Los 7 ayes de Mateo 23

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Los 7 ayes de Mateo 23

13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.

13. ¡Ay! Gr. ouái, exclamación de dolor o censura (ver com. cap. 11: 21). Los siete ayes (ocho, si se incluye el del cap. 23: 14; ver com. vers. 14) ilustran las observaciones hechas en los vers. 3-5 acerca de los escribas y fariseos. En relación con el propósito que tuvo Jesús al censurar tan duramente a los dirigentes religiosos de la nación, ver com. vers. 1.

Hipócritas. Ver com. cap. 6: 2; 7: 5. Este adjetivo aparece siete veces en el cap. 23: 13-29.

Cerráis el reino. En primera instancia, el reino de la gracia divina; pero, finalmente, también el reino de la gloria divina (ver com. cap. 4: 17; 5: 3). Los escribas y los fariseos habían puesto tales dificultades que resultaba casi imposible que los sinceros de corazón hallaran el camino a la salvación. Lo habían logrado, primero, haciendo que la religión fuera una carga intolerable (cap. 23: 4); y segundo, por su propio ejemplo de hipocresía (vers. 3). En vez de iluminar el camino de la salvación, la tradición rabínica lo oscurecía de tal modo que en el mejor de los casos los hombres sólo podían andar a tientas, como si estuviesen rodeados de una densa neblina (ver com. Mar. 7: 5-13).

Ni entráis vosotros. Su hipocresía no les permitiría entrar.

Ni dejáis entrar. Era como si los escribas y fariseos estuvieran a la puerta (ver com. cap. 7: 13-14) a fin de impedir que entrara la gente y como si después de cerrar con llave, hubieran tirado la llave, a fin de que nadie más pudiera entrar. Su actitud mental era tan estrecha que pensaban que el reino de los cielos era una especie de club privado en el cual podrían entrar sólo aquellos que estuvieran a la altura de las exigencias que ellos establecían.

14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.

14. Devoráis las casas de las viudas. La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión del vers. 14. Sin embargo, está establecida su inclusión en Mar. 12: 40. Los fariseos persuadían a viudas pudientes para que donaran su propiedad al templo y luego la empleaban para su propio provecho (DTG 565). Se suponía que las viudas eran protegidas por la ley (Exo. 22: 22), pero esto no las salvaba de los rapaces fariseos (cf. Isa. 10: 2). Ver com. Mar. 7: 11-13, donde se habla de otra forma legal de defraudar a los ancianos.

Como pretexto. Ver com. vers. 5. Largas oraciones. Ver com. cap. 6: 7.

Mayor condenación. Puesto que eran dirigentes, sus malas acciones eran más reprensibles que los mismos hechos cometidos por la gente común. Como maestros de la ley, su conducta estaba más expuesta a la censura que la de los pecadores comunes. En primer lugar, conocían mejor los detalles de la ley; y en segundo lugar, su mal ejemplo sería considerado por otros como justificación de sus propias faltas.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.

15. ¡Ay! Ver com. vers. 13.

Para hacer un prosélito. Con referencia a la vasta influencia de los judíos y de su religión en el Imperio Romano en tiempos de Cristo, ver las pp. 62-63. Los antiguos registros revelan el hecho de que hubo incontables miles de conversos a la fe judía. Algunos de ellos se hicieron judíos y vivieron en armonía con todos los requisitos ceremoniales del judaísmo. En primer lugar, se los instruía cabalmente; luego, se los bautizaba y se les exigía que ofrecieran sacrificio en el templo de Jerusalén. Todos los varones eran circuncidados en señal de que habían aceptado el pacto de Abrahán (ver com. Gén. 17: 10-12). Un número mayor creía en el verdadero Dios y lo adoraba, pero sin participar en los ritos propios del judaísmo .Estos era conocidos como «prosélitos de la puerta» o «temerosos de Dios».

Dos veces más. Un converso entusiasta, de ser eso posible, se volvía aún más fanático que los fariseos. Ser «hijo del infierno» es ser, «hijo de condenación» (BJ), es decir, participar, de la condenación e ir camino al infierno (Gr.géenna ,ver com. cap 5: 22).Por otra parte, el ser «hijo del reino» es participar de las características del reino e ir camino al reino de los cielos.

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. 17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? 18 También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. 19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; 21 y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; 22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.

16. Guías ciegos. Por supuesto aquí Jesús se refiere a la ceguera espiritual (ver com. Juan 9: 39-41). Los judíos estaban orgullosos de que eran los guías de los ciegos gentiles (Rom. 2: 19). En verdad, realizaban grandes esfuerzos por conseguir prosélitos (Mat. 23: 15). Pero que un ciego pretenda guiar a otros ciegos es el colmo de la locura. Jesús explica de inmediato lo que quiere decir con ceguera espiritual (vers. 16-24). Esta sección de la condenación de los dirigentes judíos es más larga que cualquiera de las otras consignadas en el cap. 23. Por lo tanto, parecería que Jesús hubiera querido hacer resaltar este aspecto de la hipocresía. El único remedio para la ceguera espiritual es el colirio espiritual (Apoc. 3: 18), pero los dirigentes judíos se negaban comprarlo del único Mercader que lo ofrecía en venta. En esto hay una seria advertencia para la iglesia de hoy.

Jura. Ver com. cap. 5: 33-37

No es nada. Esta es la primera ilustración de la ceguera espiritual de los escribas y de los fariseos. La razón por la cual un juramento no era válido y el otro sí lo era, quizá sea que para que el juramento fuera válido, debía ser específico. Por ejemplo, según el Talmud (Nedarim 14b): «Si uno jura por la Torah, sus palabras no tienen vigencia; si se jura por lo que allí está escrito, su promesa debe cumplirse; si jura por la Torah y por lo que allí está escrito, su promesa debe cumplirse». Notar la expresión «no tiene vigencia» y comparar con la expresión de Jesús, no es nada».

Es deudor. Es decir, «queda obligado» (BJ). Debe cumplir lo que ha prometido o aceptar la responsabilidad por lo que ha jurado.

17. Insensatos. Gr. moros, «insensato». Ver la advertencia de Cristo en el cap. 5: 22 (ver allí el comentario) en cuanto al uso descuidado de esta palabra. Es evidente que en Mateo Jesús condena los motivos que en algunas ocasiones llevaban a emplear la palabra y no el uso de la palabra en sí. En el Sermón del Monte, Jesús se refirió más a los motivos que a las acciones exteriores. No se dirigía a los escribas y fariseos con ira, sino que, sencillamente, estaba presentando los hechos.

Santifica. Es decir, lo hace sagrado. El oro era sagrado sólo porque era el oro del templo.

18. Jura por el altar. Ver com. vers. 16-17, donde está en juego el mismo principio.

19. ¡Necios! La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por la omisión de este vocativo.

22. Jura por el cielo. Ver com. vers. 16-17, donde se aplica el mismo principio. El cielo, como también el trono de Dios, son sagrados sólo en virtud de la presencia de Dios.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.

23. Diezmáis. El diezmo constituía una parte de la ley (ver com. Lev. 27: 30; Deut. 14: 22). La minuciosidad con que pagaban el diezmo los judíos piadosos es reflejada en la Mishnah: «Cualquier cosa que se emplee como alimento, que se vigile y crezca de la tierra, debe ser diezmada. Y otra regla general ha determinado: todo lo que se usa como alimento, ya sea en su condición anterior o posterior [de madurez], aunque quede sin cosechar para que produzca más alimento, debe ser diezmado, no importa que se junte en su estado primero o posterior [de inmadurez], pero todo lo que no se usa como alimento en su estado primero, sino sólo en el posterior, no necesita diezmarse hasta que está listo para ser comido. ¿Cuándo deben diezmarse los frutos? Los higos, en cuanto comienzan a madurar; las uvas y las uvas silvestres, en cuanto son visibles sus semillas; el zumaque y las moras, en cuanto se ponen rojos» (Ma’aseroth 1. 1-2).

Menta. En la Mishnah, esta hierba no es mencionada como planta que debe diezmarse. Sin duda era diezmada por los judíos escrupulosos para demostrar el profundo respeto que tenían por la ley del diezmo.

Eneldo. La Mishnah dice que el eneldo (Ma’aseroth 4. 5) debía diezmarse. Debía pagarse el diezmo de todas las partes de la planta -las sencillas, las hojas, el tallo- todo, menos las raíces. Comino. Una planta cultivada cuyas semillas aromáticas se emplean para condimentar el alimento (Isa. 28: 25, 27).Las tres plantas mencionadas en este pasaje se empleaban como condimentos, y las últimas dos tenían valor por sus propiedades medicinales. Cf. com. Isa. 28: 25. Dejáis. «Descuidáis» (BJ). Los dirigentes de los judíos habían hecho una acusación similar a Jesús (ver com. cap. 5: 17-20).

Lo más importante. Los escribas habían elaborado una complicada y artificial jerarquía de las leyes del judaísmo, dándole a cada una mayor o menor importancia (ver com. cap. 22: 36). En com. cap. 5: 17-20 se hace referencia a lo que dijo Jesús respecto al asunto de que ciertos requisitos son de mayor importancia que otros. Los escribas y los fariseos daban gran valor a los mandatos formulados por los hombres y a las formas visibles de la observancia de la ley (ver com. Mar. 7: 3-13), pero se olvidaban casi completamente del verdadero espíritu de la misma: el amor para Dios y para el prójimo (ver com. Mat. 22: 37, 39). En el Sermón del Monte Jesús había procurado devolver el espíritu a la observancia externa de la ley (ver com. cap. 5: 17-22).

Justicia. Gr. krísis, «juicio», en el sentido de «juicio, justo» o «justicia». Con referencia a la importancia de la misericordia como guía de las relaciones humanas, ver com. cap. 9: 13. Con referencia al significado de la fe, ver com. Hab. 2: 4.

Esto. Es decir, las cosas menos importantes, que, con frecuencia, consistían mayormente en ceremonias y formas visibles. Jesús aquí aprueba el diezmo. Ni él ni ningún autor del NT disminuye en lo más mínimo esta obligación. Jesús deja en claro que no se opone al diezmo, sino al espíritu hipócrita de los escribas y fariseos, cuya religión consistía en la observancia minuciosa de lo externo de la ley.

Aquello. Es decir, las cosas más importantes de la ley, las cuales los escribas y fariseos habían descuidado.

24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!

24. ¡Guías ciegos! Ver com. vers. 16.

Coláis. Gr. diulízo, «colar» con colador. La figura se refiere a colar el agua antes de beberla (DTG 569). Aquí Jesús censura a los escribas y a los fariseos por las complicadas precauciones que tomaban en asuntos sin importancia y por el descuido con que realizaban lo que era en verdad importante. Según la ley levítica, tanto el mosquito como el camello eran inmundos (ver com. Lev. 11: 4, 22-23). Aquí Jesús presentó, por un lado, las cuidadosas precauciones tomadas a fin de evitar tragar uno de los más diminutos animales inmundos; y, por otro lado, el tragarse a uno de los más grandes animales inmundos, el camello. Esta es una de las más impresionantes de las hipérboles presentadas por Cristo y por cuyo uso su enseñanza se hizo famosa (cf. com. Mat. 19: 24).

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.

25. Lo de fuera del vaso. Jesús no se refiere aquí a las costumbres de los fariseos en cuanto a los utensilios empleados en la casa, en cuyo uso los judíos eran sumamente escrupulosos, sino a los fariseos mismos. Al lavar los vasos, los fariseos eran tan cuidadosos con el interior como con el exterior. Pero en relación con sus vidas, el problema estaba en que, en ese caso, no aplicaban el mismo principio. Vivían para ser vistos de los hombres (ver com. vers. 5), como si estuvieran totalmente olvidados de que Dios podía ver su corazón y conocía perfectamente los motivos hipócritas que impulsaban su piedad externa, tan escrupulosa. Cf. Mar. 7: 18-23. Plato. Gr. paropsís, plato en el cual se servían manjares.

De robo y de injusticia. La primera palabra se refiere al robo, a la rapiña, y a la avaricia. La segunda, a la falta de dominio propio, a la intemperancia. Cristo señala aquí cómo los escribas y los fariseos fallaban en «lo más importante de la ley» (vers. 23).

26. Limpia primero. Para ser efectiva, la limpieza debe comenzar desde adentro (ver com. Mar. 7: 3-18; Luc. 11: 41).

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

27. ¡Ay de vosotros! Ver com. vers. 13

Sepulcros blanqueados. Según la ley ritual, el contacto con los muertos constituía una grave forma de contaminación. Por ejemplo, los sacerdotes no debían contaminarse con los muertos, sino en el caso de familiares inmediatos (Lev. 21: 1-4), pero esta excepción le era negada al sumo sacerdote (vers. 10-11). Según la Mishnah, era la costumbre blanquear las tumbas el día 15 del mes de Adar, un mes antes de la pascua, a fin de que los sacerdotes y los nazarenos pudieran evitar la contaminación por tocar, sin querer, las tumbas (Shekalim 1. 1). Con referencia al procedimiento requerido en caso de contaminación ritual ocasionada por el contacto con los muertos, ver Núm. 19: 11-22; cf. Hech. 23: 3; com. Luc. 11: 44.

28. Os mostráis justos. Ver com. vers. 3, 5.

Por dentro. ver com. cap. 5: 22, 28 donde se trata acerca de la importancia que Cristo le atribuye a la injusticia interior.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. 31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?

29. Edificáis los sepulcros. Los mártires de una generación con frecuencia son los héroes480 de la siguiente. Mientras vivían los profetas, era popular tirarles piedras; algún tiempo después de su muerte, se les levantaba importantes monumentos de piedra para recordarlos. Los judíos no podían honrar a los profetas vivos sin aceptar su mensaje, por era fácil honrar a los profetas muertos, aunque no se los obedeciera.

30. Si hubiésemos vivido. Cada generación tiende a enorgullecerse de ser más sabia y más tolerante que las generaciones anteriores. Nosotros mismos podemos hallar satisfacción en pensar que no habríamos actuado como los escribas y los fariseos, sin comprender que al pensar así nos parecemos a ellos (ver com. Luc. 18: 11). Al tener mayor luz, el hombre tiene mayores responsabilidades. Los profetas de antaño sufrieron porque desafiaron las creencias, las normas y las acciones de sus contemporáneos. Si esos profetas vivieran hoy, habrían pronunciado los mismos mensajes de condenación del pecado, y es probable que esos mensajes hubieran hallado la misma endurecida indiferencia y hubieran provocado los mismos intentos de acallar a los profetas que los pronunciaban.

31. Contra vosotros mismos. Se habían hecho responsables de la luz de la verdad que emanaba de los mensajes de los profetas, quienes, aunque muertos, aún hablaban.

32. Vosotros también llenad. Tal como lo es en nuestro idioma, esta construcción es enfática en griego. La copa de la culpa de la nación judía estaba casi repleta, y las obras de la gente de la generación de Cristo, en especial el rechazo de Cristo como Mesías (ver com. Juan 19: 15), llenaría esa copa hasta hacerla rebosar (ver t. IV, pp. 34-35). Así como la culpa de Babilonia llegó a los límites de la tolerancia divina en la noche del festín de Belsasar, así también la nación judía colmó los límites de la gracia divina al rechazar y crucificar a Jesús.

33. Generación de víboras. Ver com. cap. 3: 7; 12: 34.

¿Cómo escaparéis? Ver com. Heb. 2: 3.

Infierno. Gr. géenna (ver com. cap. 5: 22). Los escribas y fariseos daban testimonio en contra de sí mismos (cap. 23: 31). Si admitían su culpa, ¿cómo podrían tener esperanza de escapar?

Comentario Bíblico Adventista, tomo 5, páginas 477-480

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