El Padre Nuestro – Parte 2

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El Padre Nuestro – Parte 2

 

Las palabras “como también nosotros [hos kai heµmeis, ‘en la misma forma en que también nosotros’] hemos perdonado [aoristo] a nuestros deudores” (Mt. 6.12) y “porque también nosotros perdonamos [presente de indicativo] a todos los que nos deben” (Lc. 11.4), no significan que debemos pedir perdón debido a que hemos perdonado a los que han pecado contra nosotros. Sólo a través de la gracia podemos recibir perdón. Pero a fin de orar a Dios con sinceridad y sin hipocresía pidiendo que nos perdone, debemos liberarnos de todo espíritu de odio y venganza. Sólo cuando Dios nos ha dado la gracia para perdonar verdaderamente a los que han pecado contra nosotros podemos formular una sincera plegaria de perdón. Nuestro Señor lo consideró de tal importancia que lo reiteró en Mt. 6.14–15 (cf. Mt. 18.23–35; Mr. 11.25).

La petición final en Lc. 11.4 dice: “Y no nos metas en tentación.” En Mt. 6.13 las palabras “mas líbranos del mal” (°ba mg “del maligno”) siguen a continuación. Estas palabras adicionales hacen que la petición sea de aplicación general. Los que sinceramente oran para que se les perdone sus pecados desean poder no pecar nuevamente. Es apropiado, por lo tanto, que esta petición siga a la anterior. Dios nunca tienta a nadie para que haga el mal (Stg. 1.13), pero controla las circunstancias de nuestras vidas. En esta oración confesamos humildemente que estamos predispuestos al pecado, y por lo tanto le suplicamos que no permita que nos encontremos en situaciones o condiciones que entrañen una gran tentación a pecar. Como elaboración posterior de este aspecto siguen las palabras “mas líbranos del mal” (“del maligno”), e. d. escúdanos, protégenos, guárdanos (rhyesthai) de los ataques del diablo (tou ponerou). Esta petición final, aunque se aplica a todos los días de nuestra vida, hace una clara alusión a la consumación, en la que nuestro Señor terminará con todo lo malo, y establecerá su reino eterno de justicia y santidad.

Esto nos lleva a considerar que en el marco del ministerio de Jesús esta petición tenía una nota escatológica. La traducción de °nbe, “y no nos dejes caer en la prueba” (véase tamb. °vrv3 mg) lo indica, aunque muy crípticamente. La prueba mencionada es la prueba crucial de la fe de los discípulos que, sin el poder divino, resultaría demasiado intensa para resistir exitosamente. La forma que adopta esa prueba puede verse en Getsemaní (la prueba final para Jesús mismo tamb.). La exhortación a los discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mr. 14.38) posiblemente significa: “Manteneos despiertos, y rogad para que no falléis en la prueba”. Esto sugiere que la petición en el Padrenuestro quiere decir: “Haz que no fallemos en la prueba” (cf. C. C. Torrey, The Four Gospels, 1933, pp. 292). Y actualmente, además de la petición general de ser librados de la tentación, los cristianos pueden usar esta petición como oración para que la gracia y el poder de Dios eviten que fallen cuando su fe se vea amenazada por una prueba suprema.

En algunos ms(s). antiguos, y en otros posteriores, de Mt. 6.13 aparece una doxología. En °vrv2 la tenemos así: “Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” Aunque algunos de los ms(s). más autorizados no tienen esta doxología, la iglesia cristiana la ha usado desde las épocas más primitivas (cf. la DidajeŒ y el texto occ.), y por cierto que es un final muy adecuado y digno para el Padrenuestro. Sin embargo, por el hecho de que los vv. 14 y 15 siguen naturalmente a los vv. 12 y 13a, resulta evidente que no pertenece al texto original de Mateo.

Bien dijo alguien que el Padrenuestro es el mensaje de Jesús sobre el reino de Dios resumido en forma de plegaria. Es la oración que todos los cristianos deben ofrecer regularmente a Dios a fin de poder vivir como hijos suyos en forma crecientemente cabal, hasta el día en que se establezca perfectamente su soberanía.

Corresponde hacer notar que nuestro Señor (cuando enseñaba a los discípulos esta oración) no dijo: “debemos orar”, sino “orad (vosotros)”. El Padrenuestro es la oración que él enseñó, y no la que usaba él. Aparentemente nunca utilizó la expresión “Padre nuestro” en forma tal que incluyese a sus discípulos junto con él (cf. Jn. 20.17, “mi Padre y… vuestro Padre”); tampoco tenemos indicio de que alguna vez haya sentido la necesidad de pedir perdón para sí mismo.

Si bien las peticiones individuales en el Padrenuestro tienen sus paralelos en diversos contextos de la literatura religiosa judia, no encontramos nada comparable a esta oración en su conjunto. El Padreouestro es único, y no ha sido superado hasta el día de hoy: en pocas palabras reúne todos los elementos esenciales de la verdadera plegaria.

Bibliografía.
  • Jeremias, Palabras de Jesús, el Padrenuestro, 1970; K. Barth, La oración, 1968; S. Canclini, La oración que nos enseñaron nuestros padres, 1977; M. Lutero, Padrenuestro, 1939; S. Sabugal, El Padrenuestro en la interpretación catequética antigua y moderna, 1982.
  • J. Jeremias, The Lord’s Prayer, 1964 (reimpreso en The Prayers of Jesus, 1967, pp. 82–107); E. Lohmeyer, The Lord’s Prayer, 1965; T. W. Manson, “The Lord’s Prayer”, BJRL 38, 1955–6, pp. 99–113, 436–448; B. M. Metzger, “How Many Times does epiousios occur outside the Lord’s Prayer?” en Historical and Literary Studies, 1968, pp. 64ss; comentarios sobre Mateo y Lucas.

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