Historia del Pueblo de Dios en la Edad Media, 1era. Parte

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Pr. Alberto Treiyer

Doctor en Teología

Redacción y Compilación por Ramón Romero J.r. y José Ramón Romero

Los tribunales de la Inquisición y las cruzadas de Exterminio

Es común que los historiadores cuenten hoy con espanto las brutalidades y masacres de los tribunales de la inquisición. Aun los historiadores católicos, buscando atenuar en lo posible el terrible registro de esa época, deben reconocer su espantosa brutalidad. Uno de ellos, después de tratar de justificar sus hechos, y de aducir erroneamente que «la intolerancia es la concomitante más fuerte», concluye diciendo que:

«comparado con la persecución de la herejía en Europa de 1227 a 1492, la persecución de los cristianos por los romanos en los primeros tres siglos después de Cristo fue un procedimiento suave y humano. Con toda la tolerancia que se requiere de un historiador y que se le permite a un cristiano, debemos colocar la inquisición… entre las más oscuras manchas en el registro de la humanidad, pues revela una ferocidad desconocida en ninguna bestia. «

No es el propósito de este estudio exponer en detalle la historia de la Inquisición, sino resaltar las características más generales que hicieron de ella, a lo largo de toda su historia, un terrible instrumento de tortura y muerte que durante muchos siglos en la Edad Media, hundió a millones en la desesperación, angustia y muerte. De esta manera podrá apreciarse mejor la justeza de la descripción tan sencilla pero significativa y dramática que aparece en el cuarto sello, en relación con este triste registro que dejó la iglesia cristiana bajo el período de mayor supremacía papal.

Los símbolos de la Inquisición eran la cruz, la espada y una rama. A menudo aparecen en grabados siendo llevados por ángeles. Este escudo de armas pertenece al Palacio Real Mayor de Barcelona, y posee además figuras de animales salvajes para resaltar su poder.

Las reacciones antipapales más Alertes que se dieron dentro del cristianismo, y que llevaron a Roma a instaurar la terrible institución de la inquisición, surgieron cuando el poder del papado «alcanzó su cénit,» ya bien avanzada la Edad Media. Para ser más exacto, fue cuando «los papas legisladores» del S. XIII hicieron renacer el Derecho Romano que permitió la reconquista del poder de Roma y dio «la base jurídica para el nuevo poder del papado,» que Europa vio resurgir «su antítesis,» es decir, los movimientos religiosos de protesta por la mundanalidad y apostasía de la Iglesia romana, y por sus aspiraciones imperialistas de supremacía temporal y espiritual.


Los símbolos de la Inquisición española.


Como muchos de estos movimientos atacaban el lujo y la pomposidad material de la iglesia romana, contrastándolos con el ejemplo de Cristo y los apóstoles, Inocencio III y los demás papas que lo sucedieron manifestaron especial interés en la fundación y desarrollo de las dos órdenes mendicantes más famosas del medioevo: la de los dominicos y la de los franciscanos. Pero como estas dos órdenes no tenían mucho éxito en su prédica contra los así llamados herejes12 -los cataros o albigenses y valdenses en especial,- el papado les dio la misión de exterminarlos. Esto lo hicieron mediante un sistema policíaco de tribunales que los frailes y dominicos establecieron en casi toda Europa. Estas órdenes, cuyo legajo asesino mancha toda la historia de la iglesia del medioevo, pasaron a depender exclusivamente del papa.


Cuando Voltaire se hizo popular y condenó al infierno seis siglos después al fundador de los dominicos en su obra titulada «La pucelle [doncella] de Orléans. en referencia a la muerte injusta en la hoguera a la que se condenó a Juana de Arco en París, los dominicos trataron de disociar la obra y misión de su santo fundador, de la inquisición y su crueldad histórica. Pero esto no es posible, porque hay sobradas pruebas históricas que confirman su identificación con el inicio de semejantes masacres que llevaron a cabo en toda la Edad Media. Cuando este santo fue canonizado el 4 de agosto de 1234, los monjes y obispos celebraron públicamente con una quema en la hoguera de herejes, la alegría inmensa que tenían por el hecho. Luego volvieron «dando gracias a Dios y al bienaventurado Domingo,» en su «primer día de fiesta.»

Aunque ya se habían manifestado ciertos intentos inquisitoriales para destruir a los herejes entre los años 1163 y 1184, no fue sino bajo el pontificado de Inocencio III (1198-1216) que se coordinó la represión herética. Bajo su mandato se convocó el Concilio de Letrán (1215), el que tuvo la asistencia de 400 obispos, 800 abades, y la mayoría de los gobernantes europeos.

En ese concilio se especificó la confiscación de los bienes de los herejes, así como su expulsión de todo cargo público y su excomunión, pero no se determinó aún la clase de castigo corporal que debía aplicárseles. Teniendo en cuenta que las disposiciones papales anteriores no habían logrado una aceptación muy generalizada entre los obispos católicos, se determinó que los obispos que fuesen tolerantes serían destituidos.


Poco más tarde se fundó la Inquisición bajo el papa Gregorio IX (1227-1233),19 con la característica expresa de ser «pontificia» y «monástica.» Con esto se dio a entender que los monjes o frailes inquisidores respondían únicamente ante el papado, no ante la justicia local o nacional. Su creación «causó resentimiento entre los obispos,»que aunque perseguían a los no católico-romanos, no podían hacerse a la idea de imponer un tribunal tan cruel y salvaje en medio de la cristiandad.

Papa Inocencio III (1198-1216) Fresco de autor desconocido (1228) de la cristiandad. Esta es una de las numerosas pruebas de que semejante invención papal no fue producto de la época, como ha querido aducirse para disculpar la religión romana, sino que al contrario, la época que se estableció a partir de entonces quedó marcada por el espíritu del papado. En otras palabras, la creación de los tribunales de la Inquisición y sus secuelas políticas, religiosas, culturales y sociales, fueron una creación directa del papado.


La implantación de la tortura.



En 1252, el papa Inocencio IV dio su sanción en favor de la aplicación de la tortura para arrancar confesiones de los herejes, y desde entonces, numerosas bulas de diferentes papas se dedicaron a especificar las clases de torturas que los inquisidores debían utilizar. Entre ellas está la famosa bula del papa Inocencio IV, llamada Ad Extirpanda, que «pretendía subordinar por completo el poder civil al Santo Oficio,» nombre éste con que se dio en llamar a los tribunales de la Inquisición, estableciendo que la extirpación de la herejía debía ser la obligación principal del Estado.


Fue este papa, Inocencio IV, el que introdujo la tortura como instrumento fundamental para la obtención de confesiones,24 y el que dividió toda Italia y Europa en «provincias inquisitoriales» mediante la bula Super Extirpatíone. Con otras bulas semejantes impuso también la hoguera como pena capital contra los no católicos, llamó a una cruzada generalizada en contra de los herejes, y otorgó los mismos privilegios e indulgencias habituales que se concedían a los cruzados que iban a Tierra Santa. También determinó la confiscación de las propiedades de los herejes que estuviesen en mano de sus herederos.25
Otra bula notable fue la del papa Nicolás III en 1280, que revela claramente el propósito de la Inquisición. Entre sus principales declaraciones extraemos las siguientes:


«Por este medio excomulgamos y anatematizamos a todos los herejes -Cataros, Patarios, Hombres Pobres de Lyon… y a todos los otros, cualquiera sea el nombre que tengan. Una vez condenados por la iglesia, serán entregados al juez secular para ser castigados… Si alguno, después de ser apresado, se arrepiente y desea hacer penitencia, será encarcelado de por vida… Todos los que reciban, defiendan o ayuden a los herejes, serán excomulgados…,» y si permanecen excomulgados por un año, serán finalmente «proscriptos» o «condenados como herejes. No tendrán derecho de apelación… Cualquiera que les de un entierro cristiano será excomulgado hasta que haga satisfacción propia. No será absuelto hasta que haya desenterrado sus cuerpos con sus propias manos y los haya arrojado de nuevo…


«Prohibimos a todos los laicos discutir asuntos de fe católica; si alguien lo hace será excomulgado. Cualquiera que conozca herejes, o a aquellos que sostienen reuniones secretas, o a los que no se conforman en todo respecto a la fe ortodoxa, harán conocer esto a su confesor, o a algún otro que traerá la información al obispo o al representante de la inquisición. Si no lo hace, será excomulgado. Los herejes y los que los reciben, apoyan, o ayudan, y todos sus niños hasta la segunda generación, no serán admitidos para un oficio eclesiástico… Los privamos ahora de todos los beneficios mencionados para siempre. «26
Para facilitar la obra de los inquisidores, se crearon numerosos manuales que indicaban el procedimiento a seguir con los herejes, y en donde serecopilaban todos los materiales pre-existentes. Entre ellos se destaca el Directorio de Raimundo de Peñafort (1242), que define a los herejes sencillamente como «gente que escucha los sermones de los cataros,» y «los que creen que los cataros son hombres buenos.» Llama la atención en este directorio primitivo, una cláusula acerca de la investigación cuidadosa que debe hacerse de los sospechosos, ya que según se arguye, los cataros también «predican buenas palabras,» pues enseñan a no mentir ni fornicar, y que la gente debe ir a la iglesia.


En estos manuales se detallaban las formas de tortura y los principios de su uso para la confesión de los penitentes.29 El manual llamado Processus inquisitionis (1244), preparado por dos inquisidores franceses bajo la orden del papa Inocencio IV, concluye declarando que si todos los principios de justicia en contra de los herejes allí estipulados se cumplen plenamente, «el Señor aparecerá glorioso y maravilloso en los frutos de la Inquisición.» No obstante, para hacer frente a los terribles problemas de conciencia que podían despertarse en los inquisidores, el papa Alejandro IV ordenó en una bula que en la ejecución de la tortura debía haber por lo menos dos inquisidores. Uno tendría a su cargo la aplicación de la tortura; el otro estaría a su lado para absolverlo luego de toda culpa, y «de otorgar dispensas a sus colegas.»

Procedimiento e instrumentos de tortura usados por los inquisidores


¿Cómo llevaban a cabo los tribunales de la inquisición su misión de perseguir y destruir a los herejes?33 Todo aquel que viaja por Europa hoy, puede ver en los museos y en muchos castillos, los instrumentos de tortura que se poseía para arrancar la confesión de los herejes acerca de quiénes compartían su fe.Toda clase de torturas eran admisibles para extirpar la herejía. Se buscaba con ellas forzar a los testigos a testificar o confesar el nombre de otros herejes. Todos los que eran acusados en una localidad, podían ver, bajo petición, una lista combinada de todos los acusadores, pero sin especificaciones de quién los había acusado. Tampoco se les permitía ninguna ayuda legal. En otras palabras, la apelación era prácticamente imposible.34

El hermetismo total del interrogatorio hacía que el acusado nunca pudiese enterarse de quienes eran sus acusadores. El «bombardeo de preguntas complejas» a los que lo sometían «inquisidores sagaces y sutiles,» hacía que a menudo la víctima ni siquiera pudiese comprender el cargo que había contra ella. Como ha podido probarse vez tras vez al considerar los anales de la historia, los inquisidores solían orquestar tan bien su arsenal de preguntas, a las que alternaban con torturas y amenazas, que era corriente que los herejes no pudiesen hacer otra cosa que decir lo que los inquisidores habían tramado de antemano.

Cuando los acusados se negaban a traicionar a los amigos y parientes, se consideraba el hecho «como prueba de que la conversión no había sido completa.» De esta forma se acusa hoy a la inquisición de haber diseminado «el miedo y el odio en las herméticas sociedades feudales.»


Esto lo hizo también ofreciendo indulgencias a los que delataban a los herejes. Ya en las cruzadas que el papa Inocencio III lanzó en 1207 contra los albigenses, ofreció indulgencias, esto es, documentos con «el perdón de los pecados pasados y la palma del martirio en el caso de morir en el campo de batalla.» Por otro lado, todo aquel que delataba a los herejes ante los inquisidores, era normalmente recompensado «con un máximo de tres años de indulgencias por su información. «37
¿Cuáles eran los instrumentos de tortura? La flagelación y el azote, las barras dentadas de hierro con puntas sobre las cuales se acostaba y presionaba a las víctimas, su reclusión en oscuras y estrechas mazmorras, en donde los condenados debían hacer descansar la espalda sobre el frío suelo de los inviernos europeos. También era frecuente que se le diese al prisionero una dieta miserable de pan y agua, con el propósito de debilitarlo y en esta condición, alternar la tortura psicológica con promesas de misericordia o amenazas de muerte. De esta forma se buscaba lograr la confesión y delación de los herejes y sospechosos de herejía.

Categorías: Historia

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