Una lección en Ciencias Políticas

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Una lección en Ciencias Políticas

El campo de las Ciencias Políticas, que se ocupa del funciona­miento del gobierno, ha llegado a la conclusión de que no hay tal cosa como “el mejor gobierno”. Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos (1801-1809) y principal autor de la Declaración de la Independencia, estuvo de acuerdo con esta triste observación: “La experiencia ha mostrado que aún bajo las mejores formas, aquellos a quienes se les ha confiado el poder, con el tiempo, y lentamente, lo han pervertido a una tiranía’’. Ninguna de las fórmulas ha podido producir la felicidad o constituir el gobierno perfecto sobre la Tierra.
La civilización bíblica no es la excepción. Desde el tiempo de la anarquía bajo los jueces, cuando “no había rey en Israel” y “cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25), hasta los difíciles años del gobierno de la ley, bajo la Ley de Moisés (Deuteronomio 1:3; 6:1; 31:9), hasta los abusos de la monarquía bajo los reyes de Judá y de Israel, siempre hubo la misma imagen: confusión. En esta sección de Proverbios, el sabio -rey él mismo- comparte el mismo pesimismo: “Cuando triunfan los impíos, la gente se esconde» (28:28; NVI). Bajo la inspiración, y meditando en sus experiencias positivas y negativas, el rey Salomón reflexiona sobre la responsabilidad del líder y su necesidad de obtener sabiduría de lo alto.
DOS ALTERNATIVAS
Afrontamos dos alternativas: la mala, cómo no se debe gobernar, y la buena, cómo sí gobernar. De hecho, el paradigma de estos dos modelos queda ilustrado en la historia de los reyes de Israel, que comenzaron con un rey malvado, Saúl, y un rey bueno, David (ver 1 Samuel 27-30). Estos primeros dos reinados bien pudieron haber inspirado las vislumbres políticas de Salomón, quien surgió inmediatamente después de ellos.
De este modo, el malvado, que huye sin razón (28:1a), podría recordar a Saúl, quien se sintió amenazado por David, aunque este no tenía intención de dañarlo (1 Samuel 24:9).Y el león (28:1b) representa al justo rey David, quien recompensó a Saúl con el bien, aunque este lo recompensó con el mal (1 Samuel 24:7). Es interesante notar que los términos calificativos “impío” y “justo” se aplican respectivamente a Saúl y a David en nuestro pasaje (1 Samuel 24:13, 17). La historia mundial está llena de estos tiranos paranoicos que temen a todos, aun a quienes los apoyan. Hitler. Stalin y, más recientemente, Idi Amín, Moamamar Khadafy y Saddam Hussein eran líderes paranoicos que no podían confiar en nadie, y llegaron a ser los peores asesinos en masa de la historia. En el otro extremo está la multiplicación de dirigentes débiles (28:2); una reacción natural que a menudo sigue a los regímenes absolutistas, como se evidencia en los países de estas autoridades despóticas.
LA NECESIDAD DE LA TORÁH
En los versículos 3 al 12, el autor de Proverbios edifica un andamiaje de paralelos sobre esos motivos. Son como sigue:
A: Opresión de los pobres (28:3)
B: Olvido de la ley (28:4)
C: Hombres malos (28:5)
D: El pobre puede ser mejor que el rico (28:6)
E: El guardar la ley (28:7)
A: Opresión de los pobres (28:8)
B: Olvido de la ley (28:9)
C: Malos caminos (28:10)
D: El pobre puede ser mejor que el rico (28:11)
La lección de esta construcción literaria se centra en el principio de “guardar la ley”, la Toráh (28:7).Los que dejan la ley (28:4,9) están en el terreno de los hombres malos, que conducen a los justos a malos caminos (28:5,10). Por lo tanto, es mejor el pobre con “integridad” (28:6) y “entendimiento” (28:11) que el rico perverso (28:6), y que el sabio “en su propia opinión” (28:11). El error de este líder es que valora el éxito y las riquezas por sobre la integridad y la sabiduría verdaderas, y por lo tanto oprime a los pobres (28:3,8).El sabio trata con la cuestión de la opresión. El opresor comete injusticia por causa de su ignorancia o desprecio de la Toráh divina, que trasciende y puede aún contrarrestar sus ambiciones e intereses personales. La solución al liderazgo abusivo es, por lo tanto, esencialmente religiosa. Se relaciona con la capacidad de ver y juzgar la situación no desde nuestro ángulo limitado y egoísta, sino desde la perspectiva de la fe, que nos obliga a ver a la otra persona a pesar de nosotros mismos. Esta capacidad consiste en el “amor”, como lo define Pablo: “El amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo” (l Corintios 13:4, 5).
EL LÍDER MALVADO
El “hombre pobre y robador de los pobres” (28:3) se adecúa a la descripción de Salomón en su otro libro, cuando habla acerca del pobre que “salió de la cárcel para reinar” y, no obstante, oprime a sus súbditos pobres (Eclesiastés 4:14-16; 1 Reyes 11:40). Este tratamiento es comparable con una “lluvia torrencial”, que lo destruye todo (28:3).El pobre que despoja a los pobres ha olvidado su situación previa y no simpatiza con los necesitados. En cambio, aumenta sus riquezas a expensas de los pobres (28:8,15), y aun de sus padres (28:24). Esta clase de gobernante siempre se asocia con gente que lo alaba (28:4); y así, este gobernante se refuerza en su injusticia; piensa que está en lo correcto. Estos “hombres malos no entienden el juicio” (28:5). Pues el conocimiento de la justicia es la capacidad de discernir lo que es justo, y este discernimiento no puede obtenerse mediante información teórica.
Por rico que sea este gobernante, no será capaz de pensar rectamente porque su conocimiento de la justicia ha sido distorsionado por la forma en que maneja su vida (28:6). De hecho, el conocimiento de la justicia se adquiere únicamente mediante el hacer justicia y el guardar los Mandamientos de Dios (28:7a). La paradoja es que aunque no atiende a la Toráh, esta persona tiene una conducta religiosa. Por ejemplo, ora (28:9), que se convierte en un insulto a Dios (28:9b). Por causa de su posición de poder como autoridad, confunde al justo, que es llevado por mal camino (28:10). El cristiano débil puede, a veces, identificar la verdad con el poder administrativo, y creer que su líder debe ser justo porque ocupa un cargo elevado; especialmente, si este líder parecer ser piadoso y pronuncia hermosas oraciones. Así, este líder piensa que es sabio (28:11); encubre sus pecados (28:13), y en consecuencia, no puede ser perdonado (Salmo 32:5).
El resultado de esta profundización en la iniquidad es que el líder “endurece su corazón”- (28:14); sigue una política de opresión y violencia; como el rey Nabucodonosor, se identifica como una bestia sin entendi­miento (28:15, 16; cf. Daniel 4:32).Aunque esta persona malvada parece com­partir la misma suerte que los justos, ya que ambos caerán y morirán, solo el justo será salvado (28:17,18). Este líder solo se preocupa por placeres fáciles (28:19) y la rápida adquisición de riquezas (28:20-22). Comete todas estas iniquidades sin ningún sentido de culpa (28:24), y con un ego enorme (28:25), y confía solo en su propio juicio (28:26). El mal gobernante administra solo desde su propia perspectiva humana, y busca únicamente sus propios intereses. Paradójicamente, esta falta de generosidad no lo hará más rico, a diferencia del que da al pobre (28:27). Gobierna meramente para servirse a sí mismo. Este gobernante se aprovecha de su posición de poder a fin de promover a sus familiares o a sus amigos íntimos, y para usar los fondos públicos para sus proyectos personales.
Tres veces en esta sección, como un refrán, el autor enfatiza que un liderazgo de esta clase de persona que llega al poder, provoca que luego la gente se esconda (28:12, 28). Se retiran a sus casas y viven vidas personales, sin interesarse por su comunidad. No votan, no se expresan y no participan en la construcción de la tierra; temen por su seguridad; o, sencillamente, migran al exilio y hacen allí su contribución. Otro efecto desafortunado de este liderazgo es la pérdida de personas valiosas; los justos desaparecen (28:28) y “el pueblo gime” (29:2).
Estos escenarios se han observado en la historia secular. Por ejemplo: Francia perdió muchas mentes valiosas durante las persecuciones religiosas a los protestantes; ellos huyeron a Alemania y Suiza, y contribuyeron a la prosperidad de estos países. El escritor inspirado de Proverbios predijo que este líder corrupto cosechará sus propias iniquidades; todo lo que obtuvo de los pobres, en última instancia irá a quienes tienen compasión de ellos (28:8).Finalmente, él “caerá en su propia fosa” (28:10; cf. 29:5). De hecho, su castigo es que “los justos verán la ruina de ellos” (29:16), y nadie lo ayudará (28:18). En cuanto a las sociedades bajo ese mal liderazgo, están en camino de perecer (28:28b).
Recordamos los casos específicos de la sociedad antediluviana (Génesis 4:5,6); de Sodoma y Gomorra (Génesis 18:16-33); y de la población cananea (Génesis 15:16; Deuteronomio 18:9). La ausencia total de justicia resulta en una des­trucción absoluta. Estos ejemplos dramáticos esperan el juicio del fin del tiempo, que apunta a la destrucción absoluta del mal (Apocalipsis 20:7-10), a fin de que el Reino de justicia y paz se pueda establecer (Apocalipsis 21:1-4). La salvación del mundo implica necesariamente su purificación completa, la erradicación del mal, como se anticipaba en el servicio del Día de la Expiación (Levítico 16:33).
EL BUEN GOBERNANTE
La contraparte del líder malvado se bosqueja por medio de un cuadro de contrastes. El buen líder es todo aquello que no es el líder malo. Mientras la gente gime bajo el líder impío, la gente se goza cuando “los justos dominan” (29:2). El mal líder es compañero de la necedad, que se personifica como una prostituta; en contraste, el buen gobernante ama la sabiduría (29:3; cf. 7:10-23; 9:13-18). Mientras que el líder malo es corrupto, el bueno gobierna sobre la base de principios de justicia (29:4). Si el mal líder se goza con la adulación y cae en esa trampa (29:6), “el justo cantará [run] y se alegrará [smj]” (29:6). El mismo pensamiento se encuentra en el Salmo 92, que emplea la misma asociación de palabras: “Tú, Señor, me llenas de alegría [smj] con tus maravillas, por eso alabaré [run] jubiloso las obras de tus manos” (Salmo 92:4, NVI).Mientras que los impíos no se interesan en los pobres, el buen gobernante considera la causa de ellos (29:7). Los burladores traen conflictos a la ciudad; por el contrario, el sabio trae paz (29:8). Cuando el sabio confronta al necio para razonar con él, el necio no lo escucha; se enoja o se ríe (29:9). Mientras que los impíos son subjetivos y gobiernan de acuerdo con sus sentimientos y afinidades personales, el líder sabio controla sus sentimientos personales y favorece a los justos (29:10, 11; 28:21). Si bien el líder malo “atiende la palabra mentirosa”, que puede apoyar su liderazgo (29:12), el líder bueno se preocupa solo con la verdad, aun si ella amenaza a su gobierno (29:14).
Entre estos dos proverbios acerca de los líderes buenos y malos, el autor inserta un pensamiento paradójico: el líder opresor y el pobre oprimido se encuentran (29:13, NV1). Esto no significa sencillamente que tienen algo en común, que Dios da la luz a ambos (29:13). No: la confrontación entre estos dos enemigos está también repleta con el potencial encuentro de amor entre ambos. Esta es la difícil lección que Jesús obtiene de la misma observación meteorológica: “Pero yo os digo, Amad a vuestros enemigos […] para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:44, 45; cf. Job 25:3). Mientras el buen líder se asegura de que el mal quede controlado y que la sabiduría sea adquirida mediante una educación rigurosa (29:15a, 18), el malo no controla a sus hijos, y trae vergüenza a la madre de ellos (29:15b). Mientras que el impío multiplica la transgresión (29:16a), el justo espera con fe su caída (29:16b).
Nota el contraste entre el activismo febril del impío, que cuenta solo consigo mismo y su política, y la tranquila seguridad del justo, quien tiene la fe de que verá la caída del impío y, por lo tanto, la victoria sobre el mal.
LA NECESIDAD DE LA PROFECÍA
En este punto, el sabio de Proverbios se detiene para hacer una afirmación teológica: “Sin profecía el pueblo se desenfrena (29:18; “se extravía”, NVI). Por primera y única vez, se nos lleva fuera de la reflexión regular de la sabiduría, hacia un nivel profètico. El sabio se refiere a la revelación profètica usando la palabra hebrea jazon, término técnico que designa la visión profètica (Daniel 8:15; Jeremías 14:14; Ezequiel 7:26). El panorama del sabio va más allá de las usuales aplicaciones personales; se refiere más ampliamente a “la gente” (29:18a). Reconoce explícitamente la nece­sidad que tiene la sociedad de la revelación divina. Implícitamente, esto significa que la sabiduría humana, nuestras reflexiones y experiencias filosóficas, éticas y políticas, sencillamente, no son suficientes. Si ignoramos la revelación sobrenatural de lo Alto, no tendremos límites ni conducción. El sabio piensa en la gente (¿nuestra sociedad contemporánea?) que ha perdido el sentido del mal y del bien; en cambio, sencillamente se mueve y actúa según su capricho y opinión. Estas personas están interesadas solamente en la felicidad. No obstante, enfatiza el sabio, el único camino para ser feliz no es hacer lo que queramos, sino hacer lo que Dios desea: “El que guarda la ley es bienaventurado” (29:18).
Los siguientes proverbios amplían esta lección. La atención a la Ley requiere más que palabras (29:19,20); es más que un ensayo teológico o un sermón espiritual; más que un discurso piadoso. Debe ser traducida concretamente a nuestra vida, a nuestras acciones y a nuestro pensamiento. Más exactamente, la Ley refiere a la manera en que tratamos a los demás como a nuestros empleados y nuestros siervos (29:21). Concierne también a la forma en que nos controlamos (9:22). La clave para toda esta operación no está, sin embargo, en nuestras manos. Aunque está hecha con nuestras obras, esencialmente deriva de nuestra relación con Dios. Temer a los hombres es una trampa (29:25a), y esperar justicia de los hombres es engañoso (29:26a). Solo la confianza en el Señor es segura (29:25b), y la justicia viene solo de Jehová (29:26b). La única respuesta es la fe.
DOS MUNDOS INCOMPATIBLES
La lección termina, entonces, como comenzó: con la percepción de dos cosmovisiones y mentalidades incompatibles. El justo y el injusto son abominación entre ellos (29:27). No hay paz posible entre ellos, ni componendas a mitad de camino. Es un “odio implacable” (Salmo 139:22, NVI). Este resumen severo es la conclusión de toda la compilación que hizo Ezequías de los proverbios de Salomón (25:1 a 29:27). Estamos inmersos en un conflicto sin misericordia entre el bien y el mal, entre las fuerzas de Dios y las fuerzas del enemigo.
El apóstol Pablo reflexiona sobre este carácter extraordinario de la Gran Controversia que concierne, esta vez, al liderazgo cósmico: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12)

Referencias
Thomas Jefferson, “Preamble to a Bill for the More General Diffusion of Knowledge”, p. 1.778.

El hebreo rejab néfesh significa literalmente “grande uno mismo”, implicando la idea de orgullo (Salmo 101:5) en vez de altivez (ambicioso, NVl, BJ).


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