La obra de los profetas

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La vida de un profeta nunca fue fácil. Isaías fue asesinado, Jeremías fue puesto en la cárcel, Daniel fue arrojado a los leones, y Pablo soportó dificultades que un mortal más débil no habría podido sobrevivir. "De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas, una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar" (2 Corintios 11:24,25).

Aunque Elena de White no fue atacada físicamente por seres humanos, como Pablo, en más de una ocasión Satanás intentó qui­tarle la vida. En 1858, mientras Elena y su esposo Jaime, estaban regresando a Battle Creek después que ella recibió la visión de la gran controversia en Lovett’s Grove, Ohio, se detuvieron en Jackson, Michigan, para visitar a la familia Palmer. El ataque ocurrió mientras ella estaba conversando con la Sra. Palmer. Describiendo lo que sucedió, más tarde ella escribió: "Mi lengua se rehusó a ar­ticular lo que yo quería decir, y parecía grande y paralizada. Sentí en mi corazón una extraña sensación de frialdad, que pasó por mi cabeza, y se extendió por mi costado derecho. Por un tiempo estuve insensible e inconsciente, pero fui despertada por la voz de la ora­ción ferviente". [1]

Tres meses más tarde, en una visión que recibió en Battle Creek, se le mostró quién estaba realmente detrás de la angustiosa expe­riencia que sufrió en el hogar de los Palmer. "Se me mostró en visión que en el repentino ataque que sufrí en Jackson, Satanás in­tentó quitarme la vida, a fin de impedir que escribiera la obra que estaba por empezar, pero los ángeles de Dios fueron mandados en mi rescate. También vi., entre otras cosas, que sería bendecida con mejor salud que antes del ataque". [2]

Además de las enfermedades que la molestaron de tanto en tanto, su vida estuvo lejos de ser fácil. En los primeros años de su ministerio profético, ella y Jaime fueron muy pobres y tuvie­ron que depender de otros para su alojamiento y muebles. Como en ese tiempo los ministros no recibían un salario, Jaime trabajó mucho acarreando piedras para el ferrocarril y hachando leña por cincuenta centavos por día para sostener a su familia y hacer pro­gresar la causa.

Dos de los cuatro hijos de los White murieron jóvenes, y Jaime mismo se desgastó con los viajes, las predicaciones, los artículos que escribía y la conducción de la incipiente iglesia desde sus comienzos hasta 1881, cuando murió a los sesenta años de edad. Durante los siguientes treinta y cuatro años de su vida, Elena de White conti­nuó trabajando, sin el apoyo de su esposo, como mensajera de Dios a la iglesia remanente. En el resto de este capítulo, consideraremos algunas de las funciones que realizó en su trabajo como mensajera de Dios.

Predicación del evangelio

El evangelio, o las buenas nuevas, es el mensaje central del Nuevo Testamento. Que "el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley" (Romanos 3:28) también fue el mensaje central de los reformado­res, tales como Martín Lulero y Ulrico Zwinglio. Elena de White tenía una enorme admiración por Martín Lulero. La luz de la re­forma era para ella "la gran doctrina de la justificación por la fe, tan claramente enseñada por Lutero". [3]

Ella aceptó el evangelio como lo presentaron los reformadores y fue hasta el extremo de decir que "Cristo era protestante […] Los reformadores vuelven a lo que Cristo y los apóstoles enseñaron. Salieron y se separaron de una religión de formas y ceremonias. Lutero y sus seguidores no inventaron la religión reformada. Sen­cillamente la aceptaron como la presentaron Cristo y los apóstoles". [4]

Elena de White reconocía la necesidad de predicar este evange­lio a nuestros propios miembros. "Nuestras iglesias", escribió, "están muriendo por falta de enseñanza sobre el tema de la justificación por la fe en Cristo, y de otras verdades relacionadas con ella”. [5]

En su proclamación del evangelio, ella distinguía claramente la ley del evangelio. La ley presenta las condiciones para alcanzar la vida eterna, y esa condición "es ahora exactamente la misma de siempre, tal cual era en el paraíso antes de la caída de nuestros pri­meros padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta jus­ticia". [6] El evangelio suple lo que la ley demanda. Nos dirige a Jesús, quien es la justicia perfecta que la ley demanda. "Toda alma puede decir: ‘Mediante su perfecta obediencia, Cristo ha satisfecho las demandas de la ley y mi única esperanza radica en acudir a él como mi sustituto y garantía, el que obedeció la ley perfectamente por mí’". [7]

Aunque Elena de White hacía una distinción básica entre la ley y el evangelio, el énfasis en sus escritos era sobre la armonía de la ley y el evangelio. "Debemos presentar juntos la ley y el Evangelio, porque van juntos". [8] Repetidamente amonestó a los mi­nistros a presentar ambos juntos, porque "la ley y el Evangelio han de ser predicados a la gente; pues la ley y el Evangelio combinados, convencerán del pecado. La ley de Dios, aun cuando condena el pecado, señala al Evangelio, revelando a Jesucristo, en el cual ‘habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente’ […] Así, tanto la ley como el Evangelio, están combinados. En ningún discurso se los debe divorciar". [9]

Elena de White también escribió mucho sobre la santificación, que ella consideraba como "el resultado de una vida de obedien­cia". [10] Es un proceso de gracia divina que restaura "en el hombre la imagen moral de Dios". [11] No es la obra de un momento, sino un "proceso refinador diario, en la forma en que Dios la hace, de hacer su voluntad hasta que los verdaderos creyen­tes estén completos en él". [12] Al proclamar el evangelio, Elena de White se conformó muy estrechamente con la tradición protestante.

Guió al pueblo de Dios

En Oseas 12:13 se nos dice que "por un profeta Jehová hizo su­bir a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado". Preservar o proteger y guiar al pueblo de Dios fue una de las principales fun­ciones de los profetas bíblicos, así como del ministerio profetice de Elena de White. Además de escribir los muchos libros publicados durante su vida, [13] por más de treinta y cinco años Elena de White contribuyó importantes artículos, casi cada semana, a los periódicos publicados por la iglesia en inglés, alemán, danés-noruego, y otros idiomas. Los miembros de la iglesia esperaban estos artículos sema­nales como mensajes del Señor. Con frecuencia eran usados en las reuniones del sábado cuando no había ningún pastor presente.

En estos artículos Elena de White trataba diversos temas de im­portancia teológica y práctica. Un tema que ella trató repetidamen­te fue el del hogar: [14] el gozo, el amor y la paz que debiera encontrarse en cada hogar cristiano. Otro tema que trató con frecuencia fue el de la salud: [15] lecciones sobre salud, y estímulo a la fidelidad en la re­forma pro salud. "El evangelio debe estar entrelazado con los prin­cipios de la verdadera reforma pro salud", aconsejó ella. [16]

De tiempo en tiempo ella daba consejos prácticos acerca de la vida cristiana. Cómo guardar el sábado era un tema importante: "Toda la preparación necesaria para el sábado debiera hacerse el viernes", dijo ella. "El sábado de mañana, si el tiempo está fresco, provéanse gachas calientes. Fuera de esto, se debería evitar toda coc­ción como una violación del sábado". [17]

En estos artículos semanales, ella se ocupaba de diversos temas. En respuesta a la pregunta "¿Debieran bailar los cristianos?" ella es­cribió que "el baile no tiene lugar en la vida cristiana. Cuando sienta deseos de ocuparse en este entretenimiento, vaya en la imaginación al Getsemaní, y contemple la angustia que Cristo soportó por no­sotros". [18] Sobre el tema de las joyas, ella declaró: "Vestirse sencillamente y abstenerse de ostentar joyas y adornos de toda clase está de acuerdo con nuestra fe". [19] Y con respecto al deber de perdonar, ella aconsejó: "Debemos imitar la longanimidad de Dios hacia nosotros". [20] Algunos de los otros temas que trató fueron "Exigir usura de los hermanos"; [21] "Muchos cristianos fabrican vino y sidra"; [22] "Casamientos no sabios"; [23] y "Cómo tratar con los que yerran". [24]

Mientras Elena de White vivía, estos mensajes semanales guia­ban a los líderes de la iglesia, cuando estaban dispuestos a escuchar.

Los mensajes "ejercitaban una influencia muy útil en unir, organi­zar, inspirar y mantener el movimiento adventista. Aun los minis­tros de otras iglesias los usaron". [25]

Afrontar el fanatismo

Desde el mismo principio de su ministerio, Elena de White tuvo que afrontar el fanatismo y la oposición. Algunas personas preten­dían ser perfectas; otras declaraban que no debía trabajarse más; y algunos seguían poniendo fechas para el regreso de Cristo.

Una vez, durante un tiempo cuando un grupo de fanáticos en las cercanías de Boston se opusieron fuertemente al ministerio de Ele­na de White, ella fue llevada en visión durante más de cuatro horas. En 1859, Otis Nichols describió lo que sucedió en esa ocasión:

"Sargent, Robbins y French [líderes entre los fanáticos] estaban muy exasperados así como excitados de escuchar a la Hermana White hablar en la visión, que ellos declararon que era del diablo. Ellos agotaron toda su influencia y fuerzas físicas para destruir el efecto de la visión. Se ponían a cantar en voz muy alta, y luego al­ternadamente hablaban y leían de la Biblia en voz muy alta con el fin de que no se pudiera escuchar a Elena, hasta que sus fuerzas se agotaron y sus manos temblaban, de modo que no pudieron leer la Biblia.

"Pero en medio de toda esta confusión y ruido, la clara y aguda voz de Elena cuando hablaba en visión, la oyeron todos los presentes". [26]

El Sr. Thayer, el dueño de casa, había escuchado que se podían detener las visiones producidas por el poder satánico abriendo una Biblia y depositándola sobre la persona en visión. Él tomó una Bi­blia de familia muy pesada y la puso abierta sobre el pecho de la Sra. White. Estando todavía en la visión, ella tomó la Biblia y la levantó tan alto como podía. Sosteniendo la Biblia en una mano, y dando vueltas las páginas con la otra, sin mirarlas, señalaba diversos pasajes bíblicos y, todavía sin mirarlos, los citaba correctamente. Nichols recordaba: "Algunos de los pasajes se referían a los juicios contra los impíos y blasfemos, y otros eran amonestaciones e instrucciones relacionados con nuestra condición actual".

"En este estado ella continuó toda la tarde hasta que cerca de la puesta del sol salió de la visión". [27]

Como resultado, los fanáticos fueron silenciados, y los que no habían estado seguros se convencieron que Dios estaba realmente dirigiendo al pequeño grupo de creyentes adventistas por medio del don de profecía.

Reprobar el pecado

La entrada del pecado en el mundo por medio de la caída de nuestros primeros padres condujo a toda la raza humana al pecado (Romanos 5:12; 3:23). Para remediar la situación, Cristo vino y murió en la cruz (Juan 3:16; Romanos 5:10). Antes de regresar al cielo, él prometió enviar al Consolador, el Espíritu Santo. "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8).

A nadie le gusta que le reprochen los pecados cometidos, y no obstante los profetas, así como los ministros hoy, son llamados para reprender el pecado en la iglesia. Elena de White dijo que esta era una de las tareas más difíciles que se le asignaron. Repren­der los pecados privados era para ella una "tarea desagradable". [28] Sin embargo, ella escribió: "Se me ha mostrado que Dios ha puesto esta obra sobre mí". [29] No obstante, ella sabía que "Algunos no escucharán las advertencias o las reprensio­nes". [30]

El triste resultado de esta clase de actitudes se ve en la historia de Stephen Smith y un testimonio que no leyó. [31] En 1850, Smith y su esposa aceptaron el mensaje adventista. A Smith le gustaba el sábado, pero estaba inclinado a dejarse desviar por personas que pretendían tener nueva luz, y él se opuso a Elena de White y sus visiones. Así que dejó la iglesia.

La Sra. White recibió una visión que revelaba cómo sería la vida de Smith si persistía en el curso de acción que estaba siguiendo. Ella le escribió una carta contándole lo que ella había visto, y ape­lando que se volviera de su descarrío. Cuando Smith recibió la car­ta, temió que fuera un testimonio de reprensión, de modo que sin abrirla, la guardó en el fondo de un baúl. Durante veintiocho años ese testimonio quedó en el fondo de ese baúl, sin haberlo abierto ni leído.

Aunque Smith había abandonado la iglesia, su esposa perma­neció fiel. Ella siguió recibiendo la Review and Herald [La Revista Adventista], y un día, veintisiete años después que Smith se había alejado de la iglesia, él tomó un ejemplar de esa revista y leyó un artículo que había escrito Elena de White. Ese artículo le habló al corazón; siguió leyendo sus artículos cada semana, y comenzó a ablandarse.

Durante el año siguiente (1885), el pastor Eugene Farnsworth di­rigió unas reuniones de reavivamiento en Washington, New Hampshire, no muy lejos del hogar de los Smith. Smith había conocido a Eugene cuando eran muchachos, y lo había visto crecer, de modo que decidió asistir a las reuniones. Al escuchar los mensajes de Farn­sworth, entregó de nuevo su corazón al Señor. Entonces recordó la carta que Elena de White le había escrito veintiocho años antes. La sacó del fondo del baúl, la abrió y leyó una descripción de su vida durante esos veintiocho años, contando toda la amargura y chascos que había experimentado.

El sábado siguiente, Smith contó la historia a los miembros re­unidos para el culto de adoración. Él dijo: "Yo mismo recibí un testimonio hace veintiocho años. Lo llevé a casa y lo guardé en un baúl, sin leerlo, hasta el jueves pasado […] Cada palabra del testi­monio para mí es cierta, y lo acepto. Y he llegado al momento en que finalmente creo que ellos [los testimonios de Elena de White] son todos de Dios, y que si hubiera hecho caso del que Dios me mandó a mí, así como al resto de ellos, hubiera cambiado todo el curso de mi vida, y yo hubiera sido un hombre diferente". [32]

¡Cuánto mejor hubiera sido la vida de este hombre si hubiese atendido el consejo y la amonestación de la sierva de Dios! Repro­bar el pecado es una marca de un verdadero profeta, algo que Dios inspira al profeta que haga para nuestro beneficio.

Predecir el futuro

Con pocas excepciones, predecir el futuro fue sólo una pequeña parte de la obra de los profetas bíblicos. Encontramos que lo mismo es verdad en la vida y la obra de Elena de White; su obra consistió principalmente en aconsejar y guiar a la iglesia. Sin embargo, se le dieron una cierta cantidad de profecías, específicamente con res­pecto a los eventos del tiempo del fin.

Una de las profecías más interesantes se encuentra en Joyas de los testimonios, tomo 2. En 1885 ella escribió: "Cuando el protes­tantismo extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano, cuando se incline por encima del abismo para darse la mano con el espiritismo, cuando, bajo la influencia de esta triple unión, nuestro país repudie todo principio de su constitución como gobierno protestante y republicano, y haga provisión para la propagación de las mentiras y seducciones papales, entonces sabre­mos que ha llegado el tiempo en que se verá la asombrosa obra de Satanás, y que el fin está cerca". [33]

En 1885 el movimiento ecuménico como lo conocemos hoy estaba todavía en un futuro distante. En ese tiempo, no sólo los protestantes estaban peleándose con respecto al "robo de ovejas" en los campos misioneros, sino que la mayoría de ellos estaban vio­lentamente opuestos a la Iglesia Católica Romana también, como algunos todavía lo están en Irlanda del Norte.

La idea de un movimiento ecuménico fue concebida en 1910 en la Conferencia Misionera Mundial, en Edimburgo. Sin embargo, por causa de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, pasaron casi otros cuarenta años hasta que nació el "bebé" ecuménico. En 1948, 351 delegados de 147 iglesias protestantes se reunieron en Amsterdam, Holanda, para organizar el Concilio Mundial de Igle­sias. Desde entonces, el movimiento ecuménico ha crecido. Hoy, unas 340 iglesias con casi 600 millones de feligreses pertenecen al Concilio Mundial de Iglesias, que tiene sus oficinas en Ginebra, Suiza.

Durante los primeros doce años después de 1948, solo iglesias protestantes pertenecían al Concilio Mundial de Iglesias. Luego en 1961, las iglesias ortodoxas comenzaron a unirse, y en 1964 prác­ticamente todas las iglesias ortodoxas eran miembros de esa orga­nización. Sin embargo, la iglesia cristiana más numerosa –la Iglesia Católica Romana, con más de mil millones de feligreses– todavía no se había unido al Concilio Mundial de Iglesias como miembro. ¿Qué diremos acerca de la predicción de Elena de White de que "el protestantismo extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano"?

El 29 de marzo de 1994, cuarenta líderes protestantes evan­gélicos y católico romanos personas tales como Pat Robertson y el cardenal John O’Connor firmaron un documento titulado: "Evangelicals and Catholics Together: The Christian Mission in the Third Millenium" [Evangélicos y católicos juntos: la misión cristiana en el tercer milenio]. [34] Los titulares cubrieron las tapas de los diarios por todo Norteamérica y decían: "Los cristianos anun­cian una nueva era", y "Los católicos abrazan a los evangélicos: Los conservadores de ambos grupos acuerdan aceptarse mutua­mente como cristianos".

En 1995 apareció un libro que tenía por título: Evangélicos y Ca­tólicos juntos: Hacia una misión común. En él, los autores afirman que los "católicos y protestantes europeos [han] dado por concluido que la condena de la Reforma estuvo basada en conceptos equivocados, estuvieron apuntando a posiciones extremas del otro lado, y ya no se aplican a la situación actual". [35] Uno se pregunta si Martín Lutero y miles que dieron sus vidas por los principios de la Reforma dirían eso. Pero la predicción de Elena de White, que debe haber parecido improbable cuando fue hecha, debiera llevarnos a esperar exacta­mente esta situación.



[1] Notas biográficas de Elena G. de White, p. 179

[2] Mensajes selectos, tomo 3, p. 112

[3] El conflicto de los siglos, p. 295

[4] Review & Herald, 1° de junio de 1886

[5] Ibíd., 25 de marzo de 1890

[6] El camino a Cristo, p. 61

[7] Mensajes Selectos, tomo 1, p. 464

[8] Obreros evangélicos, p. 169

[9] Ibíd., p. 172

[10] Los hechos de los apóstoles, p. 463

[11] Ministerio médico, p. 309

[12] Manuscript Releases, tomo 4, p. 354

[13] Cuando Elena de White murió en 1915, había veinticuatro libros de ella en circulación, y dos más estaban listos para llevar a la imprenta

[14] Por ejemplo, Review and Herald, 12 de septiembre de 1871; 13 de marzo de 1894; Signs of the Times, agosto 16, 23, 30; septiembre 6,13; noviembre 29; diciembre 6, 20, de 1877.

[15] Por ejemplo, Review and Herald, mayo 27, julio 29, de 1902; febrero 10, 17, 24, marzo 3 de 1910.

[16] Testimonies, tomo 6, p. 379

[17] Review & Herald, 8 de mayo de 1883

[18] Ibíd., 28 de febrero de 1882

[19] Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 350

[20] Review & Herald, 16 de noviembre de 1886

[21] Ibíd., 11 de marzo de 1884

[22] Ibíd., 25 de marzo de 1884

[23] Ibíd., 2 de febrero de 1886

[24] Ibíd., 25 de noviembre de 1902

[25] L. H. Christian, The Fruitage of Spiritual Gifts (Washington, D. C.: Review and Herald ®, 1947), p. 218.

[26] Arthur L. White, Ellen G. White: The Early Years (Hagerstown, Md.: Review and Herald ®, 1985), p. 103.

[27] Ibíd, p. 104.

[28] Notas biográficas de Elena G. de White, p. 196

[29] Testimonies, tomo 3, p. 259

[30] Review & Herald, Suplemento, 1881

[31] Ver Ellen G. White: The Early Years, pp. 490-492.

[32] Ibid, p. 492.

[33] Joyas de los testimonios, tomo 2, p. 151.

[34] Keith A. Fournier y W. D. Watkins, A House United? (Colorado Springs, Colo.: Navpress, 1994), p. 337.

[35] Charles Colson y Richard J. Neuhaus, eds., Evangelicals and Catholics Together: Toward a Common Mission (Dallas: Word Publishing, 1995), p. 108.

 

 


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