El don de profecía, tema 9

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Desde el primer siglo de la era cristiana.

EL DON DE PROFECÍA EN EL PRIMER SIGLO DE LA ERA CRISTIANA

En la dispensación cristiana esta intervención no es menos directa, sino aún más notable.

Este don fue revelado más claramente y en su mayor grado de eficiencia en Aquel que dijo de sí mismo: “He aquí uno mayor que el profeta Jonás” (Mateo 12:41).

Jesús, la fuente inagotable del don profético, apareció entre los hombres en la plenitud de la sabiduría y el poder divinos, poseyendo todos los dones espirituales.

No enlistamos a Jesús el divino Hijo de Dios entre la lista de los profetas, porque él es la fuente, el origen tanto del mensaje como de la comunicación, la causa eficiente del efecto que son los profetas. Por eso, esta dispensación comienza y debe ser así con la aparición del precursor, aquel que dijo de sí mismo: Lucas 3:4:“Yo sólo soy la voz que clama en el desierto, preparad el camino del Señor y enderezad sus veredas.”

La unidad principia con Juan el Bautista, y termina con Juan el hijo de Zebedeo, discípulo muy amado por el Señor, quien en la soledad del destierro registró para el mundo, en el Apocalipsis, los portentos que le fueron revelados mediante el Espíritu de Profecía.

EL DON DE PROFECÍA EN LOS EVANGELIOS Y HECHOS DE LOS APÓSTOLES

JUAN EL BAUTISTA

Mateo 3:1-2: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado.”

Tal fue la declaración inicial del primer sermón predicado al inicio de esta nueva dispensación.

1. Juan, hijo de Elizabeth y Zacarías, nació por milagro y providencia de Dios.

2. Antes de su nacimiento el ángel dijo: “Será lleno del Espíritu Santo” (Lucas 1:15).

3. Juan fue reconocido durante su ministerio público como profeta de Dios (Mateo

14:5).

4. Refiriéndose a Juan, Jesús dijo: Mateo 11:11: “Entre los nacidos de mujer, nadie fue mayor que Juan el Bautista.”

5. Es el primer profeta del cual hablan los evangelios; él es el Elías que habría de venir.

PROFETAS EN EL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

En los Hechos de los Apóstoles leemos que en el día del Pentecostés, hubo un derramamiento copioso del Espíritu Santo sobre las 120 personas que estaban en el aposento alto, orando y estudiando la Palabra de Dios. Cumpliendo la orden de no salir a cumplir la misión encomendada hasta que hubiesen recibido la unción del Espíritu Santo, esperaron hasta que la promesa fue cumplida. Con el derramamiento del “Paracleto” (Consolador) divino sobre la iglesia naciente, esta fue beneficiada en gran manera, apareciendo en su seno muchos profetas que a continuación anotamos:

 SÍLABO DE ORIENTACIÓN PROFÉTICA

1. Esteban el diácono (Hechos 6:8-10)

2. Felipe el evangelista (Hechos 8:26-27,39)

3. Pedro (Hechos 10:11)

4. Bernabé (Hechos 11:24)

5. Manahem (Hechos 13:1)

6. Simón Níger (Hechos 13:1)

7. Judas y Silas (Hechos 15:32)

8. Pablo (Hechos 16:9)

9. Agabo (Hechos 21:10)

10. Las cuatro hijas de Felipe el evangelista (Hechos 21:8-9)

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EL DON DE PROFECÍA EN LAS EPÍSTOLAS Y EL APOCALIPSIS

El apóstol Pablo nos informa que en Éfeso (Efesios 4:11-12), así como en Corinto (1

Corintios 12:10 y 14:1), las iglesias fueron favorecidas con el don profético. El Espíritu

Santo repartió los dones a la iglesia cristiana para que esta pudiera llevar el evangelio

eterno al Imperio Romano. Investida con los dones de sanidad, de lenguas, de profecía,

así como de otros muchos que se mencionan en la primera carta de los Corintios, la iglesia salió para vencer y venció. En menos de cincuenta años el evangelio de Jesucristo había llegado hasta el mismo palacio del César romano.

Los dones, puestos en acción, dieron poder a la iglesia del primer siglo. No obstante las

terribles persecuciones desatadas por los emperadores romanos, el evangelio se predicó

con tal poder que ni la espada del verdugo, ni el destierro, ni las fieras del coliseo romano, pudieron detener el avance del cristianismo, que por fin se impuso sobre sus más encarnecidos enemigos.

JUAN EL TEÓLOGO

El último profeta de este primer siglo de triunfos para el cristianismo es Juan, el hijo de

Zebedeo y hermano de Jacobo.

1. Llamado por Cristo cuando remendaba sus redes, le siguió con fidelidad.

2. Por la contemplación diaria, fue transformado y llegó a reflejar en su carácter la misma imagen de su divino maestro.

3. Juan estuvo siempre cerca del nazareno.

4. La misma Escritura dice que era “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 21:20).

¡Qué hermoso privilegio el ser amado por Dios!

5. Juan tuvo las revelaciones más portentosas dadas jamás a mortal alguno.

6. El ángel mismo le llama profeta. Apocalipsis 22:9

7. Sus visiones abarcan desde sus días hasta la eternidad.

8. Al igual que Daniel, sus profecías son para el tiempo del fin.

9. Con Juan se cierra el canon de las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento.

LA PROFECÍA NO TERMINA CON JUAN

Mientras la iglesia siga peregrina, sin llegar a su hogar celestial, el don de profecía será

una necesidad y Dios se lo otorgará según el puro afecto de su voluntad.

¡Qué notable cuerpo de hombres y mujeres era la iglesia apostólica! Fue la iglesia que

Cristo fundó, la iglesia que Pablo llamó cuerpo de Cristo. En esta iglesia se cumple parcialmente la profecía del profeta Joel que dice: Joel 2:28-30: “Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños y vuestros mancebos verán visiones.”

Esta profecía fue interpretada acertadamente por el apóstol Pedro en el día del Pentecostés (ver Hechos 2:14-17). Declaró que el derramamiento del Espíritu Santo en ese día era cumplimiento de la profecía de Joel. Pero un cumplimiento mayor tendrá lugar, en los últimos días, cuando Dios derrame sobre su pueblo la lluvia tardía, para madurar el fruto y ser recogido en el alfolí del Señor.

Los profetas del Nuevo Testamento son: (1) Juan Bautista, (2) Simeón, (3) Ana, (4)

Judas, (5) Silas, (6) Bernabé, (7) Simón Níger, (8) Manahem, (9) Agabo, (10) Pablo, (11) Felipe el diácono, (12) Juan el discípulo amado.

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