La Cronología de la Primera Época de la Historia Bíblica

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PARTE I: LOS ELEMENTOS DE LA CRONOLOGÍA

LA ARMONÍA de las declaraciones en que está implicado el factor tiempo en las Escrituras vigorizan nuestra confianza en la exactitud de la Palabra inspirada, pero la cronología no es esencial para la salvación. Evidentemente, por eso Dios no consideró necesario incluir todos los detalles cronológicos. En algunos casos no ha sido posible establecer ciertas fechas con exactitud, y como resultado, varios de nuestros autores han diferido en el cómputo de algunas fechas. Esto no quiere decir que las fechas históricas no nos ayudan a veces en nuestra búsqueda de una verdad espiritual más profunda, o que no sean importantes las pocas fechas relacionadas con períodos proféticos exactos. Con todo, los hitos proféticos están bien establecidos, y otras fechas históricas rara vez son asuntos de importancia teológica.

Dogmatizar acerca de cronología o pretender fijar cada fecha irreductiblemente, no sólo sería atrevido sino imposible. Este artículo, y los similares que aparecen en los tomos siguientes, procurarán proporcionar un bosquejo general y explicar ciertos principios básicos. Muchas supuestas dificultades se han aclarado al aumentar el conocimiento de la cronología antigua. Aunque no podemos esperar que todos los especialistas concuerden en su interpretación de las lagunas cronológicas de los tiempos antiguos, podemos esperar confiadamente que la investigación futura confirme el registro bíblico. Cada vez que ese registro puede ser comprobado adecuadamente, se revela como historia fidedigna. Sus declaraciones no están libradas al acaso ni son fantásticas, sino armoniosas y razonables.

Cuando Dios comenzó a hacer girar este globo sobre su eje y lo inició en su órbita anual en torno del sol, junto con la luna, su acompañante menor, decretó que esos cuerpos celestes rigieran el día y la noche, y además fueran «señales para las estaciones, para días y años» (Gén. 1: 14). De ese modo, el tiempo de la tierra se mide por esos movimientos. Los antiguos observaban los cielos en busca de señales y estaciones, del tiempo del día y del comienzo de los meses. Hoy día los astrónomos de los grandes observatorios enfocan sus telescopios sobre las estrellas a fin de regular las señales que indican el tiempo para ajustar nuestros relojes.

El día medido por la rotación de la tierra.-

Al girar este planeta sobre su eje, intensamente alumbrado por el sol, la mitad del globo está en la luz y la otra mitad en la sombra. Es decir, hay día en un lado y noche en el otro, pues » «Dios llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche» » (Gén. 1: 5). En cualquier punto que estemos de este globo giratorio, somos llevados hacia el este huyendo de la luz solar y entrando en la sombra; entonces decimos que el sol se está poniendo en el oeste. Luego, siguiendo nuestra rotación durante la noche en torno de la porción oscura, llegamos otra vez a la luz. Vemos nuevamente el sol en la línea divisoria que llamamos amanecer. A medida que el lugar en que estamos se acerca al punto directamente opuesto al sol, esa ígnea esfera parece ascender en nuestro cielo hasta que, al mediodía, está en nuestro meridiano. A partir de ese punto parece declinar a medida que seguimos girando por el lado iluminado por el sol, y completamos nuestro circuito cuando llegamos otra vez a la línea del ocaso: el borde de la sombra. Los antiguos no necesitaban relojes que les dijeran cuándo habían pasado la línea fronteriza entre el día y la noche: el alba comenzaba el día y el ocaso iniciaba la noche.

«¿No tiene el día doce horas?» , preguntó Jesús (Juan 11: 9). Y así era porque en su tiempo una hora significaba la doceava parte del intervalo -que variaba con las estaciones- entre el alba y el ocaso. Pero «día» tiene también otro significado. Un período delimitado por cinco días, o cualquier número de días, no puede desentenderse de las noches que comprende. Por lo tanto, un día se mide en el calendario por una rotación completa de la tierra sobre su eje, que incluye un día y una noche. La puesta del sol era el punto de partida para los hebreos. Cada día completo constaba de tarde-mañana, oscuridad-luz, noche-día (Lev. 23: 32; 22: 6, 7; Mar. 1: 21, 32). Algunos pueblos antiguos, como los babilonios, también comenzaban su día con la puesta del sol, aunque los egipcios lo computaban con el alba. Procede de los romanos nuestro cómputo moderno: de medianoche a medianoche.

Los meses regidos por la luna.-

Así como una rotación completa del globo sobre su eje, de ocaso a ocaso, delimita un día sobre esta tierra, así también el tiempo requerido para que la luna vaya una vez en torno de la tierra -es decir por el que pase a través de sus fases visibles, de cuarto creciente a luna llena y otra vez a cuarto creciente- constituía el mes original. El antiguo mes lunar no comenzaba con la nueva luna astronómico, cuando ese cuerpo está entre la tierra y el sol -con su lado oscuro hacia nosotros, y por lo tanto invisible- sino uno o más días después, con la aparición de la nueva creciente. Sin embargo, ahora la mayor parte del mundo emplea meses de calendario, artificiales, que no toman en cuenta la luna.

El año medido por el sol.-

A medida que nuestra tierra giratoria -circuida continuamente por la luna- prosigue su vasto recorrido en torno del sol, cumple el circuito de las cuatro señales estacionales -los solsticios de verano e invierno, y los equinoccios de primavera y otoño- hasta completar lo que llamamos un año. Esos puntos no delimitan el año tan visiblemente como lo hace la luna con el mes lunar. Sin embargo, aun pueblos relativamente primitivos pueden reconocerlos mediante repetidas observaciones de las sombras proyectadas a lo largo del año por el sol al amanecer, al ponerse y al mediodía. En los solsticios de verano e invierno, se producen los días de luz solar más largos y más cortos, cuando se ve el sol más hacia el norte y más hacia el sur en el cielo. [El fenómeno opuesto se presenta en el hemisferio sur.] En los equinoccios de primavera y otoño, cuando son iguales el día y la noche en todo el mundo, el sol sale directamente por el este y se pone directamente por el oeste. Y a pesar de la dificultad para determinar la longitud precisa del año, aun los mismos salvajes pueden reconocer su paso por el ciclo de las estaciones, marcadas por signos inconfundibles.

La semana no está marcada por la naturaleza.-

Sólo la semana, establecida por una orden divina, no tiene un hito natural . Los tres movimientos celestes independientes – la rotación diaria de nuestro globo sobre su eje, la tierra circuida mensualmente por la luna y la revolución anual de la tierra y de la luna en torno del sol delimitan nuestro tiempo; pero no hay ningún ciclo astronómico relacionado con la semana de siete días. Sin embargo, el sábado, dado en el principio por el Dios de la naturaleza, definidamente confirmado por el maná, aun antes de la ley en el Sinaí, es identificado en el Nuevo Testamento (Gén. 2: 1-3; Exo. 16: 4, 5, 22-26; 20: 8-11; Luc. 23: 54 a 24: 1). Desde entonces podemos contar las semanas yendo hacia atrás en el pasado, con seguridad, partiendo de fechas conocidas.

Los tres movimientos naturales que miden nuestro tiempo son inconmensurables. Es decir, «no corren parejos». Mientras nuestra tierra hace una revolución en torno del sol, la luna gira en torno de la tierra 12 veces y aproximadamente un tercio de vez y la tierra gira sobre su eje 365 veces más un poco menos de un cuarto de vez. Por lo tanto, tuvieron que idearse calendarios a fin de contar los años con un número completo de días o meses lunares.

Calendario lunar.-

Un año del calendario lunar, de 12 meses, es 10 u 11 días más corto que el verdadero año solar que rige las estaciones. Por lo tanto, en un calendario lunar no reajustado -como es hasta hoy día el de los musulmanes,- un mes estival se adelanta cada vez más hasta que coincide con la primavera, etc. Pero los babilonios, asirios, judíos, griegos y romanos mantuvieron sus años lunares en armonía con las estaciones con añadiduras periódicas al año. Los judíos, y también los babilonios, insertaban un mes lunar adicional 7 veces en cada 19 años. (Ver el artículo sobre el calendario judío en el tomo II.)

Calendario solar.-

Nuestro mundo moderno hoy día usa un calendario solar sin tomar para nada en cuenta la luna. No necesitamos añadir meses extras puesto que nuestro año común, de 365 días, es sólo un cuarto de día más corto que el verdadero período del trayecto de la tierra en torno del sol, pero lo corregimos cada cuatro años (con ciertas excepciones) añadiendo un día a febrero. Nuestro día de año nuevo cae unos diez días después del solsticio de invierno [de verano en el hemisferio sur]. Pero si abandonáramos el sistema del año bisiesto, el año nuevo se adelantaría en un día cada cuatro años. Finalmente, la concordancia de los meses con las estaciones sería notablemente diferente de lo que es ahora.

Esto es lo que sucedió al antiguo año egipcio, del cual se derivó nuestro año moderno. El calendario anual egipcio constaba exactamente de 365 días y estaba dividido en 12 meses de 30 días, más un apéndice de 5 días. La corrección del año bisiesto nunca se hizo hasta que el país fue conquistado por los romanos, menos de un medio siglo AC. Esto fue poco después de que julio César adaptara los meses romanos al año de 365 días, que adoptó de Egipto, con la adición de un día cada 186 cuatro años. Nuestro calendario actual esencialmente es el calendario «juliano» de César. Tiene los mismos meses, con ligeros reajustes. (Nota: Los astrónomos llegaron a comprender que la inserción de un día adicional cada cuatro febreros era un poco más de lo necesario para evitar que el año calendario se adelantara constantemente en las estaciones, Puesto que se habían añadido demasiados días de año bisiesto, el año calendario estaba comenzando notablemente más tarde de lo debido. Por lo tanto, en 1582 se hizo una corrección a fin de retrasar el año calendario en diez días, para colocar el equinoccio de primavera en el 10 de marzo [hemisferio norte], fecha que se supuso que había tenido en el año 325 DC, cuando se adoptó la regla actual para calcular la Pascua de Resurrección. El papa Gregorio XIII decretó que debían eliminarse diez días del calendario, de modo que el día siguiente al jueves, 4 de octubre, fue llamado viernes, 15 de octubre, en vez de 5 de octubre. Aún más, a fin de evitar un error similar en el futuro, los años seculares no divisibles por 400 (como 1700, 1800, 1900, 2 100, etc.) no habían de ser años bisiestos. Los países católicos adoptaron inmediatamente el calendario «gregoriano», pero otros países los siguieron más tarde. Inglaterra y sus colonias en 1752, y la Europa oriental tan sólo en el siglo presente. En ningún caso se perturbó la sucesión de los días de la semana y no se «perdió» ningún tiempo, pues los días eliminados ya se habían computado erróneamente con el exceso de años bisiestos a través de los siglos precedentes.*)

Hemos concedido espacio aquí a la explicación del calendario juliano porque los historiadores modernos datan todos los acontecimientos pasados en años julianos (hasta la revisión de 1582 DC). El sistema para computar los años antes de Cristo (AC) será tratado en las páginas siguientes.

Los puntos de partida de los años.-

Un año es un círculo; el fin de uno es el comienzo del próximo y no hay nada en la naturaleza que indique algún punto de partida. A veces pensamos en el año como principiando con el comienzo del ciclo agrícola de siembra y cosecha, que varía en diferentes partes del mundo. Pero un año calendario debe tener un punto de partida definido. Ya han sido mencionados cuatro hitos del año solar: solsticios y equinoccios. Los antiguos años calendarios con frecuencia comenzaban en uno de esos puntos fácilmente observables, o cerca de él. Nuestro próximo año comienza el 10 de enero, cerca del solsticio de invierno [de verano en el hemisferio sur] porque ése fue aproximadamente el día donde Julio César colocó en su calendario el año nuevo romano, que hemos heredado.

Otros calendarios antiguos comenzaban el año en la primavera o en el otoño. Era natural que en Palestina se ubicara el comienzo del año en el otoño, cuando las primeras lluvias traían nueva vida a un país después de la estación seca, sin lluvia durante varios meses, y cuando se sembraban el trigo y la cebada invernales. Las cosechas venían en la primavera y el verano, terminando con la vendimia de las uvas en el otoño. Los hebreos computaban dos años. Uno (instituido en el éxodo) comenzaba en la primavera, para numerar los meses y computar el comienzo de la serie de fiestas sagradas; el otro, el antiguo año civil, comenzaba en el otoño con el séptimo mes (ver artículo sobre el calendario judío en el tomo II ). Eran años lunares, computados con las lunas nuevas y no con los equinoccios.

Antiguos sistemas anuales.-

En la antigüedad se empleaban diversos métodos para contar una serie de años. En tiempos remotos, el año llevaba el nombre de un acontecimiento principal o, a veces, el nombre de un funcionario anual. En Asiria éste era un magistrado honorario llamado limmu ; en Atenas y en el mundo romano los nombres eran de magistrados en ejercicio: en Atenas un arconte y en Roma los dos cónsules. En el Cercano Oriente, los años calendarios se numeraban en serie durante el reinado de cada rey, y por eso se llamaban años del reinado. En la Biblia (aunque no en los cinco primeros libros) encontramos fechas con años de reinado, tales como: «En el año séptimo de Artajerjes». (Ver artículos sobre cronología en los tomos II y III.)

Si los hombres hubieran computado los años partiendo de la creación -año 1, 2, etc.- y si los registros bíblicos hubieran sido fechados con un sistema tal sería fácil saber exactamente cuándo sucedió cualquier acontecimiento. Pero no existe una información tal. Relativamente tarde, en los tiempos antiguos, mucho después del período abarcado en este tomo, alguien usó una era para las fechas, es decir una serie continua de años numerados consecutivamente desde un punto de partida. Por ejemplo, la era seléucida (ver artículo sobre cronología en el tomo III) era una continuación del reinado de Seleuco I, uno de los sucesores de Alejandro Magno. El año 1 de esa era comenzó, de acuerdo con el calendario macedonia, en el otoño del año que ahora llamamos 312 AC. La era seléucida se usó en Siria y Mesopotamia durante muchos siglos. Por mucho tiempo, los griegos usaron una serie de períodos de cuatro años, llamados olimpíadas, delimitados por los juegos olímpicos cuadrienales, y los romanos usaban un sistema para numerar los años consecutivamente desde la supuesta fundación de Roma. A diferencia de la era seléucida, las otras dos fueron ideadas siglos después de las fechas tradicionales inciertas de los acontecimientos a partir de los cuales se suponía que comenzaban. No se empleaban para indicar las fechas diarias comunes; sólo se referían a sucesos históricos.

Nuestro sistema anterior a Cristo (AC).-

Hoy día la mayor parte del mundo emplea las fechas de la era cristiana o está familiarizado con ella. Los años son numerados, aproximadamente, desde el tiempo del nacimiento de Cristo. América fue descubierta en el año 1492. Esto significa «en el año de nuestro Señor de 1492». Es decir, 1492 años a partir del nacimiento de Cristo. Para ser más exactos, a 1492 años desde el punto asignado a la natividad por Dionisio el Exiguo -personaje del siglo sexto originador de este método de cómputo. Sabemos ahora que este punto de partida tradicional no coincide en varios años con la fecha real del nacimiento de Cristo, pero eso no afecta la utilidad de esta escala de años para los fines de las fechas.

Cuando llegó a ser costumbre el datar los acontecimientos por el número de años desde el supuesto tiempo del nacimiento de Cristo, resultó conveniente datar los acontecimientos anteriores como tantos años «antes de Cristo» (con la abreviatura AC). Así, para los propósitos históricos, los años del calendario juliano -en el cual se han computado las fechas en el mundo romano desde los días de julio César- se proyectaron hacia atrás, como si siempre hubieran existido así. Por ejemplo, cuando decimos que el año primero del reinado de Nabonasar de Babilonia comenzó el 26 de febrero de 747 AC, queremos decir que comenzó en el día que hubiera sido llamado 26 de febrero si en ese tiempo hubiera estado en uso el calendario juliano, y en el año 747 anterior al año que más tarde fue numerado como el primero de la era cristiana.

Debe recordarse que los historiadores y los cronólogos han dado al año precedente a 1 DC la designación de 1 AC, y al anterior 2 AC, etc. sí como los años AC se proyectan «hacia atrás», es decir 1900 AC es seguido por 1899, 1898, 1897, etc., lo mismo sucede con los siglos: el siglo XVI AC va de 1600, a 1599 y hasta 1501; el siglo V va desde el año 500 hasta el 401 AC. 188 (Nota: * Debe tenerse en cuenta un hecho. Al computar un intervalo entre una fecha AC y una DC, el cálculo encuentra un tropiezo porque en la escala cronológica no hay ningún año que lleve el número cero, entre 1 AC y 1 DC. Por lo tanto, para facilitar los cálculos los astrónomos usan un sistema ligeramente diferente. En vez de AC y DC, usan números negativos y positivos, numerando como «cero» al año que precede al año 1. Los números positivos son los mismos de los años DC, pero el 0 corresponde con 1 AC, -l corresponde con 2 AC, -2 con 3 AC, etc., tal como lo muestra el diagrama siguiente: Astronómico Cronológico -4 -3 -2 -1 0 1 2 3 4 Cronológia 5 AC 4AC 3AC 2AC 1AC 1DC 2DC 3DC 4DC año Año Año bisiesto bisiesto bisiesto De manera que cuando un astrónomo habla de un eclipse que ocurrió en el año -567, se refiere al año que los historiadores y cronógrafos llaman 568 AC. (Nótese que el número negativo siempre es uno menos que la correspondiente fecha AC. Nótese también que los años bisiestos, de 4 DC hasta el presente, se presentan en años cuyos números son divisibles por 4, pero que antes de Cristo los años bisiestos son: 0, -4, -8, etc. Esto es: 1 AC, 5 AC, 9 AC, etc.) La numeración astronómico rara vez se encuentra fuera de las obras técnicas de astronomía. Los libros históricos y de referencia usan la escala AC-DC que no tiene el año cero, deficiencia que debe tenerse en cuenta al calcular intervalos entre fechas AC y DC. )

Las fechas AC de los acontecimientos del Antiguo Testamento.-

Es posible datar acontecimientos del Antiguo Testamento con la escala AC sólo cuando se tienen acontecimientos temporales que corresponden con hechos históricos conocidos. Los cálculos astronómicos se pueden usar para fijar una fecha para la cual tenemos antiguos registros de eclipses u observaciones de los cuerpos celestes y, a veces, una fecha que se da en dos calendarios (ver artículos de cronología en tomos II y III). Así tenemos sincronismos entre los años de los últimos reyes de Judá y ciertos años del reinado de Nabucodonosor. Puesto que los años de Nabucodonosor son conocidos por datos astronómicos encontrados por los arqueólogos en Babilonia, también por observaciones registradas en la obra astronómico de Tolomeo, conocida como el Almagesto , y por su canon de los reyes, los años de estos reyes de Judá pueden ser encuadrados con la datación AC. También tenemos un contacto indirecto con las listas del limmu asirio por medio de una referencia a Acab en la batalla de Carcor (mencionada sólo en documentos que no son bíblicos). Pero para las fechas bíblicas más antiguas debemos depender de las fechas más recientes y fidedignas para trazar desde ellas la línea de declaraciones cronológicas de la Biblia. Así queda un margen para diferencias de opiniones en ese proceso. Como escasea la información específica y varían los sistemas de cómputo, nuestro conocimiento de la cronología antigua ha progresado lentamente y está lejos de ser completo. (Nota: Se han bosquejado aqui los principios de cronología establecidos por la investigación moderna. Para un estudio a fondo, con notas de pie de página que se refieren a las fuentes, véanse los primeros capítulos de The Chronology of Ezra 7 , de Siegfried H. Horn y Lynn H. Wood (Washington, Review and Herald, 1953; 160 págs.).*)

Era a partir de la creación (AM).-

En los primeros libros de la Biblia no tenemos ningún sistema cronológico sino los materiales para preparar una larga escala de años que comienzan con el año 1 de la creación y continúan a través de los tiempos de los patriarcas. Esta cronología, basada en la genealogía de los patriarcas, se conoce como anno mundi («año del mundo») 1, 2. etc., y se abrevia 1, 2 AM, etc. Si las listas genealógicas están completas y si se interpretan correctamente, dan el intervalo entre cualquier fecha patriarcal y la creación; pero no nos proporciona ninguna información en cuanto a su ubicación en la escala AC. Varios cronógrafos muy antiguos empleaban la escala AM, pero cada uno de acuerdo con su propia y particular teoría de la fecha AC de la creación, por lo que sincronizaban de diversas formas la fecha 1 AM.

Fechas marginales en Biblias impresas.-

Las fechas indicadas con AM se iniciaron con los Annals [Anales] del arzobispo James Ussher (publicados entre 1650-1658). Aparecieron primero en los márgenes de la versión King James. La KJV originalmente no llevaba fechas y no fue la primera Biblia en llevar las de Ussher, las que ya habían sido impresas al margen de una Biblia católica francesa, en latín, de 1662. Las fechas de Ussher (todas AM) aparecieron en una Biblia de Oxford en 1679, sus cifras fueron revisadas en algunos lugares por el obispo William Lloyd. Sus fechas AM y AC fueron incorporadas (probablemente también por Lloyd) en una edición de Londres de 1701. De allí en adelante, esas fechas, generalmente atribuidas a Ussher, pero que fueron parcialmente revisadas e insertadas sin ninguna autorización oficial, continuaron siendo impresas hasta ser consideradas casi como una parte de la Biblia por generaciones de lectores. Aunque quedaron anticuadas por tres siglos de conocimiento incrementado, han servido como una aproximación, generalmente útil, para la cronología de muchos sucesos bíblicos.

A fines del siglo XIX, muchas Biblias incluían nuevas tablas cronológicas basadas en un conocimiento posterior, al paso que retenían las viejas fechas de «Ussher» en el margen u omitiéndolas del todo. En la década de 1950 se publicó una nueva KJV con fechas marginales puestas al día. Otras parecidas se publicaron aun hasta en 1974 en una edición de la KJV hecha por Collins (aunque para entonces la mayor parte de las Biblias ya no tenían fechas marginales). En esta versión los acontecimientos que ocurrieron antes de David se ubican en el tiempo dando únicamente el siglo cuando sucedieron, y las fechas posteriores difieren de las dadas por Ussher, aunque no siempre. En Esdras 7 se observa una alteración curiosa: el viaje de Esdras a Jerusalén se ha fechado en el año 428 AC, mucho después de la llegada de Nehemías. Esto está de acuerdo con una teoría que, contradiciendo el relato bíblico, ubica ese acontecimiento en el año 37 de Artajerjes en lugar de ubicarlo en su año 7º.

PARTE II: LA CRONOLOGÍA EN EL REGISTRO BÍBLICO

En vista de todos los diferentes sistemas antiguos de cronología y de las numerosas teorías de los intérpretes posteriores de la Biblia, se hace necesario considerar los métodos a emplear al asignar fechas AC a los acontecimientos del Antiguo Testamento, particularmente desde el éxodo hasta el fin de los 40 años de peregrinación. Esta cronología depende de dos factores: (1) el texto en el cual se encuentra la información de la fuente y (2) el problema del significado de las declaraciones cronológicas de ese texto.

Los textos hebreo, samaritano y de la Septuaginta.-

Con pocas y pequeñas excepciones, el texto original de nuestro Antiguo Testamento fue escrito en hebreo. Las traducciones actuales son hechas del texto masorético que ha sido transmitido por los judíos a través de los siglos, copiado de un manuscrito a otro con sumo cuidado (ver págs. 38- 40). En el Génesis, donde los años enumerados en la genealogía de los patriarcas son la única base cronológica, las cifras de nuestro texto hebreo difieren de las del Pentateuco samaritano -una variante del texto hebreo preservada por los samaritanos: medio judíos y medio paganos-. Ambos difieren de las cifras del texto de la traducción griega de la Biblia hecha en el siglo III AC en Alejandría, y conocida como la Septuaginta (ver págs. 42 y 43). Esta traducción asigna lapsos de vida más largos a los patriarcas, inserta un segundo Cainán después de Arfaxad y presenta otras diferencias. (Para las tablas comparativas, ver el comentario de Gén. 5: 32 y 11: 26.)

Los totales desde la creación hasta el diluvio son: Hebreo, 1.656 años; samaritano, 1.307; Septuaginta, 2.242. Desde el diluvio hasta Abrahán: Hebreo, 352 años; samaritano, 942; Septuaginta, 1.232 (ó 1.132).

Puesto que el más antiguo manuscrito masorético conocido del Pentateuco son copias tardías, a más de mil años de las fuentes originales, algunos eruditos han pensado que las cifras para los patriarcas habrían sido cambiadas desde el tiempo cuando se hizo la traducción de la Septuaginta. Pero la antigüedad de un manuscrito no es el único factor decisivo. La más reciente de dos copias puede preservar la redacción de un texto mucho más cerca del original desconocido que un manuscrito mucho más antiguo, copiado descuidadamente, o de un texto que ya se ha adulterado aunque sea antiguo. De modo que la obra de la crítica textual implica determinar, por diversas clases de evidencia, cuál de varios textos es más probable que se haya cambiado respecto al original.

Para las edades de los patriarcas, el texto samaritano es menos fidedigno que el hebreo, porque encontramos en otros lugares del mismo revisiones de la redacción para hacerlos concordar con sus dogmas religiosos. Y es evidente que la Septuaginta, que se contradice en otros lugares (por ejemplo en Gén. 46: 27 y Deut. 10: 22) debe ser considerada como una forma revisada de genealogía más bien que la original. En ella Matusalén sobrevive al diluvio en catorce años, porque ubica el nacimiento del hijo de Matusalén en el año 167 de su padre. Sin embargo, este error fue advertido y corregido en ediciones posteriores de la Septuaginta. Otros manuscritos evitan esta dificultad atribuyendo al patriarca 187 años de edad en esa ocasión.

Razones para preferir la cronología hebrea.-

Además del error de Matusalén, hay otras razones para que los traductores de esta versión estuvieran más inclinados a cambiar las cifras que los masoretas posteriores que nos han transmitido el texto hebreo. Los judíos que hablaban griego y que tradujeron la Septuaginta en Alejandría, deseaban ganar el respeto del mundo griego erudito para su obra. Es sabido que fueron mucho menos estrictos en la preservación de la letra del original que los judíos de Palestina. Su versión fue hecha para lectores griegos. Si querían que la cronología de las eras más remotas concordara más favorablemente con las creencias de la filosofía alejandrina de la época y pareciera más razonable para la mentalidad griega, era natural que alargaran los períodos en todo lo posible y suavizaran el descenso súbito de la vida humana después del diluvio, y el intervalo de padre a hijo. Eso es exactamente lo que hacen las cifras de la Septuaginta. Para la adición reiterada de cien años en la Septuaginta, ver las tablas de las páginas 260 y 301.

Algunos eruditos han sostenido que la Septuaginta fue traducida del texto correcto, pero que los masoretas -trabajando después del nacimiento de Cristo hicieron o perpetraron cambios para desacreditar la Septuaginta, porque era la versión generalmente usada por los cristianos. Pero si eso fuera así, ¿por qué alterarían los judíos puntos menores como las edades de los patriarcas y dejarían sin cambio las 70 semanas y otras profecías empleadas por los cristianos para probar el mesianismo de Jesús? Si los masoretas copiaban sus textos tan concienzudamente como para retener, palabra por palabra, tantas evidencias contra ellos mismos, su Antiguo Testamento debe ser considerado mucho más fidedigno que el de los traductores alejandrinos que se tomaban libertades con el texto para expresar sus propias ideas. Esto no se puede aclarar en forma definitiva. Aunque los Rollos del Mar Muerto a veces apoyan una variante en la fraseología de la Septuaginta, también han confirmado la confiabilidad del texto hebreo masorético, sobre el que se han basado las traducciones más notables y más ampliamente aceptadas, tanto católicas como protestantes. Por esta razón en este comentario se presentan los años de los patriarcas tales como se hallan en la Biblia hebrea y como están expresados en las versiones actuales traducidas del texto hebreo.

Al convertir las declaraciones temporales de la Biblia a cálculos cronológicos, debemos considerar ciertos principios del idioma hebreo y formas de cómputo que se aplican al Pentateuco y también a otros pasajes. Debiera recordarse que el significado de una sentencia no es necesariamente lo que las palabras significan ahora para nosotros, aun después de haber sido traducidas, sino lo que quería decir el escritor antiguo cuando usó esas palabras. En la Biblia, «hijo» puede significar nieto (Gén. 31: 55, cf. vers. 43); «hermano» puede significar sobrino o tío (Gén. 14: 12, 16; 29: 10-12). Aun una declaración tan sencilla como la de que Noé tenía 600 años, en el tiempo del diluvio, puede ser mal comprendida, y lo es generalmente.

La forma de expresar la edad.-

«Era Noé de seiscientos años» -literalmente, «un hijo de 600 años»- cuando vino el diluvio (Gén. 7: 6). Lo que significa esta frase se aclara en el mismo capítulo con la primera fórmula completa cronológica de la Biblia: » «En el año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del gran abismo» » (vers. 11 ). Por lo tanto, «un hijo de 600 años» no significa que Noé tenía 600 años de edad, como lo entendemos hoy, sino que estaba en su 600º año, que todavía no había terminado. En nuestros cómputos modernos decimos que un niño tiene tantos meses de edad en su primer año. Llega a su primer cumpleaños al fin de su primer año, y no se considera que tiene un año hasta ese primer cumpleaños, y cuando llega ese día comienza su segundo año. De manera que un día tendrá 21 años, después de haber completado su 21º año. Tendrá 21 años a través de todo su 22º año, hasta que, al completarlo, se dice que tiene 22 años. Habríamos contado los 600 años de edad de Noé tan sólo al final de su 600º año, pero los hebreos lo consideraban como «un hijo de 600 años» durante su 600º año (ver el comentario de Gén. 5: 32).

Edades consecutivas de los patriarcas.-

Así como Noé era «de 600 años» en su 600º año, así también Adán debe haber tenido 130 años en su 130º año, cuando nació Set (Gén. 5: 3) y no lo que llamamos 130 años de edad. De acuerdo con este principio, Set nació en el 130º año del mundo (130 anno mundi, o AM). De modo que la suma de las edades de los patriarcas al nacimiento de cada hijo mayor proporcionará una serie continua de años si es completo el registro hebreo. (Nota: Debe decidirse un punto al numerar esos años de los patriarcas. El 130º año de Adán, o 130 AM, ¿se contaba también como el primer año de Set? ¿O el cómputo de Set comienza en el año siguiente, el 131 AM? La primera forma, al contar un año dos veces en cada generación, dará un total incorrecto de los años pasados pues habrá una superposición de un año por cada nombre de la lista. Con la segunda forma la suma será el equivalente de un cómputo continuo en una era. La primera no puede ser correcta en este caso porque haría que Matusalén sobreviviera al diluvio; con la segunda, el último año de su vida es el año del diluvio. De ahí que la segunda debe ser la base de la lista del Génesis. Por lo tanto, la edad de Set, al nacimiento de Enós, debe sumarse a los 130 años de Adán.*)

No tenemos manera de saber cómo computaban, en sus días, su edad los mismos patriarcas. Probablemente, no contaban los años por cumpleaños sino por el comienzo de cada año de edad, al principio del año calendario, pues el 601º año de Noé parece haber comenzado el 1er día del 1er mes (Gén. 8: 13). Ha sido costumbre inmemorial en el Lejano Oriente considerar que un niño tiene un año de edad en su primer año calendario, y considerarlo de dos años en el siguiente día de año nuevo, aun unos pocos días después de su nacimiento. Una de dos cosas: o los patriarcas comenzaban el primer año después del siguiente día de año nuevo (ver nota 4) o las cifras se ajustaban posteriormente cuando se hacía la lista, a fin de evitar la superposición.

El cómputo inclusivo.-

Indudablemente, la forma usual de contar intervalos de tiempo era el cómputo inclusivo. Es decir, contar los días, años, etc. incompletos al principio y al fin de un período como si hubieran sido unidades completas. Por supuesto, el ejemplo clásico es el del período de los tres días de Cristo en la tumba, desde el viernes de tarde hasta el domingo de mañana (ver «al tercer día», «en tres días» y «después de tres días», expresiones todas usadas como equivalentes para el mismo período por el mismo escritor: Mat. 17: 23; 27: 40, 63). El ejemplo más claro del Antiguo Testamento está en 2 Rey. 18: 9, 10, donde «al cabo de tres años» es lo que nosotros computaríamos como un intervalo de dos años (ver el artículo sobre cronología en el tomo II de este comentario). Sin embargo, esta costumbre aparece también en los libros de Moisés. José puso a sus hermanos «en la cárcel por tres días», pero no tres días completos , pues «al tercer día» dejó preso a Simeón y dejó que se fueran los otros (Gén. 42: 17-19); y «el segundo año» después del éxodo (Núm. 9: 1) significa en realidad el año inmediatamente siguiente; el primer año fue el año en que comenzó el período (ver págs. 196, 197).

Por fuentes documentales es claro que no sólo los judíos sino también otros pueblos antiguos empleaban el cómputo inclusivo, contando el comienzo y el fin de un período. Encontramos que los griegos llamaban a la olimpíada de 4 años -el lapso entre dos juegos olímpicos- un péntaeteris , o «período de 5 años», y los romanos se referían al solsticio de invierno (entonces el 25 de diciembre) como «el octavo día antes» del 1º de enero: el 8º incluía tanto al 25º como al 1º. Aun en tiempos posteriores encontramos, en el habla común, una forma menos exacta de calcular, aunque en un cálculo matemático el tiempo transcurrido se computaría exactamente.

Partes y todos.-

Los escritores de la Biblia a veces usan otro tipo de expresión característicamente oriental: dan el nombre de la parte a todo el período, queriendo decir en realidad la última parte de un período que ya ha comenzado. Por ejemplo, en Cades los israelitas fueron condenados a vagar 40 años por el desierto (Núm. 14: 33), es decir el resto de ese período, contado desde la salida de Egipto. En realidad, esto fue en el 2º año y sólo les quedaban 38 años desde Cades hasta la etapa final de la peregrinación (Deut. 2: 14; ver la tabulación de la pág. 197). Los 430 años de permanencia de » «los hijos de Israel» (Exo. 12: 40) -incluyendo el tiempo de Abrahán (ver pág. 195), mucho antes de que hubiera ningún hijo de Israel- a veces es presentado como un ejemplo de esta forma de cómputo. Por lo general, los orientales se preocupan menos por un tiempo exacto que los occidentales. Prefieren referirse a un lapso en forma aproximada y en números redondos. El lector de la Biblia necesita recordar esto. Pero el Antiguo Testamento es mucho más específico cuando se refiere al tiempo que cualquier otro documento de literatura antigua.

Una forma de expresarse diferente aparece dos veces en la genealogía de los patriarcas: en un año determinado se menciona el nacimiento de tres hijos. Una comparación de textos muestra que sólo uno de los hijos había nacido entonces y en ninguno de esos casos el mayor fue nombrado primero (ver comentario de Gén. 5: 32 y 11: 2 6).

Los patriarcas desde Adán hasta el diluvio.-

Comenzando con 1 AM, y poniendo el nacimiento de Set en 130 AM, se puede preparar una escala sin referencias al cómputo AC, guiándonos por el registro hebreo. La concordancia de esta escala con la AC debe depender de la elección que uno haga entre las varias teorías de la cronología del éxodo, pues éste es el primer eslabón posible con las fechas AC, y es indirecto. El eslabón directo más antiguo para una cronología determinada viene de los días de los reyes de Israel y de Judá (período que, a su vez, está sujeto a diferencias de opinión). Pero el cómputo AM de los patriarcas puede seguir en forma independiente. La lista de Gén. 5 comienza, después de Adán, con Set, nacido en 130 AM, y continúa con Enós, nacido 105 años más tarde (o en 235 AM), Cainán 90 años después (325 AM) y prosigue: Mahalaleel (395 AM), Jared (460 AM), Enoc (622 AM), Matusalén (687 AM), Lamec (874 AM), Noé (1056 AM). En el caso de Sem (1558 AM) debemos orientarnos en otra parte (ver comentario de Gén. 5: 32), pues no fue Sem sino Jafet el que nació cuando Noé tenía 500 años. La base de la importancia de Sem no es su edad, sino que a través de él se desarrolla la cronología (cap. 11: 10). 193 (Nota: Si 500 parece una edad irrazonable , aun para un patriarca , para el nacimiento de su primer hijo, debe advertirse que el registro no dice que hasta entonces no hubiera tenido hijos. Pudo haber tenido hijos mayores que rechazaron el mensaje de su padre, pero podemos especular con eso. No habiendo información contraria (por ejemplo en el caso de Set), suponemos que cada hijo nombrado en el linaje era el mayor. Algunos han tratado de armonizar los largos lapsos de vida con la duración menor de la vida de tiempos posteriores computando meses o unidades más cortas que el año. ¡El uso de meses haría que los patriarcas fueran padres a la tierna edad de 9,7 o aun 5 años! ¿Y que unidad de tiempo -entre un mes y un año – se ha conocido jamás?*)

La cronología del diluvio.-

El diluvio duró un año y diez días, desde el 17º día del 2º mes, en el año 600º de Noé -1656 AM, según nuestra lista patriarcal- hasta el 27º del 2º mes, en el 601º año -1657 A.M.- (ver comentario de Gén. 8: 14). Como se desconoce qué clase de calendario usó Noé en su cómputo del tiempo, varían las opiniones en cuanto a la clase de año que fue ése. Forman exactamente 5 meses los 150 días de la creciente y perduración de las aguas, que terminaron el 17º día del 7º mes. Por lo tanto, cada mes tenía 30 días. Puesto que esto no podría haber sucedido si los meses hubieran sido regidos por la luna -que alterna entre 29 y 30 días-, algunos deducen que el relato del Génesis se basa en un calendario solar con meses de 30 días, como el de los egipcios. En ese caso, la duración del diluvio fue o de 370 días, o de 375, si se le añadieron 5 días adicionales al final del año, como se hacía en Egipto. Sin embargo, otros piensan que se trata de un año lunar y que los diez días que van más allá de un año completo indicarían la diferencia entre un año lunar -de 354 ó 355 días – y un año solar de 365 días. (Nota: En ese caso, los cinco meses consecutivos de 30 días pueden haber resultado por el uso del método común de determinar por obsevación la duración de los meses: Si el nuevo cuarto creciente fue visible el 29º del mes, el día siguiente fue llamado el 1º del nuevo mes. Si no, se lo llamó 30º, y la noche siguiente se convirtió en el 1º del mes y cualquier error fue corregido en el siguiente cuarto creciente visible. Este argumento está basado en la suposición de que la luna estuvo oscurecida mucho tiempo durante el tormentoso período de los 150 días del diluvio, de modo que una serie de 5 meses de 30 días puede haberse formado antes de que pudiera ajustarse el cómputo. Un esquema diferente de meses lunares que coloca ciertas fechas del año del diluvio en sábado es posible de probar.*)

Evidentemente, la Septuaginta sugiere que el total original representaba un año lunar más diez días, pues cambia la duración exactamente a un año calendario al traducir la fecha final como el 17º día del 2º mes, el mismo día como el del comienzo, en vez del 27º. Esto parece reemplazar un año lunar y diez días por un año solar, como algo más comprensible en Egipto. Sin embargo, la base que dan esas fechas es insuficiente para suponer un calendario antediluviano o para conjeturar si el «mes segundo» fue numerado partiendo de la primavera o del otoño. Tomar en cuenta la estación lluviosa o la de la siembra en las tierras bíblicas tienen poca incumbencia en este caso, puesto que las condiciones posteriores no se pueden comparar con las que existieron antes del diluvio o inmediatamente después de él. El cómputo de los meses probablemente sería el de Moisés más bien que el de Noé y el año que comienza con la primavera [otoño en el hemisferio sur], como un nuevo cómputo introducido en tiempo del éxodo, puede haber sido usado por Moisés, o puede no haber sido usado al escribir el Génesis.

Los patriarcas desde el diluvio hasta el éxodo.-

La lista de los patriarcas postdiluvianos está en Gén. 11. Arfaxad nació dos años después del diluvio, cuando Sem tenía 100 años de edad; Sala nació 35 años más tarde y Heber 30 años después de eso. Y así continúa la lista hasta llegar a Taré y Abrahán. Sin embargo, Abrahán no nació cuando Taré tenía 70 años de edad; este es un caso similar al de Sem, porque Abrahán, aunque se lo nombra primero, no era el hijo mayor. Cuando él nació, su padre no tenía 70 años, sino 130 años de edad; porque Abrahán tenía 75 años cuando Dios lo llamó para que fuera a Canaán e hizo un pacto con él después de la muerte de Taré a la edad de 205 años (Gén. 11: 32; 12: 1-4). Aunque la lista de los patriarcas con sus edades termina con Abrahán (cap. 11: 26), se nos dice que Isaac nació 100 años después de su padre (cap. 21: 5), y Jacob 60 años después de eso (cap. 25: 26).

Los datos dados en el Génesis acerca de la edad de los patriarcas se extienden hasta la entrada de Jacob en Egipto (cap. 47: 9) a la edad de 130 años. De esto se puede calcular que Jacob tenía 91 años cuando nació José (ver cap. 2 7: 1), pero el año del nacimiento de José no ayuda a prolongar la línea cronológica, porque ahí terminan los datos referentes a las edades.

El intervalo de tiempo transcurrido desde la migración de Jacob hasta el éxodo debe derivarse de los 430 años de Exo. 12: 40, 41 (que se explicarán en la sección siguiente). Aún con eso, una línea cronológica ininterrumpida desde la creación hasta el éxodo puede trazarse únicamente si se supone que la lista de los patriarcas no ha dejado afuera ninguna generación (véase la pág. 196).

Los 400 y los 430 años.-

La «descendencia» de Abrahán sería «esclava» «en tierra ajena», serviría a una nación extraña y sería afligida, y el período habría de durar 400 años (Gén. 15: 13). La traducción de este pasaje del hebreo no deja bien en claro si la duración de la permanencia, la servidumbre y aflicción está totalmente comprendida en los 400 años; sin embargo, esto se indica por el paralelismo invertido de la sentencia hebrea (ver comentario de Gén. 15: 13). Isaac, la simiente prometida a Abrahán, cuyos descendientes verían el cumplimiento completo de esta profecía, fue un transeúnte y pronto en su vida comenzó a ser «afligido» por su rival Ismael (Gén. 21: 8-12; para los 400 años ver el comentario de Gén. 15: 13). También termina con el éxodo un período de 430 años que cubre el «tiempo» (Exo. 12: 40) y no meramente sus etapas de servidumbre y aflicción. Esto se explica por una referencia del Nuevo Testamento a los 430 años entre el pacto hecho con Abrahán y la promulgación de la ley en el Sinaí, poco después del éxodo (ver el comentario de Exo. 12: 40 y Gál. 3: 17).

Ambos períodos se pueden armonizar (ver el diagrama de la pág. 196) si se cuentan los 430 años desde la vocación de Abrahán cuando tenía 75 años y si se computan los 400 años comenzando 30 más tarde, esto es por el tiempo cuando, siendo pequeño, comenzó a ser perseguido Isaac por Ismael, después de que fue confirmado como la «descendencia» (Gén. 21: 8-12). Los hebreos se llamaban a sí mismos tanto «descendencia de Abrahán» como «hijos de Israel», y evidentemente Pablo interpreta la segunda frase -usada en Exo. 12: 40- con el significado de la primera.

Doscientos quince años en Egipto.-

La mala interpretación -al nivel popular y al de los eruditos- de estos períodos que cubren la permanencia y aflicción de los descendientes de Abrahán ha causado una confusión cronológica en cuanto al tiempo pasado por los israelitas en Egipto. El intervalo transcurrido entre el llamamiento o vocación de Abram, a la edad de 75 años, y el éxodo fue de 430 años, de los cuales 415 habían transcurrido cuando Jacob fue a Egipto (25 años hasta el nacimiento de Isaac cuando Abram tenía 100 años, más 60 años correspondientes a la edad de Isaac en el nacimiento de Jacob, más 130 años de la edad de Jacob en el momento de la emigración; todo lo cual da un total de 215 años). Por lo tanto, el resto de los 430 correspondientes a la peregrinación en Egipto es de 215 años. Si parece corto el tiempo de Egipto, debe tenerse en cuenta que Moisés era nieto (también bisnieto) de Leví (Núm. 26: 57-59), que entró en Egipto siendo adulto. Esto no se encuadraría en un intervalo de 400 años, pero sí en uno de 215, de acuerdo con la duración de la vida de Leví (ver comentario de Exo. 6: 16, 20).

¿Eran 430 años completos desde el llamamiento de Abrahán hasta el éxodo, o bien 429 años completos -430 años según el cómputo inclusivo, que es el que se usaba con más frecuencia en los tiempos bíblicos? Los 429 años parecerían más probables, si no fuera por la fraseología específica del texto: «Y pasados los 430 años, en el mismo día» (Exo. 12: 41). Esto indicaría 430 años completos, que se cumplían el día mismo del éxodo. Por eso el cómputo de esta fecha se considera exacto antes que inclusivo.

El sistema AM de computar fechas no es concluyente.-

Debido a que el intervalo de 430 años transcurridos entre los años de Abrahán y el éxodo parece relacionar el éxodo con las genealogías patriarcales, algunos han concluido que un cómputo

continuo del tiempo por el sistema AM desde la creación puede relacionarse con el sistema AC de computar las fechas. La fecha del éxodo calculada según el sistema AM basándose en los patriarcas, es del todo inconcluyente. Debe recordarse que estas genealogías no representan necesariamente una escala cronológica completa. Ya hemos dado las razones por las que aceptamos las edades de los patriarcas tal como se dan en el texto hebreo y no como aparecen en la Septuaginta; pero al aceptar esta cifra no podemos excluir la posibilidad de que se hayan omitido algunas generaciones. Debemos recordar que Lucas incluye en su lista a un segundo Cainán (Luc. 3: 36). La exactitud de la edad de los individuos no implica que sea completa la lista, pues no se da ningún total.

La Biblia no pretende ser un registro completo de toda la historia, y las genealogías bíblicas no siempre incluyen cada eslabón de la cadena; el hebreo usa con frecuencia la palabra «hijo» para designar a un nieto o descendiente. Esto es evidente en la genelogía de Esdras que omite varios eslabones (Esd. 7: 1-5; cf. 1 Crón. 6: 7-9; Esd. 3: 2); Mateo da 14 genereaciones de David a Cristo, dejando afuera 4, sin darnos la razón para eso (Mat. 1: 8, 11; cf. 1 Crón. 3: 10-12, 15, 16). El hecho de que a veces algún escritor de la Biblia omita lo que otro incluye, no invalida la autoridad de ninguno de ellos, pero debiera precavernos contra la actitud dogmática en cuanto a la fecha de la creación, del diluvio, del éxodo o en cuanto a cualquier otra cronología basada sólo sobre tablas genealógicas. Una cronología exacta puede aplicarse en siglos posteriores, cuando la Biblia da muchas declaraciones cronológicas exactas y sincronismos que nos capacitan para localizar con seguridad la fecha AC de acontecimientos claves. Si aceptamos al segundo Cainán de Lucas como un eslabón no mencionado en la lista del Génesis, debemos alargar el lapso de la creación al diluvio en por lo menos la duración de un vida -cuánto más, no podemos saber, porque Lucas no da datos de Cainán- y una omisión implica la posibilidad de otras. No es necesario suponer que tales brechas sean extensas o importantes, pero no debemos dogmatizar en cuanto a un número exacto de años transcurridos entre la creación y el éxodo ni con respecto al establecimiento del año 2513 AM o cualquier otra fecha basada en ese año.

Teniendo esta preocupación en cuanto a lo que representa 2513 AM, podemos proseguir con el cómputo bíblico de los años de peregrinación en el desierto antes de ocuparnos de las teorías por las cuales se asignan al éxodo diversas fechas AC.

El cómputo de los años a partir del éxodo.-

Se puede apreciar lo que es el cómputo del tiempo mediante es uso de una era basándose en lo que sucedió durante los 40 años de peregrinación. Poco antes de que salieran de Egipto los hijos de Israel, el Señor instruyó a Moisés diciéndole: «Este mes os será principio de los meses; para» vosotros será éste el primero en los meses del año» » (Exo. 12: 2); y después dio órdenes para celebrar la pascua en el 14º día. Los israelitas salieron de Egipto inmediatamente después de la pascua, el 15 día (Núm. 33: 3) del mes primaveral llamado entonces Abib (Exo. 23: 15; 34: 18; Deut. 16: 1), y más tarde Nisán (Est. 3: 7) como es llamado todavía por los judíos.

Se mencionan otras fechas en ese año, que evidentemente fue contado como el primero de la serie, pues es llamado segundo el año siguiente. Esta es la lista de acontecimientos con fecha:

Mes Día Año

Se observa la pascua (Exo. 12: 2, 6)…………………………. 1 14 [1º]

Salida de Egipto (Núm. 33: 3)………………………………….. 1 15

El maná es dado en el desierto de Sin (Exo. 16: 1). ……… 2 15

Llegada al Sinaí (Exo. 19:1)…………………………………….. 3 _ [1º]

(Los dos períodos de 40 días que pasó Moisés

en el monte -Exo. 24: 18; 34: 28)

(Construcción del tabernáculo y del equipo)

Se levanta el tabernáculo (Exo. 40: 1, 2, 17)………………… 1 1 2º

Se prescribe la pascua (Núm. 9: 1, 2)………………………….1 _ 2º

Se observa la pascua (Núm. 9: 5), evidentemente

por primera vez desde el éxodo (cf. vers. 6-14)………… 1 14 _

Se ordena el censo (Núm. 1: 1)………………………………… 2 1 2º

Partida del Sinaí (Núm. 10: 11), casi un año después

de la llegada (PP 308,309)………………………………………. 2 20 2º

(Se envían espías cuando hay las primeras uvas

maduras: al fin del verano -Núm. 13: 17-20)

Regreso de los espías a Cades, 40 días más tarde;

Israel sentenciado a peregrinar 40 años

-Núm. 13: 25, 26; 14: 33, 34)

De Cades hasta cruzar el Zered, 38 años (Deut. 2: 14)

Muerte de Aarón en el monte Hor (Núm. 33: 38)……………. 5 1 40º

Israel en Zered (Núm. 21: 12) después de la muerte

de Aarón (cf. Núm. 20: 27-29; 21: 4-11)………………… [6? _ 40º]

(Muerte de Moisés; 30 días de duelo -Deut. 34: 7, 8) [12? _ 40º]

Cruce del Jordán y establecimiento del campamento

delante de Jericó (Jos. 4: 19)………………………………. 1 10 [41º]

Pascua celebrada en la tierra prometida (Jos. 5: 10)………. _ 14 [41º]

Cesa el maná (Jos. 5: 11, 12), en el 40º aniversario

del éxodo……………………………………………………….. _ [15] [41º]

Nótese que el «segundo año», en cuyo primer día fue levantado el tabernáculo, ya había comenzado antes del primer aniversario del éxodo, pues los israelitas no salieron de Egipto hasta el 15º día del primer mes, después de que había pasado la mitad del mes. Este día de la erección del santuario fue el primero del mes señalado divinamente por ser el mes de la pascua. Evidentemente es el primer Abib desde la salida de Egipto (ver comentario de Exo. 40: 2 y Núm. 9: 1, 2), pues nadie pretendería que quedaron cerca de dos años en el Sinaí (ver comentario de Núm. 10: 11; cf. PP 308,309). De modo que » «el segundo año de su salida de la tierra de Egipto» » (Núm.9: 1) significa el año que siguió inmediatamente al del éxodo (comenzando, en realidad, 111/2 meses después de la fecha de la partida, pero contando inclusivamente el segundo año). Se ha hecho resaltar (ver pág. 191) que en el cómputo inclusivo usado con frecuencia, las expresiones traducidas por «de» [«segundo año de su salida «] o por «después» con frecuencia significan «dentro». Ciertamente, la preposición usada en la frase «de su salida» -literalmente «para que salieran ellos»- en otras partes se traduce «dentro» de un tiempo dado, como en Esd. 10: 8.

Por lo tanto, los años computados a partir del éxodo fueron años que comenzaban en la primavera [otoño en el hemisferio sur], y el primero de la serie fue aquel en el que dejaron Egipto los hebreos. Si esta serie de años a partir del éxodo se hubiera continuado como una era para las fechas de los acontecimientos subsiguientes, habría simplificado muchísimo el problema de la cronología del Antiguo Testamento. Desgraciadamente no se usó así aunque debe haberse conservado el registro del orden de la sucesión de los acontecimientos, porque creemos encontrar una referencia más a ella en relación con la fecha del templo de Salomón (ver págs. 201, 202).

Un problema relacionado con el cómputo de la fecha del éxodo.-

Ya se ha explicado claramente por qué el sistema AM de computar las fechas, que hace arrancar sus cálculos desde la creación y se basa en la suposición de que la serie genealógica está completa, es nada más que una conjetura. Nos encontramos en una mejor posición para calcular las fechas hacia atrás, hasta el tiempo de los patriarcas, partiendo de períodos posteriores mejor conocidos, aunque esto tampoco da una certidumbre absoluta. El período de 430 años que retrocede desde el éxodo hasta Abrahán ubica a ese patriarca en la escala AC con el mismo grado de certidumbre que se le puede atribuir al año del éxodo, dependiendo de cuál de varios métodos se utilice para calcular la fecha AC para ese acontecimiento. Desde el éxodo, los 40 años de peregrinación se han numerado en forma consecutiva, por lo cual constituyen un período definido (ver la pág. 186); luego en la conquista de Canaán y en la época de los jueces hay varios períodos, algunos de los cuales evidentemente se superponen. Si la información fuera completa y exacta a lo largo de los reinos de Judá e Israel, hasta el punto cuando la línea de las fechas de la Biblia se une con las fechas de la historia antigua, entonces serían incuestionables las fechas AC del éxodo y de muchos otros sucesos.

Pero aun entre los que aceptan los datos de la Biblia como correctos, hay diferentes opiniones en cuanto al período de los jueces, por ejemplo, y los entrelazamientos algo complicados de los reinados de ambos reinos. Este comentario -aceptando lo que parece una cronología razonablemente factible basada en las declaraciones temporales de la Biblia- no se define dogmáticamente en esto. Sobre este tema no se ha dicho la última palabra, pues futuros descubrimientos podrían aumentar nuestro conocimiento exacto de esos tiempos antiguos. Pero si se han de incluir algunas fechas para conveniencia de los lectores, debe seguirse uniformemente un mismo sistema.

La fecha AC del éxodo, presentada en este tomo, ha sido elegida entre muchas auspiciadas por diferentes eruditos, porque parece ser ahora la mejor explicación de los datos de la Biblia en relación con la información que se puede conseguir, y armoniza con la cronología adoptada en el tomo 2 que cubre el período de Israel y Judá. A fin de justipreciar esta fecha del éxodo, debe esbozarse aquí un breve bosquejo del marco histórico de Egipto como introducción a un breve estudio de las teorías del éxodo, junto con un resumen de las dificultades de cada una y las razones por las cuales se elige la fecha del siglo XV.

El marco histórico de Egipto.-

Con la dinastía undécima comenzó el reino medio de Egipto. Los primeros 150 años de la duodécima dinastía, que comenzó en 1991 AC, fueron los años cumbres, el período clásico de la cultura egipcia. A su terminación, declinó el poder egipcio. La decimotercera dinastía se restringió principalmente al Egipto meridional y fue débil en el norte su contemporánea, la decimocuarta dinastía. Después de un período de infiltración preliminar, el país fue invadido -en la parte final del siglo XVIII- por los hicsos, cuyos gobernantes los «reyes pastores» -título más adecuadamente traducido como «gobernantes de países extranjeros»- formaron la decimoquinta y décimosexta dinastías. Esos conquistadores, mayormente semitas de los países del Mediterráneo oriental, incluían probablemente a los hurritas que no eran semitas. Poco se sabe de los hicsos por los pocos registros que han dejado. No eran bárbaros, pues probablemente introdujeron el caballo y la carroza que posteriormente usaron los egipcios para facilitar el establecimiento de su imperio asiático. Los hicsos se amoldaron a Egipto adoptando títulos egipcios. Gobernaron como faraones desde una capital, llamada Avaris, ubicada en el delta.

Durante la primera mitad del siglo XVI, el primer rey de la decimoctava dinastía expulsó a los odiados hicsos -por lo menos a la clase gobernante- a Palestina. Egipto, otra vez poderoso, extendió su dominio a Palestina y Siria hasta el Eufrates. Se emplearon ingentes riquezas en vastas construcciones. Notable gobernante de esta dinastía fue la reina Hatshepsut, que estuvo asociada en el trono con su esposo Tutmosis II (c. 1508-1504 AC) y su sobrino Tutmosis III. Ella misma fue la verdadera gobernante desde aproximadamente 1500 hasta que finalmente desapareció de la historia por 1482, posiblemente eliminada por su cogobernante, Tutmosis III, a quien ella mantuvo por mucho tiempo en segundo término. Después de la muerte de ella, su nombre fue raído de muchos de sus monumentos e inscripciones. Tutmosis III (c. 1482-1450) extendió el imperio de Egipto hasta un punto nunca excedido. El imperio prosperó durante los reinados de Amenhotep II (c. 1450-1425) y Tutmosis IV (c. 1425-1412) y bien entrado el reinado de Amenhotep III (c. 1412-1375). Pero en los años declinantes de este último, el creciente imperio hitita amenazó las posesiones del norte de Egipto en Asia, los habiru o los SA-GAZ asolaron partes de Siria y Palestina, y lucharon entre sí muchas de las ciudades dominadas por los egipcios.

Entonces llegó Amenhotep IV (c. 1387-1366), visionario o mal dispuesto para retener el vigoroso cetro que se necesitaba a fin de detener la declinación. Tomando el nombre de Ikhnatón, dedicó todas sus energías a una reforma religiosa; abandonó Tebas por una nueva capital dedicada a Atón (Atén), el disco del sol, y suprimió todos los otros cultos. Entre tanto, se diluía su imperio asiático. No hizo caso de los frenéticos pedidos de ayuda de sus leales vasallos de Palestina y Siria que luchaban contra la traición y la defección ante la amenaza de los SA-GAZ o habirus. Muchas de esas cartas fueron desenterradas de los archivos reales de las ruinas de la capital de Ikhnatón (los arqueólogos se refieren a ellas como las cartas de Amarna, debido a Tell el Amarna, el nombre moderno del lugar de las ruinas).

Después de lkhnatón, cuya reforma religiosa se extinguió después de él, terminó la dinastía con varios faraones de menor importancia. Uno de ellos fue el rey niño Tutankamón que adquirió fama por el mero accidente de que su último lugar de descanso -posiblemente modesto en comparación con los de los grandes gobernantes- escapó a las depredaciones de los ladrones de tumbas.

En los comienzos de la decimonovena dinastía, bajo Seti I (1318-1299), Egipto comenzó a recuperar un cierto control sobre Palestina. El largo y vigoroso reinado de Ramsés II (1299- 1232) dejó una gran impresión en su siglo. Del quinto año de su hijo Merneptah tenemos una inscripción en una columna conmemorativa, o estela, que indica que los israelitas ya estaban en Palestina la -primera mención del nombre de Israel fuera de la Biblia- y la única que hasta ahora se haya encontrado en los registros egipcios.

Las diversas teorías del éxodo.-

Las numerosas teorías del éxodo difieren en la ubicación del relato en relación con las dinastías egipcias como también respecto al cómputo de los 400 y de los 430 años (ya sea que se incluya el tiempo de Abrahán, o sólo la permanencia en Egipto). De estas interpretaciones, las tres principales colocan el éxodo en:

(1) El siglo XV, bajo la dinastía decimoctava.

(2) El siglo XIII, durante la dinastía decimonovena.

(3) Dos migraciones, bajo las dinastías decimoctava y decimonovena.

Hay argumentos plausibles tanto a favor como en contra de todas estas dotaciones. Sin embargo, la última que coloca a Josué unos dos siglos antes de Moisés, contradice tanto el registro bíblico, que no puede ser tomada en cuenta por cualquiera que procure preparar una genealogía compatible con las informaciones bíblicas tales como las tenemos.

Conceptos pasados de moda.

Los historiadores han utilizado criterios muy dispares en su tarea de poner fecha al éxodo. Por eso hay diversas teorías que lo ubican tempranamente en el siglo XVII, tardíamente en el siglo XII, o bien en fechas intermedias. Por ejemplo, según una de estas teorías, el éxodo ocurrió en el año 1612, cuando los hicsos gobernaban en Egipto. Llegaron a esta conclusión basándose en un cómputo largo del período de los jueces, suponiendo que los períodos alternativos de gobierno de los jueces y de opresión de los enemigos hayan ocurrido en forma sucesiva. Según este cálculo, el período completo abarcaría 600 años. Los autores de esta teoría ubican este lapso en el período de los 480 años, comprendido desde el éxodo hasta Salomón, tomando en cuenta únicamente los gobiernos de los jueces pero no los intervalos de opresión. Puesto que no es posible correr la fecha del reinado de Salomón, cuanto más largo se haga el período de los jueces tanto más se hará retroceder la fecha del éxodo. Otra teoría que ubica el éxodo en una fecha temprana, supone que los hebreos abandonaron Egipto juntamente con los hicsos derrotados en el siglo XVI (esto recuerda la identificación hecha por Josefo de los hebreos con los hicsos). Esta posición requiere 200 años de peregrinaje en el desierto, en vez de los 40 años, a fin de identificar a los hebreos con los habirus. Una tercera teoría fija la fecha del éxodo en un momento histórico más próximo, en el siglo XII y durante el reinado de la vigésima dinastía. Ninguna de estas posiciones armoniza con la Biblia ni con la historia.

Estos tres criterios utilizados para establecer la fecha del éxodo bastan como ejemplos de la diversidad de conceptos empleados con ese fin. Es innecesario examinarlos, porque en la actualidad casi no se los toma en cuenta. A continuación examinaremos las tres teorías más importantes relacionadas con la fecha del éxodo.

El éxodo de la dinastía decimonovena.

La teoría «tradicional», aceptada durante mucho tiempo, sostenía que Israel había sido oprimido por Ramsés II y que había salido del país durante su reinado o el de su hijo Meneptah. Hay muchos autores que todavía aceptan esta teoría, ya sea en su forma original o bien como una segunda fase de un doble éxodo. La elección de Ramsés como el faraón opresor de los israelitas se basa en los nombres de las ciudades de Pitom y Ramsés, edificadas por esclavos hebreos; en el hecho de que la capital de Ramsés, Tanis, se encontraba cerca de Gosén; en la destrucción de numerosas ciudades palestinas, acontecimiento que los arqueólogos ubican en el siglo XIII; en una permanencia de 430 años en Egipto; y en varios elementos de las teorías arqueológicas concernientes a este tiempo, tales como una llegada tardía de los filisteos, la ausencia de alfarería más antigua en ciertas regiones y conclusiones tomadas de ciertas campañas militares egipcias. La objeción irrefutable a esta datación -si no se deja de lado la cronología bíblica – es la estela de Merneptah del quinto año de su reinado que se refiere a los israelitas como a un pueblo junto con lugares palestinos conquistados. Difícilmente los israelitas podrían haber estado ya en Palestina en el año quinto del faraón del éxodo, aun cuando hubieran emigrado directamente a Canaán. Una peregrinación de 40 años por el desierto (aunque se permita el vago significado de «muchos años») elimina esta teoría completamente del cuadro, por no decir nada de otras objeciones a ella, tales como la imposibilidad genealógica de 400 años desde José hasta Moisés.

La teoría de los dos éxodos.

Hay numerosos eruditos que en la actualidad proponen y respaldan una teoría según la cual hubo dos éxodos: uno durante la dinastía decimonovena, y el otro en el siglo XV cuando los hebreos de Egipto habrían invadido a Canaán. Estos especialistas que tratan de reconstruir perfectamente la historia bíblica, en realidad la están separando en dos movimientos migratorios. Hay disparidad de criterio en cuanto a qué tribus emigraron a Egipto y con respecto a la fecha cuando lo hicieron; tampoco están de acuerdo acerca de qué tribus nunca salieron de Canaán y de cuáles pudieron haber permanecido en Egipto; y ni siquiera existe un criterio unánime concerniente a las rutas utilizadas o el orden en que invadieron a Canaán. La imposibilidad de armonizar estos dos éxodos con los 40 años o con los 480 años, resulta una objeción menor si se la compara con la ubicación de Josué dos siglos antes de Moisés y con la reinterpretación audaz del relato bíblico en lo que concierne a los patriarcas, las tribus, la geografía y la religión de los hebreos.

No pretendemos empequeñecer la erudición que se ha usado en esta tentativa de reconciliar la invasión de los habirus y otras evidencias que señalan un éxodo del siglo XV junto con la edificación de ciudades de abastecimiento para Ramsés II y el saqueo posterior de algunos pueblos palestinos. Pero las complicaciones de las diversas teorías de un éxodo doble no necesitan ser tratadas aquí pues un comentario conservador se escribe para proyectar luz sobre el relato bíblico y no para reconstruir el relato mediante conjeturas que se adapten a un marco histórico ya elegido.

Este comentario ubica el éxodo durante la dinastía decimoctava.-

Queda la teoría que coloca el éxodo a mediados del siglo XV (1445 AC o sus proximidades). Aceptamos esto principalmente debido a los intervalos entre esta fecha y otras posteriores de la Biblia. Se puede explicar de acuerdo con la narración bíblica y el marco histórico y arqueológico.

La fecha se basa en una declaración que sincroniza el 480º año a partir del éxodo con el 4º año de Salomón cuando se inició la construcción del templo en el mes de Zif (1 Rey. 6: 1). De acuerdo con la cronología aceptada en este comentario, ese año fue 967/66 AC, es decir el año judaico del reinado que comenzó en el otoño [del hemisferio norte] de 967 y terminó en el otoño de 966 (ver los artículos sobre el calendario judío y sobre cronología en el tomo II de este comentario). De manera que el comienzo de la edificación en el mes de Zif (aproximadamente nuestro mayo) habría ocurrido en la primavera [del hemisferio norte] del año 966 AC. Luego el mes de Zif en el primer año en que los israelitas salieron de Egipto, ocurrió 479 años antes 202 que 966, lo que da 1445 AC. Esto se puede computar fácilmente mediante esta fórmula:

Si Zif en el año 480º = 966 AC, luego, retrocediendo 479 años (479), . Zif en el primer año = 1445 AC

Y Zif en el primer año, comenzando el mes 21, es el mes que sigue inmediatamente a Abib (o Nisán), en el que salieron de Egipto los israelitas. De modo que el éxodo, computado desde la fecha del 4º año de Salomón como el 967/66 AC, habría ocurrido en la primavera [del hemisferio norte] de 1445 AC, si el 480º año es usado como una fecha de una era y no meramente como un número redondo. (Nota: Si se insiste que los 480 años no deben ser contados en forma inclusiva, entonces la fecha sería 1446 AC -y algunos la convierten en 1447 contando 480 años completos desde 967 AC -, pero eso significaría no tomar en cuenta el cómputo de los años a partir del éxodo, ya que el templo fue comenzado «en el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto», literalmente en el 480º año de su salida de Egipto, y el primer año computado del éxodo fue aquel en el cual se realizó la salida de Egipto. Compárese «el segundo año» después del éxodo (explicado en págs. 196, 197).*)

Esta teoría del siglo XV puede armonizar con los 400 y los 430 años computados desde Abrahán. Un éxodo en 1445 colocaría la migración de Abrahán a Canaán en 1875 AC y poco después su viaje a Egipto, en el mismo período del cual tenemos un antiguo registro de un jeque semítico que viajó a Egipto con su familia como comerciante acompañado de un gran séquito (ver en la pág. 168 un grabado de esa escena).

Por lo tanto, José y Jacob habrían estado en Egipto 215 años antes del éxodo, en tiempos de los hicsos. Los grandes honores conferidos a José han sido considerados como que muy probablemente se realizaron durante un régimen en el que predominaba el elemento asiático. Otros detalles también coinciden con este cuadro. La declaración que » «Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio» » compró a José (Gén. 39: 1) indica una dinastía que no era egipcia. De lo contrario, ¿por qué habría de destacarse que el capitán de faraón era «varón egipcio» ? Más todavía, la mención de caballos y carros (Gén. 41: 43; 46: 29) se considera que armoniza mejor con el período de los hicsos que con otro anterior, pues generalmente se acepta que no hay registro de caballos en Egipto antes de ese tiempo. Sin embargo, no eran curiosidades importadas en los días de José, pues los egipcios vendieron su ganado a faraón, incluso caballos , a cambio de alimento durante el hambre (Gén. 47: 17). Para otros puntos véase el comentario sobre el cap. 39: 1.

El relato de Moisés y del éxodo puede encuadrarse dentro del marco histórico de los reinados de Tutmosis I hasta Amenhotep II. Tutmosis I y Tutmosis III llevaron a cabo construcciones mediante el trabajo de esclavos asiáticos. Hatshepsut, como madre adoptiva de Moisés, Tutmosis III como el rey del cual huyó Moisés a Madián y Amenhotep II como el faraón del éxodo parecen concordar con el relato bíblico. Tenemos aún el hecho de que el sucesor de Amenhotep II fuera un inesperado heredero del trono, circunstancia que sería lógica si el hijo mayor hubiera muerto en la décima plaga. Para un bosquejo de la armonía entre el relato bíblico y las vidas de estos gobernantes, ver la Introducción al Exodo y los comentarios sobre los capítulos de la narración bíblica.

Si los 40 años de peregrinación terminaron y comenzó la invasión de Canaán por 1400, las incursiones de los hebreos fueron contemporáneas con las cartas de Amarna. Aunque ha habido una gran controversia en cuanto a la relación histórica entre los nombres, no sería raro que los hebreos fueran una parte de los habirus mencionados en esas cartas como una amenaza para Siria y Palestina, pues fue precisamente en ese período de debilidad de Amenhotep III y de indiferencia de Ikhnatón acerca de los asuntos del gran imperio egipcio, cuando el control de Palestina se fue escurriendo de las manos de los faraones.

Examen de las objeciones a esta datación.-

También hay objeciones contra esta teoría del siglo XV. Se señala que la fecha no coincide con el total de los períodos mencionados en el libro de los Jueces, o los 450 años de Hech. 13: 19, 20 pues depende de los 480 años de 1 Rey. 6: 1.

Es cierto que si los totales de todos los años de Jueces se consideran como períodos sucesivos, la suma va mucho más allá de 480 años, pero no hay nada en ese libro que elimine la conclusión de que algunos de los períodos de los 2 jueces fueran posiblemente contemporáneos en diferentes partes del país. Puesto que las teorías de una fecha del éxodo más antigua o menos antigua de todos modos deben comprimir el período de los jueces dentro de un ámbito inaceptablemente pequeño, o reconciliar los 480 años con unos 600 años eliminando ciertas porciones de todo el período, como se ha explicado, parece razonable aceptar como literal la declaración categórica de que Salomón comenzó la edificación del templo en el 480º año a partir del éxodo, especialmente teniendo en cuenta que esa fecha puede concordar con los otros datos.

Es cierto que un éxodo en 1445 hace más difícil explicar los 300 años mencionados por Jefté (ver Juec. 11: 26), pero se puede hacer suponiendo una rápida desintegración después de Jefté con cortos períodos de jueces contemporáneos. (Ver el artículo sobre cronología en el tomo II de este comentario.)

En cuanto a los 450 años de Hech. 13: 20, hay discordancia en cuanto al texto original de la declaración y hay traducciones que difieren de él en varias versiones. Una de ellas hace de los 450 años el período de los jueces; la otra, que proviene de manuscritos diferentes, la convierte en el período que antecede a los jueces. La segunda forma, considerada como mejor por los eruditos modernos, ciertamente es más ambigua. Un intervalo literal de 450 años entre Josué y Samuel no puede ser ajustado dentro del esquema cronológico que ubica el éxodo en el siglo XV pues es obviamente incompatible con un intervalo de 480 años entre el éxodo y Salomón. Los que adoptan la cronología larga (con los 480 años fuera de los períodos entre los jueces) también usan los 450 años únicamente como la suma de la administración de los períodos administrativos reales de los jueces. Por otro lado, los que aceptan superposiciones de los períodos de los jueces, con una duración total mucho menor, pueden emplear los 450 años, de acuerdo con la otra versión, como el período del tiempo de la descendencia, el comienzo de los 400 años computados desde cuando Isaac tenía cinco años de edad. Explican los 50 años adicionales con los 40 años de peregrinación más unos 10 años hipotéticos antes de los jueces (ver el artículo sobre cronología en el tomo II de este comentario). Ambas teorías tienen dificultades y elementos de opinión personal. Por lo tanto, se ha considerado que lo mejor es no tomar en cuenta este período ambiguo y controvertido porque no es lo bastante positivo para ser usado a favor o en contra de la teoría del éxodo en el siglo XV.

La capital de la decimoctava dinastía estaba en Tebas, a centenares de kilómetros de la tierra de Gosén. Sin embargo, los hebreos vivían cerca del palacio real, de acuerdo con el relato del nacimiento de Moisés y por la comunicación entre Moisés, los israelitas y el faraón durante el largo período de las plagas (posiblemente todo un año). Sin embargo, no hay nada en contra de una segunda residencia real, durante ciertos lapsos, en el delta o cerca de él, aunque no hay evidencia de esa capital en el período asignado a Moisés.

Los que defienden la teoría del siglo XIII señalan los nombres de las ciudades de Pitom y Ramesés (de la decimonovena dinastía). Con todo, los que defienden una fecha anterior consideran esos nombres como formas posteriores introducidas por escribas en lugar de nombres más antiguos (por ejemplo, Ramesés fue llamada previamente Zoán, Avaris y Tanis). También podríamos hablar de Nueva York como fundada por los holandeses, juzgando innecesario usar el viejo nombre de Nueva Amsterdam. Ciertamente, los que toman el nombre «Ramesés» (Exo.1: 11) como evidencia del éxodo bajo Ramsés II también deben explicar «la tierra de Ramesés» de los días de José (ver comentario de Gén. 47: 11) con un método similar. De ahí que si el nombre de la tierra no necesita derivarse del nombre del faraón, tampoco lo necesita el nombre de la ciudad.

Algunos arguyen que el relato de la migración de José y su familia a Egipto no prueba que un gobernante hicso favoreciera a sus camaradas asiáticos, sino más bien que un egipcio recompensa a un benefactor semítico por los servicios prestados, mostrando consideración con los prejuicios de los egipcios al segregar en Gosén a los pastores hebreos. Los defensores del siglo XV replican, defendiendo la presencia de José en la época de los hicsos, que un faraón egipcio posterior habría sido demasiado antisemita para prodigar favores tan encumbrados, y que el motivo de la segregación puede haber sido, no tanto respetar la sensibilidad de los egipcios, como proteger a los pastores hebreos de la mala voluntad de sus vecinos egipcios. Así también, el trato de José con sus hermanos, aunque citado como una objeción, ilustra que José mismo había adoptado las costumbres egipcias, como podría haberse esperado de un rey asiático que se hubiera amoldado a Egipto.

Podría parecer ilógico describir a los nacionalistas egipcios como expulsando a los odiados hicsos asiáticos y, sin embargo, dejando en Gosén una comunidad de semitas que habían sido favorecidos por el régimen extranjero. Una explicación posible sería que los hicsos que fueron expulsados eran la clase gobernante opresora, y que muchos hicsos del común del pueblo fueron dejados, considerándolos como inofensivos y posiblemente como una fuente de trabajo forzado. Sabemos demasiado poco como para dogmatizar sobre el tema.

La ausencia de alusiones bíblicas a un dominio de los egipcios en Palestina o a una ocupación militar se ha considerado en discordancia con la ocupación del país por los israelitas en el siglo XV y posteriormente. En realidad, los israelitas quedaron mayormente como moradores nómadas de las colinas por mucho tiempo después de ese período. No lograron expulsar a muchos de los habitantes y se establecieron afuera de numerosas ciudades fortificadas donde debe haberse centralizado el control egipcio. En lo que atañe a las frecuentes campañas egipcias a lo largo de la costa, los hebreos de las colinas difícilmente pueden haber tenido contacto con ellas, Y posiblemente algunos de los adversarios de los israelitas mencionados en la Biblia fueron tropas locales que actuaban como vasallos de Egipto.

Las piezas de alfarería de períodos más recientes descubiertas en el cementerio de Jericó se han atribuido a diversos grupos esporádicos que se establecieron en el sitio de la ciudad en ruinas.

Otra objeción contra una llegada anterior de los israelitas, levantada por los defensores del siglo XIII, es que Edom y Moab no fueron naciones que se establecieron en sus territorios sino hasta después del siglo XV, y un argumento relacionado con esto es la ausencia de restos de alfarería en la Transjordania de ese tiempo. La respuesta a esta objeción es que si los edomitas y moabitas eran nómadas, ha de esperarse la ausencia de alfarería.

No se puede suponer que todos los problemas del éxodo puedan ser resueltos ahora, pero no son insuperables los obstáculos para llegar a una teoría razonable. Las evidencias examinadas parecen respetar un éxodo del siglo XV como una hipótesis que se puede emplear para los propósitos de este comentario, dentro de las posibilidades de la narración bíblica, sin discordar con la exposición de Patriarcas y profetas y razonablemente factible dentro del marco de los hallazgos históricos y arqueológicos. (Nota: Los libros modernos que utilizan los materiales técnicos más fidedignos rara vez tratan la cronología anterior al éxodo debido ala falta de datos adecuados para el periodo antiguo y las diferentes teorías de la fecha del éxodo son de valor limitado para la mayoría de los lectores. El investigador puede consultar la obra de H. H. Rowley, From Joseph to Joshua (Londres, Oxford University Press, 1950; 200 págs.), un tratado erudito aunque críticó que aboga por un éxodo doble. Sin embargo, es valioso por sus amplias notas de pie de página que se refieren a diversos eruditos sobre las principales teorias del éxodo, con excepción de la teoría del siglo XVII que debe ser investigada en la obra de Martín Anstey, The Romance of Chronology (2 tomos: Londres; Marshall Brothers Ltd., 1913). Anstey es mencionado aqui porque presenta esa teoría del éxodo, pero debe ser usado con cautela porque no toma en cuenta la datación posterior fijada astronómicamente. Acerca del éxodo en el siglo XV y la invasión de Canaán, ver la obra de J. W. Jack, The Date of the Exodus (Edimburgo; T. & T. Clark, 1925; 282 págs.), útil aunque resulta demasiado anticuada frente a muchas evidencias arqueológicas; la obra de Millar Burrows, What Mean These Stones ? (New Haven, Conn.; Arnerican Schools oforiental Research, 1941; 306 págs.), que incluye un breve estudio de la teoría del siglo XV, pero prefiere la fecha del XIII. John Garstang and J. B. E. Garstang, The Story of Jericho (2ª edición revisada; Londres; Marshall, Morgan y Scott, 1948; 200 págs.) presenta evidencias de sus excavaciones para la caída de lo que ellos llaman su cuarta ciudad en aquel sitio por 1400 AC, pero esa evidencia ahora está siendo puesta en duda por los hallazgos más recientes de la Dra. K. M. Kenyon. De acuerdo con los informes preliminares ( The Biblical Archaeologist , Sept., 1953) las murallas de esa cuarta ciudad deben tener una fecha mucho más antigua. Debido a la erosión y a la destrucción de los niveles superiores, no parece haber quedado nada de la Jericó de los días de Josué, aunque la alfarería encontrada en el cementerio muestra que la ciudad habia estado habitada hasta el siglo XIV AC.*)

No se conoce la fecha de la creación.-

Los que tratan de establecer la cronología bíblica desde la creación hasta el éxodo mediante las listas genealógicas de los patriarcas, el relato del Génesis y los 430 años transcurridos desde el llamamiento de Abrahán hasta el éxodo (véase la pág. 194), deben suponer que las listas patriarcales están completas. Si el segundo Cainán (Luc. 3: 36) se añade a la lista hebrea, si se considera la posibilidad de lagunas en las listas genealógicas, o bien si se utiliza la enumeración de la Septuaginta, el período patriarcal debe ser más largo que el establecido en el texto hebreo (con lo cual la fecha de la creación retrocede). Cualquier fijación de fechas AC para los patriarcas, no importa mediante qué métodos se establezca, dependerá de la fecha AC del éxodo.

En este volumen, la fecha del éxodo se ha determinado en base a dos premisas, las que se analizarán en el tomo II de esta obra: (1) el período de 480 años desde el éxodo hasta el cuarto año de Salomón inclusive (1 Rey. 6: 1), y (2) la ubicación del cuarto año de Salomón mediante un cálculo de los reinados de los reyes hebreos hasta el tiempo de Nabucodonosor. El resultado, tal como ya se ha explicado, es el año 1445 AC como fecha del éxodo.

Sin embargo, en este volumen no se dan fechas para el período anterior a Abrahán. Puesto que no se puede llegar a conclusiones definitivas, aun mediante cuidadosos cálculos en base a los datos bíblicos, debido a variaciones posibles de carácter indeterminado (véanse las págs. 194-196), este Comentario no trata de dar una cronología completa. La incertidumbre es mejor que las conjeturas o la ciega aceptación de esquemas teóricos tales como el de Ussher (véase la pág. 188). Ussher ubicó arbitrariamente la fecha de la creación, y comenzó su AM 1 en la noche anterior al 23 de octubre (el domingo más cercano al equinoccio de otoño) en el año 4004 AC; esto es, 4.000 años antes del nacimiento de Cristo, el que él fechó en el año 4 AC. Esto armonizaba con la antigua teoría de los 6.000 años que ubica 4.000 años antes de Cristo y 2.000 años después de Cristo.

Para evitar confusión, hay que definir esta «teoría de los 6.000 años»: no se la debe igualar con la frase «6.000 años» que ha sido utilizada por muchos autores religiosos como una aproximación del tiempo transcurrido desde Adán. Se trata más bien de una teoría profético: es decir, es una posición según la cual los seis días de la creación seguidos por el sábado, juntamente con la declaración de que para Dios un día es como mil años y mil años son como un día (2 Ped. 3: 8), constituye una predicción de que este mundo durará seis mil años, y que a partir del año 7.000 se entrará en el sábado milenario de reposo. En la Biblia no hay ningún período profético de 6.000 años. Este se originó en la mitología antigua (Persa y Etrusca, por ejemplo) y en una analogía judía de los días de la creación. Fue cristianizado por los padres de la iglesia y persistió durante largo tiempo después de Ussher.

Decir que los seis días de la semana de la creación no proporcionan ningún indicio para determinar la duración de este mundo, no es negar su realidad o permitir la interpretación de ellos como largos períodos de tiempo. La aceptación de una creación literal no requiere que se la ubique en un año determinado. La fecha de la creación es desconocida, porque los datos cronológicos de la Biblia no son continuos o completos. Y la creación tampoco puede calcularse a partir de ciclos astronómicos. (Nota: Desafortunadamente algunos apologistas que procuran confirmar el relato bíblico han citado supuestos ciclos astronómicos como prueba de una fecha precisa de la creación y del primer sábado, sin percatarse de que los ciclos, tal como los círculos, no tienen comienzo ni fin, y que por lo tanto es posible calcular hacia atrás indefinidamente los ciclos periódicos, hasta un pasado desconocido, sin obtener con ello rúnguna información acerca del verdadero comienzo. Una de estas pruebas astronómicas citada ocasionalmente aun hasta el año 1950, era el supuesto sistema del astrónomo J, B. Dimbleby (1879), quien estableció el «AM 0» el 20 de septiembre del año 4000 AC, que él determinó basándose en supuestos ciclos de movimientos planetarios. (Este esquema implicaba también una teoría de 6.000 años que predecía el advenimiento de Cristo y el milenio en el año 1928 1/4 ). Resultaría inútil enumerar los errores de hecho y razonamiento de este «astrónomo».*)

Es verdad que los ciclos astronómicos nos permiten establecer fechas para ciertos acontecimientos ocurridos en la antigüedad (inclusive algunos mencionados en la Biblia), pero únicamente si es que dichos acontecimientos pueden relacionarse con registros astronómicos contemporáneos, especialmente con eclipses.

La primera relación directa entre los años bíblicos y la escala AC se produce cerca del fin del reino de Judá, alrededor del año 600 AC, en el reino de Nabucodonosor, cuyos años de reinado se han fijado astronómicamente. Algunos citan una fecha anterior, el año 853 AC, como el año de la muerte del rey Acab de Israel, pero la determinación astronómico no corresponde a ese año; el sincronismo depende de un cálculo hecho más o menos a ciegas a partir de un eclipse que ocurrió cerca de 100 años después. En cualquier caso, el camino que lleva desde los reyes de Israel y Judá hasta la creación, cruza demasiadas zonas donde existen diferencias de opinión.

Basta que sean aproximadas las fechas muy antiguas.-

Puesto que tenemos una cronología muy definida para la parte final de la época del Antiguo Testamento, especialmente a partir de los grandes períodos proféticos, deberíamos satisfacernos con fechas aproximadas para los siglos primeros donde no hay una cronología que señale con precisión los acontecimientos bíblicos. Probablemente no están muy erradas las estimaciones en cuanto al tiempo del éxodo y de allí en adelante. Aun las diversas fechas del éxodo no tienen una variación mayor de dos siglos en cualquier dirección partiendo de la fecha adoptada en este tomo. Para fechas anteriores al éxodo una desviación mucho mayor se consideraría pequeña. Podemos observar con interés los cambios en la cronología histórica para los períodos más antiguos; sin embargo parece haber poca posibilidad hasta ahora de armonizar las primeras dinastías de Egipto y Babilonia, por ejemplo, con la cronología de la Biblia, si tomamos en consideración el diluvio.

Toda la Escritura es dada por inspiración de Dios, aunque la Escritura no pretende tener el registro de toda la historia. Cada vez que se dispone de pruebas fidedignas, es animador ver cómo el registro de las Escrituras resulta vindicado como historia exacta. La cronología, la trama de la historia, nos es dada en el Antiguo Testamento en una forma que debe ser traducida a nuestro método actual de computar el tiempo antes de que podamos aprender su significado. La brevedad y también a veces la 207 oscuridad de las declaraciones cronológicas nos impiden tener un conocimiento completo, pero hay suficiente información clara y exacta en períodos posteriores especialmente en el tiempo de Daniel y Esdras como para tener la seguridad de que las dificultades aparentes se deben a una falta de entendimiento de nuestra parte.

La investigación basada en la arqueología ha resuelto numerosos problemas de la cronología. Con muchas esperanzas podemos anticipar la solución de la mayoría de los problemas que quedan a medida que continúa la investigación.

Categorías: Historia

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