¿Debe un Cristiano Tomar Cafe? Parte II

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Los efectos estimulantes del té y el café

«732*. El régimen de alimentación y las bebidas estimulantes de estos días no conducen al mejor estado de salud. El té, el café y el tabaco son todos estimulantes, y contienen veneno. No solamente son innecesarios, sino perjudiciales, y deben ser descartados si hemos de agregar al conocimiento temperancia.

733*. El té es venenoso para el organismo. Los cristianos deben abandonarlo. La influencia del café es hasta cierto punto la misma que la del té, pero su efecto sobre él organismo es aún peor. Es excitante, y en la medida en que lo eleve a uno encima de lo normal, lo dejará finalmente agotado y postrado por debajo de lo normal. A los que beben té y café, los denuncia su rostro. Su piel pierde el color y parece sin vida. No se advierte en el rostro el resplandor de la salud. 506

734*. Enfermedades de todo género y de todo tipo han sido acarreadas a los seres humanos por el uso del té y del café, y de los narcóticos, el opio y el tabaco. Estas complacencias perjudiciales deben ser abandonadas, no solamente una de ellas, sino todas; porque todas son dañinas y ruinosas para las facultades físicas, mentales y morales; y deben ser descartadas desde el punto de vista de la salud.
[Sembrando semillas de muerte – 655]

735*. No bebáis nunca té, café, cerveza, vino o cualquier otra bebida alcohólica. El agua es el mejor líquido posible para limpiar los tejidos.

736*. El té, el café, y el tabaco, así como las bebidas alcohólicas, constituyen diferentes grados en la escala de los estimulantes artificiales.
El efecto del té y del café, como se ha mostrado hasta ahora, tiene la misma tendencia que el del vino y la sidra, el licor y el tabaco.
El café comporta una complacencia dañina. Si momentáneamente excita la mente a una acción inusitada, el efecto posterior es agotamiento, postración, parálisis de las facultades mentales, morales y físicas. La mente se enerva, y a menos que por un esfuerzo determinado se venza el hábito, la actividad del cerebro se disminuye en forma permanente. Todos estos productos irritantes de los nervios están agotando las fuerzas vitales, y la inestabilidad causada por los nervios destrozados, la impaciencia, la debilidad mental, llegan a ser un elemento de combate, que antagoniza con el progreso espiritual. ¿No debieran, pues, los que defienden la temperancia y la reforma, estar alerta para contrarrestar los males de estas bebidas perjudiciales? En algunos casos es tan difícil quebrantar el hábito de beber 507 té y café, como para el alcohólico terminar con el uso del alcohol. El dinero gastado en té y café está más que malgastado. Estos sólo perjudican al que los usa, y esto en forma continua. Los que emplean té, café, opio y alcohol pueden a veces vivir hasta una edad avanzada, pero este hecho no es ningún argumento en favor del uso de estos estimulantes. Lo que estas personas debían haber realizado, pero dejaron de lograrlo, debido a su hábito intemperante, sólo lo revelará el gran día de Dios.
Los que recurren al té y al café como un estímulo para el trabajo, sentirán los malos efectos de esta conducta en forma de nervios alterados y falta de dominio propio. Los nervios cansados necesitan reposo y quietud. La naturaleza necesita tiempo para recuperar sus energías agotadas. Pero si sus fuerzas son aguijoneadas por el uso de estimulantes, existe, siempre que se repite este proceso, una disminución de la verdadera fuerza. Por un tiempo puede realizarse más bajo el estímulo antinatural, pero gradualmente se va haciendo más difícil despertar las energías hasta el punto deseado, y por fin la naturaleza exhausta ya no puede responder.

EFECTOS DAÑINOS ATRIBUIDOS A OTRAS CAUSAS.
El hábito de beber té y café es un mal mayor que el que a menudo se sospecha. Muchos que se han acostumbrado al uso de bebidas estimulantes sufren dolor de cabeza y postración, y pierden mucho tiempo por enfermedad. Imaginan que no pueden vivir sin el estímulo e ignoran sus efectos sobre la salud. Lo que los hace más peligrosos es que sus malos efectos son a menudo atribuidos a otras causas.

EFECTOS SOBRE LA MENTE Y LA MORAL.
Por el uso de estimulantes, todo el organismo sufre. Los nervios se desequilibran, el hígado desarrolla una acción mórbida, quedan afectadas la calidad y la circulación de 508 la sangre, y la piel se hace inactiva y se vuelve pálida. También la mente se perjudica. La influencia inmediata de estos estimulantes es excitar el cerebro hasta una actividad indebida, sólo para dejarlo más débil y menos capaz de esfuerzo. El efecto posterior es la postración, no solo mental y física, sino también moral. Como resultado vemos a hombres y mujeres nerviosos, de juicio inseguro, y mente desequilibrada. A menudo manifiestan un espíritu apresurado, impaciente, acusador; ven las faltas de los demás, como a través de un vidrio de aumento, y son completamente incapaces de discernir sus propios defectos.
Cuando estas personas que usan té y café se reúnen para pasar momentos de recreación social, los efectos de su hábito pernicioso son manifiestos. Todos participan libremente de las bebidas favoritas, y a medida que se siente la influencia estimulante, sus lenguas se sueltan, y comienzan con la malvada tarea de hablar contra los demás. Sus palabras no son pocas o bien escogidas. Los bocados selectos de la chismografía empiezan a circular, y demasiado a menudo también circula el veneno del escándalo. Estos chismosos desconsiderados olvidan que tienen un testigo. El Vigilante, invisible, está escribiendo sus palabras en los libros del cielo. Todas estas críticas duras, estos informes exagerados, estos sentimientos de envidia, expresados bajo la excitación de la taza de té, son registrados por Jesús como si hubieran sido dirigidos contra él mismo. «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».
Estamos ya sufriendo a causa de los malos hábitos de nuestros padres, y sin embargo ¡cuántas personas siguen una conducta aún peor que la de ellos!

El opio, el té, el café, el tabaco y las bebidas alcohólicas están agotando rápidamente la chispa de vitalidad que todavía queda en la raza humana. Cada año se toman millones de litros de bebidas alcohólicas y millones de pesos se in 509 vierten en tabaco. Y los esclavos del apetito, en tanto que gastan constantemente lo que ganan en la complacencia sensual, despojan a sus hijos de alimentos, vestido y de las ventajas de la educación. La sociedad nunca podrá estar en su debido estado mientras predominen estos males.

Crea excitación nerviosa, y no fuerza.

737*. Ud. es sumamente nervioso y excitable. El té ejerce una influencia excitante de los nervios, y el café oscurece el cerebro; los dos son muy perjudiciales. Debe Ud. ser cuidadoso con su régimen. Consuma los alimentos más saludables y nutritivos, y consérvese en un estado de calma mental, donde no se excite y se arrebate lleno de pasión.

738*. El té estimula y hasta cierto punto embriaga. Parecida resulta también la acción del café y de muchas otras bebidas populares. El primer efecto es agradable. Se excitan los nervios del estómago, y esta excitación se transmite al cerebro, que, a su vez acelera la actividad del corazón, y da al organismo entero cierta energía pasajera. No se hace caso del cansancio; la fuerza parece haber aumentado. La inteligencia se despierta y la imaginación se aviva.
En consecuencia, muchos se figuran que el té o el café les hace mucho bien. Pero es un error, El té y el café no nutren el organismo. Su efecto se produce antes de la digestión y la asimilación, y lo que parece ser fuerza, no es más que excitación nerviosa. Pasada la acción del estimulante, la fuerza artificial declina y deja en su lugar un estado correspondiente de languidez y debilidad.
El consumo continuo de estos excitantes de los nervios provoca dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones del corazón, indigestión, temblores y otros muchos males; porque esos excitantes consumen las fuerzas vitales. Los nervios 510 cansados necesitan reposo y tranquilidad en vez de estimulo y recargo de trabajo. La naturaleza necesita tiempo para recuperar las agotadas energías. Cuando sus fuerzas son aguijoneadas por el uso de estimulantes uno puede realizar mayor tarea; pero cuando el organismo queda debilitado por aquel uso constante se hace más difícil despertar las energías hasta el punto deseado. Es cada vez más difícil dominar la demanda de estimulantes hasta que la voluntad queda vencida y parece que no hay poder para negarse a satisfacer un deseo tan ardiente y antinatural, que pide estimulantes cada vez más fuertes, hasta que la naturaleza, exhausta, no puede responder a su acción.
[El té y el café arruinan el estómago – 722]

No tienen valor alimenticio.

739*. La salud no mejora en ningún sentido por el uso de las cosas que estimulan por un tiempo pero que después causan una reacción que deja el organismo humano más deprimido que antes. El té y el café estimulan las energías que flaquean por el momento, pero cuando ha pasado su influencia inmediata, sobreviene un estado de depresión. Estas bebidas no tienen en absoluto ningún alimento en sí mismas. La leche y el azúcar que contienen constituyen todo el alimento que proporciona una taza de té o café.
La percepción espiritual embotada.

740*. El té y el café son estimulantes. Sus efectos son similares a los del tabaco; pero son de menor grado. Los que utilizan estos venenos lentos, a semejanza del que usa tabaco, piensan que no pueden vivir sin ellos, porque se sienten tan mal cuando no tienen estos ídolos… Los que se complacen en un apetito pervertido, lo hacen con perjuicio de la salud y el intelecto. No pueden apreciar el valor 511 de las cosas espirituales. Sus sensibilidades son embotadas y el pecado no parece muy pecaminoso, y la verdad no se considera de mayor valor que los tesoros terrenales.

741*. El beber té y café es un pecado, una complacencia dañina, que, a semejanza de otros males, perjudica el alma. Estos ídolos acariciados crean una excitación, una acción mórbida del sistema nervioso; y después que la influencia momentánea de los estimulantes pasa, se produce una depresión que es tan profunda como elevado fue el estímulo producido.

742*. Los que usan tabaco, té y café deben dejar a un lado estos ídolos, y poner su costo en la tesorería del Señor. Algunos nunca han hecho un sacrificio por la causa de Dios y están dormidos en cuanto a lo que Dios requiere de ellos. Algunos de los más pobres tendrán la mayor lucha para negarse a sí mismos estos estimulantes. Este sacrificio individual no se exige porque la causa de Dios está sufriendo por carencia de medios. Pero todo corazón será probado, todo carácter desarrollado. Este es el principio en virtud del cual ha de actuar el pueblo de Dios. El principio viviente debe ser realizado en la vida.

El deseo vehemente interfiere el culto espiritual.

743*. El té y el café, así como el tabaco, tienen un efecto pernicioso sobre el organismo. El té es intoxicante; aunque menores en intensidad, sus efectos son los mismos en carácter que las bebidas alcohólicas. El café tiene una tendencia mayor a nublar el intelecto y debilitar las energías. No es tan fuerte como el tabaco, pero tienen efectos similares. Los argumentos que se presentan contra el tabaco 512 pueden también aplicarse contra el uso del té y del café.

Los que tienen el hábito de usar té, café, tabaco, opio o bebidas alcohólicas, no pueden adorar a Dios cuando están privados de estos narcóticos habituales. Ocúpense en adorar a Dios mientras están privados de estos estimulantes, y la gracia divina será impotente para animar, vitalizar o espiritualizar sus oraciones o sus testimonios. Estos cristianos profesos deben considerar cuál es la causa de su placer. ¿Proviene ella de arriba o de abajo?»

Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, págs. 505-512

Categorías: Salud

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