar. Pero parece que hubiera un contraste entre la relativa certeza de los resultados que se pueden obtener cuando se dispone de tales fuentes, y los intentos por computar fechas lunares específicas del Nuevo Testamento, como la fecha de la pascua en tiempos de Cristo, mediante cálculos basados en las modernas tablas astronómicas, pues faltan antiguos documentos judíos que lleven fecha. Nuestro estudio nos ha hecho dudar de la confiabilidad de las fechas lunares judías que se han computado. Por esto, quisiera hacerle dos consultas:

1. La obra de Parker y Dubberstein, Babylonian Chronology (Universidad de Chicago, 1942), basada en la Tabla M de Schoch y la obra de Sidersky, afirma que tiene sólo un 70 por ciento de precisión para fijar un día para su calendario babilónico, y concede un porcentaje aún menor para las fechas judías correspondientes. Se me ha dicho que es posible precisar con un posible error de unas dos horas la fecha de las fases de la luna hasta el siglo I d. C. Pero también he sabido que ciertas tablas, tales como las de Schoch y Neugebauer, calculadas para computar fechas del calendario lunar a partir de las tablas lunares, tienen un error que se 254 mide en minutos. Estas tablas, calculadas especialmente para tiempos antiguos, ¿tienen una mayor presición hasta el punto de poder disminuir, el error habitual o debe añadirse a las dos horas el margen de error que en ellas aparece? (Nota: Estas tablas lunares de Neugebauer son obra del Dr. Pablo V. Neugebauer, de Alemania, y no del Dr. Otto Neugebauer, conocido experto en antigua astronomía babilónico, cuya carta se reproduce aquí.* )

2.Aparte del problema del margen de error, parece haber tantos factores variables en el calendario, que me pregunto cuánta validez tendrán los esfuerzos hechos en la actualidad para fijar la fecha de la crucifixión de Cristo empleando tablas lunares, en vista de que esos intentos se basan en la suposición de que tales tablas, como las ya mencionadas, nos permiten saber con exactitud en qué años cayó el día 14 del mes lunar judío de Nisán en día viernes. Las razones por las cuales dudo de la validez de estos intentos se basan en el hecho de que la determinación de una fecha como la del 14 de Nisán parece depender de (1) el cómputo retrógrado a partir de tablas modernas de conjunción lunar, habiendo aparentemente la posibilidad de un mayor margen de error que el que yo había sospechado; (2) el cálculo teórico del intervalo entre la conjunción y la luna nueva visible, cuando se hacía comenzar el mes, a lo que se añade la incertidumbre de los factores de las costumbres judías y del estado atmosférico local, y (3) la identificación de ese mes lunar con el mes de Nisán (y no con un segundo Adar), mediante la extensión del ciclo babilónico anterior, de 19 años, al siglo I, sin que haya documentos que lleven fecha ni ninguna seguridad de que se lo empleaba en Palestina. Por lo tanto, deseo preguntar: Qué validez, si es que la hay, tiene el empleo del cálculo lunar como método para ubicar el día 14 de Nisán de cualquier año del siglo I d. C.?

Le ruego que me disculpe por haber tomado de su valioso tiempo. Su pronta respuesta será muy apreciada. A menos que me indique lo contrario, doy por sentado que podré citar su respuesta.

Le saluda atentamente,

(Firmado) E D. Nichol

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MINISTERIO DE LA MARINA OBSERVATORIO NAVAL DE LOS EE. UU. Washington 25, DC

24 de enero de 1956.

Sr. Francis D. Nichol, redactor Review and Herald Takoma Park Washington 12, D.C.

Estimado Sr. Nichol:

Hemos recibido su carta del 15 de enero de 1956. Ese 70 por ciento de precisión que estiman Parker y Dubberstein para su tabla de cronología, se refiere al porcentaje de casos en los cuales una fecha tomada de su tabla concuerda con la fecha computada astronómicamente para el comienzo del mes. La oscilación de un día podría evitarse si se computara el comienzo de cada mes y no se usara la Tabla M de Schoch; pero no se justifica el trabajo que eso representaría. Cuando se presenta un caso para el cual es importante saber el día exacto, se puede hacer el cómputo si se desea. Sin embargo, la fecha computada astronómicamente todavía está sujeta a un error al menos de un día, en parte por causa de las inevitables dudas en cuanto al tiempo computado para la luna nueva, pero mayormente debido a la incertidumbre en cuanto al intervalo transcurrido desde la luna nueva hasta el momento cuando fue observada realmente.

En respuesta a su primera pregunta, el error del tiempo calculado para la luna nueva se debe en parte a los errores de computación a partir de las aproximaciones en las tablas particulares que se emplean , y en parte a las inseguridades en cuanto a los elementos orbitales del 255 sol y de la luna, y las variaciones que han ocurrido en la velocidad de la rotación de la tierra. El error de cómputo de las tablas de Schoch para la luna nueva es de menos de cinco minutos. Estas tablas fueron empleadas por Parker y Dubberstein como la base astronómico de su tabla, El posible error adicional por causa de los errores de los elementos orbitales que Schoch emplea, y por causa de variaciones de la velocidad de la rotación de la tierra, es muy difícil de estimar; pero ese margen de error representa por lo menos 2 ó 3 horas en el primer siglo d. C.

El intervalo desde la luna nueva astronómico hasta su aparición no puede calcularse sólo teóricamente. Para cada ubicación geográfica particular deben establecerse en forma empírica los criterios para esa determinación. Los diferentes autores no siempre han concordado del todo en cuanto a esos criterios. Además, debe suponerse que es necesario dejar un cierto margen para las variaciones debidas a costumbres y circunstancias locales en el tiempo de cada observación.

Además, la confiabilidad de la correlación de las fechas de los antiguos calendarios lunares con las fechas del calendario juliano, depende de la precisión con que se haya restaurado el calendario y establecido la cronología del período. No estamos en condiciones de comentar ese aspecto del problema. La segunda edición de Parker y Dubberstein, publicada en 1946, es sin duda lo mejor que podía lograrse en ese momento, aunque debe admitirse que podría mejorarse. En respuesta a su segunda pregunta, es correcta su conclusión de que por causa de los tres factores que usted menciona, los intentos de fijar las fechas del día 14 de Nisán en el antiguo calendario judío son de dudosa validez. Es imposible determinar las fechas del 14 de Nisán en los años del siglo I de la era cristiana mediante un cálculo astronómico. Podrían ser fijadas, tal vez, sólo por medio del estudio y la interpretación de los registros de la época.

Usted puede citar esta carta si así lo desea, pero preferimos que se la cite completa y no en forma parcial.

Lo saluda atentamente,

(Firmado) G. M. Clemence

Director del Almanaque Náutico Observatorio Naval de EE. UU.

_______________

Observatorio Real de Greenwich Herstmonceux Castle, Nr. Hailsham, Sussex, Inglaterra

Ref. 79/4 24 de enero de 1956

Sr. Francisco D. Nichol, redactor Review and Herald , Takoma Park Washington 12, D.C. U.S.A.

De mi consideración:

En respuesta a su interesante carta del 15 de enero de 1956, lamento no poder darle mucha información o ayuda autorizada en relación con sus preguntas. Las respuestas completas sólo podría dárselas un experto en cronología antigua, y yo no puedo pretender serlo.

La mayor dificultad para calcular una fase de la luna hace dos mil años es la imposibilidad de predecir las irregularidades de la rotación de la tierra en los últimos dos mil años. Se que la velocidad de la rotación ha ido disminuyendo paulatinamente debido a la fricción de las mareas, y se incluye en la aceleración secular de la longitud lunar un valor promedio de 256 este efecto. Este valor en sí mismo es incierto y debe añadirse a esto las fluctuaciones en la longitud de la luna debidas a cambios irregulares en la velocidad de la rotación de la tierra, que no pueden predecirse. Todos estos cambios pueden atenuarse hasta cierto punto, por el hecho de que los valores de la aceleración secular han sido deducidos de un estudio no sólo de las observaciones modernas, sino también de los registros de antiguos eclipses. Tomando en consideración todos los factores posibles, me parece poco probable que en los comienzos de la era cristiana hubiera un error que superara unos pocos minutos.

Una explicación del posible error de dos horas es que ciertas tablas omiten algunas de las perturbaciones periódicas en el movimiento lunar. Aunque los cálculos están muy simplificados, estas omisiones podrían dar lugar a errores de tal magnitud.

No puedo dar una respuesta autorizada a su segunda consulta, ya que eso depende de la estimación teórica del intervalo entre la luna nueva y la primera observación de la luna nueva creciente. Eruditos como Fotheringham, Schoch y Neugebauer han estudiado detenidamente este tema; pero permanece el hecho de que condiciones puramente locales pueden invalidar hasta el trabajo más cuidadoso referente a una observación precisa de la luna nueva.

Lo saluda atentamente,

(Firmado) D. H. Sadler

Superintendente

____________

BROWN UNIVERSITY

Providence 12, Rhode Island

19 de enero de 1956

Sr. Francisco D. Nichol, redactor Review and Herald Takoma Park Washington 12, D.C.

Estimado Sr. Nichol:

He recibido su carta del 15 de enero, y espero que los siguientes comentarios sirvan para aclarar sus preguntas:

l. Es necesario distinguir con claridad entre el problema de determinar los momentos de la conjunción o de la oposición, y el problema de la primera visibilidad de la luna nueva. Todas las tablas modernas que usted menciona dan con muchísima precisión el momento de la conjunción o de la oposición. Por lo tanto, todos los datos relacionados con los eclipses son enteramente dignos de confianza.

Pero ocurre todo lo contrario en el caso del problema de la primera visibilidad. Todas las tablas modernas deben tomar posiciones arbitrarias en cuanto a las condiciones de visibilidad en la antigüedad en general, o en lugares específicos. Estas presuposiciones, escogidas mayormente en forma arbitraria son aun en los tiempos modernos, muy poco dignas de confianza. Puesto que el fenómeno de la primera visibilidad está relacionado con la puesta del sol, todas las tablas contienen inexactitudes de un día completo. Por supuesto, hay muchos casos cuando puede decidirse con un buen grado de probabilidad el momento de la primera visibilidad; pero muchos casos difíciles siempre quedan sin poder ser definidos. Puedo referirme a cómputos babilónicos de la época en cuanto a primeras visibilidades, que con frecuencia dan un resultado dudoso. Es probable que las tablas modernas no sean mejores, y a menudo son peores. Usted podrá hallar esta referencia en mi artículo titulado «El método babilónico de computar la última visibilidad de Mercurio», 257 Proceedings of the American Philosophical Society, t. 95, N.º 2, 1951; y Astronomical Cuneiform Texts . Londres, 1955, t. 3, tabla 140 en adelante.

2. Las razones por las cuales usted pone en duda la validez de la fecha del 14 de Nisán se justifican enteramente. Cada argumento que usted menciona basta para que los resultados sean realmente dudosos.

Lo saluda muy atentamente,

(Firmado) O. Nettgebauer

______________

ASTRONOMISCHES RECHEN-INSTITUT de Heidelberg

Heidelberg, 21.2.1956 Grabengasse 14 Telefon 71231/330 71666

Sr. E D. Nichol Redactor de Review and Herald Takomna Park Washington 12, D.C., EE. UU.

Estimado Sr. Nichol:

El profesor Fricke me ha dado la tarea de investigar las preguntas que usted le hiciera en su carta, y me pidió que le conteste.

En cuanto a su primera pregunta, puede decirse lo siguiente: el cómputo de las fases de la luna se basa en la determinación de la luna nueva. Para este propósito se puede usar una de varias tablas, que difieren entre sí por la precisión de los resultados que se obtienen. En verdad, hay tablas que dan resultados que pueden tener hasta una hora de margen de error. Por otra parte, mediante el uso de las tablas de C. Schoch (Astronomical, etc … ) se obtiene el momento de la luna nueva con la precisión de unos pocos minutos. En los problemas cronológicos, con frecuencia uno tiene que dilucidar la determinación de la luna nueva, cuya visibilidad -como bien se sabe-, juega un papel importante en el antiguo calendario judío. Para cuestiones cronológicas la precisión de su cómputo mediante la tabla de Neugebauer, por ejemplo, es plenamente adecuada.

Responderé ahora su segunda pregunta, es decir, con cuánta precisión puede computarse el 14 de Nisán. Siempre que la determinación del 14 de Nisán se base en la aparición de la luna nueva -lo cual es nada más que un problema astronómico-, no encontraremos ninguna dificultad. Los movimientos del sol y de la luna en tiempos antiguos son suficientemente bien conocidos por los datos de los eclipses, para computar la luna nueva astronómica y la luna nueva con suficiente precisión, como ya se lo dije. Sin embargo, el asunto es saber si en el tiempo de Cristo se determinaba el comienzo del mes por la observación de la luna nueva, o si era usual el empleo de otros calendarios. Este es un asunto importante que debe ser determinado por especialistas en historia antigua.

Si se supone que el comienzo del mes se basaba en la observación de la luna nueva, no se puede ni afirmar ni negar con seguridad completa que una determinación computada de un día 14 de Nisán coincidiría con las observaciones reales de la luna nueva. En ciertas circunstancias podría ocurrir una diferencia con los resultados de la computación si, debido a mala visibilidad, la longitud del mes fuera determinada en forma cíclica. Del mismo modo, el uso empírico de la intercalación (es decir, intercalar una corrección, como sería un segundo mes de Adar) posiblemente cause discrepancias. Por lo tanto, cada caso debe estudiarse en forma separada al considerarse este problema, porque siempre es posible 258 que, debido a urja situación favorable de un determinado caso, pueda hacerse un cómputo fidedigno, mientras que, por otra parte, ninguna respuesta definida pueda obtenerse en circunstancias desfavorables.

Lo saluda atentamente,

(Firmado) Dr. Ulrich Baehr (Nota: *[El Dr. Baehr escribió la carta en alemán. La traducción es de Simone Daro Gossner, del Observatorio Naval de los EE. UU.- N. de la R.] [En 1974 se averiguó si después de 18 años había alguna modificación en la validez de la posición que se expone en las cartas recién citadas. Por eso se dirigieron cartas a tres de los cuatro astrónomos a quienes se consultó en aquella ocasión. Dos de esos tres, Neugebauer y el Dr. R. L. Dunscombe (quien respondió) en calidad de sucesor del Dr. Clemence) contestaron en forma similar: que las cartas anteriores podían permanecer sin alteraciones, y que las tablas lunares más nuevas (que concuerdan con diferencia de minutos con todas las otras tablas modernas) no han disminuido la inexactitud inherente al cálculo de fechas según los antiguos calendarios lunares, fechas que dependen del cálculo del intervalo variable entre la luna nueva astronómica y la creciente visible. El tercero, el Dr. H. Sadler, destaco que las recientes investigaciones de la rotación de la tierra y la aceleración secular de la luna, indican que el cálculo presentado en su carta del 24 de enero de 1956, en cuanto a los posibles errores en los tiempos de las fases lunares, era demasiado optimista.- N. de la R.] *)

Bibliografía

Alegro, Augusto. Palabra-tiempo: cronología bíblica. Buenos Aires: Guadalupe, 1972. Esta corta obra (95 pp.) presenta una introducción a los problemas de la cronología bíblica.

Amadon, Grace. «Ancient Jewish Calendation,», Journal of Biblical Literature, t. 61 (1942), pp. 227-280. En este estudio técnico se propone que la crucifixión ocurrió en el año 31 d.C., en base a la interesante hipótesis de que en los tiempos de Cristo los judíos regalaban el comienzo del mes de Nisán para que el día 13 coincidiera con la luna llena. El artículo es importante si se usa correctamente la información sobre el calendario, Por otra parte, su teoría en cuanto al 13 de Nisán no es comúnmente aceptada, y la evidencia que hay no apoya que la acostumbrada cena pascual se sitúe en el atardecer que da comienzo al 14 de Nisán. Ver la crítica que de este artículo hace Richard A. Parker («Ancient Jewish Calendation: A Criticism») en un número posterior de la misma revista, t. 63 (1944), pp. 173-176, y la respuestas de la Srta. Amadon («The Crucifixion Calendar») en el mismo ejemplar, pp. 177-190.

Caird, G. B. «The Chronology of the NT»‘, en The Interpreter´s Dictionary of the New Testament, t. 1 pp. 599-607. En la sec. A. 1. b se discute el censo en ocasión del nacimiento de Cristo, y se hace referencia a Cirenio y a otro censo de ese período, cuando se obligó a las personas a volver al lugar de donde provenía su familia a fin de enrolarse.

The Cambridge Ancient History (ver Bibliografía, p. 44). En el t. 10, The Augustan Empire, que trata del período desde el año 44 a. C. hasta el 70 d. C., se presenta el trasfondo de la organización y la administración del imperio en los tiempos del NT. De especial interés son los cap. 5, 11, 19, acerca de Augusto, Herodes y Tiberio.

Hoehner, Harold W. Chronological Aspects of the Life of Christ . Grand Rapids: Zondervan, 1977. Una discusión conservadora y erudita de las fechas del nacimiento, el bautismo y la crucifixión de Cristo, en relación con las setenta semanas de Daniel.

Horn, Siegfried H., y Wood, Lynn H. The Chronology of Ezra 7. Ed. 2.ª, revisada. Washington: Review and Herald, 1970. En esta obra semitécnica se establece la fecha 457 a. C. como comienzo del período profético de los 2.300 días. En los primeros capítulos se presentan los hechos básicos, con su respectiva documentación, en cuanto a los antiguos calendarios y a la forma de computar los años. Ver en este Comentario , t. III, pp. 112, una reconstrucción posible del calendario judío hecha por estos mismos autores. Con referencia a los problemas del calendario, ver otros libros en la bibliografía, del artículo sobre el calendario judío, en el t. I, p. 126.

Josefo, Flavio. Ver Bibliografía, p. 102.

Ogg, George. The Chronology of the Public Ministry of Jesus. Cambridge: The University Press, 1940. Esta obra presenta un resumen de las diversas fechas expuestas por diversos autores, llegando a la conclusión de que el ministerio de Jesús tuvo lugar entre los años 28/29 y 33. Aunque las conclusiones del autor no son aceptables, el estudioso puede encontrar informaciones útiles. Por ejemplo, se explica y refuta la teoría de la corregencia en cuanto al año 15 de Tiberio (pp. 173-183). Se discuten las diferentes soluciones en cuanto al problema de la última cena y el calendario judío (cap. 9). Se presentan numerosas opiniones en cuanto a la duración del ministerio de Cristo (cap. 4-6), y también en cuanto a la fecha de la crucifixión y a los métodos de computación lunar comúnmente usados (cap. 10).

Olmstead, A. T. «The Chronology of Jesus’ Life», Anglican Theological Review, t. 24 (1942), pp. 1-26. Se presenta la duración del ministerio de Cristo como de poco más de un año. Esto se logra eliminando del Evangelio de Juan uno de los pasajes que se refiere a la pascua y considerando que la «fiesta de los judíos» era la de los tabernáculos. Afirma que la crucifixión seguramente tuvo lugar el 7 de abril del año 30; sostiene esa fecha en base a una reconstrucción teórica del calendario babilonio (ver Parker y Dubberstein en esta bibliografía). El mismo autor añadió a su libro Jesus in the of history (New York: Scribner’s, 1942) la aseveración que el ministerio de Jesús comenzó el 18 de diciembre del año 28, y que duró sólo 475 días. En el mimo tomo de esta publicación Carl H. Kraeling refuta el dogmatismo de Olmstead, pp. 334-354.

Parker, Richard A., y Dubberstein, Waldo H. Babylonian Chronology, 626 B.C.- A.D. 75. Providence, Rhode Island: Brow University Press, 1957. Esta pequeña obra contiene tablas en las cuales se da la fecha juliana del primer día de cada mes del calendario lunar babilonio, reconstruido en base a las tablas de Schoch y Sidersky, e incorporando información babilónico en cuanto a ciertos meses embolismales. Su advertencia de que en las fechas julianas de algunos meses podría haber un error de un día y en las más de las fechas judías, debe tomarse en cuenta.

Categorías: Historia

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