Las almas debajo del altar

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Apocalipsis 6:9-11: Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.

Este pasaje es citado a menudo para respaldar la noción de que las “almas” de los santos existen después de morir en el cielo como espíritus incorpóreos inconscientes. La mayoría de las religiones cristianas declaran enfáticamente que “las almas son los espíritus incorpóreos de los mártires que claman a Dios para que los vengue de sus enemigos… Y dicen que “este pasaje siempre resultó ser una gran dificultad para los que niegan que los creyentes ascienden al cielo al morir. Pero el lenguaje de Juan es claro de que estas almas estaban conscientes y activas en el cielo”.

 Esta interpretación ignora que las imágenes apocalípticas no tienen la intención de ser fotografías de las realidades mismas. Juan no recibió una visión de cómo era el cielo en realidad. Es evidente que no hay caballos blancos, rojos, negros y amarillos con jinetes guerreros en el cielo. En el cielo, Cristo no se parece a un cordero con una herida de cuchillo que sangra (Apoc. 5:6).

Asimismo, no hay “almas” de mártires en el cielo metidas en el pie de un altar. Toda la escena es simplemente una representación simbólica designada para tranquilizar a los que afrontan el martirio y mueren, que al final serán reivindicados por Dios. Esa seguridad sería particularmente alentadora para los que, como Juan, estaban afrontando terribles persecuciones por negarse a participar en el culto del emperador.

 La razón de su uso aquí es sugerida por la muerte forzada de los mártires cuya sangre fue derramada por la causa de Cristo.

En el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento, la sangre de los animales era derramada al pie del altar de los sacrificios (Lev. 4:7, 18, 25, 30).

Levítico 4:7, 18, 25, 30: Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová; y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. 18 Y de aquella sangre pondrá sobre los cuernos del altar que está delante de Jehová en el tabernáculo de reunión, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión. 25 Y con su dedo el sacerdote tomará de la sangre de la expiación, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, 30 Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará el resto de la sangre al pie del altar.

 La sangre contenía el alma (Lev. 17:11) de la víctima inocente que era ofrecida a Dios como sacrificio expiatorio en favor de los pecadores arrepentidos.

Levítico 17:11: Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.

Por lo tanto, las almas de los mártires son vistas bajo el altar porque expresa que su sangre ha sido simbólicamente derramada al pie.

El lenguaje de la muerte sacrificial es usado en otras partes del Nuevo Testamento para indicar martirio. Al enfrentarse con la muerte, Pablo escribió: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (2 Tim. 4:6). El apóstol dice que se gozaba en ser “derramado en libación” por Cristo (Fil. 2:17).

Además, el templo del Antiguo Testamento tenía dos altares. El altar de los sacrificios estaba en el atrio exterior fuera del templo, para los sacrificios de animales en holocausto. Dentro del templo estaba el altar del incienso. El altar que se ve aquí es muy probablemente el altar de los holocaustos más bien que el altar del incienso. Esto se ve claramente por el hecho de que en el ritual del templo del Antiguo Testamento, la sangre se derramaba en la base del altar del holocausto. «Echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto (Lev. 4:7, 18, 25, 30-34; 8:15; 9:9). La palabra «echará, derramará» también se usa en Apocalipsis 16:6, donde la sangre de los santos y de los profetas se derrama (evidentemente debajo del altar como indica el vers. 7).

Siendo que el altar del sacrificio no estaba en el templo, sino en el atrio exterior, es claro que la escena descrita aquí ocurre no en el templo celestial sino en la tierra, que estaba simbolizada por el atrio exterior del templo. En la tradición judía relativamente posterior, las almas de los justos eran preservadas debajo del trono de gloria.

De modo que los mártires cristianos eran vistos como sacrificios ofrecidos a Dios. Su sangre derramada en tierra fue vertida simbólicamente en el altar celestial. Por consiguiente sus almas son vistas bajo el altar, porque es allí donde simbólicamente fluía la sangre de los mártires.

No hay ninguna representación del estado intermedio. La representación simbólica de los mártires como sacrificios ofrecidos en el altar celestial no puede ser usada para sostener la postura de su existencia consciente incorpórea en el cielo.

Así que el hecho de que Juan viese las almas de los mártires bajo el altar no tiene nada que ver con el estado de los muertos o de su situación en el estado intermedio; es meramente una forma vívida de representar el hecho de que han sido martirizados en el nombre de Dios.

Las almas de los mártires son vistas descansando debajo del altar, no porque estén en un estado incorpóreo, sino porque están esperando la terminación de la redención (“hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos”; Apoc. 6:11) y su resurrección en la venida de Cristo. Juan describe este evento posteriormente, diciendo: “Y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años… Esta es la primera resurrección” (Apoc. 20:4).

Esta descripción de los mártires como “los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios” es muy parecida a la de Apocalipsis 6:9.

La única diferencia es que en el capítulo 6 se nos dice que los mártires difuntos descansan, mientras que en el capítulo 20 son devueltos a la vida. Es evidente que, si los mártires son devueltos a la vida al comienzo del milenio en conjunción con la venida de Cristo, no pueden estar viviendo en el cielo en un estado incorpóreo mientras descansan en la tumba.

Apocalipsis 6:9-11: Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.

El testimonio que hablan tenido. El testimonio que los fieles mártires sostuvieron y por el cual sufrieron no se refiere al «testimonio de Jesús» (Apoc. 1:2, 9; 20:4; ver Notas sobre Apoc. 1:2), como afirman algunos eruditos, sino al testimonio de los mártires acerca de Cristo, lo mismo que se menciona en otras partes del libro como «el testimonio» o «su testimonio» (11:7; un; ver Notas sobre Apoc. 12:17). Esta comprensión es adecuada al contexto de la visión de la apertura de los siete sellos que trata principalmente de la proclamación del evangelio y las consecuencias relacionadas con ella. La testificación de los mártires en Apocalipsis 6:9 es paralela a la de los dos testigos en Apocalipsis 11:3-10. Por causa de su testimonio fiel del evangelio, los mártires experimentaron persecución y martirio (cf. Apoc. 12:11).

6:10 Vengas. La palabra griega ekdikeó («vengar», «procurar justicia para alguien») es un término que implica una acción legal. La palabra se encuentra en Lucas 18:3, por ejemplo, donde la viuda reclama al juez: «Dame protección legal de mi adversario» («hágame usted justicia contra mi adversario», NVI). En Lucas 18:5 el juez le responde: «Porque esta viuda me molesta, le daré protección legal». Este aspecto legal está claramente expresado en Apocalipsis 19:2, donde Dios ha juzgado a Babilonia porque él ha vengado la sangre de la mano de ella (ver también Rom. 12:19). Los que moran en la tierra. Esta frase aparece con frecuencia en el libro del Apocalipsis y actúa casi como una expresión técnica para los malvados, o sea, los que resisten al evangelio y persiguen al pueblo fiel de Dios (cf. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:2). Los santos redimidos en el Apocalipsis, sin embargo, son descritos como «los que moran en el cielo» (Apoc. 13:6) y reinan en los lugares celestiales (cf. Apoc. 1:6; 5:9-10). –

6:11 Vestiduras blancas. Ver Exposición sobre Apocalipsis 3:18. – 1 Sus consiervos, es decir, los hermanos. El kai conectivo en griego, más probablemente actúa aquí epexegéticamente como «es decir», o «o sea». De este modo el texto presenta dos perspectivas de un solo grupo.

Puedan ser hechos completos. El griego pleróo «completar», «llenar», «llevar algo a estar completo». El texto podría significar ya sea que se complete el número de sus consiervos que están — l a punto de ser muertos (como lo traduce la RV60 y 95, DHH, B], y otras), o que sus consiervos que habían de ser muertos fueran hechos completos con referencia al carácter (como alguna versión pareciera sugerir). La evidencia, en otras partes del libro del Apocalipsis, apoya esta última traducción (cf. Apoc. 7:13-14; 19:7-8). Los traductores generalmente agregan la frase con la palabra «número» en la suposición de que Juan tenía la idea de un número fijo de mártires que debía completarse antes de que terminara el tiempo. Esto se basa en la tradición popular judía expresada, por ejemplo, en 1 Enoc: «Los corazones de los santos están llenos de gozo, porque el número de los justos ha sido ofrecido [alcanzado], las oraciones de los justos han sido escuchadas, y la sangre de los justos ha sido admitida delante del Señor de los Espíritus».36 El autor de 4 Esdras preguntó: «¿No preguntaron las almas de los justos en sus cámaras acerca de estos asuntos diciendo: ‘¿Hasta cuándo quedaremos aquí? ¿Y cuándo vendrá la cosecha de nuestra recompensa?’ Y Jeremiel el arcángel les contestó y dijo: ‘Cuando el número de los que son como ustedes esté completado».  7 Una idea similar se encuentra en 2 Baruc: «Porque cuando Adán pecó y la muerte se decretó contra todos los que nacieron, la multitud de aquellos que nacerían fue numerada. Y para ese número se preparó un lugar donde los que viven pudieran vivir y· donde los muertos pudieran ser preservados. Ninguna criatura vivirá otra vez a menos que el número que se haya indicado esté completo».28

La palabra «número», sin embargo, no aparece en el texto griego de Apocalipsis 6:11 George E. Ladd declara correctamente: «Esta declaración ciertamente no debe ser entendida de una manera matemática, como si Dios hubiese decretado que debía haber un cierto número de mártires, y cuando este número fueran muertos, vendría el fin».9 El Apocalipsis trasciende la comprensión judía popular. El texto declara que los mártires debajo del altar deben descansar hasta que sus consiervos, es decir, sus hermanos que están a punto de ser muertos, pudieran ser hechos completos con referencia a su carácter, como ellos mismos han sido hechos completos o perfectos en carácter.

EXPOSICIÓN

6:9 Al romper el quinto sello, Juan observa bajo el altar las almas de aquellos que hablan sido muertos por causa de la palabra de Dios y por causa del testimonio que hablan dado. La escena muestra al fiel pueblo de Dios que murió por causa de su fe y de haber dado fielmente su testimonio del evangelio. Sus almas se ven como estando debajo del altar. Esta imagen es tomada directamente del ritual de sacrificios del Antiguo Testamento y como tal, debe ser comprendida simbólicamente. El altar del holocausto (Lev. 4:7) era el lugar donde se ofrecían y quemaban los sacrificios. La parte más sagrada del sacrificio era la sangre que simbolizaba la vida. Cuando se derramaba la sangre, moría una persona o un animal. Como la vida pertenecía a Dios (Lev. 17:11-14), la sangre del animal muerto era drenada y echada debajo del altar (Lev. 4:7; 8:15; 9:9). Así, los mártires fieles estaban bajo el altar por cuanto «su sangre vital había sido derramada como una ofrenda a Dios».3″ En Apocalipsis 16, la sangre de los santos y los profetas es derramada bajo el altar (16:6-7).

La escena del quinto sello describe la imagen del martirio. Usando el simbolismo del ritual de sacrificios del Antiguo Testamento, Juan describe al pueblo fiel de Dios sacrificado como mártires con su sangre vital derramada como ofrenda a Dios. La idea del martirio como un sacrificio a Dios es bien conocida en el Nuevo Testamento. Jesús declaró que vendría el día cuando los que maten a sus seguidores pensarían que están ofreciendo un servicio a Dios Juan 16:2). Pablo habla de sí mismo como «derramado en libación sobre el sacrificio» (Fil. 2:17; cf. 2 Tim. 4:6). Así, lo que tenemos aquí es una presentación simbólica. Los santos bajo el altar murieron por causa de «la palabra de Dios y el testimonio que sostuvieron»; es decir, murieron por causa de su fidelidad a la proclamación del evangelio (cf. 1:9). Cuando los seguidores de Cristo mueren por su fe y lealtad a Dios, a menudo puede parecer una tragedia. Sin embargo, la escena del quinto sello, describe la muerte de los seguidores de Cristo como un triunfo: una ofrenda como Sacrificio hecho a Dios.

6:10 Los mártires bajo el altar claman: ¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra? Esta súplica nos recuerda la sangre de Abel, que se describe como clamando a Dios desde el suelo (Gén. 4:10). Así como la sangre de Abel clamaba a Dios por causa de su muerte, así los mártires claman a Dios porque fueron perseguidos y murieron injustamente por causa de su fidelidad a él. «Los que moran en la tierra» son aquellos hostiles al evangelio que malignamente persiguieron al fiel pueblo de Dios (cf. 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:2). Aunque la súplica de los mártires asesinados es un pedido de juicio sobre sus enemigos, no debe ser considerado como un anhelo de venganza, sino como una petición de justicia legal (cf. Luc. 18:3, 5). «¿Hasta cuándo, oh Señor, permitirás la injusticia sobre la tierra? ¿Hasta cuándo no juzgarás y vengarás la sangre sobre los que moran en la tierra?» Este clamor «debe verse como una petición legal en la que se pide a Dios que realice el proceso legal que conlleve a un veredicto que vindique a los santos martirizados».31 Como concluye E. Schüssler Fiorenza, esta petición no sólo es por la «vindicación de aquellos oprimidos y sacrificados, sino también una petición por la vindicación de Dios a los ojos de los que pusieron su confianza en Dios».

«¿Hasta cuándo, oh Señor?» ha sido el perenne clamor del pueblo oprimido y sufriente a lo largo de la historia. Este fue el clamor del salmista con respecto a los impíos a quienes se les permitió afligir y atacar a los justos (Sal. 79:1-10). Sentimientos similares expresó Habacuc: «¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré y no oirás?» exclamó el profeta cuando presenció cómo a las naciones paganas se les permitió afligir al pueblo de Dios (Hab. 1:1-4). «El clamor de Daniel en el Exilio fue: «¿Hasta cuándo será pisoteado el santuario?» (Dan. 8:13; 12:6-7). «¿Cuánto tiempo hemos de permanecer aquí? ¿Y cuándo vendrá la cosecha de nuestra recompensa?» preguntaba el autor del libro apócrifo de 4 Esdras.33 El clamor: «¿Hasta cuándo?» de los santos martirizados bajo el altar es así el clamor de descargo en las cortes celestiales. Lo que puede observarse aquí es cuando el fiel pueblo de Dios «expresó este clamor, estaban perplejos por la aparente inactividad de Dios, pero nunca dudaron de la acción definitiva de Dios, y la vindicación en última instancia de los justos».34

6:11 Dios escucha las oraciones de los mártires fieles. A cada uno de ellos se le dio una vestidura blanca. La forma pasiva aquí actúa como el pasivo divino hebreo, sugiriendo que Dios es el agente que da las vestiduras blancas. Las vestiduras blancas de los salvos (Apoc. 3:4-5) son las vestiduras de victoria, triunfo y fidelidad. Más tarde, Juan ve a la multitud redimida vestidos de ropas blancas ante el trono (7:9). Ellos salieron de gran tribulación y lavaron sus vestiduras en la sangre de Cristo (7:13-14). Después que se les dieron vestidos blancos, se les dijo a los mártires bajo el altar que debían descansar un poco todavía. Otra vez vemos la forma pasiva divina: se les dijo, lo cual sugiere la acción de Dios. Las oraciones de los fieles mártires son respondidas directamente por Dios.35 2

La muerte del pueblo fiel de Dios en el Apocalipsis se describe como descansar «un poco», o descansar «de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen» (Apoc. 14:13). Aquellos que han rechazado y resistido al evangelio «no tienen reposo de día ni de noche» (Apoc.14:11). Los mártires asesinados no vuelven a la vida hasta el retorno de Cristo. Juan los ve más tarde en Apocalipsis 19:2 en el centro de la multitud redimida que se regocijaba delante del trono y alababa a Dios por juzgar a Babilonia y vengar «la sangre de sus siervos de la mano de ella.» Más tarde también ve a las mismas «almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios» volviendo a la vida en la Segunda Venida y reinando con Cristo en los lugares celestiales durante mil años (Apoc. 20:4). Entretanto, estos fieles muertos descansan bajo el vigilante cuidado de Dios hasta el día de la resurrección.

A los mártires se les dijo que descansaran un poco mientras que sus consiervos, es decir, sus hermanos que’ están a punto de ser muertos, puedan ser hechos completos como ellos mismos lo habían sido. Los fieles mártires fueron obedientes hasta el punto de la muerte. Son hechos completos con referencia al carácter. Están vestidos con ropas blancas, que simbolizan su victoria sobre el pecado, y su fidelidad a Dios. Tienen que descansar hasta que sus consiervos, es decir, sus hermanos también estén completos; es decir, hasta que alcancen el mismo nivel de obediencia y fidelidad. Ese tiempo se describe más tarde en Apocalipsis 19:7-8 donde Juan ve al pueblo de Dios vestido «de lino fino y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos». Son los que «han lavado sus ropas, y las han· emblanquecido en la sangre del Cordero» (7:14). En ese momento las oraciones de los santos martirizados bajo el altar serán respondidas, pues Dios finalmente ejecutará el juicio sobre los enemigos y opresores de su pueblo fiel.


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