Cómo probar a los profetas

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Durante todo el tiempo en que ha existido la Iglesia Adventista del Séptimo Día, basándose en las Escrituras y la evidencia de las intervenciones sobrenaturales, ha re­conocido oficialmente la presencia del don profético en la vida y el ministerio de la Sra. Elena de White. La Creencia Fundamental N° 18 (antes de 2007 llevaba el Nº 17), votada en 1980 por la Asocia­ción General en Dallas, Texas, EE.UU., afirma: "Uno de los dones del Espíritu Santo es la profecía. Este don constituye un rasgo que identifica a la iglesia remanente, y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White. Por haber sido la mensajera del Señor, sus escritos proveen una fuente de verdad perdurable y autoritativa, que provee para la iglesia consuelo, conducción, instrucción y correc­ción. Además, hacen claro el hecho de que la Biblia es la regla con la cual se debe probar toda enseñanza y experiencia. (Joel 2:28,28; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; 19:10)".
Elena de White nunca se llamó profetisa. En 1905 escribió: "Otros me han llamado profetisa, pero nunca pretendí ese título. No he sentido que era mi deber designarme así". Y un año más tarde dijo: "Nunca he pretendido ser profetisa. Si otros me llaman así, no les discuto". La razón por la que dijo esto es doble: 1) "Los que osadamente pretenden que son profetas en éste nuestro día, son con frecuencia un baldón para la causa de Cristo", y 2) "Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo".
El pastor A. G. Daniells, quien trabajó por muchos años junto a Elena de White, afirmó: "Así que al reconocer una iglesia organiza­da y ordenada como cuerpo de Cristo en la tierra, y al incitar a esta iglesia a una actividad misionera mundial, como también al poner en funcionamiento eficientes métodos de trabajo, la Sra. de White ha alcanzado una foja de servicios en armonía con la de los profetas, cuyas vidas se registran y cuyas obras se conservan en las Escrituras para nuestra dirección".
Sueños y visiones
En el antiguo Cercano Oriente, los sueños y los oráculos desem­peñaban un papel importante en las vidas de la gente. Las cortes reales de Mesopotamia y Egipto tenían entre sus sabios los que interpretaban sueños profesionalmente. Los antiguos griegos iban al oráculo de Delfos para conocer el futuro mediante la sabiduría de Apolo. Sin embargo, con pocas excepciones -tales como el sueño de Nabucodonosor (Ver Daniel 2)- tales sueños y oráculos no eran comunicaciones divinas.
"La multitud de sueños surge de las cosas comunes de la vida, con las cuales el Espíritu de Dios no tiene nada que ver. Hay tam­bién falsos sueños, así como visiones falsas, que son inspiradas por el espíritu de Satanás. Pero los sueños que proceden de Dios están clasificados en la palabra de Dios junto con las visiones y son ver­daderamente los frutos del espíritu de profecía como visiones. Tales sueños, tomando en cuenta la persona que los tiene y las circunstancias bajo las que fueron dados, contienen sus propias pruebas de legitimidad".
En la Escritura, los profetas genuinos recibieron sueños y visio­nes profetices. En Números 12:6, Dios le dijo a Aarón y María que estaban poniendo en duda la autoridad de Moisés: "Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le aparece­ré en visión, en sueños hablaré con él". (Ver también Génesis 37:5; 1 Reyes 3:5; Isaías 1:1; Daniel 8:1; Hechos 9:10; 10:17; etc.). Durante su mi­nisterio de setenta años, Elena de White recibió aproximadamente dos mil visiones y sueños proféticos.
Acerca de su estado mientras estaba en visión, ella escribió: "Cuando el Señor cree oportuno dar una visión, soy llevada a la presencia de Jesús y de los ángeles y estoy completamente perdida en cuanto a las cosas terrenales. No puedo ver más allá de lo que los ángeles me señalan. Mi atención con frecuencia es dirigida a escenas que suceden en la tierra […]
"Después de que salgo de la visión, no recuerdo inmediatamente todo lo que he visto y el asunto no es tan claro delante de mí hasta que escribo. Entonces la escena surge delante de mí como fue pre­sentada en visión y puedo escribir con libertad".
Ciertos fenómenos físicos acompañaron las visiones de la Sra. White: no respiraba, tenía fuerza sobrenatural (nadie podía mover o controlar sus miembros), y era inconsciente de lo que la rodeaba. El Dr. Lord, un médico que la examinó durante una visión que ella recibió en febrero de 1857 afirmó: "Su corazón late, pero no respira. Hay vida, pero no hay acción de los pulmones; no puedo explicar su condición".
Concordancia con la Biblia
Lo que un profeta afirma que recibió de Dios debe estar en ar­monía con el resto de la Palabra de Dios, porque Dios no se contradice a sí mismo (ver Salmo 15:4; Malaquías 3:6). Isaías escribió con res­pecto a los que pretendían tener dones sobrenaturales: "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8:20). La "ley" (hebreo toráh) se refiere generalmente a la voluntad revelada de Dios, pero específicamente a los libros de Moisés, y el "testimonio" (hebreo te’udáh) se refiere a los mensajes de los profetas.
Cada verdadero profeta hizo de los escritos de los profetas an­teriores a él, el punto de referencia para su propio ministerio. Lo mismo es cierto de Elena de White. Ella constantemente citaba y se refería al texto bíblico. Aunque no había sido adiestrada en teolo­gía, y no escribió un comentario exegético de la Biblia, sus mensajes están en armonía con los mensajes de la Escritura.
Algunas personas han pretendido que en muchos casos ella con­tradice la Biblia, pero una investigación cuidadosa de cada una de esas observaciones muestra que sencillamente no son ciertas. Por ejemplo, a veces los críticos señalan que Elena de White contradice la Biblia porque ella enseñó que los pecados perdonados no son eliminados hasta el tiempo del juicio final. En el capítulo sobre el juicio investigador, Elena de White escribió: "A todos los que se hayan arrepentido verdaderamente de su pecado, y que hayan aceptado con fe la sangre de Cristo como su sacrificio expiatorio, se les ha inscrito el perdón frente a sus nombres en los libros del cielo; como llegaron a ser partícipes de la justicia de Cristo y su carácter está en armonía con la ley de Dios, sus pecados serán borrados, y ellos mimos serán juzgados dignos de la vida eterna".
Sin embargo, los críticos afirman que la Biblia enseña que los pecados son borrados cuando son perdonados, y se refieren a Isaías 43:25; Jeremías 31:34; Miqueas 7:19; y Hebreos 8:12. Pero ninguno de los versículos detallados dice cuándo son borrados los pecados. En los tiempos del Antiguo Testamento, los pecados eran perdonados inmediatamente, pero permanecían en el santuario hasta el Día de la Expiación. Hoy, cuando los pecadores vienen a Cristo y confiesan sus pecados, se les perdona completamente. Sus pecados son colocados sobre Jesús, que llegó a ser el Sustituto y Garantía de los pecadores. Y Dios, a su vez, "pone la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre, y Dios recibe, perdona, justifica al alma arre­pentida y creyente, la trata como si fuera justa, y la ama como él ama a su Hijo".
Pero los pecados no son borrados inmediatamente. Si un hombre justo se aparta de Dios, el libro de la memoria, en el cual se regis­traron todas sus buenas obras, no se toma en cuenta en el juicio. Es recompensado de acuerdo a su largo catálogo de pecados (ver Ezequiel 18:24). No solo los pecados de los cuales no se arrepintió están carga­dos contra él, sino también todos aquellos por los cuales antes había obtenido el perdón. Cuando un hombre se separa de Dios, rechaza su amor perdonador y en consecuencia "está en la misma condición en que se hallaba antes de ser perdonado […] y sus pecados están sobre él como si no se hubiera arrepentido".
La parábola del siervo que no quiso perdonar en Mateo 18:21-35 claramente enseña eso. El rey perdonó a su siervo una deuda enor­me, pero cuando el mismo siervo arrojó a la cárcel a su consiervo que le debía una suma pequeña, "su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía", todo lo que se le había perdonado. Y así, dijo Jesús "Mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas" (Mateo 18:34,35). Elena de White enseñó lo mismo que enseñó Jesús.
El testimonio de Jesús
En su primera carta, Juan escribió: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espí­ritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios" (1 Juan 4:1, 2). Cuando Juan escribió estas palabras, estaba pensando en ciertos falsos maestros que negaban que el Hijo de Dios hubiera sido realmente un ser humano. Negaban que el "Verbo fue hecho carne" (Juan 1:14). En un sentido más am­plio, esta prueba se aplica no sólo a la encarnación sino también a todo lo que la Biblia enseña acerca de Cristo: su vida sin pecado, su muerte expiatoria, su resurrección y ascensión, su ministerio sumo sacerdotal en el cielo, y su segunda venida. Un verdadero profeta reconocerá y enseñará todas estas cosas.
Cualquiera que está familiarizado con los escritos de Elena de White tendrá que admitir que ella no sólo aceptó todo lo que la Biblia enseña acerca de Jesús, sino que también señalaba continua­mente ante la gente a él como el Señor y Salvador de ellos. Por ejemplo: "¡Miren, oh miren a Jesús y vivan!". "Id a Jesús y pedidle que os perdone, luego creed que lo hace". "Es nuestro privilegio ir a Jesús para que nos limpie, y estar en pie de­lante de la ley sin vergüenza ni remordimiento".
Repetidamente ella expresó su amor por Jesús: "Amo a mi Se­ñor y Salvador, y es mi vida honrarlo y glorificarlo sobre la tierra". "Amo a mi Salvador esta mañana por­que él me amó primero. Si hay algo en mi vida, mis palabras, mis enseñanzas, que es bueno, es porque Cristo lo ha puesto allí. No es por causa de ninguna bondad en mí, y no hay gloria que ha de ser dirigida a mí".
Proferías cumplidas
La prueba de un verdadero profeta reside, en parte, si se cumplen sus predicciones (ver 1 Samuel 9:6; Jeremías 28:9; Lamentaciones 3:37). Aunque la obra de Elena de White no consistió principalmente en predecir el futuro, ella hizo un cierto número de predicciones que se han cumplido de manera notable. Por ejemplo, el 24 de marzo de 1849, Elena de White escribió acerca de los golpes misteriosos que co­menzaron en 1848 en el hogar de las hermanas Fox en Hydesville, Nueva York: "Vi que los golpes misteriosos de Nueva York y otros lugares provenían del poder satánico, y que tales cosas se volverían cada vez más comunes y se revestirían de un manto religioso, con el fin de inducir a los engañados a sentirse seguros". Un año más tarde escribió: "Se me mostró que por los golpes y el mesmerismo, estos magos modernos explicarían aún todos los milagros hechos por nuestro Señor Jesucristo".
Cien años más tarde, se publicó en 1948, el Centennial Book of Modern Spiritualism in America [El libro del centenario del espiritualismo moderno en Norteamérica]. Declara que "el espiritua­lismo, con sus señales, maravillas, visiones y dones de sanidad era la religión de los apóstoles, de los padres post apostólicos, y de los cristianos primitivos". Además, dice: "Un médium predijo el naci­miento de Jesús, cuya breve vida sobre la tierra estuvo llena con la realización de muchos así llamados milagros, que en realidad eran fenómenos espiritistas".
Los críticos a veces afirman que Elena de White fue una profe­tisa falsa porque algunas de sus predicciones no se han cumplido. Por ejemplo, con respecto a la conferencia en 1856, la Sra. White declaró: "Se me mostró el grupo que estaba presente en la Con­ferencia. Dijo el ángel: Algunos, serán alimento para gusanos,… algunos sujetos a las siete últimas plagas, algunos estarán vivos y permanecerán sobre la tierra para ser trasladados a la venida de Jesús". Todos los que estaban vivos en ese momento han muerto hace mucho tiempo, de modo que esta predicción no se cumplió.
Sin embargo, antes de acusar a Elena de White de ser una pro­fetisa falsa, deberíamos recordar a Jonás. ¿Cuál fue el mensaje que Dios le dio a Jonás para los ninivitas? "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida’ (Jonás 3:4). ¿Fue destruida Nínive? No. ¿Por qué no? Porque los ninivitas cambiaron su manera de vivir. El principio que hay detrás de este relato es el principio de las profecías condi­cionales bosquejadas en Jeremías 18:7 al 10.
En la visión de 1856, Dios le indicó a Elena de White que él quería iniciar su reino en poco tiempo, pero los eventos aquí sobre la tierra lo demoraron. Por lo tanto, en 1896 ella escribió: "Si los que afirman tener una experiencia viviente en las cosas de Dios hubieran hecho la obra designada que Dios ordenó, todo el mundo podría haber sido advertido antes de ahora, y el Señor Jesús habría venido en poder y grande gloria". Y en el último tomo de los Testimonies, publicado en 1909, ella escri­bió: "Si cada soldado de Cristo hubiese cumplido su deber, si cada centinela puesto sobre los muros de Sión hubiese tocado la trompe­ta, el mundo habría oído el mensaje de amonestación. Mas la obra ha sufrido años de retraso. Entretanto que los hombres dormían, Satanás se nos ha adelantado".
Elena de White entendió claramente el principio de la profe­cía condicional: "Los ángeles de Dios en sus mensajes dados a los hombres representan el tiempo como algo muy corto. Así es como siempre me ha sido presentado. Es cierto que el tiempo ha sido más largo de lo que habíamos esperado en los primeros días del mensa­je. Nuestro Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. ¿Pero ha fallado la Palabra de Dios? ¡Nunca! Debiera recordarse que las promesas y las amenazas de Dios son igualmente condicio­nales".
Si aplicamos el principio de la condicionalidad a su visión de 1856, el problema desaparece.
La prueba de los frutos
La prueba de los frutos en Mateo 7:20: "Por sus frutos los co­noceréis", requiere tiempo. Elena de White vivió y trabajó durante setenta años bajo los ojos críticos de miles de personas que, en su mayor parte, eran escépticos, tenían dudas y sospechas, y en algunos casos, eran abiertamente hostiles. Errores, faltas e inconsistencias eran expuestas, y todavía lo son, con gran satisfacción por sus ad­versarios, pero el fruto de la vida y la labor de ella atestiguan de su sinceridad, celo y piedad cristiana. Los frutos duraderos de su obra se analizarán más en detalle en el capítulo 12.
F. M. Wilcox, director de la Review and Herald y un asociado a Elena de White, escribió: "La vida y experiencia de ella se confor­maron a los principios puros, sencillos y mesurados del evangelio de Cristo. Ella ejemplificó en su propia vida, como lo hace todo verda­dero profeta, los principios de la verdad que enseñaba a otros". En la sesión de la Asociación General del 7 de junio de 1946, les dijo a los participantes: "La obra de la Sra. White no debería ser juzgada por algún detalle, por el giro de una frase u oración, o por alguna aparente contradicción en sus escritos. Debiera ser juzgada por el espíritu que caracterizó su obra a lo largo de los años, por los frutos que ha llevado en relación con el gran movimiento religioso con el que estuvo asociada, y en el desarrollo del cual realizó una parte destacada y ejerció una influencia modeladora".
Algunas personas tienen dificultad en aceptar el ministerio pro­fetice de Elena de White porque tropiezan con ciertos detalles en sus escritos. Dejan de ver el cuadro más grande de la forma en que Dios la usó para levantar esta iglesia, las muchas percepciones ma­ravillosas que recibió de Dios, y las contribuciones que ella hizo a esta iglesia. Como la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la Igle­sia Cristiana Adventista tuvo su origen en el movimiento millerita. Su feligresía actual es de unas 30.000 personas. Aparte de algunos problemas doctrinales, la principal diferencia entre esa iglesia y la Iglesia Adventista del Séptimo Día es el hecho de que Dios diri­gió a ésta mediante el don profetice como se manifestó en la vida y obra de Elena de White. Sin este don, la Iglesia Adventista del Séptimo Día tendría un tamaño probablemente muy similar a la Iglesia Cristiana Adventista, si todavía existiera.
¿Hay dificultades en los escritos de Elena de White? Sí, pero las Escrituras contienen solo una pequeña porción de los escritos de los profetas bíblicos, y todavía encontramos problemas allí. En el caso de Elena de White, tenemos casi todo lo que ella escribió, de modo que no deberíamos sorprendernos de que hay algunas cosas "difíciles de entender", como dijo Pedro de los escritos de Pablo (2 Pedro 3:16). En el caso de ambos, las Escrituras y los escritos de Elena de White, debemos concentrarnos en lo que es claro y útil y suspender el juicio en asuntos que parecen ambiguos o contradic­torios.


Creencias de los Adventistas del Séptimo Día (Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1988), p. 246.

Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 40

Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 39

Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 40

A. G. Daniells, El permanente don de profecía (Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1943), p. 337.

Elena G. de White, Testimonies, tomo 1, pp. 569, 570

Citado en The Spirit of Prophecy Treasure Chest (Glendale, Calif.: Prophetic Guidance School of the Voice of Prophecy, 1960), p. 25.

Centennial Book of Modem Spiritualism in America (Chicago: The National Spiritualist Association of United States of America, 1948), vol. 115, p. 68.

Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 537

Elena G. de White, Review & Herald, 4 de noviembre de 1890

Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 196

Elena G. de White, Fundamentals of Christian Education, p. 179

Elena G. de White, En lugares celestiales, p. 126

Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 51

Elena G. de White, Review & Herald, 19 de abril de 1870

Elena G. de White, Manuscript Releases, tomo 11, p. 241

Elena G. de White, Primeros escritos, p. 41

Elena G. de White, Primeros escritos, p. 59

Centennial Book of Modem Spiritualism in America (Chicago: The National Spiritualist Association of United States of America, 1948), vol. 115, p. 68.

Elena G. de White, Testimonies, tomo 1, p. 131

Elena G. de White, Review and Herald, 6 de octubre de 1896

Elena G. de White, Joyas de los Testimonios, tomo 3, p. 297

Elena G. de White, El Evangelismo, p. 504

F. M. Wilcox, The Testimony of Jesús (Washington, D. C.: Review and Herald®, 1944), p. 35.

Wilcox, "The Testimony of Jesús", Review and Herald, 9 de junio de 1946, p. 61.

 


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