¿Quién es el pueblo de Dios hoy?

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Al rechazar formalmente a Jesús, la nación judía puso fin a su última oportunidad como instrumento especial de Dios para la salvación del mundo. Según las palabras de Cristo mismo, fue "finalmente" a los judíos a quienes Dios "envió a su Hijo", pero ellos lo tomaron, "le echaron fuera de la viña y le mataron" (Mat. 21: 37-39). Después de esto, Dios dio "su viña" (Isa. 5: 1-7) "a otros labradores" que le iban a pagar "el fruto a su tiempo" (ver com. Mat. 21: 41). Cuando se retiró por última vez del sagrado recinto del templo, Cristo dijo: "Vuestra casa os es dejada desierta" (Mat. 23: 38). El día anterior había dicho del templo: "mi casa" (cap. 21: 13), pero en adelante ya no lo consideraría más como su casa. Jesús mismo pronunció sentencia contra ellos: "Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él" (Mat. 21: 43; cf. 1 Ped. 2: 9-10).

En Rom. 9-11 se habla de la transición del Israel literal e histórico al Israel espiritual. Aquí Pablo afirma que el rechazo de los judíos no significaba que las promesas de Dios hubieran fallado (Rom. 9: 6), y explica en seguida que han de hacerse efectivas por medio del Israel espiritual. Cita a Ose. 2: 23: "Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo" (Rom. 9: 25-26). El Israel espiritual incluye tanto a judíos como a gentiles (vers. 24). Pedro concuerda: "En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hech. 10: 35; cf. cap. 11: 18). Años más tarde Pedro se dirige a "los que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios" (1 Ped. 2: 10), gente que ahora es "nación santa, pueblo adquirido por Dios" (vers. 9). En Rom. 9: 30-31 Pablo afirma la misma verdad al decir que en el plan divino la iglesia cristiana ha reemplazado a la nación hebrea. En adelante ya no habrá más "diferencia entre judío y griego" (cap. 10: 12-13).

Pablo subraya el hecho de que el rechazo del Israel literal como instrumento escogido por Dios para la salvación del mundo no significa que los judíos ya no puedan ser salvos en forma individual (cap. 9: 6; 11: 1-2, 11, 15), porque él mismo es judío (cap. 9: 3; 10: 1; 11: 1-2); pero han de ser salvos como cristianos, y no como judíos. Es verdad -dice él- que la nación de Israel tropezó en la "piedra de tropiezo", que era Jesús (Rom. 9: 32-33; 11: 11; cf. 1 Ped. 2: 6-8; 1 Cor. 1: 23), pero esto no significa que deban caer. "En ninguna manera", exclama Pablo (Rom. 11: 1, 11, 22). Los judíos según la carne todavía pueden hallar la salvación si son injertados en el Israel espiritual, exactamente del mismo modo en que los gentiles deben ser injertados (vers. 23-24). "Todo Israel" está compuesto de judíos y gentiles, y por eso "todo Israel será salvo" (Rom. 11: 25-26; PR 272). Pablo aclara, más allá de toda duda, que cuando habla de "Israel" como pueblo escogido de Dios, emplea el término en este sentido. Dice específicamente que por "judío" no quiere significar un judío literal, sino el que está convertido de corazón, sea judío o gentil (cap. 2: 28-29). Todos los que tienen fe en Cristo son una cosa en el Salvador, y como "simiente" espiritual de Abrahán, son "herederos según la promesa" (Gál. 3: 9, 28-29).

"Lo que Dios quiso hacer en favor del mundo por medio de Israel, la nación escogida, lo realizará finalmente mediante su iglesia que está en la tierra hoy" (PR 526). Las gloriosas promesas que originalmente le fueron hechas al Israel literal están hallando su cumplimiento hoy en la proclamación del Evangelio a todos los hombres (PR 277-278; CS 504; Apoc. 14: 6-7). "Las bendiciones así aseguradas a Israel se prometen, bajo las mismas condiciones y en el mismo grado, a toda nación y a todo individuo debajo de los anchos cielos" (PR 367; cf. 223). "La iglesia en esta generación ha sido dotada por Dios de grandes privilegios y bendiciones, y él espera 38 los resultados correspondientes . . . En la vida de los hijos de Dios, las verdades de su Palabra han de revelar su gloria y excelencia. Mediante su pueblo, Cristo ha de manifestar su carácter y los principios de su reino" (PVGM 238). Ahora le corresponde al Israel espiritual -que antes no era el pueblo de Dios pero que ahora sí lo es- anunciar "las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Ped. 2: 9-10).

Nunca deberíamos olvidar que "las cosas que se escribieron antes" fueron escritas para la "enseñanza" de las generaciones futuras, hasta el mismo fin del tiempo, con el propósito de inspirar paciencia, consuelo y esperanza (Rom. 15: 4). Fueron "escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos" (1 Cor. 10: 11).

Los profetas mismos no siempre comprendieron con claridad los mensajes que daban con referencia al futuro distante, a la venida del Mesías (1 Ped. 1: 10-11). Esas reiteradas predicciones mesiánicas tenían el propósito de elevar la vista de la gente, de los acontecimientos pasajeros de sus días a la venida del Mesías y al establecimiento de su eterno reino, para que pudieran considerar las cosas del tiempo a la luz de la eternidad. Sin embargo, esos mensajes, que entonces pertenecían al futuro distante, no sólo tenían el propósito de inspirar paciencia, consuelo y esperanza en el momento de ser pronunciados, sino que también debían servir para los hombres del tiempo de Cristo como evidencia confirmatorio de que en realidad él era el Mesías. La profunda convicción de que se habían cumplido los mensajes de los profetas indujo a muchos a que creyeran en Cristo como el Hijo de Dios (DTG 720-721, 740). De este modo los profetas pusieron un firme cimiento para la fe de la iglesia apostólica, e hicieron así una contribución directa y vital a la fe cristiana.

Por lo tanto, los profetas no sólo ministraron "para sí mismos" y para sus contemporáneos, sino también para todas las personas sinceras de generaciones posteriores (1 Ped. 1: 12). Los que son testigos del cumplimiento de la profecía siempre tienen el privilegio de "recordar" y "creer" (Juan 13: 19; 14: 29; 16: 4). Dios determinó que aquellas profecías que la Inspiración aplica claramente a nuestros días, nos inspiran paciencia, consuelo y la esperanza de que todo lo predicho por esos santos varones de la antigüedad pronto hallará su cumplimiento final y completo.

Categorías: El Bautismo

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