Pactos de Dios a través de las edades

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1. Esencia y unidad de los pactos de Dios 
La forma a través de la cual se efectúa la decisión eterna de la Deidad de salvar a la humanidad es a través de los pactos de Dios en el tiempo. Aunque la Biblia se refiere a los pactos en forma plural (Romanos 9:4; Gálatas 4:24; Efesios 2:12), hay un solo pacto básico de salvación en las Escrituras. Es de carácter promisorio –las bendiciones y la salvación son otorgadas por Dios, no ganadas por el ser humano–, pero busca la respuesta de fe y la obediencia de la humanidad. El centro de este pacto es el amor profundo de Dios, del cual hablan las Escrituras y que algunas veces se iguala al pacto mismo (Deuteronomio 7:9; 1 Reyes 8:23; Nehemías 9:32; Daniel 9:4). El término "pactos", en plural, significa que Dios mues­tra su propósito salvífico al reiterar su pacto de diversas maneras para satisfacer las nece­sidades de su pueblo en diferentes tiempos y contextos. Cada forma del pacto desempeña su parte en el propósito único de salvación.
2. Pacto de Adán / Pacto de Noé / Pacto eterno 
El pacto adánico se refiere a la promesa de Dios en Génesis 3:15, llamada el pro­toevangelio (primer anuncio del evangelio), de acuerdo con el cual, en su significado de­finitivo, Cristo, la simiente, vencería al ma­ligno (Romanos 16:20). El pacto de Noé es una promesa de gracia y vida. Dios promete pre­servar la vida de sus criaturas sobre la Tierra (Génesis 6:18-20; 9:9-11). Este pacto se llama pacto eterno (versículo 16), porque es una promesa de misericordia para todos. El concepto de "eterno" se usa también para el pacto abrahámico (Génesis 17:7, 13, 19; 1 Crónicas 16:17; Salmo 105:10); para el pacto sinaítico, con su énfa­sis en el sábado (Éxodo 31:16); para el pacto davidico (2 Samuel 23:5; Isaías 55:3; Ezequiel 37:26, 27); para el nuevo pacto de la promesa de la restauración de Israel (Jeremías 32:40, reafirman­do 31:33; Ezequiel 16:60); y para el sacrificio de Jesús (Hebreos 13:20).
3. Los pactos abrahámico, sinaítico y davídico 
El pacto abrahámico, o pacto de gracia (Génesis 12:1-3; 15:1-5; 17:1-14), es funda­mental para el curso completo de la historia de la salvación (Gálatas 3:6-9, 15-18). A través de la simiente de Abraham, en referencia no sólo a sus incontables descendientes, sino en particular a uno de sus descendientes. Cristo (versículo 16), Dios bendeciría al mundo. Todos los que fueran parte de la simiente di Abraham encontrarían a Dios como su Dios y serían su pueblo. La circuncisión sería un» señal (Génesis 17:11) de la relación correcta ya existente con Dios a través de la fe (Génesis 15:6; Romanos 4:9-12).
El pacto sinaítico, establecido en el con­texto de la redención de la esclavitud (Éxodo 19:4; 20:2; Deuteronomio 1:3), y que contenía la pro­visión sacrificial divina para la expiación y el perdón del pecado, también fue un pacto de gracia y una reiteración de lo que se enfatizó en el pacto abrahámico (una relación especial de Dios con su pueblo: Génesis 17:17 y 8 con Éxodo 19:5 y 6; una gran nación: Génesis 12:2 con Éxodo 19:6 y 32:10; y la obediencia: Génesis 17:9 14 y 22:16-18 con Éxodo 19:5 y a través de todo el Pentateuco). Cuando el pueblo rompió el pacto sinaítico, Moisés oró a Dios para que recordara las promesas que había hecho en el pacto abrahámico (Éxodo 32:13). El énfasis es­pecial sobre la ley que existe en el pacto sinaítico indicaba que el cumplimiento del pacto abrahámico esperaba a un pueblo en quien la realidad de la gracia de Dios se demostrara n través de la obediencia. Israel no podía con­vertirse en una bendición para el mundo hasta que primero viviera como pueblo de Dios y "nación santa" (Éxodo 19:6).
El pacto davídico está interconectado tanto con el abrahámico (Ezequiel 37:24-27) como con el mosaico (2 Samuel 7:22-24). En este pacto, David sería el príncipe y rey de Israel (versículo 8; Jeremías 30:9; Ezequiel 37:24, 25) y construiría la casa de Dios o el Santuario (2 Samuel 7:7- 13; Ezequiel 37:26-28). En ese lugar Dios habitaría con ellos, quien en los pactos abrahámico y sinaítico manifestó que deseaba ser su Dios y que ellos fueran su pueblo.
EL PACTO CON NOE ANTERIOR AL DILUVIO
Hemos notado antes que la primera referencia explícita en las Escrituras con respecto a hacer un pacto, aparece en Génesis 6:18: “Más establecerá mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo”. Una comparación cuidadosa de las palabras con otras declaraciones de pactos en el Antiguo y el Nuevo Testamentos revela que contiene los puntos esenciales del pacto bíblico. Definidamente un pacto entre Dios y el hombre es el pacto que Dios hizo con Noé.
Encontramos que aquí se mencionan las partes que hacen el pacto: Dios y el hombre. En los pactos bíblicos, Dios y el hombre se relacionan, y Dios toma la iniciativa. Aquí también encontramos esta situación.
El mandato: “Entra tú en el arca”, revela que el pacto de Dios con Noé estipulaba una obligación. La idea del pacto aquí está lejos de la idea de un contrato, alianza, unión o acuerdo entre Dios y Noé. De hecho, es el pacto de Dios (“mi pacto”), y Noé y su familia fueron los receptores y los beneficiarios de la bendición del pacto como resultado de su obediencia.
La declaración de Génesis 6: 18, aunque breve, contiene conceptos profundos. Predice provisiones para el futuro de la humanidad. Al establecer este pacto con el superviviente del diluvio y su familia, Dios otorga su abundante gracia y misericordia. La seguridad de la humanidad en el presente y la seguridad de la salvación en el futuro surgen de la gracia de Dios y del acto divino en favor de ellos. Dios mismo se muestra como un Dios misericordioso y lleno de gracia, constante en su amor por la humanidad.
La expresión típica del establecimiento de un pacto no aparece en este pasaje, específicamente, la que se usa en ochenta lugares del Antiguo Testamento: “cortar un pacto”, o en la expresión típica y apropiada de “hacer un pacto”. Aquí el término usado es establecer (heqím). Una investigación cuidadosa de este término en relación con el establecer un pacto, revela la importancia de “mantener” o “confirmar” (comparar Deut. 9:5; 27:26; 1Sam. 15:11; 2 Sam. 7:25; 2 Rey. 23:3, 24; etc.). Este descubrimiento nos da la impresión de que el establecimiento divino del pacto implica el mantenimiento de un compromiso en el que Dios se ha empeñado con anterioridad.
Aun cuando Génesis 6:18 es la referencia más temprana a un pacto en la Biblia, el uso de este término hebreo específico en relación con él implica que Dios había hecho previamente un pacto con la humanidad. En este sentido, el pacto de Dios con Noé puede considerarse como una renovación de su pacto con Adán, al que la Biblia se refiere implícitamente en Génesis 3:15.
Obviamente, Noé respondió con fe y obediencia a la invitación de Dios de hacer en un pacto con él al entrar en el arca. Noé y su familia demostraron la clase de obediencia que surge de una confianza total y completa en Dios, en lugar de la obediencia que tiene la intención de ganar méritos ante Dios.
Génesis 9:8 al 17 describe el pacto posterior al diluvio que Dios hizo con Noé y su familia. Es amplio pues incluye los animales también, y demuestra que la provisión de la gracia de Dios no depende necesariamente de la comprensión o la obediencia de parte de los beneficiarios del pacto. Es importante notar que el pacto de Génesis 9:8 al 17 es el primero y el único pacto bíblico que en su alcance es totalmente universal.
El pacto posdiluviano que Dios hizo con Noé se describe, a veces, como un pacto incondicional porque no menciona ninguna condición u obligación específica impuesta a los seres humanos. No resulta completamente claro si las instrucciones en los siete versículos anteriores deben considerarse como las obligaciones del pacto. Algunos eruditos las han entendido como que están relacionados, y por eso sugieren que este pacto es condicional. De cualquier manera, aun si no hay obligaciones explícitas observables fácilmente, se supone que debe estar implícita, porque son parte de todos los pactos.
En el pacto hecho con Noé después del diluvio, Dios prometió que nunca más un diluvio universal destruiría toda la tierra. Esta promesa no implica, sin embargo, que Dios está obligado a no destruir al mundo otra vez por otros medios que no sean el agua. Su plan revelado es usar un gran fuego destructor para terminar con toda la maldad al fin de la historia humana (2 Ped. 3:7, 10, 11; Apoc. 20:9). Esta  intención de ninguna manera contradice la promesa que Dios hizo a Noe y sus descendientes. “Así destruirá Dios a los impíos de la tierra. Pero los justos serán protegidos en medio de estas conmociones, como lo fue Noé en el arca. Dios será su refugio y tendrán confianza bajo sus alas protectoras”.
Sólo tres pactos bíblicos incluyen señales explícitas del pacto. En el pacto posterior al diluvio hecho con Noé, la señal es el arco iris (Gén. 9:12, 13), producido por la refracción de la luz solar a través de las gotas de lluvia.
Por cuanto las señales bíblicas cumplen funciones importantes, resulta útil comprender la naturaleza de la señal ligada a este pacto. Por definición, las señales apuntan a algo más allá de sí mismas, proveyendo una garantía o un compromiso. Pueden impartir conocimiento, servir como protección, producir fe, o hacer recordar y con confirmar:
La mayoría de estos aspectos aparecen en la señal del arco iris. En contraste con las otras dos señales del pacto (que serán consideradas más tarde), el arco iris es una señal física, externa en las nubes que le hace recordar a Dios su pacto (Gén. 9:15, 16) de que nunca destruirá otra vez la tierra con un diluvio. Aunque el arco iris nos recuerda que Dios una vez castigó la maldad con un diluvio universal, garantiza que cuando las nubes traen lluvia, no necesitamos temer otro diluvio. Nos recuerda que Dios ha cumplido y cumplirá su promesa de nunca volver a traer un diluvio para destruir la tierra. El arco iris, como un recordativo de la fidelidad de Dios a su promesa, debiera hacer surgir fidelidad en nosotros, y servirnos como un poderoso factor disuasivo de una vida de pecado.

Categorías: La Ley de Dios

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