Las adicciones

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Dr. Mario R. Pereyra

El alcoholismo

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje… y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Gálatas 5: 19 y 21

La Biblia registra muchos casos de consumo de bebidas alcohólicas, algunos de los cuales parecen ser actos de ingesta excesiva, con estados de intoxicación agudo, pero no estados de alcoholismo, es decir, un comportamiento habitual de consumo con dependencia etílica, en cambio otros casos parecen ser de alcohólicos crónicos con síntomas graves. El primer caso de embriaguez que se menciona es el de Noé (Génesis 9:20, 21), que hace pensar que fue un episodio único, de consumo exagerado de quien no estaba acostumbrado, por lo tanto, no tenía tolerancia a las bebidas embriagantes, perdiendo la conciencia de sus actos, ya que se desnudó exponiéndose a la vista de sus hijos, aunque se escondió para no ser visto.

Considera el Comentario Bíblico Adventista: “̒El vino es escarnecedor (Proverbios 20:1) y puede engañar a los hombres más sabios si no son vigilantes. La embriaguez deforma y degrada el templo del Espíritu Santo que somos nosotros, debilita los principios morales y así expone al hombre a incontables males. Pierde el dominio tanto de las facultades físicas como mentales. La intemperancia de Noé trajo vergüenza a un anciano respetable, y sometió al ludibrio y a la burla a uno que era sabio y bueno”.
Otro caso es el de Lot (Génesis 19:30-35), que fue embriagado por sus dos hijas para que ellas pudieran tener descendencia de él, ya que no habría otros hombres en el lugar. Narra el relato bíblico que “Esa misma noche emborracharon a su padre y, sin que éste se diera cuenta de nada, la hija mayor fue y se acostó con él” (vs.33). Al otro día se repitió la misma escena pero con la hija menor. Es claro que las hijas aprendieron de su estancia en Sodoma esas estrategias de utilizar el alcohol para obtener placer sexual, que eran prácticas comunes en esa ciudad corrompida. Aunque el relato es muy breve y suprime muchos detalles llama la atención de dónde sacaron el alcohol para emborrachar al padre, ya que vivían en una cueva (¿lo habrían traído de Sodoma? ¿Serían alcohólicas?) Y el hecho de que el padre perdiera totalmente la conciencia de sus actos, ya que “no se dio cuenta de nada”. Ese grado de amnesia ocurre en la segunda fase del alcoholismo, que se denomina “palimpsesto alcohólico”. En la evolución de la enfermedad etílica aparece el palimpsesto alcohólico o laguna mental, entre otras conductas, como indicadores de la fase prodrómica, una etapa más avanzada. Se caracteriza porque a la mañana siguiente el enfermo despierta sin poder recordar que ocurrió la noche anterior. Sabe que estuvo en un lugar dado, que en dicho lugar se hallaban determinadas personas, pero no puede recordar que hizo, que temas conversaron, si bebió o no y no puede recordar cómo volvió a su casa. El palimpsesto es una forma de amnesia retrógrada semejante a la amnesia por anoxemia de los pilotospero en el caso del alcohólico, la amnesia sería la consecuencia de un déficit de oxígeno debida a la acción del tóxico. Durante el palimpsesto, el enfermo puede mantener una conversación enteramente normal y realizar actos muy complicados, sin error o tener relaciones sexuales como Lot, sin que luego recuerde nada de ello. Jellinek, uno de los expertos más reconocido en el alcoholismo, relata lo ocurrido a uno de sus enfermos. «Un alcohólico que yo conozco se levantó un día y con mucha desesperación se acordó que el día anterior se había embriagado y había olvidado ir a una cita que tenía con un industrial muy importante. Se vistió apresuradamente y fue a la oficina del industrial excusándose profundamente por su falta de atención al no haber aparecido el día anterior. El industrial lo miró sorprendido y le dijo: pero amigo, usted ha estado aquí ayer y me ha explicado su proposición». La presencia del palimpsesto alcohólico denunciaría que Lot, no era como Noé un novato en la ingesta, sino un bebedor consuetudinario.

Otra historia bíblica de alcoholismo presenta una complicación que habitualmente observamos en la clínica, cuando el alcoholismo no afecta solo a un miembro de la familia sino a toda ella, ya que la familia gira en torno a la adicción, la llamada “familia alcohólica”. Es el caso bíblico de Nabal, que registra 1 Samuel 25. Allí se narra que en Maón, vivía un hombre muy rico, pero grosero, violento, de malas actitudes y alcohólico. Estaba casado con Abigail, una mujer hermosa e inteligente. Quiso las circunstancias que David, habiendo protegido los obreros y cuidado los rebaños de Nabal, enviara una delegación a cobrar sus honorarios, pero Nabal respondió de malas maneras, negándose a pagar. Cuando David supo del insulto, se enojó mucho y se propuso tomar una represalia violenta. Mientras tanto, un empleado de Nabad, le informó a Abigail lo ocurrido, haciendo que ésta fuese a enderezar el entuerto del esposo, algo que logró con notable habilidad, mostrando que ese rol era una práctica habitual en ella. La historia tuvo un final trágico para Nabal, ya que falleció poco después, probablemente debido a un infarto o derrame cerebral, en tanto, Abigail se convirtió en una esposa de David.

En las familia alcohólica existen mecanismos para amortiguar o reparar los daños realizados por los actos desacertados del alcohólico de forma tal que puedan seguir funcionando lo mejor posible, como ocurrió con la familia de Nabad. Allí aparece un informante y la esposa que intervienen para enmendar el problema. Peter Steinglass, en el libro titulado La familia alcohólica (Editorial Gedisa, 1989), explica cómo vive una familia en la cual el alcoholismo es central, alrededor del cual se organiza la vida familiar, ejerciendo profundos efectos sobre sus integrantes, tanto en los que beben como en quienes no lo hacen. Muestra que la identidad alcohólica de una familia los mantiene unidos y en un funcionamiento relativamente normal. La bibliografía destaca especialmente el papel de la mujer del alcohólico, llamada co-alcohólica, ya que la droga de ella es el esposo, como la del esposo es el alcohol. La Dra. Norwood las llamó: “Las mujeres que aman demasiado”, las que «siempre desea y espera que el cambie», pero de alguna manera actúa para preservar el alcoholismo. Son mujeres que tienen la idea que el amor sufrido puede redimir al hombre, viviendo obsesionada por su cónyuge convirtiéndose en adicta a su pareja. «Una experiencia adictiva es aquella que absorbe la conciencia de una persona y al igual que los analgésicos alivia su sensación de ansiedad y dolor» (Norwood, 1986, 40). Es la mujer mártir, similar al adicto, no puede tolerar la falta del esposo sin sufrir una suerte de síndrome de abstinencia, le aterra la idea de la separación o que la abandonen. Naturalmente que este tipo de mujer tiene muy pobre autoestima. Se disculpa excesivamente por casi todo. Frente a una contrariedad o error se menosprecia echándose inmediatamente la culpa. Está a la defensiva y se esfuerza por justificar su comportamiento. Es muy susceptible. Nunca espera que alguien le haga un favor, más bien está dispuesto a darlo. En el fondo supone que ella merece ser la última. ¿Habrá sido Abigail una co-alcohólica, una mujer que “amaba demasiado”? Es posible. Por lo menos resulta llamativo que Abigail no jugó ningún rol importante en la vida de David, solo haber tenido un hijo de él (1 Crónicas 3:1-9). También es curioso que se la cite como la “viuda de Nabad”, como si el fantasma del esposo alcohólico hubiere marcado su destino aún después de muerto.

El tratamiento del alcoholismo

¿De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares? ¿De quién son los pleitos? ¿De quién las quejas? ¿De quién son las heridas gratuitas? ¿De quién los ojos morados? ¡Del que no suelta la botella de vino ni deja de probar licores! No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora. Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces.  Te parecerá estar durmiendo en alta mar, acostado sobre el mástil mayor.  Y dirás: «Me han herido, pero no me duele. Me han golpeado, pero no lo siento. ¿Cuándo despertaré de este sueño para ir a buscar otro trago?»
Proverbios 23:29-35 (NVI)

Jesús advirtió a sus seguidores contra la embriaguez, porque eso los dejaría sin la preparación necesaria para encontrarse con él en su segunda venida (Lucas 21:34). Pablo reprendió a los corintios, recién convertidos del paganismo, por embriagarse en la Cena del Señor (1 Corintios 11:20, 21). También amonestó a los romanos con respecto a la embriaguez (Romanos 13:13) y advirtió a los gálatas de no caer en la adicción etílica porque los tales no entrarán en el reino de Dios (Gálatas 5:21).

Seguramente el planteamiento más completo acerca del alcoholismo con algunas sugerencias terapéuticas es el que hace Salomón en el consejo número 18 de “los 30 dichos de los sabios” (donde el 18 es el más largo de los 30) que presenta en los Proverbios, en los capítulos 22:17 al 24:22. Allí se enfatiza que el alcoholismo es un camino plagado de “lamentos”, “pesares”, “pleitos”, “heridas”, “ojos morados” y de otros síntomas más graves, como alucinaciones (“alucinosis alcohólica”), fantasías exóticas o delirios (“delirium tremens”), intoxicaciones con pérdida del conocimiento y pérdida de la sensibilidad, sin embargo, a pesar de todas estos calamidades y padecimientos difícilmente el etílico abandonará la adicción. El planteamiento bíblico está orientado a despertar la conciencia del mal, promoviendo el autoconocimiento del problema, que es uno de los procesos del cambio (según Prochaska y Di Clementi), para adquirir conciencia de iniciar un tratamiento en serio. Aunque el enfoque bíblico es fundamentalmente preventivo más que asistencial (quizás porque reconoce lo difícil que es superar la adicción), aconsejando a evitar la seducción de la bebida (dice: “no te fijes en lo rojo del vino cuando brilla en la copa”) y a mantenerse lejos de los bebedores (Proverbios 23:20), «porque el bebedor” “empobrece» (versículo 21) o destruye.

La adicción sexual

«Cuando una persona asocia repetidamente consecuencias negativas con actos sexuales  y quiere parar pero no puede, a pesar de múltiples intentos, lo más probable es que sea adicto al sexo.»
Katehakis

Un experto en el tema declara: «El cerebro puede hacerse adicto a los químicos que se liberan durante el acto sexual o cuando se ve pornografía. El centro de recompensa del cerebro se estimula de gran manera y, si esto ocurre frecuentemente, el cuerpo produce un ansia por elevar la actividad de los neurotransmisores (la sustancia química que transmite los impulsos nerviosos)». Y agrega: «En este caso es muy difícil detener la actividad sexual». Hay muchas personas que padecen este tipo de adicción, tomando conciencia de su gravedad, al declarar: «Tengo miedo de perder a mi esposa». «Tengo miedo de perder mi trabajo porque paso muchas horas al día mirando porno en internet mientras estoy en el trabajo». «Temo contagiarme de HIV-sida porque tengo sexo de alto riesgo». Sin embargo, persisten en el comportamiento.

Esta patología está reconocida en el Manual Diagnóstico de la Asociación Psiquiátrica Americana, DSM-IV, donde se presenta los indicadores que exhiben la presencia de la adicción.
 
Señales de la adicción

  • Ciertos tipos de comportamientos como sexo frecuente casual o sexo de alto riesgo.
  • Uso excesivo de pornografía
  • Estar preocupado por un posible comportamiento
  • Querer detener o cambiar el comportamiento sexual
  • Sentir que es imposible parar
  • Usar el sexo como una manera de hacerle frente a otros problemas
  • Necesitar más sexo para obtener el mismo resultado
  • Sentirse triste o culpable
  • Pasar cada vez más tiempo pensando y planeando actividades sexuales
  • Perderse eventos sociales importantes o incluso el trabajo para conseguir más sexo

La historia bíblica describe el caso de un personaje que podría incluirse entre los adictos al sexo. Se encuentra en el libro de los Jueces (capítulos 14 al 16) donde se narra cinco episodios de la vida de este personaje, llamado Sansón. Allí se trata los aconteci­mien­tos anuncia­do­res de ­su nacimien­to y las circunstancias relacionadas con el matrimo­nio (Jueces 14:1-20), el enfrentamiento con los filisteos (15:1-20), la visita a una prostitu­ta en Gaza (16:1-3), la traición de Dalila (16:4-21) y los hechos de su cautiverio y muer­te (16:22-30). Aunque Sansón fue destinado a realizar la misión de liberar a su pueblo del dominio extranjero, desde su primera aparición se lo ve interesado en mujeres y no en su obra. El primer episodio que es cuando desea casarse con una mujer filistea, del pueblo enemigo, porque “cayó bien a mis ojos” (14:3). En otra ocasión, fue a la ciudad de Gaza y lo primero que hace es ir a buscar una ramera. Después lo vemos enamorado de otra mujer llamada Dalila que lo traicionó revelando el secreto de su poder. Dalila le cortó el cabello y el Espíritu de Dios se apartó de Sansón, que indefenso fue capturado, sacándoles los ojos y arrojado a la cárcel, forzado a realizar trabajos pesados. En esas circunstancias críticas, Sansón produjo un cambio radical. Reflexionó, oró intensamente a Dios, se arrepin­tió, cambió su vida. De un hombre hedonista, interesado en su propia satisfacción, se convirtió en un héroe de la fe. Precisamente, el último acto de su existencia, lo muestra sacrificando su vida por la libertad del pueblo, cumpliendo la misión para la cual había nacido. En una fiesta realizada en el templo del dios Dagón, Sansón fue llevado para divertimiento del pue­blo y regodeo del triunfo. El pelo le había crecido otra vez y clamando a Dios recibió nuevamente su fuerza descomu­nal, entonces, asiendo las dos columnas principa­les del edificio, presionó hasta tumbarlo. Aunque Sansón sucumbió, en ese acto heroico logró matar tres mil enemi­gos, ayudando a la liberación de su pueblo.

Hay un punto clave en el relato: el tema de la mirada. Desde el principio al fin la vista juega un rol gravitante. Se enamora de la filistea porque “ella está bien a mis ojos”, hecho que probablemente también ocurrió con la prostituta de Gaza y con Dalila. Los adictos al sexo y a la pornografía, están, por lo general, centrados en la mirada. Algunos son voyeuristas y otros exhibicionistas, manifestaciones que se categorizan dentro de los “Trastornos sexuales y de la identidad sexual”. El voyeurismo se define como fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican el hecho de observar ocultamente a personas, desnudándose o que se encuentren en plena actividad sexual. El exhibicionismo se define como fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican la exposición de los propios genitales a un extraño que no lo espera.

Por eso la ­pérdi­da de la vista en Sansón resultó una terapia altamente eficaz porque fue a partir de ese momento decisivo cuando pudo mirar hacia adentro, percibirse a sí mismo, descubrir cuál era ­el sentido de su vida y asumir su misión. Allí derrotó su adicción al sexo, se arrepintió y cambió su destino. Es significativo que el mensaje bíblico presente una paradoja existencial, cuando el castigo se convierte en bendición. El ejemplo de Cristo cons­tituye el mo­delo por excelencia: la cruz símbolo del oprobio y la humilla­ción se trans­forma en expiación y redención del mundo. Significa que opresiones tan graves y difíciles de superar como la adicción al sexo a la pornografía o a las drogas psicoactivas tienen esperanza cuando interviene la Providencia, que rompiendo las cadenas del fatalismo, abre la puerta de la esperanza, con su apuesta al cambio.

Otra intervención terapéutica, de carácter preventivo, aparece en los consejos que encontramos en Proverbios, capítulo 5: “Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce. Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos.  Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. Y dirás: «¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad.» Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena? Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez.” (Proverbios 5).

Las adicciones en el tiempo del fin

“Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. De otra manera, aquel día caerá de improviso sobre ustedes.” Lucas.21:34 (NVI)

El Señor Jesucristo advirtió que en el tiempo del fin imperarían dos patologías importantes, los trastornos de la ansiedad (“las preocupaciones de esta vida”) y el alcoholismo (“la embriaguez”). Sabemos que los trastornos de ansiedad es una de las perturbaciones más frecuentes de la salud pública a nivel de la salud mental, ya que las estadísticas revelan que existe una prevalencia entre el 18% y el 20% de la población que padecen estas alteraciones, es decir, una de cada 5 personas. Por otra parte, el consumo alcohólico se sitúa entre el 60 y el 80% de la población, según los países, donde los adictos o dependientes suelen alcanzar puntajes del 10 al 20% de la población. Las palabras de Jesucristo revelan que nadie está exento de caer en esas patologías y por eso hace un llamado a estar alertas, a no perder la conciencia de estos problemas (“endurezca el corazón”) y ser víctima de las adicciones, ya que en esas circunstancias podemos poner en serios riesgos nuestra salvación eterna.

También el Apocalipsis describe el tiempo del fin refiriéndose a las operaciones de Babilonia, ese poder perverso que viene trabajando desde la antigüedad contra el pueblo de Dios. Específicamente se previene contra dos estrategias muy efectivas que utilizará con mucho esmero, la adicción al sexo y a las sustancias psicoactivas como el alcohol. Textualmente declara  Apocalipsis 17:2, que con “ella (Babilonia) cometieron adulterio los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su inmoralidad”. Se la describe como una prostituta y las metáforas que utiliza tienen relación con el alcoholismo y las perversiones sexuales. Por eso, el apóstol Pablo, exhorta a estar precavido contra estos males, al decir: “Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias” (Romanos 13:13).

Mario Pereyra es doctor en psicología, psicólogo clínico, terapeuta de familia, docente universitario, investigador y escritor. Actualmente se desempeña como Catedrático del Posgrado de la Maestría en Relaciones Familiares y Coordinador en Investigación de Psicología Clínica de la Universidad de Montemorelos, México. Lleva publicado 350 artículos y 21 libros.

Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista, tomo 1, p. 178.

Categorías: Salud

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