El don de profecía, tema 6

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Desde Josué hasta Samuel.

DE JOSUÉ A SAMUEL

El comienzo de la segunda parte de la dispensación mosaica fue señalado por el siguiente e importante paso: la muerte de Moisés y la elección de Josué como líder del pueblo de Israel. La Palabra de Dios registra lo siguiente:

Josué 1:1, 2, 5: “Y aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Dios, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, ministro de Moisés, diciendo: ‘Mi siervo Moisés es muerto: levántate pues ahora y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Como yo fui con mi siervo Moisés, seré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.”

Mediante el don de profecía, el Señor continuó guiando a su pueblo. Josué fue un poderoso guerrero, no fue un legislador, ni un escritor como Moisés, pero tuvo el privilegio de poseer el don profético. Dios le habló en varias ocasiones y en maneras diversas.

Josué tuvo el privilegio de conducir al pueblo de Israel en la conquista de Canaán. Peleó con poderosos reyes, libró grandes batallas, repartió la tierra por heredades a las doce tribus y realizó grandes portentos.

A la orden de Josué, el sucesor de Moisés, el sol se detuvo sobre Gabaón por el lapso de un día. Ver Josué 10:12

Antes de morir, Josué congregó al pueblo y leyó nuevamente el pacto. Les recordó cada una de las estipulaciones; los conminó a obedecer al Dios vivo. Habiendo hecho esto, la

Escritura dice que murió Josué a la edad de 110 años y fue sepultado en el monte de Efraín, tribu a la cual pertenecía.

El período de los jueces

Desde la muerte de Josué hasta Saúl, el primer rey de Israel, el gobierno del pueblo fue administrado por jueces, quince de los cuales son mencionados por nombre en las

Escrituras. Cubre este periodo aproximadamente 450 años de historia. En un artículo de la Enciclopedia Crítica de la Biblia que habla de los jueces leemos lo siguiente:

“No eran simplemente hombres que libraran al estado de un yugo extranjero, sino destructores de la idolatría, enemigos de los vicios paganos y promotores del conocimiento de Dios” (The Popular and Critical Bible Encyclopedia, tomo 2, art. Judges, p. 1003).

Muchos de estos jueces recibieron el don de profecía. Dios les habló y ellos obedecieron.

Entre estos está Samuel, quien no solo fue juez, sino también sacerdote y profeta. También Gedeón (Jueces 6). Pero otros se desviaron del camino recto, como Sansón (Jueces 16), y Elí (1 Samuel 3:12-14).

En este período, la moral del pueblo de Dios cayó a un nivel tan bajo que Samuel, el escritor del libro de los Jueces dice con tristeza: Jueces 21:25: “En aquellos días no había rey en Israel. Cada uno hacía lo que bien le parecía.”

Durante el periodo de los jueces Israel fue muchas veces vencido y subyugado por las

naciones paganas. Bajo la cruel opresión y el sufrimiento, se arrepentían de sus pecados y Dios levantaba entre ellos poderosos libertadores.

Algunas fueron mujeres, como Débora, mujer de Lapidot (su esposo). Esta mujer poseía el don de profecía. Por medio del Espíritu Santo, Débora recibió un mensaje directo de parte de Dios. El pueblo sufría la humillación vergonzosa del yugo cananeo. Jabín rey de Hazor había prevalecido en contra de Israel, y los tuvo oprimidos por veinte años. El pueblo clamó a Jehová y Jehová escuchó su clamor.

Dios empleó a Débora y a Barac como agentes libertadores en un momento. El liderazgo de Débora y la obediencia oportuna y valerosa de Barac hicieron congregar a diez mil hombres de Zabulón y de Neftalí dispuestos para la batalla. La batalla fue un éxito. Jabín y su general Sísara fueron completamente derrotados y la tierra gozó de paz por cuarenta años (Jueces 5:40).

Después de la liberación del yugo madianita, las Escrituras registran que el pueblo tornó a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Nuevamente las naciones circunvecinas los

oprimieron y se enseñorearon de ellos. Los madianitas y los filisteos fueron los opresores en turno. Dios levantó a hombres como Gedeón, el cual libró una batalla en contra de los madianitas con solo 300 hombres. Sansón, con su extraordinaria fortaleza, triunfó sobre sus enemigos, los filisteos.

La etapa final de este periodo fue triste y azarosa. Durante el tiempo en que Elí gobernó a Israel, el pueblo llegó a apartarse tanto de Dios, que este no se comunicaba con ellos ni por sueños, ni por Urim ni por Tumin. “La palabra de Dios era escasa en aquellos días y no había visión” (1 Samuel 3:1). Los pecados de Elí y de sus hijos contribuyeron para provocar la ruina nacional.

En esos días aciagos, Dios contestó la oración de fe de la mujer de un levita y escuchó sus ruegos, dándole el privilegio de un niño a quien le puso por nombre Samuel. Después de ser destetado (a los 3 años), el niño Samuel fue traído para que viviese en el santuario y se preparara para el ministerio (1 Samuel 1:19-28).

El Señor tuvo a bien manifestársele a muy tierna edad. Respondiendo al llamado, y conociendo la historia de su nacimiento, aceptó el encargo de ser sacerdote, juez y profeta y Dios lo honró con el don de profecía.

La vida de Samuel es rica en detalles:

1. Tuvo la oportunidad de hacer una reforma destacada en el pueblo de Dios. El registro

sagrado dice que Samuel en 1 Samuel 3:19: “no dejó caer en tierra” ni una sola palabra de Jehová.

2. Fundó las escuelas de los profetas, las cuales florecieron y dieron resultados extraordinarios, durante el reinado de David y Salomón.

La Educación, páginas 47-48: “Estas escuelas llegaron a ser uno de los medios más eficaces para estimular la justicia que ‘engrandece a la nación’ (Prov. 14:34). En escala no pequeña contribuyeron a poner el cimiento de la maravillosa prosperidad que distinguió los reinados de David y Salomón”.

3. Samuel tuvo el privilegio de ungir al primer rey de Israel y de ungir también a David,

quien fuera el dulce cantor de Israel.

Desafortunadamente, los hijos de Samuel (Joel y Abías [1 Samuel 8:2]) no fueron de la

talla de su padre (éstos “se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” [1 Samuel 8:3]), motivo por el cual el pueblo pidió un rey en vez de ser gobernados por jueces (Véase 1 Samuel 8).

Al terminar su vida, Samuel reunió al pueblo y dio un informe de su gestión como profeta. En esa memorable reunión, el profeta les dijo en 1 Samuel 12:2-5: “Yo ya soy anciano y canoso, aunque mis hijos están con vosotros. Yo he caminado ante vosotros desde mi juventud hasta hoy. Aquí estoy. Atestiguad contra mí ante el Eterno y ante el rey si he tomado de vosotros algo prestado: asno, dinero alguno. Si he calumniado o agraviado a alguien, si he tomado cohecho de alguno que cegara mis ojos, y yo os lo  devolveré. Entonces ellos respondieron: Nunca nos has calumniado ni agraviado, ni has

tomado algo de mano de ningún hombre. Y él les dijo: Jehová es testigo contra vosotros, y su ungido también es testigo en este día, que no habéis hallado cosa alguna en mi mano. Y ellos respondieron: Así es.”

El registro sagrado acerca de la vida de Samuel es: 1 Samuel 3:20: “Y conoció todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, que Samuel era fiel profeta de Jehová…

1 Samuel 7:15: Y juzgó Samuel a Israel todo el tiempo que vivió.”

Fue juez a la edad de 37 años y juzgó a Israel por 47 años. Murió de 88 años en al año 1010 a.C. 24


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