Sion

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Sion (heb. Tsîyôn, quizá “poste de señalización” o “elevado”; gr. Sion).

Originalmente fue el nombre del monte o de la colina sudoriental de la ciudad que con el tiempo llegarí­a a ser Jerusalén, y sobre la cual se hallaba la antigua fortaleza jebusea que tomó David y a la cual le dio el nuevo nombre de Ciudad de David (2Sam 5:7; 1R 8:1). Se encuentra entre los valles del Cedrón y Tiropeón, al sur de la colina donde estaba emplazado el templo. Cuando David trasladó el arca a su nueva capital, Sion llegó a ser especialmente el nombre del lugar donde Dios moraba. Por tanto, se lo usó para referirse a la colina nororiental después que Salomón construyó el templo allí­ y trasladó el arca hasta ese lugar (lsa. 2:3; 8:18; etc.). De vez en cuando, sin embargo, el nombre Sion se aplicaba a toda la ciudad (33:20; 60:14), e inclusive a toda la nación de Israel (lsa. 40 9; Zac 9:13). También se le daba a los habitantes de la ciudad de Jerusalén el nombre de “hijos e hijas de Sion” (Sal 48:11, 12; Isa 1:8; 10:32; Jl. 2:23; Zac 9:13; etc.). Se dice que la iglesia del NT, la legí­tima sucesora del pueblo de Dios del AT, se ha acercado al “monte de Sion” (Heb 12: 22, 23; cf 1Ped 2:5, 6), y finalmente se le da ese nombre al lugar donde Juan vio a los 144.000 que estaban con el “Cordero” (Apoc. 14:1).

Desgraciadamente, desde la Edad Media el nombre Sion ha sido atribuido por error a la colina sudoccidental de Jerusalén (la “Ciudad Alta”). Esta aplicación del nombre hay que atribuirla a las tradiciones de aquel tiempo. Los judí­os se basaban en la descripción que hace Josefo de los muros de la ciudad, y los cristianos, en la ubicación de la iglesia denominada Santa Sion, construida en el lugar donde, según la tradición, se habrí­a encontrado el cenáculo -es decir, el aposento alto en el cual Jesús celebró la Santa Cena-, y que de allí­ en adelante fue por un buen tiempo el centro de las actividades de los cristianos en Jerusalén. Sin embargo, las excavaciones practicadas durante los últimos 75 años prueban que la ciudad de David estaba confinada a la colina sudoriental, y que la sudoccidental no llegó a formar parte de la ciudad hasta el reinado de Ezequí­as o de Manasés.

El monte de Sion en el AT se ve como el centro del gobierno de Dios en el reino mesiánico. Dios habló al salmista: Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte (Salmo 1:6).

En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre. Los acompañaba una innúmera hueste de pequeñuelos que también tenían un ribete rojo en sus vestiduras. El monte de Sion estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios. Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje. Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: “Únicamente los 144.000 entran en este lugar”. Y exclamamos: “¡Aleluya!”SVC 85.2

Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con engastes de hermosísimas perlas. No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor! Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los 144.000.—La Segunda Venida y el Cielo, página 85.

Miqueas 4:2: Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.  

Isaías 24:23:La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.

Salmo 48:1-2: Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado

En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.

Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra,

Es el monte de Sion, a los lados del norte,

La ciudad del gran Rey.

Miqueas 4:7: Pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre.

Como lugar de liberación para el pueblo de Dios:

Isa 59:20: Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.

Joel 2:32: Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.

Abdías 17: Mas en el monte de Sion habrá un remanente que se salve; y será santo, y la casa de Jacob recuperará sus posesiones.

Hebreos 12:22:Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

Apocalipsis 14:1: Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.

Ya en el cielo, se registra en Primeros Escritos, 18, 19: En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre. Los acompañaba una innúmera hueste de pequeñuelos que también tenían un ribete rojo en sus vestiduras. El monte de Sion estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios. Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje. Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: “Únicamente los 144.000 entran en este lugar”. Y exclamamos: “¡Aleluya!”SVC 85.2

Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con engastes de hermosísimas perlas. No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor! Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los 144.000.—Primeros Escritos, 18, 19

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