Palabras de verdad: Detrás de la máscara

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1 trimestre de 2015
Proverbios
Notas de Elena G. de White
Lección 10
7 de marzo 2015
Palabras de verdad:
Detrás de la máscara

Sábado 28 de febrero

Se libra una batalla constante entre los instrumentos satánicos y las inteligencias celestiales. Satanás está empeñado en ganar el juego por las almas de los hombres. Se manifestaría mucha mayor precaución si todos pudieran ver las corrientes subyacentes de tentaciones engañosas, si pudieran discernir los fraudes satánicos que se exhiben con aparien­cia celestial. Habría mucho más desconfianza de la sabiduría humana y mucho más dependencia de Dios. Pero, cuando nuestra visión espiri­tual está opacada, no discernimos los incidentes notables que han ocu­rrido para apartar los pasos del pueblo de Dios de los senderos seguros hacia los que son resbalosos e indignos de confianza.
El Señor quisiera moldear la vida correctamente y afirmar los pies sobre la Roca de la Eternidad. No obstante, cuando los hombres se sienten suficientes y se exaltan a sí mismos, los ángeles se entristecen porque saben que se dejarán caer semillas de cizaña en las mentes de otros, que brotarán y producirán su cosecha…
Muchos han oscurecido de tal forma sus mentes con un sentido de suficiencia que llegaron a sentirse muy confiados, cuando habrían hecho mejor en mostrarse desconfiados y cautelosos. Si los hombres pudieran ver cuán fácilmente el yo y el orgullo espiritual se entretejen con una profesa devoción a la obra de Dios y cómo, cuando esto ocurre, se les permite arruinar la obra y distorsionar el modelo del Tejedor, orarían: “Unge mis ojos con el colirio celestial para que pueda ver todas las cosas correctamente” (Alza tus ojos, p. 93).

La adulación es un arte mediante el cual Satanás miente a la espera de engañar y llenar al instrumento humano de pensamientos elevados acerca de sí mismo… La adulación ha sido el alimento con el cual se han nutrido mucho de nuestros jóvenes; y los que han encomiado y adu­lado, han supuesto que estaban haciendo bien; pero estaban haciendo un mal. La alabanza, la adulación y la complacencia han hecho más para desviar a las preciosas almas por sendas falsas, que ningún otro arte inventado por Satanás.
La adulación forma parte de los modales del mundo, pero no de la forma de obrar de Cristo. Por medio de la adulación los pobres seres humanos, llenos de fragilidad y debilidades, llegan a pensar que son eficientes y dignos, y se engríen en su mente camal. Se intoxican con la idea de que poseen habilidades superiores a lo que realmente tienen, y su experiencia religiosa se desequilibra. A menos que en la providencia de Dios sean desviados de esos engaños, y se conviertan y aprendan el ABC de la religión en la escuela de Cristo, perderán sus almas (Hijos e hijas de Dios, p. 75).

Domingo 1 de marzo: El misterio de Dios

Cristo asumió la humanidad a un costo infinito mediante un proce­so penoso y misterioso tanto para los ángeles como para los hombres. Ocultando su divinidad y dejando a un lado su gloria, nació como un niño de Belén. En carne humana vivió la ley de Dios, a fin de condenar el pecado en la carne, y confirmar ante las inteligencias celestiales que la ley fue establecida para proporcionar vida y asegurar la felicidad, la paz y el bien eterno de todos los que obedecen…
Este es el misterio de la piedad, que alguien igual al Padre revis­tiera su dignidad con humanidad, y colocando a un lado toda la gloria correspondiente a su oficio como Comandante del cielo, descendiera paso a paso en el sendero de la humillación, soportando un oprobio cada vez mayor. Sin pecado ni contaminación, compareció ante el tribunal para ser juzgado, para que su caso fuera investigado y sentenciado por la misma nación a la cual había venido a librar de la esclavitud. Se rechazó y condenó al Señor de la gloria, y aún más, se escupió sobre él. Manifestando desprecio por lo que consideraban ser pretensiones, hubo hombres que le golpearon en el rostro. Estas mismas personas habrán de clamar un día a las rocas y a las montañas que caigan sobre ellos y los oculten de la ira del Cordero.
Pilato declaró a Cristo inocente, manifestando que no había encon­trado falta en él. Con todo, a fin de agradar a los judíos, ordenó que lo azotaran y entonces lo entregó, lastimado y sangrante, para sufrir la cruel muerte por crucifixión. La Majestad del cielo fue conducida como cordero al matadero, y entre burlas, escarnio y acusaciones ridículas y falsas, fue clavado en la cruz. La multitud, en cuyos corazones el senti­miento de humanidad parecía haber muerto, trató de agravar los crueles sufrimientos del Hijo de Dios mediante injurias. Pero así como una oveja permanece muda delante de sus trasquiladores, de la misma manera él no abrió su boca. Estaba dando su vida por la vida del mundo, para que todo aquel que creyera en él no pereciera (Alza tus ojos, p. 88).

En la Palabra de Dios hay profundos misterios que las mentes que no están ayudadas por el Espíritu de Dios serán incapaces de descubrir. También hay insondables misterios en el plan de la redención que las mentes finitas jamás podrán comprender. Los jóvenes inexpertos deberían ejercitar sus mentes y sus capacidades para poder entender los asuntos que son revelados. Porque, a menos que posean mayor luz espiritual que ahora, les llevará toda una vida aprender la voluntad revelada de Dios. Cuando hayan recibido la luz y hagan un uso práctico de ella estarán listos para dar un paso adelante. La providencia de Dios es una escuela conti­nua en la que él siempre guía a los hombres para que vean los verdaderos objetivos de la vida. Ninguno es demasiado joven o demasiado viejo para aprender en esta escuela prestando diligente atención a las lecciones que enseña el divino Maestro. Él es el Pastor verdadero, y llama a sus ovejas por su nombre. Los vagabundos oyen su voz que dice: “Este es el cami­no, síguelo” (Testimonios para la iglesia, tomo 4, p. 436).

Lunes 2 de marzo: El necio como sabio

La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus pro­fundidades. No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. La obra de nuestro Redentor sobre esta tierra es y siempre será un tema que reque­rirá nuestro más elevado esfuerzo de imaginación. El hombre puede utilizar toda facultad mental en un esfuerzo por sondear este misterio, pero su mente desfallecerá y se abatirá. El investigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y sin orillas.
La verdad, tal como se halla en Cristo, puede ser experimentada, pero nunca explicada. Su altura, anchura y profundidad sobrepujan nuestro conocimiento. Podemos esforzar hasta lo sumo nuestra imagi­nación para ver solo turbiamente la vislumbre de un amor inexplicable, tan alto como los cielos, pero que ha descendido hasta la tierra a estam­par la imagen de Dios en todo el género humano (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 99, 100).

En muchos de los despertamientos religiosos que se han producido durante el último medio siglo, se han dejado sentir, en mayor o menor grado, las mismas influencias que se ejercerán en los movimientos venideros más extensos. Hay una agitación emotiva, mezcla de lo ver­dadero con lo falso, muy apropiada para extraviar a uno. No obstante, nadie necesita ser seducido. A la luz de la Palabra de Dios no es difícil determinar la naturaleza de estos movimientos. Dondequiera que los hombres descuiden el testimonio de la Biblia y se alejen de las verda­des claras que sirven para probar el alma y que requieren abnegación y desprendimiento del mundo, podemos estar seguros de que Dios no dispensa allí sus bendiciones. Y al aplicar la regla que Cristo mismo dio: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16), resulta evidente que estos movimientos no son obra del Espíritu de Dios.
En las verdades de su Palabra, Dios ha dado a los hombres una reve­lación de sí mismo, y a todos los que las aceptan les sirven de escudo con­tra los engaños de Satanás. El descuido en que se tuvieron estas verdades fue lo que abrió la puerta a los males que se están propagando ahora tanto en el mundo religioso. Se ha perdido de vista en sumo grado la naturaleza e importancia de la ley de Dios (El conflicto de los siglos, pp. 517, 518).

En su enseñanza, Cristo presentó viejas verdades de las cuales él mismo era el originador, verdades que él había hablado mediante patriarcas y profetas; pero ahora arrojaba sobre ellas una nueva luz.
¡Cuán diferente aparecía su significado! Su explicación traía un raudal de luz y espiritualidad. Y él prometió que el Espíritu Santo iluminaría a los discípulos, que la Palabra de Dios estaría siempre desenvolviéndose ante ellos. Podrían presentar sus verdades con nueva belleza.
Desde que la primera promesa de redención fue pronunciada en el Edén, la vida, el carácter y la obra mediadora de Cristo han sido el estudio de las mentes humanas. Sin embargo, cada mente en la cual ha obrado el Espíritu Santo ha presentado estos temas con una luz fresca y nueva. Las verdades de la redención son susceptibles de constante desarrollo y expansión. Aunque viejas, son siempre nuevas, y revelan constantemente una gloria mayor y un poder más grande al que busca la verdad.
En cada época hay un nuevo desarrollo de la verdad, un mensaje de Dios al pueblo de esa generación. Las viejas verdades son todas esencia­les; la nueva verdad no es independiente de la vieja, sino un desarrollo de ella. Es únicamente comprendiendo las viejas verdades como podemos entender las nuevas. Cuando Cristo deseó revelar a sus discípulos la ver­dad de su resurrección, comenzó “desde Moisés, y de todos los profetas”, y “declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían”. Pero es la luz que brilla en el nuevo desarrollo de la verdad la que glorifica lo viejo. Aquel que rechaza o descuida lo nuevo no posee realmente lo viejo. Para él la verdad pierde su poder vital y llega a ser solamente una forma muerta.
Existen personas que profesan creer y enseñar las verdades del Antiguo Testamento mientras rechazan el Nuevo. Pero el rehusar recibir las enseñanzas de Cristo, demuestran no creer lo que dijeron los patriarcas y profetas. “Si vosotros creyeseis a Moisés- dijo Cristo- creeríais a mí; porque de mí escribió él”. Por ende, no hay verdadero poder en sus enseñanzas, ni aun del Antiguo Testamento (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 98, 99).

Martes 3 de marzo: El perezoso

Satanás usa la descuidada y soñolienta indiferencia de los profesos cristianos para robustecer sus fuerzas y ganar almas para su bando. Muchos de los que piensan estar del lado de Cristo aunque no hacen una obra real por él, están sin embargo, habilitando al enemigo para ganar terreno y obtener ventajas. Al dejar de ser obreros diligentes para el Maestro, al dejar de cumplir sus deberes y no pronunciar las palabras que deben, han permitido que Satanás domine las almas que podrían haber sido ganadas para Cristo.
Nunca podremos, ser salvados en la indolencia y la inactividad. Una persona verdaderamente convertida no puede vivir una vida inútil y estéril. No es posible que vayamos al garete y lleguemos al cielo. Ningún holgazán puede entrar allí. Si no nos esforzamos para obtener la entrada en el reino, si no procuramos fervientemente aprender lo que constituyen las leyes de ese reino, no estamos preparados para tener una parte en él. Los que rehúsan cooperar con Dios en la tierra, no cooperarían con él en el cielo. No sería seguro llevarlos al cielo.
No se puede esperar una cosecha allí donde no se ha sembrado, o conocimiento allí donde no se ha buscado, como la salvación cuando se ha sido indolente. El ocioso y perezoso nunca conseguirán derrotar el orgullo ni vencer el poder de la tentación que lo llevan a las pecaminosas complacencias que lo mantienen alejado de su Salvador. La luz de la ver­dad, cuando santifica la vida, descubrirá al que la recibe las pecaminosas pasiones de su corazón que luchan por el dominio y hacen necesario que para resistir a Satanás ponga en tensión todos los nervios y todas las fuer­zas que ha conquistado por los méritos de Cristo. Cuando se encuentre rodeado por influencias premeditadas para apartarlo de Dios, debe pedir incesantemente ayuda y fuerza de Jesús para poder vencer los engaños de Satanás (Testimonios para la iglesia, tomo 4, p. 281).

Todos no pueden ocupar una posición eminente; pero todos pue­den ocupar puestos de utilidad y confianza, y pueden, por su fidelidad perseverante, hacer mayor bien de lo que se imaginan. Los que abra­zan la verdad deben buscar una clara comprensión de las Escrituras y un conocimiento experimental de un Salvador vivo. El intelecto debe cultivarse, la memoria debe ponerse a contribución. Toda pereza intelectual es pecado y el letargo espiritual es muerte (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 532).

Los necios, los confiados en sí mismos, los testarudos y los altivos, que avanzan descuidadamente por senderos prohibidos, y que se jactan de poder cambiar su conducta cada vez que lo deseen, están recorriendo un camino lleno de trampas. Pueden recuperarse de una caída, de un error que cometan, pero son muchos los que dan un paso en falso que basta para determinar su ruina eterna.
Si Ud. practica la política de no comprometerse a fin de obtener ven­tajas que de otro modo no podría conseguir, si Ud. busca mediante el arti­ficio y la astucia aquello que debería ganar por la perseverancia, el trabajo y el conflicto, quedará enredado en una red que Ud. mismo habrá tejido, y se arruinará, no solo para este mundo sino también para la vida futura.
Que Dios no permita que su fe naufrague en este punto. Contemple a Pablo; escuche sus palabras que resuenan a lo largo del tiempo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:7, 8). Este es el grito de victoria de Pablo. ¿Cuál será el suyo? (Mensajes selectos, tomo 2, pp. 192, 193).

Miércoles 4 de marzo: El amigo como enemigo

El apóstol nos amonesta: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor frater­nal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:9,10). Pablo desea que distingamos entre el amor puro y altruista, motivado por el espíritu de Cristo, y aquella pretensión vacía y enga­ñosa que el mundo llama amor y en la cual tanto abunda. Esta falsifi­cación baja ha hecho errar a muchas almas. El estar de acuerdo con el transgresor en lugar de mostrarle fielmente sus errores, tiende a anular la distinción entre el bien y el mal. Tal curso de acción nunca se origina en una amistad real. El espíritu que lo promueve habita únicamente en el corazón camal. Aunque el cristiano será siempre bondadoso, compasivo y perdonador, nunca sentirá ninguna clase de armonía con el pecado. Aborrecerá el mal y se aferrará a lo bueno al costo de su relación o amistad con los impíos. El espíritu de Cristo nos inducirá a odiar el pecado, en tanto que estaremos dispuestos a realizar cualquier sacrificio para salvar al pecador (Exaltad a Jesús, p. 307).

Obedeciendo la orden del Señor, Elías se presentó ante el rey. Pero cuando Acab vio a Elías, le dijo: “¿Eres tú el que turbas a Israel?” Quería echarle la culpa de los juicios que caían en la tierra. Así ocurre también hoy cuando se presenta la verdad. Un hijo, una hija, un padre, una madre pueden escuchar el mensaje de misericordia, pero los otros miembros de la familia rehúsan caminar en la luz. Se produce la divi­sión, y los que no aceptan la verdad, culpan a los creyentes de haber destruido la armonía familiar, y odian al que ha traído el mensaje de verdad. La fiel presentación del mensaje de la verdad siempre causa división, y el mensajero será considerado culpable de ella (Review and Herald, 22 de octubre, 1901).

Puede ser que las cosas vayan mal para cada uno, que la tristeza y el desánimo puedan oprimir a cada alma; entonces la presencia personal, un amigo que anhela consolar e impartir valor, rechazará los dardos del enemigo lanzados para destruir. No hay la mitad de los amigos cristianos que debiera haber en las horas de tentación; en una crisis, ¡qué valioso es un verdadero amigo! En ocasiones como ésa, Satanás envía sus emisa­rios para hacer que tropiecen los miembros vacilantes; pero los verdade­ros amigos que aconsejarán, que impartirán una esperanza reanimadora, la fe tranquilizante que eleva el alma, ¡oh, una ayuda tal vale más que perlas preciosas! (Comentario bíblico adventista, tomo 3, pp. 1182, 1183).

La simpatía es buena, si se la imparte con sabiduría, pero debe dársela juiciosamente, con el conocimiento de que el objeto de ella la merece… “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. Como zarcillo de oro y joyel de oro fino, es el que reprende al sabio que tiene oído dócil”… El oído obediente recibirá la reprensión con un espíritu susceptible de recibir enseñanza. Solo entonces nuestra relación con los demás resultará beneficiosa, y cum­plirá el propósito que Dios desea que lleve a cabo. Cuando se cumplen ambos aspectos de la instrucción divina, el sabio reprensor cumple su deber, y el oído obediente escucha con un propósito definido y resulta beneficiado (Hijos e hijas de Dios, p. 168).

Jueves 5 de marzo 2015: El enemigo como amigo

Uno de los engaños más exitosos de Satanás es inducir a los hom­bres a pretender que están santificados mientras viven en desobediencia a los mandamientos de Dios. Los tales son descriptos por Jesús como los que dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”
Aunque los que pretenden estar santificados tienen mucho que decir acerca de ser salvados por la sangre de Jesús, su santificación no es por medio de la verdad tal como es con Jesús. Mientras proclaman creer en él, y aparentemente realizan obras maravillosas en su nombre, ignoran la ley de su Padre y sirven como agentes del gran adversario de las almas para llevar a cabo la tarea que éste comenzó en el Edén: la de presentar excusas aceptables para no obedecer a Dios sin reserva. Su obra de inducir a los hombres a deshonrar a Dios pasando por alto su ley, un día será expuesta delante de ellos con sus verdaderos resultados (Fe y obras, pp. 40, 41).

En la obra de reforma que debe ejecutarse hoy, se necesitan hombres que, como Esdras y Nehemías, no reconocerán paliativos ni excusas para el pecado, ni rehuirán de vindicar el honor de Dios. Aquellos sobre quienes recae el peso de esta obra no callarán cuando vean que se obra mal ni cubrirán a éste con un manto de falsa caridad. Recordarán que Dios no hace acepción de personas y que la severi­dad hacia unos pocos puede resultar en misericordia para muchos. Recordarán también que el que reprende el mal debe revelar siempre el espíritu de Cristo.
En su obra, Esdras y Nehemías se humillaron delante de Dios, con­fesaron sus pecados y los del pueblo, y pidieron perdón como si ellos mismos hubiesen sido los culpables. Con paciencia trabajaron, oraron y sufrieron. Lo que más dificultó su obra no fue la franca hostilidad de los paganos, sino la oposición secreta de los que se decían sus amigos, quienes, al prestar su influencia al servicio del mal, decuplicaban la carga de los siervos de Dios. Esos traidores proveían a los enemigos del Señor material para que guerreasen contra su pueblo. Sus malas pasiones y voluntades rebeldes estaban siempre en pugna con los claros requerimientos de Dios.
El éxito que acompañó los esfuerzos de Nehemías revela lo que lograrán la oración, la fe y la acción sabia y enérgica (Profetas y reyes, p. 498).

Viernes 6 de marzo: Para estudiar y meditar

Testimonios para la iglesia, tomo 4, pp. 97-100;
Conducción del niño, pp. 112-117


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