El Dios de la segunda oportunidad

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Después que Jonás ora, captamos otra vislumbre del poder soberano y absoluto de Dios: "Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra" (Jonás 2:10). El texto nos informa explícitamente que el "gran pez" no siente náuseas debido a una indigestión. Más bien, la gigantesca criatura marina, que ya vimos bajo la dirección divina (1:17), nuevamente es impulsada por Dios y obedece, depositando a Jonás sobre la playa.

¿Qué ocurre con él allí? "Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás" (Jonás 3:1). El profeta se halla nuevamente donde inició. Las primeras palabras del capítulo 3 repiten las palabras iniciales del libro de Jonás. Después de un período de resuelta insubordinación, el profeta Jonás recibe una segunda oportunidad para obedecer. ¡Seguramente éstas son algunas de las palabras más reconfortantes de la Escritura!

Como hemos visto, Jonás se ha rebelado deliberada y neciamente contra Dios. Lo más maravilloso de todo es que esto no ha provocado que Jehová le vuelva la espalda al profeta fugitivo. Él no desecha a su siervo por su insolente desobediencia. El hecho de que, a pesar de su rebelión, Dios le da a Jonás otra oportunidad, debería animarnos en gran manera. Pero esto no es algo fortuito en la Escritura. El Dios del libro de Jonás -y de toda la Biblia- es el Dios de la "segunda oportunidad". Abraham también experimentó esto:

"Dios había llamado a Abrahán para que fuese el padre de los fieles, y su vida había de servir como ejemplo de fe para las generaciones futuras. Pero su fe no había sido perfecta. Había manifestado desconfianza para con Dios al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, y también al casarse con Agar. Para que pudiera alcanzar la norma más alta, Dios le sometió a otra prueba…” [Elena G. de White; Patriarcas y profetas, p. 143]

Jacob también conoció la gracia de Dios en múltiples manifestaciones. La experimentó durante una noche de profunda angustia, mientras trataba de escapar de la ira de su hermano Esaú, después de ganarle tramposamente la bendición de la primogenitura:

"La noche del segundo día le encontró lejos de las tiendas de su padre. Se sentía desechado, y sabía que toda esta tribulación había venido sobre él por su propio proceder erróneo. Las tinieblas de la desesperación oprimían su alma, y apenas se atrevía a orar. Sin embargo, estaba tan completamente solo que sentía como nunca antes la necesidad de la protección de Dios. Llorando y con profunda humildad, confesó su pecado, y pidió que se le diera alguna evidencia de que no estaba completamente abandonado…”

"Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía a su errante y desconfiado siervo. Compasivamente, el Señor reveló a Jacob precisamente lo que necesitaba: un Salvador." [Ibíd., p. 182]

Después del adulterio del rey David con Betsabé, Dios le envió al profeta Natán, quien llevó al rey a una experiencia más profunda con la gracia de Dios:

"El reproche del profeta conmovió el corazón de David; se despertó su conciencia; y su culpa le apareció en toda su enormidad. Su alma se postró en penitencia ante Dios. Con labios temblorosos exclamó: ‘Pequé contra Jehová’… Y el salmo 51 es una expresión del arrepentimiento de David, cuando le llegó el mensaje de reprensión de parte de Dios…”

"El arrepentimiento de David fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo para aminorar su crimen. Lo que inspiró su oración no fue el deseo de escapar a los castigos con que se le amenazaba. Pero vio la enormidad de su transgresión contra Dios; vio la depravación de su alma y aborreció su pecado. No oró pidiendo perdón solamente, sino también pidiendo pureza de corazón…”

"Aunque David había caído, el Señor le levantó. Estaba ahora más plenamente en armonía con Dios y en simpatía con sus semejantes que antes de su caída." [Ibíd., pp. 781, 782, 785]

En el Nuevo Testamento, la noche en que Pedro traicionó a Jesús fue la ocasión para su conversión y para tener una nueva experiencia de la gracia divina:

"Al ver ese rostro pálido y doliente, esos labios temblorosos, esa mirada de compasión y perdón, su corazón fue atravesado como por una flecha. Su conciencia se despertó… No pudiendo soportar ya más la escena, salió corriendo de la sala con el corazón quebrantado.

"Siguió corriendo en la soledad y las tinieblas… Por fin se encontró en Getsemaní. Su espíritu evocó vívidamente la escena ocurrida algunas horas antes… En el mismo lugar donde Jesús había derramado su alma agonizante ante su Padre, cayó Pedro sobre su rostro y deseó morir."[El Deseado de todas las gentes, pp. 660, 661]

Después de la resurrección, junto al Mar de Galilea, Jesús obtuvo de Pedro la seguridad de su amor y lealtad, porque éste lo había negado tres veces.

"Delante de los discípulos congregados, Jesús reveló la profundidad del arrepentimiento de Pedro, y demostró cuán cabalmente humillado se hallaba el discípulo una vez jactancioso… Las preguntas tan apremiantes por las cuales el Señor le había probado, no habían arrancado una sola respuesta impetuosa o vanidosa; y a causa de su humillación y arrepentimiento, Pedro estaba mejor preparado que nunca antes para actuar como pastor del rebaño" [Ibíd., p. 753]

Muchos han considerado a María, la hermana de Marta, como una gran pecadora, pero Cristo conocía todas las circunstancias que habían moldeado su vida, y repetidamente la perdonó:

"Él hubiera podido extinguir toda chispa de esperanza en su alma, pero no lo hizo. Era él quien la había librado de la desesperación y la ruina. Siete veces ella había oído la reprensión que Cristo hiciera a los demonios que dirigían su corazón y mente. Había oído su intenso clamor al Padre en su favor. Sabía cuán ofensivo es el pecado para su inmaculada pureza, y con su poder ella había vencido”.

"Cuando a la vista humana su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno… El plan de la redención ha investido a la humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían realizarse. Por su gracia, ella llegó a ser participante de la naturaleza divina. Aquella que había caído, y cuya mente había sido habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador. Fue María la que se sentaba a sus pies y aprendía de él”.

“Fue María la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento, y bañó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió hasta el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su resurrección. Fue María la primera que proclamó al Salvador resucitado." [Ibíd., p. 522]

El apóstol Pablo nunca olvidó cómo Dios lo había buscado cuando todavía era un asesino:

"Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando al mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón" (Hechos 26:12-14; la cursiva fue añadida)”.

Si somos realmente honestos con nosotros mismos, tendremos que admitir que Dios ha sido aún más misericordioso y perdonador con nosotros que las dos veces que hemos visto en la vida de Jonás. Y cuando no nos enfocamos demasiado en los pecados de otros y en la obra que Dios necesita hacer en sus vidas, seremos más sensibles a las muchas veces que Jehová nos ha extendido su gracia.

"Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú puedes decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta de ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración". [El Deseado de todas las gentes, pp. 522, 523]

En el libro de Jonás, ese Dios imparte generosamente su gracia a su testarudo profeta. Va a Jonás la segunda vez y le repite sus instrucciones originales. Nínive es todavía la metrópoli que Dios quiere alcanzar. El Señor no permitirá que la insolencia del profeta frustre sus planes. Ni tampoco permitirá que Jonás se desvíe del camino. De hecho, la segunda vez que Dios comisiona al profeta es más específico que la primera al instarlo: "Proclama en ella el mensaje que yo te daré" (Jonás 3:2).

Esta vez "se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová" (versículo 3a). Al igual que en Jonás 1:3, el profeta "se levantó" y fue. Pero esta vez, en lugar de tratar de huir "de la presencia de Jehová" (como se observó señaladamente tres veces en el capítulo 1), el texto informa que Jonás obedece "conforme a la palabra de Jehová". "Esta vez no se detuvo a preguntar ni a dudar, sino que obedeció sin vacilar." [Patriarcas y profetas, p. 202]

Acorde con el estilo narrativo conciso del escritor, esta vez la Biblia no menciona nada acerca del largo viaje de Jonás. El autor tuvo su razón para hacer una descripción detallada del primer viaje del profeta en el capítulo 1: señalar la naturaleza extrema de la rebelión de Jonás contra Dios. Pero en el capítulo 3, Nínive aparece inmediatamente en escena, una característica típica de las narrativas bíblicas. Por ejemplo, Génesis 22 no da detalles acerca del viaje de tres días de Abrahán e Isaac al monte Moriah. Más bien, el texto sólo menciona su llegada al monte del sacrificio "al tercer día" (Génesis 22:4).

Los escritos narrativos bíblicos omiten muchos detalles que normalmente los escritores actuales considerarían importantes. Observe cómo raramente la Escritura nos informa acerca de la apariencia física de una persona o su vestimenta. Tal información aparece sólo si es vital para el resultado de la narrativa.

Por ejemplo, de toda la ropa que los hijos de Jacob habrían portado, las narrativas de Génesis sólo mencionan la túnica de José que le dio su padre, pues ésta provocará los celos y el engaño de sus hermanos. Más adelante, el cabello largo y abundante de Absalón, descrito de manera específica por el narrador, se convertirá en un instrumento de su muerte. La austeridad en detalles y los pocos adornos, o ninguno, caracterizan a la mayoría de las narrativas bíblicas. Esta cualidad sirve para dar mayor fuerza a lo que el escritor sí menciona. Así que, el contraste entre la cantidad de información provista acerca del primer viaje de Jonás a Nínive y del segundo, fue deliberada.

Éste es un buen momento para recordar nuevamente la fascinante naturaleza literaria de las narrativas bíblicas. Debemos reiterar que es importante ser sensibles al estilo sofisticado de la literatura involucrada. Los escritores bíblicos no se propusieron que sus narrativas fueran simples historias para niños. Y si no podemos leer el idioma original en que fueron escritas, sí podemos percibir mejor lo que los escritores quisieron transmitir al observar qué detalles incluyeron, aun cuando éstos no parezcan importantes a primera vista.

En este caso específico, según hemos visto, el autor ha omitido los detalles del segundo viaje de Jonás a Nínive, en completo contraste con su descripción del viaje inicial de los primeros dos capítulos. En lugar de esto, el escritor dirige inmediatamente nuestra atención hacia la metrópoli de Nínive, diciéndonos que era "ciudad grande en extremo, de tres días de camino" (Jonás 3:3b). El relato describe a la ciudad en un grado superlativo. En el idioma original, el verbo aparece después del sujeto, otra manera de dar énfasis en hebreo. La lectura original de la frase es "una ciudad grande para Dios", pues él mismo ha declarado "grande" a Nínive.

La Escritura señala sólo a dos ciudades de Israel como "grandes": Jerusalén (Jeremías 22:8) y Gabaón (Josué 10:2), ninguna de las cuales era muy grande de acuerdo con los estándares actuales. El adjetivo "gran / grande" a veces puede referirse al estatus real de una ciudad.

Con todo, los arqueólogos han encontrado que Nínive era grande en su tiempo. El énfasis en su "grandeza" en el libro de Jonás puede incluir también su importancia como centro religioso. Tenía "templos dedicados a los dioses Nabú, Asur, Adad y Ninurta, además de Ishtar de Nínive, y otros".

Tanto en el capítulo 1 como en el 3 del libro de Jonás, Dios se refiere a Nínive como una "gran ciudad". No sólo es una ciudad impresionante, sino que ¡también es "grande" para Dios a la luz de todo el esfuerzo que le tomó para hacer que Jonás predicara en ella!

La frase final en Jonás 3:3 -"de tres días de camino"- también sugiere el tamaño de la capital asiria. Las palabras aquí están en aposición, significando literalmente "una ciudad de tres días de viaje". Wiseman menciona que tal designación en los registros antiguos puede sugerir un día de viaje desde los suburbios, un día para negocios, y un día para el regreso. Tal interpretación encaja bien con Jonás 3:4a, que describe al profeta cumpliendo su misión: “Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día". Entró directamente en la ciudad para proclamar su mensaje.

Los profetas no son ajenos a los ministerios en las ciudades. Por ejemplo, Dios envió a Elías al palacio del rey de Samaria, la capital del reino de Israel:

"A Elías fue confiada la misión de comunicar a Acab el mensaje relativo al juicio del Cielo. Él no procuró ser mensajero del Señor; la palabra del Señor le fue confiada. Y lleno de celo por el honor de la causa de Dios, no vaciló en obedecer la orden divina, aun cuando obedecer era como buscar una presta destrucción a manos del rey impío. El profeta partió enseguida, y viajó día y noche hasta llegar a Samaria. No solicitó ser admitido en el palacio, ni aguardó que se le anunciara formalmente. Arropado con la burda vestimenta que solía cubrir a los profetas de aquel tiempo, pasó frente a la guardia, que aparentemente no se fijó en él, y se quedó un momento de pie frente al asombrado rey.

"Elías no pidió disculpas por su abrupta aparición. Uno mayor que el gobernante de Israel le había comisionado para que hablase; y, alzando la mano hacia el cielo, afirmó solemnemente por el Dios viviente que los castigos del Altísimo estaban por caer sobre Israel… "Fue tan sólo por su fe poderosa en el poder infalible de la palabra de Dios cómo Elías entregó su mensaje. Si no le hubiese dominado una confianza implícita en Aquel a quien servía, nunca habría comparecido ante Acab."[Profetas y reyes; pp. 89, 90]

El Señor también envió a Eliseo, sucesor de Elías, a Samaria (2 Reyes 6:24-7:20). Por otra parte, Jeremías recibió un mandato divino para advertir a Jerusalén acerca de su destrucción:

"Durante cuarenta años iba a destacarse Jeremías delante de la nación como testigo por la verdad y la justicia. En un tiempo de apostasía sin igual, iba a representar en su vida y carácter el culto del único Dios verdadero. Durante los terribles sitios que iba a sufrir Jerusalén, sería el portavoz de Jehová. Habría de predecir la caída de la casa de David, y la destrucción del hermoso templo construido por Salomón. Y cuando fuese encarcelado por sus intrépidas declaraciones, seguiría hablando claramente contra el pecado de los encumbrados. Despreciado, odiado, rechazado por los hombres, iba a presenciar finalmente el cumplimiento literal de sus propias profecías de ruina inminente, y compartir el pesar y la desgracia que seguirían a la destrucción de la ciudad condenada." [Ibíd., pp. 300, 301]

En el Nuevo Testamento, Felipe, el evangelista, "descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo… Pero Felipe se encontró en Azoto; y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea" (Hechos 8:5-40).

También encontramos a Pedro como un testigo insistente acerca del Mesías en Jerusalén y Cesarea, esta última una prominente ciudad portuaria construida por el rey Herodes (Hechos 10:1-24).

Y al apóstol Pablo siempre lo vemos en las ciudades, enseñando y organizando iglesias. Él viajó por las principales vías de la civilización humana, incluyendo aquellas bien alejadas de Israel.

Elena de White escribe acerca del ministerio de Pablo que, "en cumplimiento de la comisión que Dios le diera… había llevado el evangelio a los gentiles, había visitado muchas de las mayores ciudades del mundo, y era bien conocido por miles". [Los hechos de los apóstoles; p. 326] Su vigoroso ministerio lo llevó a ciudades prominentes de aquel entonces como Galacia (1 Corintios 16:1), Éfeso (Hechos 18:18, 19; 1 Corintios 16:8), Atenas (Hechos 17), Antioquía (Hechos 18:21, 22) y Corinto, donde no sólo trabajó, sino que escribió a la iglesia dos importantes epístolas.

"Durante el primer siglo de la era cristiana, Corinto era una de las ciudades principales, no sólo de Grecia, sino del mundo. Griegos, judíos, romanos y viajeros de todos los países, llenaban las calles, empeñados afanosamente en los negocios y los placeres. Era un gran centro comercial, situado a fácil acceso de todas partes del Imperio Romano, un lugar importante donde establecer monumentos para Dios y su verdad”. (Ibíd., p. 199]

Dios dirigió el ministerio de Pablo en la gran ciudad de Corinto con las emotivas palabras: "No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hechos 18:9, 10; la cursiva fue añadida).

Juntamente con su consejo a las familias de vivir fuera de las ciudades, Elena de White también expresó muchas veces su profundo anhelo para las grandes metrópolis del mundo. "Noche tras noche me resulta imposible dormir a causa de la gran preocupación que me oprime por las ciudades no amonestadas. Noche tras noche oro y trato de idear métodos por los cuales podamos entrar en las ciudades y dar el mensaje amonestador. Porque existe un mundo para ser amonestado y salvado, y hemos de ir al este y al oeste, al norte y al sur, y trabajar inteligentemente por las personas que nos rodean por todas partes. Cuando nos hagamos cargo de este trabajo, veremos la salvación de Dios. Recibiremos ánimo". [El Evangelismo, p. 51 (Manuscrito 53, 1909)]

"El Señor desea que proclamemos el mensaje del tercer ángel con poder en estas ciudades… Mientras trabajemos con toda la fuerza que el Señor nos concede, y con humildad de corazón, colocando nuestra entera confianza en él, nuestras labores no serán infructíferas… ¡Ojalá viéramos las necesidades de estas grandes ciudades como Dios las ve! Debemos hacer planes para colocar en esas urbes a hombres capaces que puedan presentar el mensaje del tercer ángel de una manera tan poderosa que conmueva el corazón." [Ibíd., p. 33 (Manuscrito 53, 1909)]

"Falta poco para que las grandes ciudades sean barridas, de manera que todos deben ser amonestados acerca de la inminencia de estas calamidades." "¡Ojalá que el pueblo de Dios tuviera una noción de la destrucción inminente de millares de ciudades, ahora casi entregadas a la idolatría!" [Ibíd., p. 27 (Manuscrito 53, 1910)]

No debiera sorprendernos encontrar a Dios enviando a Jonás a proclamar un mensaje de juicio a la ciudad capital de Asiria. Sin embargo, era un tiempo en el que, sin duda, otros israelitas oraban a Jehová para que derrocara al azote que significaba Asiria. Como dice Philip Yancey:

"¡Asirios! Los nazis de sus días. Este pueblo cruel e impío, que arrasaba con civilizaciones enteras y llevaba a sus cautivos con garfios en la boca, difícilmente merecía otra oportunidad. Era el colmo del insulto enviarlo a él, un profeta hebreo, a sus archienemigos. A nadie le importaba si Nínive era destruida en cuarenta días; entre más azufre, mejor."

Pero en lugar de eso, encontramos a Dios extendiendo su mano de misericordia hacia los violentos ninivitas.

Un área muy poco explorada de la teología es la relación de Dios con todas las naciones. Su propósito en nuestro mundo es mucho más extenso que su trato con las personas individualmente, o incluso con quienes lo aceptan como su Señor. Elena de White nos dice que "en la Palabra de Dios se descorre el velo, y contemplamos detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios". [La educación, p. 174]

Jesús describe su segunda venida como un evento que involucra a todo el mundo: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos" (Mateo 25:31, 32).

¡Las intenciones de Dios hacia Nínive no debieran ser ninguna sorpresa!

 

                                                                                                                                     

Categorías: El Bautismo

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